24 de agosto de 2022

Trotsky revisitado (XV). Semblanzas y estimaciones (9)

Alan Woods: La revolución permanente
 
En el año 2006 Alan Woods escribió el artículo “The choice before humanity” (La elección ante la humanidad), en el cual expresó que “el capitalismo en su juventud fue capaz de unas hazañas colosales. Desarrolló las fuerzas productivas hasta un grado sin paralelo y, por lo tanto, fue capaz de ampliar las fronteras de la civilización humana. La gente sintió que la sociedad estaba avanzando, a pesar de todas las injusticias y explotación que siempre han caracterizado a este sistema. Este sentimiento dio lugar a un espíritu general de optimismo y progreso que fue el distintivo del viejo liberalismo, con su firme convicción de que hoy fue mejor que ayer, y mañana sería mejor que hoy. Este ya no es el caso. En la primera década del siglo XXI hay un sentimiento universal de miedo e inseguridad. El viejo optimismo y la fe ciega en el ‘progreso’ han sido sustituidos por un profundo sentido de descontento con el presente y de pesimismo en relación al futuro. Esto es sólo un reflejo psicológico del hecho de que el capitalismo ya no es capaz de jugar ningún papel progresista en ningún sitio”.  Woods es autor de numerosos ensayos entre los que pueden mencionarse “Lenin and Trotsky.
What they really stood for” (Lenin y Trotsky. Qué defendieron realmente), “Reason in Revolt. Marxist philosophy and modern science” (Razón y Revolución. Filosofía marxista y ciencia moderna), “Bolshevism: the road to revolution” (Bolchevismo: el camino a la revolución), "Marxism and the national question” (El marxismo y la cuestión nacional), “Reformism or Revolution. Marxism and Socialism of the 21st Century” (Reformismo o Revolución.
Marxismo y socialismo del siglo XXI) y “The history of philosophy. A marxist perspective” (Historia de la filosofía. Una perspectiva marxista). Lo que sigue es la segunda parte de su artículo “En memoria de León Trotsky”.
 
Con sólo veintiséis años, Trotsky fue presidente del Sóviet de Diputados Obreros de San Petersburgo, el más importante de lo que Lenin describió como “órganos embrionarios de poder revolucionario”. La mayoría de los manifiestos y resoluciones del Sóviet fueron escritos por Trotsky, que también fue el editor de su periódico, “Izvestia”. En las ocasiones importantes hablaba tanto para los bolcheviques o los mencheviques como para el Sóviet en su conjunto. Con todo, los bolcheviques de San Petersburgo no fueron capaces de apreciar la importancia del Sóviet y por ello tenían escasa representación en él. Lenin, desde su exilio en Suecia, escribió al periódico bolchevique “Novaya Zhizn” (Vida Nueva) animando a los bolcheviques a que tuvieran una actitud más positiva hacia el Sóviet, pero la carta no vio la luz del día hasta treinta y cuatro años después. Esta situación se volvería a repetir en cada coyuntura política importante de la historia de la Revolución Rusa: los dirigentes del partido del interior de Rusia se caracterizaron por su confusión y sus vacilaciones cada vez que se enfrentaron a la necesidad de tomar una decisión audaz sin la dirección de Lenin.
En 1905, Trotsky se hizo cargo del periódico “Russkaya Gazeta” (La Gaceta Rusa) y lo transformó en el popular periódico revolucionario “Nachalo” (Comienzo), de gran circulación, donde expresaba sus opiniones sobre la revolución muy próximas a las bolcheviques y en directa oposición a las mencheviques. Era natural que, a pesar de la agria disputa del IIº Congreso, el trabajo de los bolcheviques y el de Trotsky coincidieran en la revolución. El “Nachalo” de Trotsky y el bolchevique “Novaya Zhizn”, editado por Lenin, trabajaron conjuntamente y se apoyaron mutuamente frente a los ataques de la reacción, dejando a un lado las polémicas. “Novaya Zhizn” saludó así la aparición del primer número de “Nachalo”: “Ha salido el primer ejemplar de ‘Nachalo’. Damos la bienvenida a un compañero de lucha. El primer ejemplar es extraordinario por la brillante descripción de la huelga de octubre escrita por el camarada Trotsky”. Lunacharsky recuerda que cuando alguien le habló a Lenin del éxito de Trotsky en el Sóviet, el rostro de Lenin se ensombreció durante un momento, y después dijo: “Bien, el compañero Trotsky lo ha conseguido gracias a su incansable e impresionante trabajo”. Años después, Lenin en más de una ocasión escribiría positivamente del “Nachalo” de Trotsky en 1905.
