Director, productor, guionista y actor de cine
estadounidense, Orson Welles (1915-1985) fue un niño prodigio que a los
dieciséis años comenzó su carrera teatral en el Gate Theatre de Dublin,
Irlanda, y cinco años después, en 1936, debutó como actor y director en Nueva York.
Durante su etapa teatral alcanzó notoriedad gracias a su actuación en "Romeo
and Juliet" (Romeo y Julieta) de William Shakespeare (1564-1616), obra
montada por la compañía de la productora teatral de Katherine Cornell (1893-1974).
Del mismo dramaturgo británico adaptaría y dirigiría luego "Macbeth" y "The tragedy
of Julius Caesar" (Julio César), producidas por la Mercury Theatre, compañía
fundada en 1937 por el propio Welles y su socio, el actor y productor John Houseman
(1902-1988). Su versión radiofónica en 1938 de la novela de H.G.
Wells (1866-1946) "The war of the worlds" (La guerra de los mundos) -basada
en unos alienígenas que invadían New Jersey- fue hasta tal punto realista que
sembró el pánico entre miles de oyentes, convencidos de que realmente se estaba
produciendo una invasión de extraterrestres. Avalado por este éxito, firmó con
la productora RKO un contrato que le otorgaba total libertad creativa,
circunstancia que aprovechó hasta el límite en su primer filme de larga
duración: "Citizen Kane" (El ciudadano). En 1940, a los veinticinco años, comenzó el
rodaje de la más notable de sus películas, la que sería considerada como una de
las obras más significativas de la historia del cine. Con un guión escrito en colaboración
con Herman J. Mankiewicz (1897-1953) y protagonizada por él mismo, el film fue
capital a la hora de sentar las bases del moderno lenguaje narrativo
cinematográfico. Estrenado en 1941, "El ciudadano" es un film de narración excelente,
puesta escénica y expresión inédita dada por la singularidad de sus novedosas tomas, su iluminación, su sonido y su montaje. La película fue alabada por la crítica,
pero su distribuidora se encargó de hacerla fracasar. Es que, basada en la vida
del empresario y magnate de la prensa William Randolph Hearst (1863-1951),
fue perjudicada por los periódicos de su propiedad que cuestionaron la
película. Así, la misma -al igual que toda la obra posterior del cineasta- quedó
relegada como una película de culto minoritaria, más reconocida en Europa que
en su propio país. No obstante, con ella Welles influyó en los cineastas de
todo el mundo por su empleo innovador del sonido, los movimientos de cámara, la
profundidad de campo, los objetivos angulares, su estilo visual, su iluminación
dura y una estética cuidadamente expresionista.
La reposición en Montevideo de "El ciudadano", provocó
en 1960 una serie de notas que Alsina Thevenet publicó en "El País" en
noviembre de ese año. A continuación, la primera parte de dichas notas.
"El ciudadano" fue una revolución
en 1941, influyó desde entonces a buena parte del cine posterior, integró casi todas
las listas eruditas de Mejores Films del Mundo, y casi veinte años después
sigue siendo un asombro para quien no lo haya visto antes, defecto del que
sufre buena parte de una generación. En el testimonio de muchos espectadores,
descubrir "El ciudadano" es por otra parte una experiencia emocional e
intelectual que no tiene paralelo, y que no se disminuye por el conocimiento
previo de sus características. Cuando todo el film queda descrito, desarmado y
explicado, como lo ha hecho con abundancia la crítica mundial, sigue en pie el
poderoso impacto de su forma cinematográfica, elaborada por el refinamiento de una
inteligencia astuta y dirigida a provocar un asalto al sistema nervioso de su
espectador. Una parte menor de ese cálculo está en la índole del tema, que
narra la vida de un magnate periodístico americano y que establece el vacío
emocional y afectivo que se esconde tras la grandiosidad, la ostentación y el
egoísmo del protagonista; en ese apunte, muchas veces subrayado por la
anécdota, el film establece un comentario sobre algunas zonas de la civilización
actual, y ese comentario no perderá vigencia en mucho tiempo.
