Cuenta el historiador catalán
Román Gubern (1934) en su estupenda "Historia del cine" que, "mientras
Hollywood ponía en circulación un mundo lujoso y sofisticado, frívolo y
decadente, algunos vanguardistas franceses demostraban una cariñosa vocación populista,
prefiriendo la taberna, el suburbio, el puerto y los lugares y tipos populares,
testimonio, aunque deformado y subjetivista, de cierta realidad social". Sería
el director de cine francés de origen polaco Jean Epstein (1897-1953)
quien, en la década del '20, llevase esa tendencia naturalista a su extremo en
películas como "Coeur fidèle" (Corazón fiel) o "Finis Terrae" (El fin del mundo).
Ambas fueron a la vez ejemplos prodigiosos de la utilización de novedosos virtuosismos
técnicos tales como primeros planos, montaje corto, cámara subjetiva y
encuadres oblicuos, en suma, una manifestación cabal del nuevo lenguaje visual
que se estaba desarrollando y que llevó al escritor francés Marcel Proust (1871-1922)
a opinar visionariamente: "No amamos tanto el cine por lo que es como por lo
que llegará a ser".
Epstein
fue también un crítico y teórico del cine que en sus escritos exaltó las
posibilidades "sobrenaturales" del cine, en especial la modificación de la
naturaleza del tiempo, conseguida por primera vez en la historia de la ciencia
y del arte gracias al uso de la aceleración, de la cámara lenta y a la
inversión de movimientos. Otro teórico, el italiano Ricciotto Canudo (1879-1923) fue el primero que se atrevió a afirmar que el cine era
un arte -el séptimo arte lo llamó-, una síntesis de las tradicionales artes del espacio
y del tiempo. Luego llegaría el crítico y director francés Louis Delluc (1890-1924),
quien con su noción de fotogenia trató de aprehender el secreto estético del
nuevo arte. Hizo importantes aportes a la teoría del cine al enumerar como
elementos de la estructura del arte cinematográfico el decorado, la
iluminación, el ritmo y el propio intérprete, y amplió el concepto de fotogenia
a la totalidad del film afirmando que "todo aspecto que no sea sugerido
por las imágenes en movimiento no es fotogénico y no pertenece al arte
cinematográfico". Luego el crítico húngaro Béla Balázs (1884-1949) opuso
a la tradicional cultura de la palabra, la cultura literaria, la novísima
cultura de la imagen creada por el cine. Para él, el cine, lenguaje
internacional no supeditado a particularismos idiomáticos como el literario, había
creado al hombre visible. Tres eran, para Balázs, los elementos que hacían del
cine un arte: el primer plano, el encuadre y el montaje.
De estos
elementos, fue el primer plano el considerado como uno de los ejes de la
estética cinematográfica por el cineasta Josef von Sternberg (1894-1969), director
norteamericano de origen austríaco, un elemento del que Gubern dice "que aisla y agranda los objetos convirtiéndolos en personajes
dramáticos y descubriendo la secreta microfisonomía del rostro humano, lo que
ha incorporado al arte una nueva topografía dramática". Tal como escribiera von
Sternberg, "al agrandarse monstruosamente sobre la pantalla, una cara debe ser
tratada como un paisaje, con su relieve de luz y sus depresiones tenebrosas.
Se debe mirar como si los ojos fueran lagos, la nariz una montaña, las mejillas
praderas, la boca un campo de flores, la frente un cielo y los cabellos nubes".
Josef von Sternberg llegó al cine en 1925,
después de doctorarse en Filosofía, con una película experimental: "The salvation
hunters" (Cazadores
de almas), la sórdida historia de una prostituta y su amante que no fue bien
vista por la pacata sociedad norteamericana. Fue Charles Chaplin (1889-1977)
quien alzó su voz públicamente en defensa del film y le permitió a von Sternberg
iniciar su carrera comercial en Hollywood. De esta manera, tras sus inicios
como montador en una compañía de Nueva Jersey y luego de ser ayudante de varios
directores y actor de teatro, von Sternberg había comenzado su carrera como
director. Contratado por la Metro Goldwyn Mayer, sus primeros films para esa compañía
no pudieron ser más desalentadores: "The masked bride" (La novia
fingida) y "Exquisite sinner" (La elegante pecadora) debieron
ser terminados por otros directores, y hasta "The sea gull" (La gaviota),
encargado por Chaplin, no pasó más allá de la sala privada del estudio y
nunca se proyectó en público.
