Cuando las tropas de Napoleón Bonaparte (1769-1821) invadieron Egipto en 1798, el emperador ordenó al matemático que lo acompañaba, Gaspard Monge (1746-1818), que realizara un relevamiento topográfico a todo lo largo del valle del Nilo. Para hacerlo era necesario trazar un meridiano patrón, en base al cual pudieran relacionarse las medidas; a consecuencia de su tamaño (147,8 metros de altura, 54.000 metros cuadrados de superficie), la gran pirámide de Keops en el valle de Gizeh, a veinte kilómetros de El Cairo, fue elegida para servir como punto de referencia para establecer dicho meridiano. Con el paso del tiempo la elección resultó un acierto: la gran pirámide era la que dividía en dos partes iguales el valle del Nilo.
Desde cualquier aspecto que se observe e investigue a esta construcción, resulta sorprendente: 2.300.000 bloques de piedra, de siete a veinte toneladas cada uno, tallados en forma perfecta para ensamblar al milímetro (arrancadas de las canteras de piedra de Tura y arrastradas hasta Gizeh, a cuarenta kilómetros de distancia), forman el colosal monumento, que hasta fines del siglo XIX era el edificio más alto que había construido la mano del hombre.
Por lo común, se cree que las culturas antiguas fueron poseedoras de un muy limitado conocimiento científico o tecnológico, incomparablemente inferior al de hoy en día. Sin embargo, si se estudia detenidamente esta construcción, de inmediato surge que sus arquitectos fueron hombres con avanzados conocimientos de geometría, matemáticas, geografía, astronomía, historia y filosofía.
Desde mucho tiempo atrás, las pirámides egipcias fueron consideradas por los científicos como monumentos funerarios, producto de la vanidad de los faraones. Pero a medida que el estudio de la cultura egipcia ha ido avanzando, aparecieron nuevos edificios -antes cubiertos por el desierto- en base a los que fue posible comprobar que las primeras tres pirámides (Keops, Kefrén y Micerino) sirvieron de modelo a todas las demás y que algunas pirámides fueron edificadas con propósitos funerarios y otras con propósitos simbólicos. Siendo el monumento más admirado y fastuoso del mundo antiguo, han sido objeto de una infinidad de mitos y leyendas, entre las que se cuenta la que dice que la gran pirámide fue construida por los supervivientes de la Atlántida, quienes en consecuencia serían los fundadores de la civilización egipcia. Sin embargo, hay otros datos interesantes que vienen desde la antigüedad, como el manuscrito del escritor copto Abul Hassan Masoudi (895-957), que bajo el nombre de Akbar Ezzeman MS se encuentra en la biblioteca de Oxford, y dice: "Surid, rey de Egipto antes del Diluvio, hizo construir tres pirámides. Mandó a sus sacerdotes poner en ellas los conocimientos científicos y la sabiduría. En la más grande se consignaron relatos referentes a los cuerpos celestes como las estrellas y los planetas, sus posiciones y ciclos, y asimismo quedaron representados los principios del álgebra y la geometría, a fin de que este saber se conservara, perpetuándose para los descendientes que pudieran interpretar los signos".