Otra parte mayor
del cálculo es la deliberada originalidad con que el tema aparece narrado. En lugar
de un relato lineal, siete testimonios distintos, entrecruzados en tiempo y en
espacio, plantean al principio el misterio de la última palabra
que el protagonista pronunció en su agonía, después retroceden a narrar su
vida y finalmente se acercan a revelar
aquel secreto, perseguido durante todo el relato a la manera de una investigación
policial. A esa audacia narrativa, el film suma otras audacias de fotografía, de
montaje, de sonido, de técnica interpretativa, con un ritmo tan veloz y con una
riqueza tan abundante que casi todo espectador queda retrasado en el análisis
y tiende a ver por segunda vez ese despliegue para poder razonar sus
mecanismos una vez pasado el golpe inicial. Deslumbrarse con el film es un
lugar común.
Esta revolución en el espectador
y en el cine contemporáneo fue hecha casi enteramente por un joven que entonces tenía veinticinco años y que nunca había hecho un film en su vida. Provocó en su
momento las máximas ilusiones que haya suscitado jamás un nuevo realizador
cinematográfico, saludado entonces como un genio por buena parte de la crítica
mundial. Fue necesaria una Segunda Guerra Mundial (1939-45) para lograr que en
los diarios se hablara con mayor expectativa de otros temas contemporáneos.
En los veinte años siguientes a "El ciudadano", Orson Welles habría de sufrir las
consecuencias de que ese primer film fuera magistral. Nunca hizo nada mejor, ni
siquiera cuando él mismo se propuso imitar su primer éxito. Y como junto a la
aclamación crítica tuvo que sufrir un fracaso comercial, su biografía y su
carrera derivaron a conflictos laterales, cada vez más ajenos a la estricta
creación cinematográfica.
En los años inmediatos, Welles fue un símbolo en la
famosa oposición del artista y la industria cinematográfica como antes lo
había sido Von Stroheim hacia 1924 y como después lo sería John Huston hacia
1950. Colaboró sin embargo como actor con esa industria, como también lo había
hecho Von Stroheim, y así construyó a su alrededor una fama equívoca que no correspondía
a su mejor obra. Y aprovechó esa fama para ser hasta hoy una personalidad,
alguien que proclama no leer jamás a los críticos pero que da conferencias de prensa,
recibe a los cronistas y les pronuncia dictámenes, ocasionalmente caóticos,
sobre casi todo tema posible, a favor de Vittorio de Sica, contra
Roberto Rossellini, a favor del escritor cinematográfico, contra Robert
Bresson. Medido por sus declaraciones, que surgen cada vez que otro se calla en
su presencia, Orson Welles está lejos de ser un observador agudo y coherente
del cine actual. Como está más empeñado en llamar la atención que en ilustrar una
estética, una filosofía o una sociología, Welles seduce a casi todo periodista
por el humor, la agudeza y la escasez de respeto que dominan sus frases, desde
una entrevista poco conocida (en Montevideo, 1942) donde liquidó a "Fantasía" de
Disney como una mezcla absurda de música con dibujos ("langosta con
chocolate", dijo) o la observación sobre los comentarios que recibió su
primer film ("Todos niegan que yo sea un genio, pero nadie ha dicho que
lo sea"), hasta el reportaje caótico y declaradamente ebrio que
concedió durante tres días de 1959 a un periodista de París, con palabras
duras y aun groseras contra Ingmar Bergman, Marcel Proust, el protestantismo y
todo lo que sea "chic".
Como ocurre con casi todo artista auténtico,
Welles debe ser medido por su obra y por sus actos, sin las equívocas palabras
con que consigue fotos y titulares en los diarios. Y como casi toda su obra
llegó a quedar condicionada por la necesidad económica y por motivaciones
laterales a la creación artística, el Welles más puro y auténtico es todavía el
de su primer film, siempre imitado, nunca igualado. Como en el mismo argumento
de "El ciudadano", hay que retroceder desde el final.
