12 de agosto de 2022

Trotsky revisitado (VII). Semblanzas y estimaciones (1)

Duncan Hallas: El socialista revolucionario

Nacido en una familia obrera en Manchester, Inglaterra, Duncan Hallas (1925-2002), se incorporó a la Workers International League (Liga Internacional de Trabajadores) de orientación trostkista cuando era aún un joven obrero durante la Segunda Guerra Mundial. Reclutado en el Primer Regimiento de Lancashire en 1943, sirvió en Francia, Bélgica y Alemania. Después participó en el gran motín de una parte del ejército británico en Egipto luego del fin de la guerra. Al fin de la guerra regresó a su Manchester natal para trabajar en una fábrica de ingeniería. Fue miembro fundador del grupo Socialist Review Group, precursor del actual Socialist Workers Party (Partido Socialista de los Trabajadores) cuando se organizó en 1951. Tiempo después se separó del grupo y se mudó a Edimburgo como tutor-organizador de la National Union of Teachers (Sindicato Nacional de Maestros), cargo que ocupó hasta 1957. Profundamente arraigado en la tradición trotskista y marxista, también fue un hombre de cultura muy amplia. Lector voraz, era particularmente versado en historia, arqueología y antropología. En definitiva fue un materialista histórico en el sentido más literal. Lo que sigue es la primera parte de los fragmentos seleccionados del artículo publicado en junio de 1979 por ediciones “El Mundo al Revés. Serie Activistas” bajo el título “León Trotsky, el socialista revolucionario”, a cuyo texto completo puede accederse en la página www.marxists.org.

Trotsky nació y llegó a la adultez en un mundo que ya no existe: el mundo del marxismo socialdemócrata de la Segunda Internacional. En toda generación existen varios mundos intelectuales posibles, arraigados en circunstancias, organizaciones e ideologías sociales claramente diferenciadas, que coexisten en la misma época. El mundo de la socialdemocracia era el que más se aproximaba entre todos, al de una visión científica y materialista de la realidad. Es destacable que Trotsky adoptara esa perspectiva. Su padre era un próspero campesino, un kulak. En caso contrario, Trotsky hubiera recibido una educación formal deficiente. Era judío y vivía en un país donde el antisemitismo era respaldado oficialmente y las persecuciones no eran raras. No obstante, el joven Trotsky se transformó, luego de un período inicial de “revolucionarismo” romántico, en marxista. Poco tiempo después, bajo las condiciones de la autocracia zarista, se convirtió en revolucionario profesional y en preso político. Su primera detención ocurrió cuando tenía diecinueve años de edad. Fue condenado a cuatro años de deportación en Siberia, después de pasar dieciocho meses en prisión. Se escapó en 1902 y desde allí hasta su muerte, la revolución fue su profesión.
Cualquier tentativa de presentar un resumen de las ideas de Trotsky se enfrenta con una dificultad inmediata. Mucho más que la mayoría de los grandes pensadores marxistas (Lenin es una destacada excepción), Trotsky se preocupó a lo largo de su vida de los problemas inmediatos que se presentaban a los revolucionarios en el movimiento obrero. Casi todo lo que Trotsky decía o escribía se relacionaba con alguna cuestión del momento, con alguna lucha concreta. El contraste con lo que ha sido el llamado “marxismo occidental” no podía ser más marcado”. Por eso es necesario presentar aunque en forma resumida algunos elementos del entorno en el cual Trotsky formó sus ideas, entre ellos, una realidad incontrastable: Rusia era atrasada, Europa era avanzada. Esta idea era básica para todos los marxistas rusos (y por supuesto, no solo para los marxistas). Europa era avanzada fruto de su desarrollada industrialización y de su socialdemocracia, la cual en la forma de grandes partidos obreros que profesaban adhesión al programa marxista, estaba creciendo rápidamente. Para los rusos (y, en cierta forma, en general) los partidos de los países de lengua alemana eran considerados los más importantes. Los partidos socialdemócratas de los imperios alemán y austríaco eran partidos obreros en expansión, que habían adoptado plenamente programas marxistas (el programa alemán de Erfurt de 1891, el programa austríaco de Heinfeld de 1888). Su influencia entre los marxistas rusos era muy grande. El hecho de que Polonia, cuya clase trabajadora ya se estaba moviendo, fuera dividida entre los imperios de los Zares y de los Kaisers fortaleció la conexión.