"Egipto es un don del Nilo", sostiene un antiguo dicho. Y en efecto, este río, uno de los pocos en el mundo que corre en dirección sur-norte, es tan indispensable para las tierras que riega que, aún hoy, si el Nilo se secase, Egipto moriría pronto. Los poemas y canciones populares que han sobrevivido al transcurso de los siglos cuentan que el río fue abierto a mano, para lo cual se necesitó dividir un cerro en dos partes. Aunque estas leyendas suenen desmesuradas, recientes estudios han demostrado que hace 20.000 años el desierto del Sahara fue un enorme mar interior alimentado por lo que ahora es el Nilo, que en tales épocas viajaba en dirección este-norte-oeste. En ese entonces, el Sahara era una región fértil, mientras que Egipto era un desierto. La situación se habría invertido gracias a la intervención del hombre. En 1949, se presentó una hipótesis sorprendente: un esquema de los pasillos de la pirámide, al ser comparado con un esquema del Nilo a partir de su nacimiento, ofrecía una semejanza tan grande que se llegó a afirmar el carácter artificial de la construcción del Nilo, realizado con apego al esquema de la gran pirámide.Algunos especialistas coinciden en afirmar que un río de tal importancia y tamaño (que además pierde un alto porcentaje de sus aguas por evaporación) no pudo haberse abierto cauce por sí mismo, puesto que en más de mil kilómetros no recibe afluentes. El cauce, quizá hecho a mano, se ha ahondado con el correr del agua durante milenios. Así, pues, no es descabellado pensar que los pasillos interiores de la gran pirámide sean, al mismo tiempo, la cartografía del alto Nilo. Un examen minucioso de la construcción revela algunos hechos asombrosos, que han llevado a un gran número de investigadores a suponer que los constructores del monumento poseían una elevada ciencia, muy superior a la que hasta ahora se acredita a la antigua civilización egipcia. Por ejemplo, se destaca que la pirámide fue perfectamente ubicada, pues sus lados dan la orientación N-S, E-O con una exactitud que ninguna otra cultura pasada había logrado. Cuando se midió la longitud de cada una de las caras de la pirámide, los estudiosos encontraron que para todos los cálculos se había utilizado la "pulgada piramidal" (casi igual a la pulgada anglosajona). Buscando el significado de dicha medida, pudo establecerse que sumadas las longitudes de los cuatro lados, se obtenía el número 365,24, coincidente con el número de días y fracción que dura el año solar. Otro dato llamativo es que la altura de la pirámide (148.2 pulgadas piramidales) resultó ser un submúltiplo casi exacto de la distancia que separa a la Tierra del Sol (148.208.000 km).
Nuestro planeta tiene un movimiento de balanceo conocido como precesión que se parece al movimiento de un trompo cuando pierde velocidad y está a punto de caer. Debido a este balanceo, el eje polar terrestre va orientándose, día tras día, hacia un punto distinto del espacio, necesitándose muchos años para volver a encontrarlo en el mismo punto. Sumando las longitudes de las diagonales de la base se obtiene el número de 25.826,6 pulgadas piramidales, que de hecho es el mismo calculado por la astronomía moderna (25.826 años) para la precesión de los equinoccios terrestres. Algo similar ocurre con la velocidad de traslación de nuestro planeta. La astronomía estableció que la Tierra se desplaza en su órbita solar a razón de 29.700 metros por segundo; es decir, 2.970.500 km. en un día; cien millones de pulgadas piramidales nos dan casi el mismo número, con una diferencia de 28.000 km. Esta disparidad, a primera vista asignable a un error de cálculo, podría indicarnos que la órbita de la Tierra se está ampliando. Algunos estudios científicos afirman que el planeta pierde velocidad de rotación y que, como consecuencia, su órbita se ha ampliado con el transcurso de los siglos. Ello quizá indique que en los tiempos en que fue construida la gran pirámide, la velocidad de translación era mayor.Otro descubrimiento permite suponer que los constructores de la pirámide conocían el número pi, es decir 3,1416. Al establecerse la altura exacta de la construcción, se la multiplicó por dos y se la usó como divisor, mientras el circuito de la base era empleado como dividendo, lo que dio como resultado 3,1416. Asimismo, el volumen total de la gran pirámide arroja cifras que indican como posible que los constructores conocieran el peso de la Tierra. Tomando el peso específico del material usado en la construcción, se calcula que la pirámide pesa 5.955.000 toneladas, equivalente a un decimal de 5.955.000 trillones de toneladas, peso total del planeta.
