10 de agosto de 2022

Trotsky revisitado (V). Introito biográfico (1)

Eduardo González Calleja: Itinerario 1879-1917

“Trotsky, León (1879-1940)” es un artículo que recorre la vida de Trotsky publicado en la página web “MCN Biografias.com”. Su autor es el historiador español Eduardo González Calleja (1962) cuyas principales líneas de investigación se centran en la relación entre memoria e historia, las culturas políticas de extrema derecha en la Europa de entreguerras, la teoría de la violencia política y la historia social y política de los instrumentos estatales de orden público. En 1989 se doctoró en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense, con una tesis titulada “La radicalización de la derecha durante la Segunda República. 1931-1936. Violencia, paramilitarización y fascistización en la crisis española de los años treinta”. Profesor Titular de Historia Contemporánea del Departamento de Humanidades: Historia, Geografía y Arte de la Universidad Carlos III de Madrid, también ha sido profesor invitado en las universidades Sorbonne Nouvelle y Nice-Sophia Antipolis (Francia), McGill y Québec à Montréal (Canadá), Macerata y Ca Foscari (Italia) y London School of Economics (Inglaterra) entre otras. Es miembro fundador de la Asociación de Historia Contemporánea y de la Asociación para el Estudio de las Migraciones Ibéricas Contemporáneas (A.E.M.I.C.).

León Trotsky fue un revolucionario y político ruso de origen judío nacido el 7 de noviembre de 1879 en Bobrinetz (Ucrania) y muerto el 21 de agosto de 1940 en Coyoacán (México). Su verdadero nombre era Lev Davidovitch Bronstein, el quinto hijo de David Leontievitch Bronstein, granjero libre convertido en rico propietario de Bobrinetz desde 1879, y de Anna, una joven perteneciente a la burguesía judía de Odessa. Sus nueve primeros años de vida transcurrieron en la finca paterna Yankovka. A los siete años, sus padres le enviaron a la escuela confesional privada de Gromokla, una colonia judeo-alemana situada a tres kilómetros de Yankovka. No pudo aprender el yiddish, necesario para la lectura de las Sagradas Escrituras, pero sí logró aprender el ruso. En el otoño de 1888 partió a Odessa con Moissei Filipovitch Spentzer, primo materno que profesaba avanzadas ideas liberales, con quien perfeccionó el ruso y comenzó a recibir una formación racionalista y eminentemente práctica. Estudió matemáticas, alemán y francés en la Realschule San Pablo de esta ciudad del Mar Negro, donde sus maestros pronto reconocieron sus dotes y aplicación. Pasó allí seis años, y en 1896 se trasladó a Nikolaiev para acabar sus estudios secundarios y preparar el examen de ingreso en la Universidad. Allí pasó a vivir con una familia de antecedentes socialistas, y a fines de otoño ingresó en un círculo populista radical animado por un jardinero de origen checo llamado Franz Chvigovsky, donde en todo momento hizo gala de un furibundo antimarxismo. Pasó sin problemas y con brillantez su examen de ingreso en la Universidad de Odessa en el verano de 1897, pero se enemistó con su padre y renunció a su asignación económica, por lo que se vio obligado a dar clases particulares para mantenerse.
Aunque se sentía muy atraído por las matemáticas, su estancia en Odessa resultó bastante breve, ya que se fue implicando con creciente intensidad en la lucha política clandestina bajo el seudónimo de Lvov. Fue el impulsor de la Unión Obrera de Rusia Meridional, organización socialdemócrata de Nikolaiev, que a fines de 1897 contaba con dos centenares de adheridos procedentes de las células naródniki (populistas) y marxistas creadas en las fábricas y muelles de la ciudad. Estas primeras organizaciones socialistas patrocinaban la publicación del periódico “Naché Delo” (Nuestra Causa), del que Bronstein era redactor principal. Por ese entonces se sentía muy interesado por la obra de Ferdinand Lassalle, fundador del primer movimiento de masas del socialismo alemán e hijo como él de una rica familia judía.
