23 de agosto de 2022

Trotsky revisitado (XIV). Semblanzas y estimaciones (8)

Alan Woods: El organizador de la insurrección

Alan Woods (1944) es un escritor británico y dirigente galés de la International Marxist Tendency (Corriente Marxista Internacional). Nacido en una familia galesa de gran tradición comunista, a los dieciséis años de edad comenzó a militar en la política uniéndose a las Juventudes Socialistas del Labour Party (Partido Laborista). Catedrático de filologías rusa y eslava en las universidades de Sussex (Inglaterra), Sofía (Bulgaria) y Estatal de Moscú (Rusia), ha jugado un papel relevante en la defensa de las ideas del marxismo en el seno del movimiento obrero británico e internacional. También ha ofrecido infinidad de conferencias, participado en foros internacionales de debate de la izquierda, y publicado numerosos artículos y libros, algunos de ellos en colaboración con Ted Grant (1913-2006), fundador y máximo dirigente de la Militant Tendency (Tendencia Militante) del Partido Laborista del Reino Unido. También es el editor de la página web “Marxist.com”, en la cual publicó en agosto de 2000, cuando se cumplían sesenta años del asesinato de Trotsky, un extenso artículo titulado “In memory of Leon Trotsky” (En memoria de León Trotsky), cuya primera parte se reproduce a continuación.

 
Trotsky, junto con Lenin, fue uno de los dos grandes marxistas del siglo XX. Dedicó toda su vida a la causa de la clase obrera y del socialismo internacional. ¡Y qué vida! Desde su más temprana juventud -cuando trabajaba por la noche elaborando volantes ilegales para las huelgas, lo que le acarrearía su primer encarcelamiento y el destierro siberiano- hasta agosto de 1940, cuando fue asesinado por un agente de Stalin, trabajó duro e incesantemente por la causa del movimiento revolucionario. En la Revolución Rusa de 1905 fue presidente del Sóviet de San Petersburgo. De nuevo fue desterrado a Siberia, de donde escapó una vez más para continuar, ya desde el exilio europeo, con su actividad revolucionaria. Durante la Primera Guerra Mundial, Trotsky defendió una posición auténticamente internacionalista y escribió el manifiesto de Zimmerwald, que intentó unificar a todos los revolucionarios que se oponían a la guerra. En octubre de 1917 fue el organizador de la insurrección en Petrogrado.
Después de la Revolución de Octubre, Trotsky fue el primer Comisario del Pueblo de Asuntos Exteriores y estuvo a cargo de las negociaciones con los alemanes en Brest-Litovsk. Durante la sangrienta guerra civil, cuando la Rusia soviética fue invadida por veintiún ejércitos extranjeros y la revolución estaba en peligro, Trotsky no sólo organizó el Ejército Rojo, sino que dirigió personalmente la lucha contra los contrarrevolucionarios blancos, viajando miles de kilómetros a bordo del famoso tren blindado. Trotsky sería Comisario de Guerra hasta 1925. “Mostradme otro hombre capaz de organizar en un año un ejército ejemplar y además conseguir el reconocimiento de los especialistas militares”. Estas palabras de Lenin citadas en las memorias de Máximo Gorki demuestran la actitud de aquél hacia Trotsky.
El papel de Trotsky en la consolidación del primer Estado obrero del mundo no se limitó sólo al aspecto militar. También fue importante, junto con Lenin, para la construcción de la Tercera Internacional. Trotsky escribió los manifiestos y la mayoría de las declaraciones políticas más importantes de sus primeros cuatro congresos. En el período de reconstrucción económica, Trotsky reorganizó el sistema ferroviario, que estaba hecho añicos. Además fue un escritor prolífico que encontró tiempo para escribir importantes obras sobre política, también sobre arte o literatura (“Literatura y revolución”) e incluso sobre los problemas a los que se enfrentaban las masas en la vida cotidiana durante el período de transición (“Problemas de la vida cotidiana”).
