Gabriel García Higueras: La escritura de sus
memorias
El
historiador peruano Gabriel García Higueras (1966) es profesor del área de
Humanidades del Programa de Estudios Generales de la Universidad de Lima. Sus
investigaciones han girado, principalmente, sobre dos ejes temáticos: la
historia e historiografía rusa de la época soviética, y la vida y obra de
historiadores peruanos del siglo XX como Raúl Porras Barrenechea, Carlos
Araníbar Zerpa, Armando Nieto Vélez y José Antonio del Busto. Es autor de los
libros “Trotsky en el espejo de la historia”, “Guía del Museo Casa de León
Trotsky”, “Historia y perestroika. La revisión de la historia soviética en
tiempos de Gorbachov (1987-1991)” y “Compendio de historia del Perú y del
Mundo”, este último en coautoría con Adriana Aristizábal. Asimismo es autor de
numerosos artículos académicos publicados en revistas del Perú y del
extranjero. En noviembre de 2012 el Centro de Estudios, Investigaciones y
Publicaciones “León Trotsky” (CEIP) publicó una nueva edición de “Mi vida” de
Trotsky, en esta ocasión con un prólogo escrito por García Higueras, fragmentos
del cual se reproducen a continuación.
En el invierno de 1929, un nuevo capítulo de la biografía política de Lev Davidovich Trotsky comenzaba a escribirse. El 18 de enero, la GPU -la policía secreta del gobierno de Stalin- había decretado su expulsión del territorio de la Unión Soviética con vistas a conseguir su aislamiento político y privar a la Oposición de Izquierda de su dirección. Así, uno de los arquitectos de la República de los Soviets y jefe de la oposición revolucionaria a la conducción burocrática del Estado soviético se veía obligado, por la fuerza de los acontecimientos, a afincarse en Turquía, país donde residiría desde febrero de 1929 hasta julio de 1933.
Entre las principales finalidades políticas que Trotsky perseguía al comenzar su tercer exilio, destacaba la cohesión de los grupos dispersos de la oposición comunista en una fracción internacional de la Komintern, objetivo que se plasmaría con la creación de la Oposición de Izquierda Internacional; a un tiempo, buscaba divulgar su versión acerca de la lucha desenvuelta en el Partido Comunista de la Unión Soviética y en la Internacional Comunista entre los años 1923 y 1928. A este último propósito sirvieron los primeros documentos que publicó en 1929. A través de estos materiales, Trotsky expuso documental y argumentadamente el apartamiento del Partido Comunista de su contenido revolucionario primordial con la adopción de políticas reaccionarias que cercenaban su democracia interna y frenaban la extensión de la revolución obrera hacia otros países. También refería hechos de la historia de la Revolución y del Partido que eran obliterados y desvirtuados por la nueva clase dirigente. Al propio tiempo, tales escritos revelaban la coherencia y la continuidad política de la Oposición de Izquierda con respecto al espíritu y el programa del bolchevismo puestos de manifiesto hasta 1923.
El accionar político de Trotsky se veía limitado por causa de su aislamiento y por disponer de insuficientes medios materiales para la realización de su proyecto. De hecho, los recursos humanos y económicos eran exiguos. En las condiciones limitadas en que se hallaba, Trotsky encontró la fuente de sustento en su actividad literaria. De este modo, volvería a ejercer el oficio de escritor, labor que desempeñó en los años de preguerra y durante la Primera Guerra Mundial en calidad de colaborador y director de distintos órganos de la prensa socialista en Europa. Por motivos de seguridad, Trotsky, al lado de sus familiares y una pequeña comitiva de colaboradores, se estableció en la isla de Prinkipo o Büyük Ada, enclavada en el Mar de Mármara, a unos treinta kilómetros de la costa occidental de Estambul. La isla contaba con una población poco numerosa y estaba privada de ciertos elementos de la moderna vida urbana. El clima benigno, el ambiente de paz y sosiego y el paisaje inspirador configuraban las condiciones propicias para la creación intelectual.