En cuanto a las ideas, este creciente movimiento (ilegal en Alemania entre 1878 y 1890, pero que consiguió un millón y medio de votos en la elección restringida del último de estos años) se sustentaba en la síntesis del primer marxismo y en los desarrollos realizados por Federico Engels a fines del siglo XIX. Su “Anti-During” (1878), un intento de concepción global del mundo, científicamente fundamentada, fue la base para las popularizaciones (o vulgarizaciones) de Karl Kautsky, el “Papa del marxismo”, y las exposiciones más profundas del ruso G.V. Plejanov. En este excitante mundo intelectual y práctico -para Engels y sus discípulos e imitadores se había establecido un vínculo entre la teoría y la práctica en el partido obrero- el joven Trotsky creció intelectualmente y luego se volvió más que un simple aprendiz de los veteranos. Su respeto por Engels era inmenso. Pero Trotsky iría más lejos algunos años después de su primera asimilación del marxismo, desafiando a la ortodoxia de entonces en la cuestión de los países atrasados. Primero conocería a los líderes emigrados del marxismo ruso y desempeñaría un papel destacado en el congreso de 1903 del Partido Obrero Social Demócrata Ruso (POSDR), su verdadera conferencia fundacional.


Tuvo su primera detención a la edad de diecinueve años. Escapó de Verkholensk en Siberia escondido debajo de una carga de heno, en 1902. En unos meses había llegado al centro dirigente de la social democracia rusa, situado en ese tiempo cerca de la estación de Kings Cross, en Londres. Lenin, Krupskaya, Martov y Vera Zasulich vivían en el área, y allí era producido, y luego despachado clandestinamente para Rusia, el periódico “Iskra”, órgano de los defensores de un partido centralizado y disciplinado. Trotsky estuvo envuelto en las disputas dentro de la redacción de “Iskra” (Lenin quiso sumarlo al equipo editorial del periódico, Plejanov se opuso absolutamente) y de esta forma conoció a los futuros dirigentes del menchevismo (Plejanov y Martov) y también a Lenin. La división del grupo “Iskra” ya se estaba gestando. Las diferencias se hicieron evidentes en el congreso de 1903. Los iskristas estuvieron unidos en la resistencia a las demandas del Bund -organización judía socialista- de autonomía en lo referente al trabajo entre los judíos, y en la resistencia a la tendencia reformista de los economicistas. Pero, al mismo tiempo, el propio grupo Iskra se dividió entre una mayoría bolchevique y una minoría menchevique. Al principio esta no era una división clara, los propios motivos no estaban nada claros. Plejanov apoyó inicialmente a Lenin, pero Trotsky apoyó al líder menchevique Martov. Dos años más tarde, en 1904, Trotsky regresó a Rusia. La revolución de 1905 estaba en camino. En el curso de la misma, se elevaría a su máxima estatura. Con apenas veintiséis años, se volvió el líder revolucionario más destacado y una figura internacionalmente conocida. Emergió del entorno de pequeños grupos de emigrados políticos para transformarse en un magnífico orador y dirigente de masas. Como Presidente del Soviet de Petrogrado demostró un grado considerable de liderazgo táctico y demostró el accionar seguro y los nervios de acero que lo caracterizarían en los grandes levantamientos de 1917.