En 1924, tras la muerte de Lenin, encabezó la lucha contra la degeneración burocrática del Estado soviético, lucha ya iniciada por Lenin desde su lecho de muerte. Durante ella, Trotsky fue el primer defensor de la implantación de los planes quinquenales, frente a la oposición de Stalin y sus seguidores. Después, solamente Trotsky seguiría defendiendo las tradiciones revolucionarias, democráticas e internacionalistas de Octubre. Fue el único que aplicó el análisis científico marxista a la degeneración burocrática de la Revolución Rusa, plasmándolo en obras como “La revolución traicionada”, “En defensa del marxismo” y “Stalin”. Sus escritos de 1930 a 1940 son un valioso tesoro de teoría marxista donde se abordan los problemas inmediatos del movimiento obrero internacional de la época (la revolución china, el ascenso de Hitler en Alemania o la guerra civil española) y cuestiones artísticas, culturales y filosóficas.
¡Esto es más que suficiente para completar varias vidas! A pesar de todo, si examinamos objetivamente la vida de Trotsky, tendríamos que estar de acuerdo con la apreciación que él mismo hizo de ella. A pesar de todos los éxitos conseguidos por él, sus últimos diez años fueron el período más importante de su vida. Se puede afirmar con absoluta certeza que cumplió una tarea que nadie más podía haber hecho: la defensa de las ideas del bolchevismo y de las auténticas tradiciones de Octubre frente a la contrarrevolución estalinista. Ésa fue la contribución más grande e insustituible de Trotsky al marxismo y a la clase obrera mundial.


El 26 de agosto de 1879, pocos meses antes del nacimiento de Trotsky, un pequeño grupo de revolucionarios, militantes de la organización terrorista clandestina Narodnaya Volya (La Voluntad del Pueblo), sentenció a muerte al zar Alejandro II. Este sería el inicio de un período de luchas heroicas de los populistas contra el aparato del Estado protagonizadas por un puñado de jóvenes, que culminaron con el asesinato del zar el 1 de marzo de 1881. Esos estudiantes y jóvenes intelectuales odiaban la tiranía y estaban dispuestos a dar su vida por la emancipación de la clase obrera, aunque estaban convencidos de que la “propaganda de los hechos” era lo único necesario para “provocar” la movilización de las masas. Querían sustituir el movimiento consciente de la clase obrera por las bombas y ametralladoras.
Los terroristas rusos asesinaron al zar, pero a pesar de todos sus esfuerzos no consiguieron nada. Lejos de fortalecer el movimiento de masas, los atentados terroristas surtían el efecto contrario: fortalecían al aparato represivo del Estado, que consiguió aislar y desmoralizar a los cuadros revolucionarios.
Al final, esto significó la completa destrucción de Narodnaya Volya. El error de los populistas fue su incapacidad para comprender los procesos fundamentales de la revolución rusa. Debido a la ausencia de un proletariado fuerte, los populistas consideraban al campesinado como la base social de la revolución socialista. Marx y Engels explicaron que la única clase que podía llevar adelante la transformación socialista de la sociedad era el proletariado. En una sociedad atrasada y semifeudal como la Rusia zarista, el campesinado jugaría un papel importante como auxiliar de la clase obrera, pero nunca podría sustituirla. En la década de los años ‘80 del siglo pasado, la mayoría de la juventud rusa no se sentía atraída por las ideas del marxismo; no tenían tiempo para la “teoría”, exigían acción. Al no comprender que sólo explicando pacientemente las ideas podrían ganar a la clase obrera, tomaron las armas esperando destruir al zarismo con la lucha individual.
El hermano mayor de Lenin fue un terrorista. Trotsky comenzó su vida política en un grupo populista y probablemente Lenin también participó de esas ideas. En cualquier caso, el populismo ya se encontraba en declive. En la década de los ‘90, la atmósfera anterior, impregnada de heroísmo, se convirtió en desmoralización y pesimismo en los círculos intelectuales. Y mientras tanto, en esa década, el movimiento obrero entraba en la escena de la historia con una impresionante oleada huelguística. En pocos años, la experiencia demostraría la superioridad de los “teóricos” marxistas frente a los “prácticos” terroristas individuales. El marxismo se extendió y consiguió una enorme influencia entre la clase obrera.