En cuanto al método de trabajo, conforme al testimonio de Sara Weber, quien fue secretaria de Trotsky en 1933-1934, él dictaba sus textos en ruso mientras ella los mecanografiaba. Relata que Trotsky dictaba frases encadenadas uniformemente, sin hacer pausas y sin requerir de ninguna nota. Después de algún receso, él tenía la capacidad de poder repetir con exactitud el último pasaje que había dictado. Al concluir, Trotsky procedía de acuerdo a un curioso hábito: pegaba los folios escritos a máquina en una larga tira de papel y comenzaba su lectura. En general, introducía pocas correcciones. Cuando decidía hacer cambios en el orden de los parágrafos, “L.D. cortaba pasajes enteros y los pegaba en otra parte. Con la gran tira desenrollada delante de él, a veces en el escritorio y la silla de al lado, cortaba y pegaba, pegaba y cortaba, y esto le proporcionaba alguna satisfacción particular”.
El primer libro que Trotsky acometió en el exilio fue su autobiografía. El proyecto de escribir sus memorias había sido concebido durante su estancia en la ciudad soviética de Alma Ata, en 1928. Su amigo y correligionario, Evgeni Preobrazhenski, le había sugerido que escribiera sus recuerdos personales y, en abril de ese año, empezó a esbozarlos y a reunir la información requerida para tal emprendimiento. En una carta a su primera esposa, Aleksandra Lvovna Sokolovskaia, fechada a mediados de mayo de 1928, Trotsky le informa que se encuentra en vías de trabajar en sus memorias y que quisiera abordarlas lo más extensamente posible, situando los hechos en su contexto. Refiere que ha comenzado con la evocación de los años de su infancia y juventud y que ha hurgado en viejos periódicos que datan de la década de 1870, material que ha usado abundantemente. Le expresa su voluntad de proseguir con la exploración hemerográfica; de manera particular, manifiesta interés por acceder a los periódicos de Odesa del período 1888-1898 y de Nikolaiev, correspondientes a los años 1895-1898, aunque estima que será difícil su localización. “No tengo, en absoluto, la intención de escribir un ‘trabajo académico’. Lo que quiero, ante todo, es dar, o mejor aún, mantener un sentido de la perspectiva, porque la guerra y la revolución han dejado de lado el pasado, incluso lo han ignorado, a tal punto que las nuevas generaciones no buscan ninguna explicación de los acontecimientos a largo plazo. Esto provoca particularmente vulgares distorsiones del período que precede a la guerra”.
Transcurridas
algunas semanas, la redacción de sus memorias se vio interrumpida por causa de
los sucesos políticos en la Unión Soviética. El “viraje a la izquierda” de
Stalin -que impulsaría la campaña contra los kulaks, la colectivización de la
agricultura y la industrialización acelerada- había producido la capitulación
de no pocos miembros de la Oposición de Izquierda ante el Gobierno soviético,
situación que Trotsky buscará atenuar. Además, el VI Congreso Mundial de la
Internacional Comunista había adoptado un nuevo programa e introducido el rumbo
izquierdista del denominado “tercer período”, que conllevó una reorientación de
su estrategia política. Estos asuntos merecieron la mayor atención de Trotsky,
expresada en sesudos análisis políticos, en su abundante correspondencia y en
otros documentos.
Ya establecido en Turquía, Trotsky recibió la visita del editor alemán Harry Schumann, director de la casa editorial Reissner, quien lo persuadió de publicar su autobiografía. Acordado el convenio, Trotsky reanudó su trabajo en el manuscrito del que llevaba escritos los capítulos iniciales. En una declaración a la prensa formulada en Constantinopla el 15 de abril de 1929, Trotsky cita su autobiografía entre los libros que venía preparando para su publicación internacional. En las semanas subsiguientes, Trotsky laboró febrilmente en su redacción y, en poco tiempo, ya tenía el manuscrito muy avanzado. Considerando la escala de su obra autobiográfica, la escribió en un período breve.
De acuerdo con lo relatado por Trotsky, el proyecto original consistía en el trazo de algunos bosquejos de su vida, pero durante su gestación fue ahondando más en la materia y la obra alcanzó una envergadura mayor. En una carta a su amiga Anna Konstantinovna Kliatchko, fechada el 1 de junio de 1929, Trotsky le expresaba: “Todavía estoy completamente inmerso en esta autobiografía, y no sé cómo salirme de ella. Podría haberla terminado virtualmente hace mucho, pero una maldita minuciosidad no me permite concluirla. Sigo buscando referencias, cotejando fechas, tachando una cosa e insertando otra. Más de una vez me he sentido tentado de arrojarlo todo al fuego de la chimenea y dedicarme a un trabajo más serio. Pero, qué se le va hacer, estamos en verano y no hay fuego en la chimenea, y, de paso sea dicho, tampoco hay chimeneas aquí”.