La revolución fue derrotada. El ejército zarista fue sacudido, pero no quebrado. Luego de esta experiencia -el “ensayo general” como Lenin lo llamó- las tendencias divergentes de la socialdemocracia rusa se separarían más todavía. Trotsky, aún formalmente un menchevique, desarrolló su propia síntesis, la teoría de la revolución permanente. La siguiente década sería nuevamente vivida en los pequeños círculos de emigrados y en tentativas frustradas para unir las que ahora eran tendencias incompatibles. Vino la guerra, la actividad antiguerra y, en febrero de 1917, el derrocamiento del Zar. Trotsky se unió al Partido Bolchevique en el mes de julio, a esta altura un verdadero partido obrero de masas, y tal era la fuerza de su personalidad, capacidades y reputación que algunas semanas después se hallaba apenas debajo de Lenin, ante los ojos de los afiliados del partido. Le confiaron la organización de la insurrección de Octubre y, a los treinta y ocho años, se volvió una de las dos o tres figuras más importantes en el Partido y en el Estado. Y un poco después, también en uno de los líderes más importantes del movimiento comunista mundial, en la Internacional Comunista. Fue el principal creador y dirigente del Ejército Rojo y tuvo influencia en todos los campos de la política. Desde esos altos lugares, caería bien abajo hasta el exilio y la muerte, por cuenta de Stalin. Ascendió con la revolución y cayó al declinar esta. Su caída no fue solamente una tragedia personal. Trotsky ascendió con la revolución, y cayó cuando la revolución comenzó a declinar. Su historia personal está fusionada con la historia de la Revolución Rusa y el Socialismo internacional. A partir de 1923, Trotsky dirigió la oposición a la creciente reacción en Rusia, el estalinismo. Fue expulsado del partido en 1927 y de la U.R.S.S. en 1929. Sus últimos once años se fueron en su lucha heroica contra los tremendos obstáculos que existían para mantener viva la auténtica tradición comunista y encarnarla en una organización revolucionaria. Denigrado y aislado, fue finalmente asesinado por orden de Stalin en 1940. Dejó tras de sí una organización internacional frágil y un cuerpo de escritos que es una de las fuentes más ricas existentes del marxismo aplicado. No obstante, la obra de su vida estuvo concentrada en cuatro temas, y el grueso de sus inmensos escritos está relacionado de una forma o de otra con ellos.
Primero, la Teoría de la Revolución Permanente y su relevancia para las revoluciones rusas del siglo XX y para los desarrollos posteriores en los países coloniales y semicoloniales, los que hoy son llamados del “Tercer Mundo”. Segundo, el resultado de la Revolución Rusa y la cuestión del estalinismo. Trotsky realizó el primer intento continuo y sistemático de un análisis materialista e histórico del estalinismo. Y sus análisis, cualquiera sean las críticas que puedan hacerse a ellos, fueron el punto de partida para todos los análisis serios que fueron emprendidos posteriormente desde un punto de vista marxista. Tercero, la estrategia y la táctica de los partidos revolucionarios de masas en una amplia variedad de situaciones, un campo en el cual la contribución de Trotsky no fue inferior a la de Marx y Lenin. Cuarto, el problema de la relación entre partido y clase, y el desarrollo histórico que llevó al movimiento revolucionario a una situación marginal respecto de las organizaciones obreras de masas. Isaac Deutscher describió a Trotsky, en sus últimos años, como el “heredero residual del marxismo clásico”. Fue realmente esto, y mucho más. Es eso lo que brinda a su pensamiento una importancia enorme y actual.


La Revolución Permanente. Durante el último tercio del siglo XVIII la Revolución Industrial -el cambio más profundo en la historia de la especie humana desde el desarrollo de la agricultura- ganó impulso en un pequeño rincón del mundo, Gran Bretaña. Pero los capitalistas británicos luego tuvieron imitadores en otros países en donde la burguesía había conquistado el poder o estaba por conquistarlo. A comienzos del siglo XX el capitalismo industrial dominaba completamente el mundo. Los imperios coloniales de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Rusia, Estados Unidos, Bélgica, Holanda, Italia y Japón cubrían sin duda, la mayor parte de la superficie del planeta. La sociedades esencialmente precapitalistas, que aún preservaban una independencia formal (China, Irán, Turquía, Etiopía, etc.), estaban, de hecho, dominadas por unas u otras de las grandes potencias imperialistas, e informalmente divididas entre ellas (el término “esferas de influencia” expresa exactamente eso).