Su primer éxito fue en 1927, ya en la Paramount,
con "Underwold" (La ley del hampa) con la que inauguró en el cine norteamericano
el género del cine de gángsters. La famosa "ley seca", nacida de una puritana
enmienda de la Constitución estadounidense, tuvo el efecto paradójico de desencadenar una
ola de corrupción y delincuencia organizada en las grandes ciudades, en donde
miembros de la mafia ítalo-americana instalaron sus prósperos negocios
clandestinos de bebidas alcohólicas, juego y trata de blancas. Prohombres del
hampa como Al Capone (1889-1947) en Chicago y Lucky Luciano (1897-1962)
en Nueva York, pasaron al primer plano de la mitología popular y resultó
lógico que el cine se adueñase de aquel sugestivo y turbio inframundo para elevarlo
a las pantallas. En su película, von Sternberg mostró una cierta visión heroica
del personaje del gángster, una exaltación romántica de la rebeldía del individuo
contra la sociedad que lo oprime. Esa original perspectiva anarquista sería
una constante en su carrera posterior, con sus penetrantes estudios del turbio
medio social y de los bajos fondos, caracteres que mostraría en largas escenas
que intensificaron su densidad dramática.
En los siguientes dos años, von Sternberg
corroboraría su maestría dirigiendo "The docks of New York" (Los muelles de
Nueva York), "The last command" (La última orden), "The dragnet" (La redada) y "Thunderbolt" (El mundo contra ella), su primer film sonoro. Algo más de tres décadas más
tarde, en marzo de 1963, el casi septuagenario Josef von Sternberg concurrió al tradicional Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la ciudad balnearia por antonomasia de la Argentina. Homero Alsina Thevenet estuvo allí y, como resultado de esa experiencia, escribió un extenso artículo en el que recorrió con minuciosidad la carrera del cineasta austro-americano. El mismo sería
publicado en Buenos Aires en octubre de 1963 por la revista "Tiempo de Cine"
que editaba el prestigioso Cine
Club Núcleo.
"¿Quién es este viejo?" me preguntó un adolescente rubio, inclinándose sobre la mesa en la que estábamos haciendo el reportaje. Lo preguntó muy bajo, con tanta discreción como ignorancia, y le contesté "Von Sternberg" en su mismo volumen, pero al ver su expresión desconcertada le agregué: "Es más importante de lo que usted se cree", y volví a atender la doble corriente de lo que von Sternberg decía en inglés y lo que el traductor procuraba exprimir de su discurso. El adolescente rubio se apartó y no molestó más. En el inmenso caos que fue el hotel Hermitage durante el Festival de Mar del Plata (marzo 1963) ese y otros adolescentes de ambos sexos parecían muy impresionados con la posibilidad de identificar a George Hamilton o a Jack Palance, de admirar la belleza de Daniele Gaubert o de comentar con sarcasmo el último atavío extraño de Katy Jurado. Para todos ellos von Sternberg era un nombre exótico o quizás nadie. Para un grupo minoritario de periodistas y cinematografistas era la figura más importante del Festival, aunque toda su conducta fuera allí la de ver algunos films, pronunciar algunas opiniones privadas y prestarse, con una deferencia que encerraba cierta vanidad, a una formidable cantidad de entrevistas de prensa. No era fácil explicar al adolescente rubio, en unos pocos segundos, que ese viejo de apariencia anónima había brillado en el cine mudo hacia 1927, había hecho en 1930 un film que se adelantaba a sus contemporáneos en el uso del sonido, había descubierto o quizás inventado a Marlene Dietrich y había tenido más fracasos, más films inconclusos, retocados y rehechos de los que puede tolerar un realizador que tenga cierto aprecio por si mismo. Incluso para la minoría de periodistas y aficionados más conocedores, toda la carrera del anciano padecía en ese momento baches y formas nebulosas. Habría hecho falta una mejor memoria, quizás una consulta a los registros, para aprovechar mejor aquella oportunidad única de la entrevista directa, preguntando con más puntería y cubriendo quizás en pocos minutos las grandes zonas oscuras de su poblada carrera.