Si resultan asombrosos los datos aportados por las medidas exteriores, en el interior de la pirámide hay más sorpresas, En mayo de 1961, varios investigadores de la Universidad de El Cairo decidieron realizar un curioso experimento: en la cámara real, recinto principal del interior de la pirámide, colocaron diversas substancias orgánicas, entre ellas trozos de carne y algunas verduras, con el fin de observar si los procesos de descomposición de la materia viva sufrían alguna alteración, creencia consignada en diversos manuscritos egipcios del siglo I a.C. Al cabo de veinte días, comprobaron que tanto la carne como las verduras no daban la más mínima muestra de descomposición. Dos años más tarde fueron realizados los mismos experimentos, obteniéndose idénticos resultados. Además pudo comprobarse que si se introducía una hoja de afeitar gastada por el uso, en dos semanas aparecía afilada y cortante. Así pues, la gran construcción del antiguo Egipto se presenta como un monumento cargado de misterios e incógnitas, muchos de los cuales han resistido la búsqueda infructuosa de historiadores y arqueólogos.Al parecer, Masoudi no fue el único en sostener que la pirámide se construyó antes del Diluvio. Herodoto de Halicarnaso (484-425 a.C.), el más antiguo de los historiadores griegos, afirmó que los sacerdotes de Tebas le habían asegurado que la función de su pontífice supremo se venía transmitiendo de padres a hijos desde 11.340 años antes, y que cuando se inició el primer pontífice de esta larga descendencia, la pirámide ya estaba construida.
De cualquier manera, la ciencia se muestra mucho más conservadora. A pesar que hasta hoy no se ha podido determinar de modo irrefutable cuál fue el momento exacto de la construcción de la gran pirámide, las pocas referencias escritas de las que se dispone parecen indicar que ello ocurrió durante el mandato de Zoser, el segundo faraón de la III dinastía, alrededor del año 2650 a.C. Las hipótesis que presuponen una antigüedad mayor a la citada presentan pruebas de muy poca validez como para ser admitidas.
En cuanto se aborda la cuestión de cómo se hizo la gran pirámide, puede remitirse a Herodoto, el único historiador conocido en la antigüedad clásica que investigó y escribió algunas hojas al respecto. La información la recibió de los mencionados sacerdotes tebanos, quienes se apoyaban no sólo en referencias verbales, sino también en posibles escritos ya existentes. Dice Herodoto en "Historiae" (Historia, 444 a.C:) : "... Así, llegó a utilizar más de cien mil hombres juntos, que se renovaban cada tres meses. Por lo que se refiere al tiempo que tardó la obra, tormento de una multitud, habrán pasado diez años para construir la calzada por donde en filas se llevan las piedras. Este camino es una obra tan considerable como la misma pirámide. Es de piedras trabajadas y pulidas, decoradas con figuras de bestias. La pirámide llevó veinte años de labor penosa. La construcción es cuadrada y cada une de sus lados tiene ocho plétoras de largo por otro tanto de ancho. La pirámide fue construida en forma escalonada. Cuando se comenzó la edificación de esta manera, las piedras se levantaban del mismo suelo y mediante la ayuda de máquinas hechas con pedazos de madera, se colocaban sobre otra máquina puesta sobre la primera fila de escalones; de aquí se elevaba a nuevos peldaños, que venían a ser asientos de piedras". Más adelante, el historiador griego agrega: "Relato las cosas como las he oído decir... Sobre la pirámide se ha grabado en caracteres egipcios cuánto se ha gastado para los obreros, en esfuerzos, en ajos y cebollas. Y el que me lo traduce me dice, lo recuerdo bien, que estos gastos se elevaron a seiscientos cincuenta talentos de plata".
Con respecto a la serie de medidas geográficas y astronómicas que aparentemente están contenidas en el monumento, existen diversas opiniones, incluso dentro del ámbito científico. Son muchos los académicos que consideran sobrevalorada la importancia de las medidas piramidales en relación a los datos matemáticos y astronómicos, supuestamente contenidos en ella. Sin subestimar el nivel cultural y científico de la antigua civilización egipcia, se estima que las coincidencias numéricas de la gran pirámide obedecen a una desmedida especulación con las cifras por parte de algunos investigadores. Al hacerlo con tanta amplitud, prácticamente se puede obtener cualquier coincidencia.
Así, pues, los científicos no han podido esclarecer a satisfacción algunos aspectos extraños de la gran pirámide. Sin embargo, las investigaciones continúan y acaso el ojo escrutador de la ciencia termine, tarde o temprano, por responder satisfactoriamente a tantas incógnitas. Por ahora, lo único cierto es que el coloso megalítico de Gizeh ha soportado la mirada inquisitiva del hombre por más de cuarenta siglos, sin develar sus misterios.