A finales de 1897, la policía zarista efectuó una amplia redada entre los miembros de la Unión Obrera, incluido Bronstein, que había intentado huir de Nikolaiev. De allí fue transferido a la prisión de Kherson, donde fue mantenido por varios meses en el más estricto aislamiento. Luego pasó a la penitenciaría de Odessa, en la que permaneció hasta fines de 1899, donde leyó las obras de Darwin, que reforzaron su ateísmo espontáneo, y escribió una obra sobre la historia materialista de la francmasonería que extravió en uno de sus múltiples viajes. Poco después, Bronstein y tres de sus compañeros fueron condenados a deportación en Siberia por cuatro años. En la prisión de Moscú oyó hablar por primera vez de Lenin y de su obra “El desarrollo del capitalismo en Rusia”. También contrajo matrimonio en la primavera o verano de 1900 con Alexandra Sokolovskaia, antigua compañera del círculo de Chvigovsky en Nikolaiev, con quien tuvo dos hijas: Zinaida en 1901 y Nina en 1902, ambas nacidas en Siberia. Los Bronstein recibieron la orden de residir en la localidad siberiana de Ust-Kut, donde Lev leyó “El Capital” de Marx, y luego en Verkholensk, en las estribaciones montañosas que dominan el lago Baikal. Allí recuperó el contacto con la política, y participó de forma activa en los debates organizados entre las diversas colonias de exiliados, que acabaron formando la Unión Socialdemócrata de Siberia, partidaria desde 1902 de la lucha revolucionaria sobre la reivindicación económica.


Por aquel entonces, Bronstein ya había escrito varias críticas literarias y, tras haber recibido en el verano de 1902 un ejemplar de la obra de Lenin “¿Qué hacer?” y una colección del periódico “Iskra”, finalizó bajo el seudónimo de Antid Oto un ensayo donde preconizaba la creación de un partido bajo premisas de estricta centralización y disciplina. Poco después huyó de Verkholensk con el nombre falso de uno de sus carceleros: Trotsky. Desde ese momento mantuvo la vida clandestina característica de un miembro del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR), conectando con círculos socialistas en Poltava, Kiev y Samara antes de viajar a Viena, Zürich y Londres, donde llegó en octubre. Fue allí donde se encontró por primera vez con Lenin y con otros destacados emigrados, y pasó a residir en el distrito de Saint-Pancras, en una casa vecina a la de Martov y Vera Zasulich, también redactores de “Iskra”, con los que entabló una estrecha amistad.
Trotsky venía precedido de una cierta fama como articulista y polemista, y desde marzo de 1903 se puso a trabajar intensamente en la redacción del boletín oficial del partido socialdemócrata ruso, lo que suponía una virtual integración en la elite directiva de esta formación política, por entonces agitada por las crecientes divisiones que anidaban en su seno, especialmente entre Plejanov y Lenin. También realizó alguna gira de propaganda en las colonias rusas de Europa Occidental, especialmente en Francia, Suiza y Bélgica, donde su elocuencia y su pasión galvanizaron a los auditorios. En París conoció a su segunda mujer, Natalia Ivanovna Sedova, también emigrada política que estudiaba Arte en la Sorbona, y que se convertiría en su compañera durante el resto de su vida.
En el II Congreso del POSDR celebrado en Bruselas en julio de 1903, Trotsky se declaró vehementemente contrario a los deseos de autonomía mostrados por el Bund judío adscrito al partido, y preconizó la prioridad de la lucha revolucionaria sobre la sindical o reformista, pero criticó a Lenin su obsesión por querer transformar el partido en un círculo cerrado de conspiradores, y no en el partido representativo de la clase obrera. Se alineó entonces en el ala minoritaria (menchevique) del POSDR dirigida por Martov, que postulaba una estrecha vinculación de las actividades revolucionarias con el movimiento obrero. Cesó toda colaboración con el Comité Central y el “Iskra” controlados por Lenin, aunque luego retornó efímeramente a la redacción del periódico de la mano de Plejanov, hasta que fue obligado por éste a dimitir en abril de 1904 con la excusa de un ambiguo artículo sobre la guerra ruso-japonesa. La falta de apoyo de los mencheviques en este incidente selló la ruptura entre éstos y Trotsky, quien desapareció por algunos meses de la vida pública. En agosto publicó el panfleto “Nuestras tareas políticas”, donde criticaba la disciplina centralista preconizada por Lenin (al que acusaba de ser un dictador jacobino demagógico y moralmente repugnante), y su incapacidad para conciliar al partido con las tareas de la democracia socialista, que no debían ser impulsadas por una minoría sino por un proletariado activo y consciente.