"¿Quién es este viejo?" me preguntó un adolescente rubio, inclinándose sobre la mesa en la que estábamos haciendo el reportaje. Lo preguntó muy bajo, con tanta discreción como ignorancia, y le contesté "Von Sternberg" en su mismo volumen, pero al ver su expresión desconcertada le agregué: "Es más importante de lo que usted se cree", y volví a atender la doble corriente de lo que von Sternberg decía en inglés y lo que el traductor procuraba exprimir de su discurso. El adolescente rubio se apartó y no molestó más. En el inmenso caos que fue el hotel Hermitage durante el Festival de Mar del Plata (marzo 1963) ese y otros adolescentes de ambos sexos parecían muy impresionados con la posibilidad de identificar a George Hamilton o a Jack Palance, de admirar la belleza de Daniele Gaubert o de comentar con sarcasmo el último atavío extraño de Katy Jurado. Para todos ellos von Sternberg era un nombre exótico o quizás nadie. Para un grupo minoritario de periodistas y cinematografistas era la figura más importante del Festival, aunque toda su conducta fuera allí la de ver algunos films, pronunciar algunas opiniones privadas y prestarse, con una deferencia que encerraba cierta vanidad, a una formidable cantidad de entrevistas de prensa. No era fácil explicar al adolescente rubio, en unos pocos segundos, que ese viejo de apariencia anónima había brillado en el cine mudo hacia 1927, había hecho en 1930 un film que se adelantaba a sus contemporáneos en el uso del sonido, había descubierto o quizás inventado a Marlene Dietrich y había tenido más fracasos, más films inconclusos, retocados y rehechos de los que puede tolerar un realizador que tenga cierto aprecio por si mismo. Incluso para la minoría de periodistas y aficionados más conocedores, toda la carrera del anciano padecía en ese momento baches y formas nebulosas. Habría hecho falta una mejor memoria, quizás una consulta a los registros, para aprovechar mejor aquella oportunidad única de la entrevista directa, preguntando con más puntería y cubriendo quizás en pocos minutos las grandes zonas oscuras de su poblada carrera.
Se
contaba, por otra parte, con la mejor voluntad que un entrevistado ha puesto
nunca en una conferencia de prensa, con un afán de hablar de sí mismo que sólo
Orson Welles y Erich von Stroheim han mostrado alguna vez en presencia de este
cronista. Como ellos, von Sternberg hacía fluir el monólogo con una rara
lucidez, en largas frases donde no se cruzaba una sola vacilación, como si
tuviera dominado cada uno de los temas de la entrevista y como si hubiera
estado esperando esta oportunidad para decir la versión auténtica de algo que
vivió y sufrió. También como ellos, von Sternberg no se preocupaba de quedar
bien o de conformar a su interlocutor. Las opiniones más personales sonaban de
pronto a tremendas salidas para lucirse, a sabiendas de que su interlocutor
podía discrepar. En el inventario de lo que opinó en Mar del Plata, ya no es
extraño verle elegir para una encuesta las diez mejores películas de la
posguerra e incluir entre ellas el episodio de Vittorio de Sica en "Boccaccio 70" o "Los orgullosos" de Yves Allegret (en su lista no figuran Bergman, ni Antonioni,
ni Fellini). Ni ya parece extraño, en perspectiva, escucharle dictámenes
abrumadores como "No conozco en este mundo un solo ciudadano de ningún
país que no sea un experto crítico cinematográfico", o, mejor aún:
"Oigo decir que el cine americano es malo. Lo dicen en Tokio, en Roma, en
Londres y en Nueva York. Un pronunciamiento tan general, y tan generalmente
aceptado, debe ser necesariamente falso".
