25 de agosto de 2022

Trotsky revisitado (XVI). Semblanzas y estimaciones (10)

Alan Woods: El papel del individuo en la historia

En su obra “World War One and imperialism” (La Primera Guerra Mundial y el imperialismo) cuenta Woods que, hacia 1917, “el descontento de las masas en todos los Estados beligerantes era creciente. A nivel internacional, la revolución bolchevique de 1917 tuvo un profundo eco. Resonó en las fábricas y trincheras como un toque de clarín. Para los bolcheviques, era urgente salir de la guerra. El ejército ruso se estaba desintegrando”. Para los soldados “la guerra fue semejante a una pesadilla sin fin; para los civiles en el frente interno, especialmente las mujeres, muy poco menos que eso. Al final, gran parte de las tierras de Europa quedaron devastadas, millones de hombres
 
murieron o resultaron heridos. La gran mayoría de las víctimas eran de la clase obrera. Los supervivientes vivieron con graves traumas mentales. Las calles de todas las ciudades de Europa se llenaron de veteranos mutilados. Las naciones quedaron en quiebra, no sólo las perdedoras, sino también las vencedoras”. Lo que sigue es la tercera parte de “En memoria de León Trotsky”, el artículo escrito por Alan Woods.
 
En 1911 se abrió un nuevo período de luchas que continuó hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. La recién despertada clase obrera rápidamente gravitó a la izquierda. En estas circunstancias, el vínculo con los mencheviques era un obstáculo para el desarrollo del Partido. Los acontecimientos justificaban totalmente la ruptura con ellos y la organización de un Partido separado. Pronto los bolcheviques representaron la mayoría decisiva de la clase obrera: en el período 1912-14, cuatro quintas partes de los trabajadores organizados en San Petersburgo apoyaban a los bolcheviques. La publicación de un periódico bolchevique diario jugó un papel decisivo. El nombre elegido (“Pravda”) amargó las relaciones con Trotsky, pero las protestas de éste fueron en vano. A la mayoría de los activistas obreros les era indiferente y los mencheviques estaban desacreditados por su política de colaboración con la burguesía.
Trotsky, una vez más, se declaró contrario a la escisión, intentaba en vano conseguir la unidad. Este sería un error que le separaría momentáneamente de Lenin, pero fue un error honesto, el error de un genuino revolucionario cuyo único interés era la causa. En 1924 reconocería con franqueza su error. Trotsky escribió al Buró de la Historia del Partido: “Como he declarado en muchas ocasiones, en mis discrepancias con el bolchevismo en toda una serie de cuestiones fundamentales, el error fue sólo por mi parte. Para describir a grandes rasgos la naturaleza y el alcance de mis antiguas discrepancias con el bolchevismo, diré que durante el período de mi permanencia fuera del Partido Bolchevique, en ese momento en que mis diferencias con el bolchevismo alcanzaron su nivel más alto, la distancia que me separaba de las posiciones de Lenin nunca fue tan grande como la que separa la actual posición de Stalin-Bujarin de los fundamentos del marxismo y el leninismo".
De esta forma tan honesta, Trotsky explica sus propios errores y reconoce que Lenin tuvo la posición correcta desde el principio. Sin embargo los acontecimientos pronto convertirían las antiguas diferencias entre Lenin y Trotsky en irrelevantes. La escisión en Rusia fue sólo el anticipo de otra escisión mayor de carácter internacional que tendría lugar dos años más tarde, ante la que Lenin y Trotsky estarían en el mismo bando.