Al principio fueron pequeños círculos y grupos de discusión marxistas, pero el nuevo movimiento ganaba cada vez más popularidad entre los trabajadores. Entre los jóvenes activistas de esa nueva generación de revolucionarios se encontraba Lev Davidovich Bronstein, quien comenzó su trayectoria revolucionaria en marzo de 1897 en Nikolaiev, donde construyó la primera organización ilegal de trabajadores, la Liga Obrera del Sur de Rusia. Lev Davidovich fue arrestado por primera vez cuando sólo tenía diecinueve años, pasó dos años y medio en prisión y después fue desterrado a Siberia. Al poco tiempo se fugó, salió de Rusia con un pasaporte falso y se reunió con Lenin en Londres. En una de esas ironías de la historia, el pasaporte estaba a nombre de uno sus carceleros: Trotsky. Lev Davidovich más tarde sería conocido con ese nombre por el mundo entero.
El joven movimiento socialdemócrata aún se encontraba disperso, casi sin organización. Lenin, junto al grupo en el exilio de Plejánov (Emancipación del Trabajo), emprendería la tarea de organizar y unir a los numerosos grupos socialdemócratas locales del interior de Rusia. Lenin, ayudado por Plejánov, lanzó un periódico, “Iskra” (La Chispa), que jugó un papel clave en la organización y unificación de una genuina tendencia marxista. Lenin y su infatigable compañera, Nadezhda Krupskaya, se encargaban de la elaboración y distribución del periódico y de las respuestas a la voluminosa correspondencia llegada desde el interior de Rusia. A pesar de todos los obstáculos, consiguieron introducir clandestinamente el “Iskra” en Rusia. Rápidamente los auténticos marxistas se aglutinaron en torno a “Iskra”, que en 1903 se había convertido ya en la tendencia mayoritaria de la socialdemocracia rusa.
En 1902 Trotsky se presentó en la casa londinense de Lenin, donde se reunía el equipo de “Iskra”, y allí empezó su estrecha colaboración. El joven revolucionario recién llegado de Rusia no era consciente aún de las tensiones dentro del Comité de Redacción, donde se producían constantes choques entre Lenin y Plejánov por cuestiones organizativas y políticas. Los antiguos activistas de Emancipación del Trabajo estaban afectados por el largo período de exilio, limitándose a un trabajo de propaganda en los márgenes del movimiento obrero ruso. Eran un pequeño grupo de intelectuales sin duda sinceros en sus ideas revolucionarias, pero que padecían todos los vicios del exilio y de los pequeños círculos intelectuales. En ocasiones, sus métodos de trabajo se parecían más a los de un club de discusión o un grupo de amigos que a los de un partido revolucionario que aspiraba a tomar el poder.


Lenin realizaba el trabajo más importante del grupo y, con la ayuda de Krupskaya, luchaba contra esas tendencias, aunque con pobres resultados. Había puesto todas sus esperanzas en la convocatoria de un congreso del Partido, para que fuese la base obrera quien pusiera orden en “su propia casa”. Depositó muchas esperanzas en Trotsky, quien debido a su habilidad como escritor se había ganado el apodo de Pero (Pluma).
Lenin buscaba desesperadamente un compañero joven y capacitado para cooperar con él en el Comité de Redacción, intentando así salir del punto muerto al que había llegado con los antiguos editores. La aparición de Trotsky, recién fugado de Siberia, fue recibida con entusiasmo por Lenin. Trotsky tenía entonces sólo veintidós años, pero ya se había ganado un nombre como escritor marxista. En las primeras ediciones de sus memorias (que serían publicadas años después con el nombre “Recuerdo de Lenin”), Krupskaya describe honestamente la actitud entusiasta de Lenin hacia Trotsky. En ediciones posteriores desaparecerían las líneas que aquí reproducimos íntegramente: “Las recomendaciones calurosas que se nos habían dado con respecto al ‘aguilucho' y la primera conversación sostenida impulsaron a Vladimir Illich a examinar con atención al recién llegado. Habló mucho con él y salieron juntos a pasear”.