Un inventario de todo lo que dijo von Sternberg, incluyendo el apunte histórico, el dato biográfico, la opinión suelta, ha sido recopilado para ilustración pública, en la presunción de que no es necesario coincidir con todo ello, ni tomarlo siquiera literalmente. Otra recopilación de su carrera parece todavía más necesaria, para informar a algunos adolescentes rubios y para poner en orden una vida larga, agitada, confusa, de la que existen pocos registros coherentes. Josef von Sternberg nació en Viena el 29 de mayo de 1894. Tenía siete años cuando su familia emigró a Estados Unidos, pero en los años inmediatos realizó otros viajes hasta Austria por motivos familiares. Su primer contacto con el cine se produjo en la adolescencia, cuando fue asistente de William A. Brady, director general de la World Film Company. Como experto compaginador, escritor y asistente de dirección trabajó en Washington durante la guerra para el Army Signal Corps. Desde 1918 alternó sus trabajos entre New York, Gran Bretaña y Hollywood, como asistente de Lawrence Wisdon, Emile Chautard, Wallace Worsley, Roy William Neil y otros directores. En este período utilizaba el nombre de Joe Stern, quizás porque el "Sternberg" denunciaba un origen alemán que chocaba con los sentimientos antigermánicos de la época; simultáneamente, un joven director llamado Eric Strome ocultaba la personalidad de alguien que llegó a ser mejor conocido más tarde como Erich von Stroheim.
Un inventario de todo lo que dijo von Sternberg, incluyendo el apunte histórico, el dato biográfico, la opinión suelta, ha sido recopilado para ilustración pública, en la presunción de que no es necesario coincidir con todo ello, ni tomarlo siquiera literalmente. Otra recopilación de su carrera parece todavía más necesaria, para informar a algunos adolescentes rubios y para poner en orden una vida larga, agitada, confusa, de la que existen pocos registros coherentes. Josef von Sternberg nació en Viena el 29 de mayo de 1894. Tenía siete años cuando su familia emigró a Estados Unidos, pero en los años inmediatos realizó otros viajes hasta Austria por motivos familiares. Su primer contacto con el cine se produjo en la adolescencia, cuando fue asistente de William A. Brady, director general de la World Film Company. Como experto compaginador, escritor y asistente de dirección trabajó en Washington durante la guerra para el Army Signal Corps. Desde 1918 alternó sus trabajos entre New York, Gran Bretaña y Hollywood, como asistente de Lawrence Wisdon, Emile Chautard, Wallace Worsley, Roy William Neil y otros directores. En este período utilizaba el nombre de Joe Stern, quizás porque el "Sternberg" denunciaba un origen alemán que chocaba con los sentimientos antigermánicos de la época; simultáneamente, un joven director llamado Eric Strome ocultaba la personalidad de alguien que llegó a ser mejor conocido más tarde como Erich von Stroheim.
El
cómico inglés George K. Arthur, que ya había interpretado ocho films, buscó al
compaginador Joe Stern para que lo dirigiera en "Just plain buggs", un tema del
propio Arthur. Esa propuesta fue aceptada por Stern, conviniendo una remuneración
de cien dólares semanales y comprometiéndose a terminar la tarea en cuatro
semanas. En diciembre de 1924, dispuesto a inaugurar su carrera como director,
Joe Stern cambió su nombre por el de Josef von Sternberg. De acuerdo a su
propia declaración, el nombre del pasaporte es Jonas Stenberger, mientras Joe
Stern era sólo un seudónimo. Es presumible que al adoptar el nombre Josef von
Sternberg haya agregado el "von" como un emblema nobiliario y
apócrifo.