A pesar de no disponer de las facilidades para explorar en bibliotecas y archivos, Trotsky, en su tarea de indagación histórica, espigó en diversidad de documentos. Abrevó de las “Obras completas” de Lenin, de sus propios trabajos que vieron la luz en Moscú por las Ediciones del Estado, así como de su correspondencia personal y de las piezas documentales que obraban en sus voluminosos archivos. Además, consultó una miríada de libros de memorias; entre aquéllos se encuentra el diario de Natalia Sedova, cuyas páginas transcribe in extenso en los capítulos finales de su autobiografía. Una vez concluidos, los capítulos se remitían al extranjero para su traducción. Este trabajo lo cumplió con diligencia Alexandra Ramm, en Alemania. Por su parte, Maurice Parijanine tuvo a su cuidado la traducción al francés.
A la publicación francesa de Les Éditions Rieder, Trotsky expuso serias objeciones; en primer término, por el hecho de que su autobiografía se publicaría en tres tomos, que serían vendidos por separado. Trotsky calificó de “procedimiento arbitrario” la “desmembración” que se había hecho de su trabajo, argumentando que la autobiografía de un político no es una novela o una serie por entregas. Además, cuestionó del trabajo del traductor que se hubiera atribuido el derecho de agregar, de forma inconsulta, abundantes notas explicativas y comentarios personales que a veces contradecían al autor. Consideraba que las notas al primer volumen eran en su mayor parte “completamente superfluas”, además de incluir información errónea, sobre todo las del segundo y tercer tomo. Por estas razones, Trotsky decidió llevar el asunto a los tribunales de Francia, donde fue representado por su abogado Gérard Rosenthal, a fin de que la edición fuera embargada. Finalmente, Les Éditions Rieder accedió a suprimir las notas del segundo y tercer tomo. Con ello desapareció la causa del litigio. No obstante, el tribunal francés no falló a favor del embargo de los ejemplares del primer tomo que ya estaban en circulación, fallo judicial que Trotsky calificó de “derrota”.
Trotsky fechó el prólogo el 14 de septiembre de 1929. El original completo de la autobiografía fue despechado de Prinkipo a comienzos del otoño de 1929. En el prólogo de sus memorias, Trotsky expone una relación sumaria de los sucesos que jalonaron su vida; ésta, desde su temprano curso, quedó íntima e inseparablemente vinculada a la Revolución. La publicación de su obra halla justificación para el autor en la época de transición en que su actividad transcurrió y en los hechos revolucionarios de los que fuera actor y testigo. Escribe a este propósito: “Los sucesos de mi vida personal están de tal manera insertos en la trama de los hechos históricos, que es casi imposible arrancarlos de ella”.
Ya establecido en Turquía, Trotsky recibió la visita del editor alemán Harry Schumann, director de la casa editorial Reissner, quien lo persuadió de publicar su autobiografía. Acordado el convenio, Trotsky reanudó su trabajo en el manuscrito del que llevaba escritos los capítulos iniciales. En una declaración a la prensa formulada en Constantinopla el 15 de abril de 1929, Trotsky cita su autobiografía entre los libros que venía preparando para su publicación internacional. En las semanas subsiguientes, Trotsky laboró febrilmente en su redacción y, en poco tiempo, ya tenía el manuscrito muy avanzado. Considerando la escala de su obra autobiográfica, la escribió en un período breve.
De acuerdo con lo relatado por Trotsky, el proyecto original consistía en el trazo de algunos bosquejos de su vida, pero durante su gestación fue ahondando más en la materia y la obra alcanzó una envergadura mayor. En una carta a su amiga Anna Konstantinovna Kliatchko, fechada el 1 de junio de 1929, Trotsky le expresaba: “Todavía estoy completamente inmerso en esta autobiografía, y no sé cómo salirme de ella. Podría haberla terminado virtualmente hace mucho, pero una maldita minuciosidad no me permite concluirla. Sigo buscando referencias, cotejando fechas, tachando una cosa e insertando otra. Más de una vez me he sentido tentado de arrojarlo todo al fuego de la chimenea y dedicarme a un trabajo más serio. Pero, qué se le va hacer, estamos en verano y no hay fuego en la chimenea, y, de paso sea dicho, tampoco hay chimeneas aquí”.