Esta “independencia” simbólica se mantenía únicamente debido a las rivalidades entre los imperialismos en competencia (Gran Bretaña contra Rusia en Irán, Gran Bretaña contra Francia en Tailandia, Gran Bretaña contra Alemania y también contra Rusia en Turquía, y Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, Rusia, Francia, Japón y varios contendientes secundarios, estaban unos contra otros en China. Pero los países conquistados o dominados por las potencias capitalistas industriales no eran, hablando en términos generales, transformados en réplicas de las varias “madres patrias”. Por el contrario, permanecerían esencialmente como sociedades preindustriales. Su desarrollo socioeconómico era profundamente influenciado -y de hecho, profundamente distorsionado- fruto de su conquista y dominio, pero no eran, típicamente, transformadas en otro tipo de sociedad. La famosa descripción de Marx sobre la ruina de la industria textil india (basada en productos de elevada calidad hechos por artesanos independientes) debido a los productos de algodón baratos, fabricados por máquinas en Lancashire, sigue siendo todavía un buen esbozo del impacto inicial del capitalismo occidental en lo que hoy es llamado el “Tercer Mundo”: pobreza y retroceso social.
Este proceso de “desarrollo desigual y combinado”, para usar la expresión de Trotsky, condujo a una situación (todavía presente en sus trazos esenciales) en la cual la mayor parte de la población del planeta no solo no había avanzado económica y socialmente, sino que había retrocedido. ¿Cuál era entonces (y, aún hoy, es) la salida para la población de estos países? Trotsky, siendo un joven de veintiséis años, propuso una solución profundamente original al problema. Era una solución arraigada tanto en la realidad del desarrollo desigual del capitalismo a escala mundial, como en el análisis marxista del verdadero significado del desarrollo industrial: la creación, de una sola vez y al mismo tiempo, de la base material para una sociedad avanzada y sin clases, y de una clase explotada, la clase trabajadora, capaz de elevarse al nivel de clase dominante y, a través de su dominio, abolir las clases, la lucha de clases y todas las formas de alienación y opresión. Naturalmente, Trotsky desarrolló sus ideas primero en relación con Rusia. Y aquí es necesario volver sobre el trasfondo ideológico de las disputas entre los revolucionarios rusos de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, para comprender plenamente la importancia de su contribución. Pero no solamente de los revolucionarios rusos. Después de todo, había un auténtico movimiento internacional en aquella época.
Una vez que Europa y América del Norte sean reorganizadas, proporcionarán un poder colosal y un ejemplo que los países semi-civilizados seguirán por iniciativa propia. Solamente las necesidades económicas serán responsables por esto. Pero sobre cuáles serán las fases sociales y políticas que estos países atravesarán antes de llegar a una organización socialista, sólo podemos avanzar hipótesis. Así Engels escribía a Kautsky en 1882. El no estaba pensando en Rusia. Los países mencionados en esta carta eran India, Argelia, Egipto y las “posesiones holandesas, portuguesas y españolas”. Pero, su abordaje general representaba el pensamiento de la futura Segunda Internacional (de 1889 en adelante). El curso del desarrollo político seguiría el curso del desarrollo económico. El movimiento socialista revolucionario, que destruiría al capitalismo y llevaría finalmente, a la disolución de la clase trabajadora y de todas las clases (después de un período de dominio de la clase trabajadora), se desarrollaría dentro del capitalismo, no bien su inseparable acompañante, la clase trabajadora, se desarrollase.
Los marxistas rusos, cuyo grupo pionero “La Emancipación del Trabajo” fue fundado un año después de la carta de Engels, tuvieron que ubicar a Rusia en este esquema histórico. Plejanov, el teórico principal del grupo, no tenía duda alguna. En los años ‘80 y ‘90 del siglo XIX, argumentaba que el Imperio Ruso era básicamente una sociedad precapitalista y, por tanto, estaba destinada a pasar por el proceso de desarrollo capitalista antes de que la cuestión del socialismo pudiese estar planteada. Rechazó firmemente la idea que Marx había sostenido vagamente de que Rusia, dependiendo de cual fuera el desarrollo de Europa, podía evitar la fase de desarrollo capitalista y conseguir una transición al socialismo basada en el derrocamiento de la autocracia por un movimiento campesino, si se preservaban los elementos de la tradicional propiedad comunal de la tierra que todavía existían en los años 1880.