Situado en una posición incómoda entre sus antiguos amigos mencheviques y sus rivales bolcheviques, Trotsky dejó Ginebra en el verano de 1904 y se instaló en Múnich con su segunda mujer, al lado de A. L. Helfand, Parvus, economista ruso exiliado que se transformó en su más estrecho colaborador. En septiembre rompió formalmente con los mencheviques en una carta abierta enviada a “Iskra”. Los catastróficos desarrollos de la guerra ruso-japonesa y del “Domingo Sangriento” de San Petersburgo el 23 de enero de 1905 abrieron perspectivas revolucionarias que Trotsky se mostró dispuesto a aprovechar. Preparó un plan de acción basado en la declaración de un movimiento huelguístico revolucionario liderado por el proletariado industrial, que superaría la previsible revolución burguesa y establecería un gobierno obrero de corte socialdemócrata. Escribió febrilmente varios estudios reunidos bajo el título genérico de “Tras la insurrección de San Petersburgo”, y en febrero de 1905 retornó clandestinamente a Rusia.
Después de esconderse varias semanas en Kiev con nombre supuesto, estableció contacto con el técnico e industrial Leonid Krassin, quien le envió a San Petersburgo. Al ser el primero de los dirigentes del POSDR que llegó al país, se encontró desempeñando un papel central en los preparativos de la insurrección a escala nacional. En su carta abierta al líder liberal Miliukov, propugnó el boicot al Parlamento (Duma) aceptado por el zar en agosto. Tras una corta estancia en Finlandia, la noticia del estallido de una huelga general le llevó precipitadamente de vuelta a San Petersburgo el 15 de octubre, donde recomendó la participación masiva de los bolcheviques en la primera asamblea de representantes obreros o Soviet, del que fue principal animador. Hablando indistintamente en nombre de los mencheviques o de los bolcheviques, Trotsky redactó la mayor parte de sus resoluciones y dirigió el diario “Izvestia” y más tarde “Nachalo”, donde colaboraron los grandes nombres del socialismo europeo de la época.


La contrarrevolución tomó la iniciativa a partir de ese momento. El 3 de diciembre, Trotsky fue detenido junto con el Comité Ejecutivo del Soviet en pleno y encerrado sucesivamente en la prisión de Kresty y en la fortaleza de Pedro y Pablo, donde perfeccionó su francés y alemán, se familiarizó con la terminología política y económica, y escribió en colaboración una historia del Soviet. También elaboró el ensayo “Balances y perspectivas. Las fuerzas motrices de la revolución”, donde presentó de la forma más completa su teoría de la “revolución permanente”: ante la debilidad histórica de la burguesía rusa, el proletariado debía superar el estadio burgués de desarrollo económico y político, y tomar la iniciativa de la revolución incluso antes de que los socialistas hubieran alcanzado el poder en Europa Occidental. La “permanencia” de la revolución se manifestaría en el hecho de que sería imposible encerrarla en los límites estrictos de un levantamiento burgués de alcance meramente nacional.
El juicio al Soviet de San Petersburgo, que tuvo lugar en junio-octubre de 1906, permitió a Trotsky reivindicar su actuación pública y justificar el empleo de la fuerza como arma de acción revolucionaria. El 2 de noviembre, los miembros del Soviet fueron declarados no culpables de insurrección, pero Trotsky y otros catorce dirigentes fueron condenados a la privación de derechos civiles y a la deportación perpetua en la colonia penitenciaria siberiana de Obdorsk, en el límite del Círculo Polar Ártico, hacia donde salieron el 5 de enero de 1907. Sin embargo, en febrero, Trotsky logró evadirse de la prisión de Berezov y se dirigió por la tundra en dirección sudoeste, hacia los montes Urales y San Petersburgo, para pasar luego a Helsinki, donde fue calurosamente recibido por Lenin y Martov, para trasladarse luego en condición de exiliado a Londres y Berlín.