Después de la derrota de la revolución, Trotsky fue arrestado junto con los demás miembros del Sóviet de San Petersburgo y, una vez más, enviado a Siberia. Desde el banquillo de los acusados, Trotsky pronunció un incendiario discurso que se convirtió en una acusación al régimen zarista. Al final fue condenado a “deportación perpetua”, pero sólo estuvo en Siberia ocho días, antes de volver a escapar. De nuevo se dirigió al exilio -en esta ocasión a Austria-, donde continuó con su actividad revolucionaria. En Viena publicó un periódico llamado “Pravda” (La Verdad). Con un estilo sencillo y atractivo, el “Pravda” de Trotsky pronto consiguió una popularidad mayor que ninguna otra publicación socialdemócrata de su tiempo.
Los años de reacción que siguieron a la derrota de la revolución fueron con toda probabilidad el período más difícil de la historia del movimiento obrero ruso. Después de la lucha, las masas estaban exhaustas y los intelectuales desmoralizados. Existía un ambiente general de desánimo, pesimismo e incluso desesperación. Hubo incluso suicidios. En esta situación de reacción generalizada, las ideas místicas y religiosas se propagaron como una nube negra entre los círculos intelectuales e incluso encontraron eco entre el movimiento obrero, traducido en una serie de intentos de revisar las ideas filosóficas del marxismo. En estos difíciles años, Lenin se dedicó a librar una lucha implacable contra el revisionismo para defender la teoría y los principios marxistas. Pero fue Trotsky quien dotó a la Revolución Rusa de la base teórica necesaria para recuperarse de la derrota de 1905 y continuar hasta la victoria.
La Revolución de 1905 sacó a la luz las diferencias entre bolchevismo y menchevismo -entre reformismo y revolución, colaboración de clases y marxismo-. El tema crucial fue la actitud del movimiento revolucionario hacia la burguesía y los llamados partidos “liberales”. Por este motivo, Trotsky rompió en 1904 con los mencheviques. Al igual que Lenin, Trotsky se oponía a la colaboración de clases propugnada por Plejánov y sus seguidores, al mismo tiempo que señalaban al proletariado y al campesinado como las únicas fuerzas capaces de llevar la revolución hasta el final. Ya antes de 1905, durante los debates sobre las alianzas de clase, Trotsky había desarrollado las líneas generales de la teoría de la revolución permanente, una de las contribuciones más brillantes al pensamiento marxista. ¿En qué consistía esta teoría? Los mencheviques razonaban que la revolución rusa tendría una naturaleza democrático-burguesa y que, por tanto, la clase obrera no podía aspirar a la toma del poder y debía apoyar a la burguesía liberal. Los mencheviques, con esta forma mecánica de pensar, parodiaban las ideas de Marx sobre el desarrollo de la sociedad. La teoría menchevique de las “etapas” situaba la revolución socialista en un futuro lejano. Mientras ésta llegaba, la clase obrera tenía que comportarse como un apéndice de la burguesía “liberal”. Esta es la misma teoría reformista que muchos años después llevaría a la derrota de la clase obrera en China (1927), España (1936-39), Indonesia (1965) o Chile (1973).


Ya en 1848, Marx observó que la burguesía “democrático-revolucionaria” alemana era incapaz de jugar un papel revolucionario en la lucha contra el feudalismo, con el que prefería negociar por temor al movimiento revolucionario de los trabajadores. De hecho, el propio Marx anticipó la “revolución permanente”. Siguiendo los pasos de Marx -que calificó a los partidos “democráticos” burgueses como “más peligrosos para los trabajadores que los antiguos liberales”-, Lenin explicó que la burguesía rusa, lejos de ser un aliado de los trabajadores, inevitablemente se alinearía con la contrarrevolución. “La burguesía en su mayoría -escribía en 1905- se volverá inevitablemente del lado de la contrarrevolución, del lado de la autocracia, contra la revolución, contra el pueblo, en cuanto sean satisfechos sus intereses estrechos y egoístas, en cuanto ‘dé la espalda' a la democracia consecuente (y ahora comienza a darle la espalda)”. ¿Qué clase social, en opinión de Lenin, encabezaría la revolución democrático-burguesa? “Queda ‘el pueblo’, es decir, el proletariado y los campesinos: sólo el proletariado es capaz de ir seguro hasta eso, el proletariado lucha en vanguardia por la república, rechazando con desprecio los consejos, necios e indignos de él, de quienes le dicen que tenga cuidado de no asustar a la burguesía”. ¿Contra quién van dirigidas estas palabras? ¿Contra Trotsky y la revolución permanente?