Orson Welles nació el 6 de mayo
de 1915 en Kenosha, Wisconsin, cerca de Chicago, hijo de un padre industrial e
inventor y de una madre pianista y refinada. Fue un niño prodigio como Menuhin
o Mozart, con habilidades de actor, de dibujante y de narrador desde la más
tierna infancia, con una inquietud dominante por saber las respuestas a las
más extrañas preguntas y con cierto afán exhibicionista que su familia
fomentó y que después habría de marcar su carrera. A los diez años no sabía
sumar ni restar, pero a los ocho había escrito un ensayo sobre la Historia
Universal del Drama y ya tenía un sólida reputación como charlista, escritor y
prestidigitador. En 1927, al fallecer su madre, hizo con su
padre un largo viaje que empezó por China. En 1931 recibió parte de una
herencia, viajó solo a Escocia e Irlanda, se presentó a conjuntos teatrales
invocando una experiencia interpretativa que no tenía, y así el 13 de octubre
de 1931 debutó en el Gate Theatre de Dublin, interpretando al anciano Duque Alejandro
en la obra "Jew Süss", aunque sólo tenía dieciséis años.
Después de otras actuaciones
volvió a América, se casó en diciembre de 1934 con Virginia Nicholson (de quien
se divorciaría en diciembre de 1939), hizo una temporada con la compañía de
Katherine Cornell, principalmente en obras de Shakespeare, y en abril de 1936
fundó junto a John Houseman el Federal Theatre, uno de los varios conjuntos
semi-ofíciales que entonces auspiciara el gobierno de Roosevelt como una
forma de evitar el desempleo durante la depresión. El debut fue notablemente
original, con un "Macbeth" de reparto enteramente negro, previo traslado de la
acción a una isla del Caribe. En 1937 Welles y Houseman tuvieron un conflicto
con la Work Progress Administration, agencia oficial de la que dependían, y se
separaron para formar privadamente el Mercury Theatre. El nuevo conjunto, carente
de bastante apoyo financiero, causó sensación cuando la falta de dinero
inspiró a Welles la idea de hacer el "Julio César" de Shakespeare con trajes
modernos, evitando gastos de escenografía y vestuario, haciendo una virtud de
esa necesidad y dando a la pieza una entonación antifascista que en noviembre
de 1937 tenía la más rigurosa actualidad.
La abundante actividad teatral de
Welles fue paralela en esta época a una intensa actuación radial, con todo tipo
de trasmisiones. El 30 de octubre de 1938 una dramatización de "La guerra de los
mundos" de H.G. Weíls, comenzada normalmente por los micrófonos de la Columbia
Broadcasting System, fue interrumpida por un boletín extra según el cual un
profesor habría observado explosiones de gas en el planeta Marte, un meteorito
habría caído en Nueva Jersey, matando a muchas personas, y una invasión de
marcianos se habría producido en la zona. Éstos y otros datos, en rápida
sucesión, dichos en tono alarmante y entre exhortaciones a la calma colectiva,
crearon en Estados Unidos un pánico que duró varios días y durante el cual, según un
observador, los habitantes de las montañas se refugiaban en las ciudades y los
habitantes de las ciudades se refugiaban en las montañas.
Esa trasmisión sensacional,
concebida y ejecutada por el máximo genio del "bluff", puso el nombre de Orson
Welles en la fama pública, como centro de una controversia muy durable. Durante
todo el año siguiente, el episodio fue más notorio que ninguna actividad
teatral de Welles, quien llegaría incluso a fracasar en Chicago con una
original recopilación y síntesis de Shakespeare, titulada "Five Kings". El
episodio radial provocó la increíble oferta de la RKO que llevó a Orson Welles
a Hollywood, dándole 150.000 dólares, el 10% de los beneficios y la máxima
libertad de creación para hacer una serie de films. Tras varios cambios de
plan y sucesivas postergaciones, ese contrato derivaría en el debut
cinematográfico de Welles con "El ciudadano" y en una tremenda controversia,
primero por la discusión de si el film representaba o no una biografía del
magnate periodístico William Randolph Hearst, y después por las agitadas
relaciones de Welles con la empresa RKO, finalizadas en la cancelación del
contrato. Pero la trasmisión de octubre de 1938 no habría de ser olvidada. El 7
de diciembre de 1941, mientras Orson Welles trasmitía una conservadora
audición dominical, con poesías americanas y coros melódicos, la trasmisión se
interrumpió para dar lugar al anuncio de que las bases americanas en el
Pacífico habían sido atacadas por los japoneses. Buena parte del público radial
reflexionó en que ya era de mal gusto repetir el chiste y que Welles podía
haber buscado algo mejor para llamar la atención. Pero el anuncio era
auténtico y habría de ser conocido en la historia con las palabras "remember
Pearl Harbour". Cerca de esa fecha, "El ciudadano" salía
a circulación en varias partes del mundo y originaba conmociones de otro orden.