El 3 de junio de 1907, el zar había restablecido el régimen autocrático, y la influencia del socialismo fue declinando. Para Trotsky, la etapa de 1907 a 1914 fue una etapa particularmente vacía de obra política, aunque abordó la preparación teórica de la siguiente revolución. Se mantuvo equidistante de las dos tendencias del POSDR, propugnó la “europeización” de las actividades del partido y condenó la deriva terrorista propuesta desde algunas instancias del mismo. Protegido en Berlín por Karl Kautsky, expuso las particularidades del socialismo ruso en la revista “Neue Zeit” y en el diario “Vorwärts”. Vivió en Viena con Sedova y sus dos hijos (Lev, nacido en 1906 en San Petersburgo, y Sergei, nacido en Viena en 1908) hasta 1914, bajo el manto protector de Viktor Adler, Rudolf Hilferding, Karl Renner, Otto Bauer y otros destacados austromarxistas, trabajando como corresponsal de media docena de periódicos alemanes, belgas y rusos, como el “Kievskaya Mysi”. En octubre de 1908 tomó la dirección de la revista “Pravda”, que mantuvo hasta que surgió la publicación homónima dirigida por Stalin en San Petersburgo. Trotsky ya había roto en el verano de 1910 con el Comité Central bolchevique. A inicios de 1912 denunció las maniobras de Lenin en la Conferencia de Praga que consumó la escisión entre ambas tendencias socialdemócratas y que creó de hecho el partido bolchevique. En octubre partió como corresponsal a la primera guerra balcánica (donde no dejó de fustigar el paneslavismo de Miliukov), y más tarde a la segunda etapa de esta conflagración regional.
El estallido de la Primera Guerra Mundial brindó a Trotsky la posibilidad de reemprender el trabajo revolucionario frustrado en 1905. Gracias a la ayuda de Viktor Adler logró escapar de la policía austrohúngara y marchó con su familia a Zürich, donde publicó su panfleto “La guerra y la Internacional”; en él atacaba a los socialdemócratas alemanes que limitaban su misión histórica progresista al combate contra la autocracia zarista, o que, todo lo más, propugnaban una paz sin vencedores ni vencidos que, en opinión del agitador ruso, preservaría el statu quo sociopolítico. Trotsky pensaba que sólo un levantamiento de los pueblos beligerantes podría alcanzar una paz democrática sin anexiones ni indemnizaciones, respetuosa con el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Por estas manifestaciones fue condenado en contumacia a varios meses de prisión por un tribunal alemán. A fines de noviembre de 1914, dejó Suiza y se instaló en París cerca de Martov, con quien colaboró en la prensa del exilio como “Golos” y “Nache Slovo”, y en “La Vie Ouvrière”, diario de los sindicatos hostiles a la guerra. Trotsky se opuso a la guerra, que juzgaba como lucha imperialista, al igual que Lenin. El 5 de septiembre de 1915 participó y redactó el manifiesto final de la Conferencia Internacional Socialista de Zimmerwald (Suiza), precursora de la Tercera Internacional. Su lucha contra el “oportunismo social-patriota” desplegado por muchos mencheviques partidarios de la guerra le hizo derivar imperceptiblemente a la órbita del bolcheviquismo.
El 15 de septiembre de 1916, la policía francesa clausuró “Naché Slovo” y ordenó a Trotsky abandonar inmediatamente el país, aunque una protesta de los diputados socialistas ante el presidente del Consejo Aristide Briand logró revocar temporalmente esta última decisión. Sin embargo, las presiones de la embajada zarista determinaron que el 30 de octubre, Trotsky fuera conducido sin más dilación a la frontera española. Tras una jornada de estancia en San Sebastián, pasó diez días en Madrid, hasta que el 9 de noviembre fue interceptado por la policía. Envió una irónica carta de protesta al ministro de la Gobernación Joaquín Ruiz Giménez y, tras una campaña en su favor de la prensa republicana y socialista, fue pasaportado a Cádiz a la espera del primer barco que le sacara del país. Tras seis semanas de espera, transbordó en Barcelona a un barco que le condujo a los Estados Unidos.