La decisión de los dirigentes de los partidos de la Internacional Socialista de apoyar a “sus” respectivas burguesías nacionales en 1914 fue la mayor traición en la historia del movimiento obrero mundial. Cayó como un rayo, conmocionando y desorientando a la base de la Internacional, hasta el punto que significó su colapso. Desde agosto de 1914, la cuestión de la guerra concentró la atención de los socialistas de todos los países. Muy pocas personas consiguieron en ese momento mantener la orientación correcta. Lenin en Rusia, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Alemania, James Connolly en Irlanda, John Mac Lane en Escocia y los dirigentes socialdemócratas serbios fueron excepciones a la regla. Desde el principio, Trotsky adoptó una postura claramente revolucionaria ante la guerra, como se puede comprobar en su libro “La guerra y la Internacional”. En 1915, Trotsky redactó el manifiesto de la Conferencia de Zimmerwald, que reunió a todos los socialistas opuestos a la guerra, quienes lo aprobaron por unanimidad a pesar de las diferencias existentes entre ellos.
En París, Trotsky publicaba el periódico “Nashe Slovo” (Nuestra Palabra), que defendía los principios del internacionalismo. Sólo tenía un puñado de colaboradores y todavía menos dinero, pero con enormes sacrificios consiguieron publicarlo diariamente, un éxito no igualado por ninguna otra tendencia del movimiento obrero ruso del momento, incluidos los bolcheviques. Durante dos años y medio, bajo el ojo vigilante de la censura, “Nashe Slovo” llevó una existencia precaria, hasta que las autoridades francesas, bajo presión del gobierno ruso, lo clausuraron. Durante un motín en la flota rusa en Tolón, se encontraron ejemplares de “Nashe Slovo” en poder de algunos de los marineros, lo que fue utilizado como excusa por las autoridades francesas para deportar a Trotsky a finales de 1916. Después de un breve período en España, incluida una estancia en prisión, de nuevo fue deportado a Nueva York, donde colaboró con Bujarin y otros revolucionarios rusos en la publicación del periódico “Novy Mir” (Nuevo Mundo). Todavía estaba trabajando en este periódico cuando llegaron los primeros informes confusos sobre el alzamiento en Petrogrado. Había comenzado la segunda Revolución Rusa.


La política revolucionaria es una ciencia. El estudio de las revoluciones pasadas es la manera de preparar la del futuro. La teoría no es optativa, sino una guía vital para la acción. Cuando antes de la Primera Guerra Mundial Trotsky defendió la posibilidad de una revolución proletaria en Rusia antes que en Europa Occidental, nadie le tomó en serio. Sólo en octubre de 1917 se demostró la superioridad del método marxista aplicado por Trotsky. Al inicio de la Revolución de Febrero, Lenin estaba en Suiza y Trotsky en Nueva York. Aunque muy alejados de la revolución y entre sí, ambos llegaron a las mismas conclusiones. Los artículos de Trotsky en “Novy Mir” y las “Cartas desde lejos” de Lenin son prácticamente idénticos en las cuestiones fundamentales relativas a la revolución: la actitud hacia el campesinado, la burguesía liberal, el gobierno provisional y la revolución mundial.
A pesar de todos los intentos de los estalinistas de falsificar la realidad levantando una muralla china entre Lenin y Trotsky, los hechos hablan por sí mismos: en el momento decisivo de la revolución, trotskismo y leninismo eran una misma cosa. Tanto para Lenin como para Trotsky, 1917 fue el punto de inflexión que convirtió en irrelevantes las antiguas polémicas entre ambos. Por esa razón, Lenin nunca se refirió a ellas después de 1917. De hecho, en su último discurso al Partido Comunista Ruso (el famoso “Testamento” de Lenin, oculto durante décadas por los estalinistas), advertía de que no se debía utilizar contra Trotsky su pasado no bolchevique. Esas fueron las últimas palabras de Lenin respecto a Trotsky y su relación con el Partido Bolchevique antes de 1917.
Con la única excepción de Lenin, los dirigentes bolcheviques no comprendían la situación, y los acontecimientos les superaban. Es una ley histórica que en una situación revolucionaria el Partido, y sobre todo su Dirección, sufren la intensa presión de los enemigos de clase, de la “opinión pública” burguesa e incluso de los prejuicios de las masas obreras. Ninguno de los dirigentes bolcheviques en Petrogrado fue capaz de resistir esas presiones, ninguno planteó que la revolución únicamente podía llegar hasta el final con la toma del poder por parte del proletariado. Todos habían abandonado la perspectiva de clase, adoptando simplemente una vulgar postura democrática.