“Vladimir Illich interrogó a Trotsky sobre su viaje a Poltava para ponerse en contacto con “El Obrero del Sur” (que vacilaba entre “Iskra” y sus adversarios), y le gustó la precisión de las respuestas de Trotsky; el hecho de que éste hubiera sabido darse cuenta inmediatamente de la esencia de las divergencias. Desde Rusia se reclamaba con insistencia el regreso de Trotsky. Vladimir Illich quería que éste se quedara en el extranjero a fin de que aprendiera y prestara su concurso a la labor de ´Iskra’. Plejánov manifestó inmediatamente su recelo hacia Trotsky, en el cual veía a un miembro del sector joven de ‘Iskra’ (Lenin, Mártov y Potrésov), a un discípulo de Lenin. Cuando Vladimir Illich mandó un artículo de Trotsky a Plejánov, éste contestó: ‘La pluma de vuestra Pluma no me gusta'. ‘El estilo', respondió Vladimir Illich, ‘se adquiere’; Trotsky es un hombre capaz de aprender y nos será muy útil”.
En marzo de 1903, Lenin solicitó formalmente la entrada de Trotsky al Comité de Redacción. En una carta dirigida a Plejánov decía: “Propongo a los miembros del Comité de Redacción la cooptación de Pero como miembro pleno de la Redacción (creo que para la cooptación no basta la mayoría, sino la unanimidad). Necesitamos un séptimo miembro porque simplificaría el voto (seis es un número par) y reforzaría la Redacción. Pero lleva varios meses escribiendo en cada número. Trabaja para ‘Iskra’ enérgicamente, pronuncia conferencias (con un tremendo éxito), etc. Para nuestro departamento de artículos y noticias de actualidad, no sólo será muy útil, sino indispensable. Es un hombre con una capacidad incuestionable, con un convencimiento, una energía y un compromiso por encima de la media. Y también puede ser muy bueno para la traducción y la literatura popular”.
“Debemos involucrar a los jóvenes: esto les estimulará y les llevará a considerarse escritores profesionales. Una buena prueba de la escasez de estos es: 1) la dificultad de encontrar editores de traducción, 2) la escasez de artículos que examinen la situación interna, y 3) la escasez de literatura popular. Y es precisamente en la literatura popular donde a Pero le gustaría intentarlo. Posibles argumentos en contra: 1) juventud, 2) su próximo (quizás) regreso a Rusia, 3) una pluma con trazos de estilo folletinesco, demasiado pretencioso, etc. No propongo a Pero para un puesto independiente, sino para la Redacción. En ella conseguirá experiencia. No hay duda de que posee la ‘intuición’ de un hombre del Partido, de nuestra tendencia; el conocimiento y la experiencia los podrá adquirir. Es indiscutible que puede aprovecharlo. Es necesario atraerle y animarle”. Pero Plejánov sabía que Trotsky apoyaría a Lenin y que por lo tanto él quedaría en minoría, y vetó coléricamente la propuesta. “Poco después -añade Krupskaya- Trotsky se fue a París y allí comenzó a avanzar y consiguió un destacable éxito”.


Estas líneas de la compañera de toda la vida de Lenin son más significativas si tenemos en cuenta que se escribieron en 1930, cuando Trotsky ya había sido expulsado del Partido, vivía exiliado en Turquía y estaba totalmente proscrito en la Unión Soviética. Lo que salvó a Krupskaya de la cólera de Stalin fue el hecho de ser la viuda de Lenin. Más tarde, la intolerable presión le obligaría a inclinar la cabeza y a aceptar pasivamente la falsificación de la historia, aunque se negó firmemente a unirse al coro de glorificación de Stalin.
Por desgracia, esa primera colaboración entre Lenin y Trotsky se interrumpió bruscamente debido a la escisión ocurrida en el IIº Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), celebrado en 1903. Se han escrito muchas tonterías sobre el famoso IIº Congreso del POSDR, dejando sin explicar las causas de la escisión. Todo Partido revolucionario atraviesa una larga etapa de trabajo propagandístico y formación de cuadros. Este período conlleva inevitablemente hábitos y formas de pensar que en un momento determinado pueden convertirse en un obstáculo para trasformar el Partido en una organización de masas. Si cuando cambia la situación objetiva el Partido no es capaz de cambiar esos métodos, corre el riesgo de convertirse en una secta osificada.