El 13 de enero de 1917, Trotsky llegó a Nueva York, donde la colonia de socialistas rusos le dispensó una calurosa acogida. Se instaló en un apartamento del Bronx y trabajó como conferenciante y como periodista en la revista bolchevique “Novyi Mir” dirigida por Nikolai Bujarin y Alexandra Kollontai. Dos meses después estallaba la revolución en Rusia, y el 28 de marzo Trotsky, su familia y otros emigrados embarcaron en el navío noruego Christianefjord con destino a Europa. Fue detenido en Halifax (Nueva Escocia) e internado por las autoridades inglesas en el campo para prisioneros alemanes de Amherot, pero las protestas procedentes de la Rusia revolucionaria le permitieron proseguir viaje el 29 de abril, desembarcar el 17 de mayo en Finlandia y ser acogido en loor de multitud en Petrogrado ese mismo día, exactamente un mes después de la llegada de Lenin.
A pesar de la inmensa popularidad de que gozaba por su actuación revolucionaria de 1905, los mencheviques y bolcheviques del Soviet de Petrogrado le recibieron con cierta desconfianza. Sin embargo Lenin, que en ese momento estaba asumiendo los postulados trotskistas de la “revolución permanente”, le ofreció participar en los organismos dirigentes del partido y en la redacción de “Pravda”. Trotsky aceptó esta convergencia táctica, aceptó la fusión de su organización Mezhrayonka con el partido bolchevique e inició en el Circo Moderno de la ciudad una febril campaña de mítines en compañía de Lunacharsky, transformándose en el más célebre y elocuente agitador del ala izquierda del Soviet de la capital. En junio de 1917 participó en el I Congreso Panruso de los Soviets, donde fue acusado con poco fundamento de actuar como agente alemán. Fue entonces cuando se hizo oficialmente bolchevique. El 3 y 4 de julio, los miembros del partido impulsaron una manifestación armada que degeneró en insurrección popular, y que el gobierno provisional aprovechó para desatar una amplia persecución sobre el partido leninista. Trotsky y Lunacharsky fueron arrestados el 23 de julio y transferidos a la prisión de Kresty, donde encontraron a muchos de los futuros protagonistas y dirigentes de la insurrección de octubre.


Trotsky fue liberado sin cargos el 4 de septiembre, en la oleada de fervor revolucionario que siguió al fracaso del golpe de Estado de Kornilov. El día 9 se reintegró a las actividades del Soviet de Petrogrado, ahora más radicalizado que nunca, del que fue nombrado presidente el día 23, y donde lanzó los primeros llamamientos en favor de una segunda revolución, reclamando la dimisión de Kerensky y la transferencia del poder gubernamental al Congreso Panruso de los Soviets. A tiempo, el Comité Central del partido bolchevique reunido en el Instituto Smolny comenzó desde el día 15 a discutir sobre la oportunidad de una insurrección. Trotsky fue uno de los más ardientes defensores de la tesis leninista de una acción revolucionaria inmediata, siempre que ésta se realizara en nombre del Soviet de Petrogrado, y el 9 de octubre fue designado presidente del Comité Militar Revolucionario que debía ser el órgano supremo de la insurrección. La acción fue decidida por el partido bolchevique en una dramática reunión que se celebró al día siguiente, donde se designó un primer Bureau Político (Lenin, Zinoviev, Kamenev, Trotsky, Stalin, Sokolnikov y Bubnov) encargado de asumir la gestión práctica de la acción revolucionaria.
Cuando antes de la Primera Guerra Mundial Trotsky defendió la posibilidad de una revolución proletaria en Rusia antes que en Europa Occidental, nadie lo tomó en serio. Sólo en octubre de 1917 se demostró la superioridad del método marxista aplicado por Trotsky. Al inicio de la Revolución de Febrero, Lenin estaba en Suiza y Trotsky en Nueva York. Aunque muy alejados de la revolución, entre sí, ambos llegaron a las mismas conclusiones. Los artículos de Trotsky en “Novy Mir” y las “Cartas desde lejos” de Lenin son prácticamente idénticos en las cuestiones fundamentales relativas a la revolución: la actitud hacia el campesinado, la burguesía liberal, el gobierno provisional y la revolución mundial.