Orson Welles llegó a Hollywood en
1939, provisto de un contrato RKO que le garantizaba condiciones ideales de trabajo, incluyendo remuneración,
libertad de creación y la posibilidad de trasladar consigo a los intérpretes
del Mercury Theatre, un conjunto casi propio con el que había hecho algunas
sensacionales apariciones en Broadway. Su primer film debió ser "Heart of
darkness", sobre una novela de Joseph Conrad ambientada en África, para la que
Welles había concebido un original tratamiento cinematográfico. Se vería la
acción a través de los ojos del narrador sin mostrar el rostro de éste,
obligando así a complicados movimientos de cámara y de intérpretes. Varias
dificultades de técnica y de elenco demoraron el proyecto finalmente cancelado
por RKO. Con el tiempo, Robert Montgomery habría de realizar un ensayo cinematográfico
de cámara subjetiva sobre líneas similares ("La dama del lago", 1946),
aprovechando aquella iniciativa audaz. Al cancelarse el proyecto Conrad, la
RKO persuadió a Welles de que se dedicara a filmar "The smiler with a knife", una
novela policial de Nicholas Blake cuyo rodaje debió comenzar en diciembre de
1939. Otras dificultades de reparto obligaron a cancelar este segundo plan. Así
se llegó finalmente a acordar el rodaje de "Citizen Kane", sobre un libreto que Welles,
su socio John Houseman (del Mercury Theatre) y el libretista Herman Mankiewicz
habían elaborado durante meses. El 30 de julio de 1940 comenzó el rodaje de un
film que habría de ser histórico.
Durante sus muchos meses de
Hollywood, e impedido de hacer otras tareas, Welles vio en cabinas privadas una
enorme cantidad de películas mudas y sonoras, sin perjuicio de revisar además
todos los sistemas fotográficos, reales o posibles, y todas las técnicas de
sonido y de montaje. Ese aprendizaje vocacional y su inventiva personalísima
fueron una de las bases para la concepción de "El ciudadano", en el que Welles
tuvo no sólo la colaboración de su equipo de intérpretes del Mercury Theatre,
con nombres hasta entonces desconocidos del público cinematográfico (Joseph
Cotten, Agnes Moorehead, Everett Sloane, George Coulouris, Dorothy Comingore)
sino además la del compositor Bernard Herrmann, que había hecho la música para
varias audiciones radiales de Welles y compartía con éste un afán por la
originalidad. Esas novedades se sumaron en el caso a los
experimentos del fotógrafo Gregg Toland. Desarrollando al máximo una anterior
técnica cinematográfica. Toland experimentó con emulsiones más sensibles para
el celuloide, con variables diafragmas para sus lentes y con nuevos
procedimientos de iluminación. Así consiguió dominar la técnica del "deep
focus" o profundidad de campo, que permite tomar simultáneamente a
objetos situados cerca y lejos de la cámara, sin la distorsión entonces normal.
La técnica habría de servir para que "El ciudadano" tuviera escenas concebidas en
profundidad, personajes que se alejan y acercan del observador, contrastes
entre planos distintos, juegos impensados de sombra y de movimiento. De estos
efectos experimentales, que a su vez repercutieron sobre escenografía y montaje,
el film es hasta hoy un ejemplo superior, aunque Wyler y otros directores
habrían de utilizar luego a Toland y a su técnica.