Stalin era partidario de apoyar “críticamente” al Gobierno Provisional y de unirse a los mencheviques. Kámenev, Rikov, Molotov, etc. compartían su postura. Sólo tras la llegada de Lenin el Partido Bolchevique cambió de postura, después de una lucha interna alrededor de las “Tesis de Abril”, publicadas en “Pravda” con su única firma. Nadie estaba dispuesto a que le identificaran con esa postura. No comprendían el método de Lenin y hacían un fetiche de las consignas de 1905. El “crimen” de Trotsky fue prever los acontecimientos. En 1917, los propios acontecimientos demostraron la corrección de la teoría de la revolución permanente.
Desde entonces nada separó políticamente a Lenin y Trotsky. Todas las diferencias del pasado dejaron de existir. Cuando Trotsky regresó a Petrogrado en mayo de 1917, Lenin y Zinóviev asistieron a la ceremonia de bienvenida organizada por el Comité Interdistrito. En aquella reunión, Trotsky manifestó que la unidad de bolcheviques y mencheviques ya no significaba nada. Sólo aquellos que habían roto con el socialpatriotismo podían unirse bajo la bandera de una nueva Internacional. En realidad, desde su llegada, Trotsky habló y actuó al lado de los bolcheviques. El bolchevique Raskólnikov lo recordaría como sigue: “León Davidovich, Trotsky, en esos momentos formalmente no era militante de nuestro Partido, pero en la práctica desde el primer día de su llegada de América trabajó constantemente dentro de él. En cualquier caso inmediatamente después de su primer discurso en el Sóviet todos le consideramos uno de los dirigentes de nuestro Partido”. Con relación a las controversias pasadas, señaló en “La revolución proletaria”: “Los ecos de las antiguas discrepancias en el período previo a la guerra habían desaparecido totalmente. No existían diferencias entre la táctica de Lenin y Trotsky. Esa fusión, que ya se observaba durante la guerra, se demostró totalmente desde el momento en que Trotsky regresó a Rusia. A partir de su primer discurso público, todos nosotros, antiguos leninistas, le considerábamos uno de los nuestros”.
Si Trotsky no ingresó inmediatamente en el Partido Bolchevique no fue por las antiguas discrepancias, sino porque quería que también entrase el Comité Interdistrito, que agrupaba aproximadamente a cuatro mil trabajadores de Petrogrado y a muchas figuras prominentes de la izquierda, como Uritsky, Joffe, Lunacharsky, Riazanov, Volodarsky y otros que posteriormente jugaron un importante papel en la dirección bolchevique. Como Trotsky explicó en su testimonio ante la Comisión Dewey: “Trabajaba junto al Partido Bolchevique. Existía un grupo en Petrogrado que programáticamente defendía lo mismo que el Partido Bolchevique, pero organizativamente era independiente. Consulté a Lenin si sería mejor que yo entrara al Partido Bolchevique inmediatamente o con esa organización obrera de tres mil o cuatro mil militantes revolucionarios”.
El Congreso de los Sóviets de toda Rusia celebrado a principios de junio todavía estuvo dominado por los mencheviques y socialrevolucionarios. El historiador E. H. Carr -en “La revolución bolchevique (1927-1923)”-, refiriéndose a Trotsky y al Comité Interdistrito, hace la siguiente observación: “Trotsky y Lunacharsky estaban entre los diez delegados de los ‘socialdemócratas unidos' que apoyaron unánimemente a los bolcheviques durante las tres semanas que duró el congreso”. Para acelerar la entrada del Comité Interdistrito al Partido, a la que se oponían algunos miembros de la Dirección, Trotsky escribió en “Pravda” la siguiente declaración: “En mi opinión, actualmente [julio], no hay diferencias ni de principios ni tácticas entre el Interdistrito y las organizaciones bolcheviques. Por consiguiente no existen motivos que justifiquen la existencia separada de ambas organizaciones”.