Veamos lo que escribía Trotsky en aquel entonces enResultados y perspectivas”: “Esto conduce a que la lucha por los intereses de toda Rusia corresponda a la única clase fuerte actualmente existente, al proletariado industrial. Como consecuencia de esto al proletariado industrial le corresponde una gran importancia política; por lo tanto, la lucha en Rusia por la liberación del pulpo asfixiante del absolutismo ha llegado a ser un duelo entre éste y la clase de obreros industriales, un duelo en el cual el campesinado otorga un apoyo importante pero sin que pueda desempeñar un papel dirigente”. Y continúa: “Armar la revolución significa en Rusia, antes que nada, armar a los obreros. Como los liberales lo sabían y lo temían, preferían desistir de crear las milicias. Sin combate, pues, abandonaron estas posiciones al absolutismo igual que el burgués Thiers abandonó París y Francia a Bismarck con el único objeto de no tener que armar a los obreros”.
Las posiciones de Lenin y Trotsky respecto a la actitud hacia los partidos burgueses coincidieron totalmente. Ambos se opusieron a los mencheviques, que justificaban la subordinación del partido obrero a la burguesía por la naturaleza burguesa de la revolución. En su lucha contra la colaboración de clases, tanto Lenin como Trotsky explicaron que sólo la clase obrera, en alianza con las masas campesinas, podría acometer las tareas de la revolución democrático-burguesa. ¿Cómo podían los trabajadores llegar al poder en un país atrasado y semifeudal como la Rusia zarista? Trotsky respondió a esto en 1905 en la obra mencionada:
“Es posible que el proletariado de un país económicamente atrasado llegue antes al poder que en un país capitalista evolucionado. En nuestra opinión la revolución rusa creará las condiciones bajo las cuales el poder puede pasar a manos del proletariado (y, en el caso de una victoria de la revolución, así tiene que ser) antes de que los políticos del liberalismo burgués tengan la oportunidad de hacer un despliegue completo de su genio político”.
¿Significa esto, como más tarde pretendieron los estalinistas, que Trotsky negó la naturaleza burguesa de la revolución? El propio Trotsky responde: “En la revolución de comienzos del siglo XX, pese a ser igualmente burguesa en virtud de sus tareas objetivas inmediatas, se bosquejó como perspectiva próxima la inevitabilidad o, por lo menos, la probabilidad del dominio político del proletariado. El propio proletariado se ocupará, con toda seguridad, de que este dominio no llegue a ser un ‘episodio’ meramente pasajero tal como lo pretenden algunos filisteos realistas. Pero ahora podemos ya formular la pregunta: ¿Tiene que fracasar forzosamente la dictadura del proletariado entre los límites que determina la revolución burguesa o puede percibir, en las condiciones dadas de la historia universal, la perspectiva de una victoria después de haber reventado este marco limitado? Aquí nos urgen algunas cuestiones tácticas: ¿Debemos dirigir la acción conscientemente hacia un gobierno obrero, en la medida en que el desarrollo revolucionario nos acerque a esta etapa, o bien tenemos que considerar, en dicho momento, el poder político como una desgracia que la revolución quiere cargar sobre los obreros, siendo preferible evitarla?”.
En 1905, solamente Trotsky planteaba la necesidad de la revolución socialista en Rusia de una forma clara y audaz y era el único que defendía la posibilidad de su triunfo en Rusia antes que en Europa Occidental. Lenin todavía no tenía una postura clara. En líneas generales, la posición de Trotsky estaba muy próxima a la de los bolcheviques, como más tarde admitió el propio Lenin. Doce años después, la historia demostraría que estaba en lo cierto.