Su
primera medida, fue cambiar el asunto. Convenció a George K. Arthur de que "Just
plain buggs" sólo sería una repetición de otros temas ya hechos, y propuso en
cambio un tema propio que habría de llamarse "The salvation hunters". Fue rodado
por la exigua cantidad de 4.800 dólares y narraba la vida de tres humildes
vagabundos que vivían junto al río a la sombra de una máquina de extraer barro
del fondo. Éste fue uno de los primeros films de ficción que mantuvieron un
clima documental, aprovechando escenarios reales del puerto de San Pedro, en
California. Fue también el primer film de Georgia Hale, una actriz que luego
alcanzaría más notoriedad como dama joven de Chaplin en "The gold rush" (La quimera
del oro). Cuando el film estuvo terminado se lo probó en un cine de tercera
categoría de Hollywood, ante un público desprevenido que no manifestó mayor
aprobación. Entonces Arthur obtuvo la atención de Chaplin, en cuya casa se lo
proyectó nuevamente. Otras funciones ante Mary Pickford y Douglas Fairbanks
determinaron que "The salvation hunters" fuera comprada para su distribución por
Artistas Unidos. El costo de $ 4.800 fue superado así por esa compra de
derechos por $ 10.000. En otros sentidos, el film habría de orientar la carrera
de sus principales figuras: Georgia Hale fue contratada por Chaplin, Arthur fue
contratado por MGM y el director von Sternberg recibió una oferta de Mary
Pickford, que luego no se concretaría en film alguno, porque la actriz tuvo un desacuerdo
con él y lo sustituyó por Marshall Neilan como director.
Von Sternberg pasó así a la Metro, donde comenzó "Escape" o "The exquisite sinner", historia de un muchacho (Conrad Nagel) que huye de su hogar rico para vivir con los gitanos; a pesar de los esfuerzos de su familia, queda finalmente con ellos y con la muchacha gitana que lo quiere (Renee Adoree). El original de este film fue definido por Robert Florey, su asistente de dirección, como "una comedia refinada demasiado sutil para el cine, con toda la sensibilidad y el encanto extranjeros de un Erich von Stroheim". La Metro no estuvo conforme con el resultado y ordenó rehacerlo bajo las órdenes de Phil Rosen, que lo alteró enormemente. Este segundo film fue distribuido en 1927 con el título "Heaven on earth". El original ocurría en Francia y von Sternberg habría tenido la idea de agregar demasiado color local a una escena bretona, un punto que determinó su interrupción del trabajo. A pesar del fracaso, el director comenzó con la Metro un segundo film, "The masked bride", pero tras los primeros días de trabajo se desalentó del plan, levantó la cámara hacia el techo para dejar constancia de su opinión sobre el libreto y abandonó el estudio. El film fue luego terminado por Christy Cabanne. Así se liquidó el primer contacto entre la Metro y von Sternberg, quien partió a Europa de inmediato.
Von Sternberg pasó así a la Metro, donde comenzó "Escape" o "The exquisite sinner", historia de un muchacho (Conrad Nagel) que huye de su hogar rico para vivir con los gitanos; a pesar de los esfuerzos de su familia, queda finalmente con ellos y con la muchacha gitana que lo quiere (Renee Adoree). El original de este film fue definido por Robert Florey, su asistente de dirección, como "una comedia refinada demasiado sutil para el cine, con toda la sensibilidad y el encanto extranjeros de un Erich von Stroheim". La Metro no estuvo conforme con el resultado y ordenó rehacerlo bajo las órdenes de Phil Rosen, que lo alteró enormemente. Este segundo film fue distribuido en 1927 con el título "Heaven on earth". El original ocurría en Francia y von Sternberg habría tenido la idea de agregar demasiado color local a una escena bretona, un punto que determinó su interrupción del trabajo. A pesar del fracaso, el director comenzó con la Metro un segundo film, "The masked bride", pero tras los primeros días de trabajo se desalentó del plan, levantó la cámara hacia el techo para dejar constancia de su opinión sobre el libreto y abandonó el estudio. El film fue luego terminado por Christy Cabanne. Así se liquidó el primer contacto entre la Metro y von Sternberg, quien partió a Europa de inmediato.