En mayo de 1917, incluso antes de su adhesión formal al Partido Bolchevique, Lenin propuso a Trotsky como jefe de redacción de “Pravda” y de paso recordó la excelente calidad del “Russkaya Gazzeta” (el periódico que Trotsky dirigía y que en 1905 se transformaría en el “Nachalo”). Este hecho fue recogido en 1923 en “Krasnaya Letopis” (La Crónica Roja) nº 3. Aunque la propuesta no fue aceptada por el comité de redacción de “Pravda”, demuestra la actitud de Lenin hacia Trotsky en ese momento. Estaba tan ansioso de que Trotsky y sus colaboradores se unieran a los bolcheviques que estaba dispuesto a ofrecerles sin condiciones puestos de dirección en el Partido.
Cuando el Comité Interdistrito se fusionó con el Partido Bolchevique, para considerar los años de militancia en el partido se tuvo en cuanta la fecha de entrada al Comité Interdistrito, lo que significó admitir que no existían diferencias importantes entre ambos grupos. Una nota en las obras de Lenin publicadas en Rusia después de la revolución dice lo siguiente: “Sobre la cuestión de la guerra, el Comité Interdistrito sostenía una postura internacionalista y sus tácticas estaban cercanas a los bolcheviques”.
Después de las Jornadas de Julio, la reacción tomó la iniciativa durante un tiempo. En los días más difíciles, el Partido estaba en la clandestinidad, Lenin y Zinóviev se vieron obligados a pasar a Finlandia, Kámenev estaba en la cárcel y los bolcheviques sufrían una campaña de calumnias acusándolos de ser agentes alemanes. Trotsky salió públicamente en su defensa y se identificó con sus posturas. En esos tiempos difíciles y peligrosos, Trotsky escribió una carta al Gobierno Provisional, que por su valor la reproducimos íntegramente porque sirve para arrojar luz sobre las relaciones de Trotsky con los bolcheviques en 1917. La carta está fechada el 23 de julio: “Ciudadanos ministros: He tenido conocimiento de que se ha publicado una orden, en relación con los acontecimientos de los pasados 16 y 17 de julio, decretando el arresto de Lenin, Zinóviev y Kámenev, pero no el mío, por lo que desearía solicitar su atención para los puntos siguientes: 1) Coincido con las principales tesis de Lenin, Zinóviev y Kámenev, y las he defendido en el periódico ‘Vperiod’ y en mis discursos públicos”.
Sigue: “2) Mi postura hacia los acontecimientos del 16 y 17 de julio ha sido idéntica a la mantenida por ellos: a) Tanto Kámenev y Zinóviev como yo conocimos por primera vez los planes propuestos por el regimiento de ametralladoras y otros más en el mitin conjunto de los Burós de los Comités Ejecutivos el 16 de julio. Actuamos inmediatamente para detener a los soldados. Zinóviev y Kámenev poniéndose en contacto con los bolcheviques y yo, con la organización ‘interdistritos’, a la que pertenezco. b) Cuando, a pesar de nuestros esfuerzos, la manifestación se realizó, mis camaradas bolcheviques y yo pronunciamos numerosos discursos a favor de la principal exigencia de la multitud: ‘todo el poder a los sóviets’, pero a la vez exhortamos a los manifestantes, tanto a los soldados como a los civiles, a regresar a sus casas y cuarteles en forma pacífica y ordenada. c) En una conferencia celebrada en el Palacio de Táurida, muy avanzada la noche del 16 al 17 de julio, entre los bolcheviques y la organización interdistritos, apoyé la posición, hecha por Kámenev, de que se debía hacer todo lo posible para evitar una nueva manifestación el 17 de julio. Sin embargo, cuando a través de los agitadores que llegaban de los distintos distritos supimos que los regimientos y los obreros ya habían decidido la salida y que era imposible detener a la multitud hasta que se hubiera resuelto la crisis gubernamental, todos los allí presentes estuvimos de acuerdo en que lo mejor que podíamos hacer era dirigir la manifestación de forma pacífica y pedir a las masas que dejaran sus fusiles en casa. d) A lo largo del 17 de julio, día que pasé en el Palacio Táurida, tanto yo como los camaradas bolcheviques exhortamos más de una vez a la multitud para que actuase según esta línea”.