Las ideas de Plejanov, desarrolladas en polémicas contra el “camino campesino al socialismo”, se volvieron el punto de partida para todo el marxismo ruso posterior. El capitalismo se estaba desarrollando de hecho en Rusia, y un especial “camino ruso al socialismo” era una ilusión reaccionaria (estas ideas fueron básicas para la próxima generación de marxistas rusos, para Lenin y, algunos años después, para Trotsky y todos sus colegas). Surgieron entonces tres preguntas: ¿cuál era la relación entre los papeles políticos de la clase trabajadora (en aquel momento una pequeña minoría), de la burguesía y del campesinado (la mayoría de la población)? De esto, ¿cuál era el carácter de clase de la próxima revolución en Rusia? Y finalmente, ¿cuál era la relación entre esta revolución y los movimientos obreros de los países avanzados? Las diferentes respuestas dadas a estas preguntas, junto a las diferentes maneras de concebir la naturaleza del partido revolucionario, acabaron por definir tendencias fundamentalmente divergentes al interior de la socialdemocracia rusa.


La primera de ellas, la visión menchevique, puede ser resumida de este modo: el estado de desarrollo de las fuerzas productivas (esto es, el atraso general de Rusia combinado con una industria moderna pequeña, pero significativa y creciente) define como posible una revolución burguesa como la de 1789-1794 en Francia. Por lo tanto, la burguesía debe llegar al poder, establecer una república democrático-burguesa que barra los restos de las relaciones sociales precapitalistas y abrir el camino para un crecimiento rápido de las fuerzas productivas (y también de la clase trabajadora) sobre una base capitalista. Luego de esto, la lucha por la revolución socialista entraría, eventualmente, en la agenda. El papel político de la clase trabajadora era, entre tanto, empujar a la burguesía a lanzarse contra el zarismo. Ella tenía que reservar su independencia política, lo que, centralmente, significaba que los socialdemócratas no podrían participar de un gobierno revolucionario al lado de fuerzas no obreras. En cuanto al campesinado, este no podía desempeñar un papel político independiente. Podía desempeñar un papel revolucionario secundario en defensa de una revolución burguesa esencialmente urbana y, después de la revolución, sufriría una diferenciación económica más o menos rápida en un estrato de estancieros capitalistas (que será conservador), un estrato de pequeños propietarios y un estrato de trabajadores agrícolas sin propiedad.
Para los mencheviques no había ninguna conexión orgánica entre la revolución burguesa rusa y los movimientos obreros europeos, aunque admitían que la revolución rusa (en caso de ocurrir antes de la revolución socialista en Occidente) impulsaría al movimiento socialdemócrata en Europa. La revolución de 1905 mostró los errores fundamentales del esquema. La burguesía no cumpliría la parte que los mencheviques le asignaban. Es claro que Plejanov, un estudioso profundo de la Revolución Francesa, nunca esperó que la burguesía rusa realizase una lucha implacable contra el zarismo sin una enorme presión venida desde abajo. De la misma manera que la dictadura jacobina de 1793-1794 (la culminación decisiva de la Revolución francesa) había llegado al poder bajo la presión de las masas pobres de Paris (los sans-culottes), así también en Rusia la clase trabajadora podría ser la fuerza motriz que obligara a los representantes políticos de la burguesía (o alguna sección de estos) a tomar el poder. Pero la revolución de 1905 y su resultado, demostraron la inexistencia de cualquier tendencia “robesperiana” en la burguesía rusa. Durante el levantamiento revolucionario la burguesía estuvo junto al Zar. No era una cuestión de geografía, sino de historia. El desarrollo del capitalismo industrial y del proletariado moderno había transformado a la burguesía, en todos los lugares, incluso en los países en donde la industrialización era embrionaria, en una clase conservadora. De hecho, el fracaso de la revolución en Alemania en 1848-1849 había demostrado esto mucho antes.
Desde antes de las primeras revueltas de 1905, los mencheviques estaban enfrentados a los bolcheviques  por razones ideológicas: los mencheviques apoyaban las ideas marxistas casi a la letra y sostenían que previamente a la dictadura del proletariado y tras la dictadura de la aristocracia , el tránsito tendría que ser hacia la dictadura de la burguesía ; los bolcheviques no lo creían así y crearon una doctrina basándose en la ideología de Lenin, sosteniendo que con un esfuerzo de la voluntad social se pueden acelerar los procesos de la historia y permitir el tránsito de una sociedad precapitalista a una sociedad socialista sin tener que detenerse en un estadio burgués.