En el IIº Congreso, la lucha entre los dos sectores de “Iskra” sorprendió a todos, incluso a los que estaban directamente implicados. El motivo fue la incompatibilidad entre la posición de Lenin -consolidar un Partido de masas revolucionario con cierto grado de disciplina y eficacia- y la de los militantes del antiguo Grupo para la Emancipación del Trabajo, que se sentían cómodos en la rutina, no veían la necesidad de hacer cambios y achacaban el problema a cuestiones personales de Lenin: “querer ser el centro de atención”, “tendencias bonapartistas”, “ultracentralismo” y cosas por el estilo.
Es una ley histórica que las tendencias pequeño-burguesas son orgánicamente incapaces de separar las cuestiones políticas de las personales. Cuando Lenin, por motivos completamente justificados, propuso la destitución de Axelrod, Zasúlich y Potrésov del Comité de Redacción de “Iskra”, éstos se lo tomaron como un insulto personal y montaron un escándalo. Por desgracia los “viejos” activistas se las arreglaron para impresionar a Trotsky, por aquel entonces joven e inexperto, que no comprendió la situación y aceptó sin más las acusaciones de Zasúlich, Axelrod y demás. Esta tendencia, denominada “blanda” y representada por Mártov, surgió como una minoría y después del congreso se negó a aceptar las decisiones y a participar en el Comité Central y el Comité de Redacción. Los esfuerzos de Lenin tras el congreso, para llegar a un compromiso, fracasaron debido a la oposición de la minoría. Plejánov, que en el congreso apoyó a Lenin, no resistió las presiones de sus antiguos compañeros y amigos.
Al principio, Trotsky apoyó a la minoría frente a Lenin, y esto fue lo que creó la impresión equivocada de que Trotsky era un menchevique. No obstante, en el IIº Congreso, bolchevismo y menchevismo no surgieron como dos tendencias políticas claramente definidas. Las diferencias políticas entre ambas tendencias comenzaron a surgir un año después, pero no tuvieron nada que ver con la cuestión del centralismo, sino con la cuestión clave de la estrategia revolucionaria: colaboración con la burguesía liberal o independencia de clase. Finalmente, en 1904, Lenin llegó a la conclusión de que era necesario organizar los “comités de la mayoría” (bolcheviques) para salvar lo que quedaba. La escisión del Partido era un hecho consumado.
En víspera de la guerra ruso-japonesa, el país vivía un fermento prerrevolucionario. A la oleada huelguística le siguieron las manifestaciones estudiantiles. La agitación afectaba a la burguesía liberal, que lanzó una campaña de banquetes políticos basada en los “zemstvos”, entes de administración local en las zonas rurales que servían de plataforma a los liberales. Entonces surgió el debate de cuál debería ser la posición de los marxistas respecto a la campaña de los liberales. Los mencheviques estaban a favor de apoyarlos totalmente; los bolcheviques se oponían enérgicamente a darles cualquier clase de apoyo y en su prensa criticaban la campaña y denunciaban a los liberales ante la clase obrera. Tan pronto como surgieron las diferencias políticas, Trotsky estuvo de acuerdo con los bolcheviques y rompió con los mencheviques. Desde ese momento y hasta 1917, Trotsky estuvo organizativamente al margen de ambas facciones, aunque en todas las cuestiones políticas siempre estuvo más cerca de los bolcheviques.
La situación revolucionaria maduraba rápidamente. Las derrotas militares del ejército zarista aumentaron el descontento, que estallaría en una manifestación en San Petersburgo el 9 de enero de 1905, que fue brutalmente reprimida. Así comenzó la Revolución de 1905, donde Trotsky jugó un papel prominente. Lunacharsky, que entonces era un colaborador próximo de Lenin, escribió en sus memorias: “Debo decir que de todos los dirigentes socialdemócratas de 1905-06, sin duda Trotsky demostró, a pesar de su juventud, que era el mejor preparado. De todos, era el que menos llevaba el cuño de la emigración. Trotsky comprendía mejor que nadie lo que significaba dirigir la lucha política contra el Estado. Trotsky emergió de la revolución y consiguió un enorme grado de popularidad, que ni Lenin ni Mártov disfrutaban. Plejánov perdió bastante por las tendencias liberales que en él se dejaban ver”.