En el período de auge revolucionario, las dos facciones se reunificaron, pero fue una unidad más formal que real y cuando vino el reflujo la tendencia oportunista rebrotó entre los mencheviques, como refleja la famosa frase de Plejánov sobre la actitud de los trabajadores en las jornadas huelguísticas de 1905: “Los trabajadores no deberían haber tomado las armas”. Las diferencias resurgieron abruptamente y de nuevo Trotsky se encontró en una posición política muy similar a la de los bolcheviques.


Las diferencias entre Lenin y Trotsky en ese período estuvieron motivadas por las tendencias “conciliadoras” de éste. Utilizando una expresión poco amable, podemos decir que Trotsky era un “vendedor de la unidad”, aunque no era el único. Desde Nachalo, Trotsky defendía consecuentemente la reunificación e intentaba mantenerse alejado de la lucha fraccional, pero antes del IVº Congreso (el llamado “congreso de unificación”, celebrado en Estocolmo en mayo de 1906) fue arrestado y encarcelado por su papel en el Sóviet. El avance de la revolución dio un impulso tremendo al movimiento de reunificación de las fuerzas del marxismo ruso. Los trabajadores mencheviques y bolcheviques luchaban hombro con hombro con las mismas consignas, los comités rivales del Partido se unían espontáneamente. La revolución unió a los trabajadores de ambas facciones.
La segunda mitad de 1905 se caracterizó por un proceso continuo y espontáneo de unidad desde la base. Sin esperar directrices desde arriba, las organizaciones menchevique y bolchevique del POSDR simplemente se unieron. Esto en parte reflejaba el instinto natural de los trabajadores a la unidad, pero también influyó que los dirigentes mencheviques se vieran obligados a girar a la izquierda por la presión de su propia base. Al final, a sugerencia del Comité Central bolchevique, incluido Lenin, se dio un paso hacia la reunificación. En diciembre de 1905, ambas direcciones estaban en la práctica fusionadas y existía un único Comité Central.
En el momento de celebración del congreso de unificación la oleada revolucionaria ya estaba menguando, y con ella el espíritu de lucha y los discursos “izquierdistas” de los mencheviques. Era inevitable el conflicto entre los revolucionarios consecuentes y aquellos que ya abandonaban a las masas y se acomodaban a la reacción. La derrota de la insurrección de Moscú en diciembre de 1905 había marcado el principio del fin de la revolución y un cambio decisivo en la actitud de los llamados “liberales”. La burguesía se unió contra la “locura” de diciembre. En realidad, los liberales ya se habían pasado a la reacción en octubre, después de que el zar concediera una nueva Constitución, pero ahora aparecían con su verdadero rostro. No fue la primera vez en la historia que se vio este fenómeno. Como Marx y Engels explicaron, ocurrió exactamente lo mismo en la revolución alemana de 1848.
Los mencheviques representaban la capitulación ante la burguesía liberal, que en la práctica apoyaba abiertamente a la monarquía y se rendía a la autocracia. Esa era precisamente la cuestión central de las diferencias de Lenin con los mencheviques. Escribió: “El ala de derechas de nuestro Partido no cree en la victoria completa del momento -la revolución democrático-burguesa en Rusia-; tiene miedo a la victoria. Han llegado a la conclusión equivocada debido a la idea equivocada de lo que en realidad es una vulgarización del marxismo: que sólo la burguesía puede ‘hacer' independientemente la revolución burguesa o sólo ella puede encabezarla. Los socialdemócratas de derechas no comprenden el papel del proletariado como vanguardia de la lucha por la victoria completa y decisiva de la revolución burguesa”.
Al igual que Trotsky, Lenin estaba a favor de la unidad organizativa, pero bajo ningún concepto era partidario de abandonar la lucha ideológica, y mantenía una posición firme en todas las cuestiones básicas de tácticas y perspectivas. Aunque formalmente unido, el Partido estaba en la práctica, dividido en dos tendencias opuestas, la revolucionaria y la oportunista -el reformismo o la revolución, la colaboración de clases o la política proletaria independiente-. Estas eran las cuestiones básicas que separaban al bolchevismo del menchevismo, representadas en la actitud hacia la Duma (parlamento) y los partidos burgueses. Lenin y Trotsky mantuvieron la misma posición sobre estas cuestiones fundamentales, como el propio Lenin señalaría en el Vº Congreso del POSDR (Londres, 1907). En el transcurso del debate sobre la actitud hacia los partidos burgueses, Lenin comentó lo siguiente: “Trotsky expresó por escrito [su acuerdo con la opinión de] la comunidad económica de intereses entre el proletariado y el campesinado en la actual revolución en Rusia. Trotsky reconocía la inutilidad de un bloque de izquierda con la burguesía liberal. Estos hechos me bastan para reconocer que Trotsky está más cercano a nuestras ideas. Coincidimos en los puntos fundamentales de la actitud hacia los partidos burgueses”.