A
su vuelta, von Sternberg hizo un convenio con Charles Chaplin: dirigir un film
dramático en el que la estrella sería Edna Purviance, primera dama del cómico en muchos films cortos de su
mejor época y en el largo "A woman of Paris". La historia de "The sea gull" o "The woman
of the sea" ha sido descrita como "un simple asunto de cuadrilátero
amoroso", ubicado junto al mar, y rodado en la costa de Monterrey, California; los registros oficiales señalan
que tema y libreto pertenecían a von Sternberg, aunque otras fuentes adjudican
el asunto a Chaplin. Tras una primera versión Chaplin quedó insatisfecho,
ordenó el rodaje de una segunda versión y probablemente agregó algunas escenas
filmadas por él mismo, pero terminó por archivar todo el material, que nunca
salió a circulación y que le representó una pérdida aproximada de medio millón.
Pocos vieron el material filmado, uno de esos escasos espectadores fue el
director Robert Florey, que opinó: "Era demasiado sofisticado para Chaplin:
había allí demasiadas cosas que él era incapaz de comprender”. Otro fue John Grierson:
"El asunto era de Chaplin, y humanista en cierto grado, con pescadores que
se afanaban y transpiraban y vivían y amaban como lo hacen los proletarios. Introspectiva
como antes, von Sternberg no podía ver el asunto como Chaplin. En su lugar, jugaba
con el simbolismo del mar hasta que los pescadores y los peces quedaban
olvidados. Hubiera significado algo, tan excelente a su modo como la versión
de Chaplin, pero dudó de si mismo. Quería ser un éxito, y aquí estaba, simple y
pesimista, el camino para no serlo. El film, en definitiva, no era una versión
de Chaplin ni de Sternberg. Era un juego extrañamente bello y vacío -posiblemente
el más bello que yo haya visto- sobre dibujos de redes, dibujos de mar y
cabellos al viento. Cuando un director muere, se convierte en un
fotógrafo". Hay
varias versiones sobre el conflicto resultante entre von Sternberg y
Chaplin. La más difamatoria dice que Chaplin
no entendió el film; otras aseguran que Edna Purviance no se lucía allí tanto como la otra actriz, Eve Southern; una tercera versión asegura que Chaplin se molestó
con von Sternberg porque éste hizo sin su autorización una función sorpresiva
en un cine de Beverly Hills.
Vistos los fracasos previos, von Sternberg debió aceptar un cargo de asistente de dirección en Paramount, donde llegó a hacer tomas complementarias para un film de Frank Lloyd ("Children of divorce", con Gary Cooper, Clara Bow). Así obtuvo la confianza de B.P. Schulberg, entonces jefe de producción de la empresa, y volvió a la dirección con "Underworld", uno de los primeros films de gángsters de la época, que luego sería citado como modelo para un género extendido de hecho hasta hoy. Contra las convenciones de entonces, "Underworld" no tenía un héroe sino que buscaba sus personajes entre los pistoleros, dos de los cuales se disputaban una mujer (Clive Brook, George Bancroft, Evelyn Brent). Esta innovación ha sido mencionada por el libretista Ben Hecht como una creación propia, desechando de paso toda hipótesis de que von Sternberg hubiera mejorado el asunto y agregando que lo empeoró con toques sentimentales. Otros críticos menos parciales han señalado los rasgos del lenguaje de von Sternberg: la recreación de ambientes, el vigor de las escenas de acción, la carga simbólica que puede dar a una pluma que vuela por el aire y que alude al personaje "Plumitas" (Feathers) interpretado por Evelyn Brent.