Agrega después: “3) El hecho de que yo no esté conectado a ‘Pravda’ y no sea miembro del Partido Bolchevique no se debe a diferencias políticas, sino a ciertas circunstancias de la historia de nuestro partido que han perdido ahora toda importancia. 4) El intento de los diarios de dar la impresión de que yo he declarado ‘no tener nada que ver' con los bolcheviques tiene tanto de verdad como el informe según el cual he pedido a las autoridades protección de la ‘violencia del populacho', o como el resto de los falsos rumores extendidos por la misma prensa. 5) Por todo lo que he declarado, resulta evidente que no me pueden excluir lógicamente de la orden de arresto que han lanzado contra Lenin, Kámenev y Zinóviev. Tampoco puede haber ninguna duda en sus mentes de que soy un enemigo del Gobierno Provisional tan irreconciliable como los camaradas anteriormente nombrados. Dejándome al margen, únicamente se consigue subrayar el propósito contrarrevolucionario que está tras el ataque a Lenin, Zinóviev y Kámenev”.
En ese período, Trotsky expresó su acuerdo con la posición de los bolcheviques en docenas de ocasiones y llegó a ser encarcelado a consecuencia de ello. No es posible aquí hacer justicia al papel de Trotsky durante la Revolución de Octubre. Hoy su papel es universalmente reconocido. Pero lo que sí podemos decir es que la Revolución Rusa demuestra la enorme importancia del factor subjetivo y el papel del individuo en la historia. El marxismo es determinista pero no fatalista. Los viejos populistas rusos y los terroristas eran utópicos voluntariosos. Imaginaban que toda la historia dependía de la voluntad de los individuos, “grandes hombres” o héroes, ajena a la situación objetiva y las leyes históricas. Plejánov y los marxistas rusos libraron una lucha implacable contra la interpretación idealista de la historia.
Dicho esto, hay que añadir que existen momentos en la historia de la sociedad en los que todos los factores objetivos necesarios para la revolución han madurado y, por tanto, el factor subjetivo -su preparación consciente, la dirección revolucionaria- se convierte en el factor decisivo. En esos momentos todo el proceso histórico depende de las actividades de un pequeño grupo de individuos e incluso de una sola persona. Engels explicó que hay períodos históricos en los que veinte años equivalen a un día, en los cuales aparentemente no ocurre nada, en los que a pesar de que haya mucha actividad la situación no cambia. Pero también dijo que hay otros períodos en los que la historia de veinte años se concentra en el espacio de unas pocas semanas o incluso días. Si no existe un partido revolucionario con una dirección revolucionaria que aproveche la situación, ese momento se puede perder y sería necesario el paso de años para que se presente una nueva oportunidad.
En el breve espacio de nueve meses, entre febrero y octubre de 1917, se evidenció con total claridad la importancia de las cuestiones de la clase, el partido y la dirección. El Partido Bolchevique fue el partido más revolucionario de la historia. Sin embargo, a pesar de la enorme experiencia y fortaleza acumuladas por su dirección, en el momento decisivo los dirigentes de Petrogrado vacilaron. En última instancia, el destino de la revolución descansó sobre los hombros de dos personas: Lenin y Trotsky. Sin ellos la Revolución de Octubre no habría ocurrido.
A primera vista esta afirmación contradice la teoría marxista sobre el papel del individuo en la historia, pero no es así. En aquella situación, sin el Partido, Lenin y Trotsky no podrían haber hecho absolutamente nada. Les había costado casi dos décadas de trabajo construir y perfeccionar el instrumento, ganar autoridad entre la clase obrera y echar profundas raíces entre las masas, en las fábricas, en los barracones del ejército y en los barrios obreros. Un solo individuo, por muy grande que fuese, nunca podría haber sustituido al Partido, que no se puede improvisar.