Partiendo de un punto de vista diferente, Trotsky luchaba por lo mismo que Lenin. Su periódico “Pravda”, publicado en Viena, disfrutaba de una gran popularidad. Varios dirigentes bolcheviques estaban a favor de utilizar “Pravda” para conseguir la unión de aquellos bolcheviques y mencheviques partidarios de la unidad del Partido. Kámenev y Zinóviev, en ese momento los más estrechos colaboradores de Lenin, tenían la intención de que “Proletari” (El Proletario) sustituyese a “Pravda” y fuera aceptado como el órgano oficial del Comité Central del POSDR. Otros, como Tomsky, también apoyaron la propuesta, que se aprobó con la oposición de Lenin, que propuso la creación de un periódico bolchevique y una publicación teórica mensual. Al final se llegó al acuerdo de que “Proletari” siguiera apareciendo, pero por un período no superior a un mes. Mientras tanto se entablarían negociaciones con Trotsky para intentar convertir “Pravda” en el órgano oficial del Comité Central del POSDR. Este detalle demuestra la fuerza que tenían las tendencias conciliadoras en las filas de los bolcheviques y también dice mucho sobre la actitud de los bolcheviques hacia Trotsky en aquel entonces.


El error fundamental de Trotsky en ese período -como hemos señalado- fue su “conciliacionismo”, pensar que era posible unir a bolcheviques y mencheviques. Esta idea fue lo que se denominó trotskismo. Trotsky utilizó el “Pravda” para ese objetivo y parece que durante un tiempo tuvo éxito. Muchos dirigentes bolcheviques estaban de acuerdo con él en la cuestión. En el Comité Central, los bolcheviques N. A. Rozhkov y V. P. Noguin eran conciliadores, al igual que Kámenev y Zinóviev, miembros del Comité de Redacción de “Sotsial-Demokrat” (El socialdemócrata). La acalorada denuncia de Lenin del “trotskismo” (conciliación) en ese momento iba dirigida contra aquellos bolcheviques que se inclinaban hacia esa posición. En la carta a Zinóviev del 11 (24) de agosto de 1909 y en otros escritos de ese período, Lenin hace referencia Trotsky en términos muy duros.
Lenin estaba molesto con él por su rechazo a unirse a la tendencia bolchevique aunque no existían diferencias políticas que les separasen. Trotsky creía que, tarde o temprano, una nueva oleada revolucionaria empujaría a los mejores elementos de ambas tendencias a unir sus fuerzas. Trotsky cometió el error más serio de su vida al mantener esta postura conciliadora, y él mismo lo admitiría más tarde. Sin embargo no deberíamos olvidar que las cosas en ese momento no estaban tan claras. El propio Lenin, en más de una ocasión, intentó acercarse a determinadas sectores de los mencheviques. En 1908 llegó a un acuerdo con Plejánov y a “la soñada alianza con Mártov”, como la calificó Lunacharsky. Pero la experiencia demostraría que era inviable porque ambas tendencias evolucionaban en sentidos opuestos. Tarde o temprano la ruptura sería inevitable.
La iniciativa de Trotsky para conseguir la unidad del movimiento se concretó en la celebración de un plenario extraordinario para echar a los liquidadores de derechas y los otzovistas (revocadores) de ultraizquierda e intentar conseguir la unidad entre los mencheviques de izquierda y los bolcheviques. Lenin se opuso a la iniciativa. Se negaba a participar en un pleno con elementos que de hecho se habían situado al margen del partido. El escepticismo de Lenin estaba plenamente justificado. El giro a la derecha de los mencheviques había ido demasiado lejos. Los mencheviques de izquierda (Mártov) se negaron a romper con su ala de derechas y la tentativa de unidad fracasó pronto debido a las diferencias irreconciliables. Más tarde, Trotsky reconocería sinceramente su error. Lenin sacó las conclusiones necesarias y rompió con los mencheviques en 1912, la auténtica fecha de formación del Partido Bolchevique.