Vistos los fracasos previos, von Sternberg debió aceptar un cargo de asistente de dirección en Paramount, donde llegó a hacer tomas complementarias para un film de Frank Lloyd ("Children of divorce", con Gary Cooper, Clara Bow). Así obtuvo la confianza de B.P. Schulberg, entonces jefe de producción de la empresa, y volvió a la dirección con "Underworld", uno de los primeros films de gángsters de la época, que luego sería citado como modelo para un género extendido de hecho hasta hoy. Contra las convenciones de entonces, "Underworld" no tenía un héroe sino que buscaba sus personajes entre los pistoleros, dos de los cuales se disputaban una mujer (Clive Brook, George Bancroft, Evelyn Brent). Esta innovación ha sido mencionada por el libretista Ben Hecht como una creación propia, desechando de paso toda hipótesis de que von Sternberg hubiera mejorado el asunto y agregando que lo empeoró con toques sentimentales. Otros críticos menos parciales han señalado los rasgos del lenguaje de von Sternberg: la recreación de ambientes, el vigor de las escenas de acción, la carga simbólica que puede dar a una pluma que vuela por el aire y que alude al personaje "Plumitas" (Feathers) interpretado por Evelyn Brent.
Durante
1927-30 von Sternberg conoció en la Paramount su primer apogeo. El éxito
comercial de "Underworld" le reportó una bonificación extra de $ 10.000 y la
seguridad de seguir trabajando. En el período hizo tareas de montaje para "The
wedding march" de von Stroheim (aunque es presumible que sólo haya compaginado "Honeymoon", su segunda parte), escribió un libreto que habría de dirigir Mauritz
Stiller ("The street of sin", con Emil Jannings) y dirigió otros cinco films: "The
last command", sobre asunto propio, que presenta a Emil Jannings como un
anciano extra en Hollywood; allí recuerda su pasado, como general ruso durante
la revolución de 1917; "The dragnet", otro film de gangsters, elaborado como
clara imitación de su debut en el género; "The docks of New York", un melodrama
policial, de ambiente portuario; "The case of Lena Smith", un melodrama campesino
ubicado en Viena (desde 1894 a 1914), que puede ser leído como una novela rosa; "Thunderbolt", otro film de gangsters, que sería su debut en el cine sonoro. Más
que por sus asuntos, estos films aparecen elogiados por el tratamiento
plástico, que sería ya una marca de estilo para el director. El extremo cuidado
de escenografía, fotografía y vestuario, la composición elaborada con recursos
de utilería, señalan la obra de un realizador que se expresa en cine como no
podría hacerlo en otra disciplina artística. En este período aparecen por
primera vez sus recursos de particular inventiva: los lentos esfumados para la
transición de tiempo y de espacio ("The last command"), los barroquismos de vestuario
("The dragnet"), los claroscuros de niebla y de sombra en los exteriores del
puerto ("The docks of New York"), los escenarios pintados artificiosamente de
blanco para obtener efectos fotográficos ("The case of Lena Smith") y muchos
otros hallazgos de encuadre y de movimiento.
Los
historiadores han señalado la influencia que estos films de von Sternberg
tendrían sobre el cine posterior: "Docks of New York" como antecedente de "The
long voyage home" de John Ford (1940); el mismo film y "Underworld" como modelos
de "Quai des brumes" y de "Le jour se leve" de Marcel Carné (1938-39), sin contar
aun el cine de gangsters que floreció en Hollywood durante 1931-39. En cuatro de
esos films George Bancroft obtuvo las mejores labores de su carrera, comenzada
junto a von Sternberg y después dispersa en papeles de villano sin mayor
relieve. Otra
derivación habría de ser mas importante. Durante el rodaje de "The last command",
el director había entrado en conflicto con Emil Jannings, el actor alemán cuya
carrera americana quedó interrumpida al aparecer el cine sonoro. Tras un film
de sonido sincronizado que resultó muy insatisfactorio ("Betrayal", dir. Lewis
Milestone, 1929), Jannings volvió a Alemania, donde filmaría hasta 1945 y donde
fallecería en 1950. Desde allí hizo en 1930 a von Sternberg el particular
homenaje de llamarlo para su debut en el cine sonoro, esta vez en su alemán
nativo.