A pesar de no disponer de las facilidades para explorar en bibliotecas y archivos, Trotsky, en su tarea de indagación histórica, espigó en diversidad de documentos. Abrevó de las “Obras completas” de Lenin, de sus propios trabajos que vieron la luz en Moscú por las Ediciones del Estado, así como de su correspondencia personal y de las piezas documentales que obraban en sus voluminosos archivos. Además, consultó una miríada de libros de memorias; entre aquéllos se encuentra el diario de Natalia Sedova, cuyas páginas transcribe in extenso en los capítulos finales de su autobiografía. Una vez concluidos, los capítulos se remitían al extranjero para su traducción. Este trabajo lo cumplió con diligencia Alexandra Ramm, en Alemania. Por su parte, Maurice Parijanine tuvo a su cuidado la traducción al francés.
A la publicación francesa de Les Éditions Rieder, Trotsky expuso serias objeciones; en primer término, por el hecho de que su autobiografía se publicaría en tres tomos, que serían vendidos por separado. Trotsky calificó de “procedimiento arbitrario” la “desmembración” que se había hecho de su trabajo, argumentando que la autobiografía de un político no es una novela o una serie por entregas. Además, cuestionó del trabajo del traductor que se hubiera atribuido el derecho de agregar, de forma inconsulta, abundantes notas explicativas y comentarios personales que a veces contradecían al autor. Consideraba que las notas al primer volumen eran en su mayor parte “completamente superfluas”, además de incluir información errónea, sobre todo las del segundo y tercer tomo. Por estas razones, Trotsky decidió llevar el asunto a los tribunales de Francia, donde fue representado por su abogado Gérard Rosenthal, a fin de que la edición fuera embargada. Finalmente, Les Éditions Rieder accedió a suprimir las notas del segundo y tercer tomo. Con ello desapareció la causa del litigio. No obstante, el tribunal francés no falló a favor del embargo de los ejemplares del primer tomo que ya estaban en circulación, fallo judicial que Trotsky calificó de “derrota”.
Trotsky fechó el prólogo el 14 de septiembre de 1929. El original completo de la autobiografía fue despechado de Prinkipo a comienzos del otoño de 1929. En el prólogo de sus memorias, Trotsky expone una relación sumaria de los sucesos que jalonaron su vida; ésta, desde su temprano curso, quedó íntima e inseparablemente vinculada a la Revolución. La publicación de su obra halla justificación para el autor en la época de transición en que su actividad transcurrió y en los hechos revolucionarios de los que fuera actor y testigo. Escribe a este propósito: “Los sucesos de mi vida personal están de tal manera insertos en la trama de los hechos históricos, que es casi imposible arrancarlos de ella”.
Trotsky anota que su autobiografía no es propiamente un estudio de historia por cuanto no se aproxima a los hechos de acuerdo a su significado objetivo, sino conforme a la manera en que éstos se conectan con los sucesos de su vida. Más bien presenta los hechos históricos a guisa de “punto de apoyo” a su trayectoria vital. Empero, también es verdad que a través de su registro autobiográfico esboza la historia de un período y de una formación social. La información histórica que consigna de manera concienzuda constituye un cuadro de la sociedad rusa y de sus instituciones bajo el zarismo, del movimiento revolucionario en la alborada del siglo vigésimo y del nacimiento del poder soviético y de sus vicisitudes.
Entre sus principales aportes en el dominio de la historia destacan las informaciones que, con su minuciosidad de historiador, provee acerca de la vida social en el sur de Ucrania en las postrimerías del siglo XIX. Entre ellas pueden indicarse: las condiciones de vida y de trabajo de terratenientes y labriegos (contiene descripciones vívidas de las relaciones sociales en su aldea natal, Ianovka), la cultura urbana en Odesa, las organizaciones populistas y socialdemócratas en Nikolaiev, etcétera. Asimismo, expone en sus páginas recuerdos personales de sus compañeros de lides políticas y de los principales dirigentes de la socialdemocracia europea; de igual modo describe el ambiente revolucionario reinante en la capital de Rusia en 1905 y 1917, el movimiento ascensional de los soviets, los episodios militares de la cruenta Guerra Civil y el período de transición que comienza con la muerte de Lenin, etapa caracterizada por la “reacción termidoriana” y la decadencia política del régimen soviético.
Por otra parte, conviene agregar que sus memorias sirvieron de vehículo al esclarecimiento de la historia de la Revolución y del rol que le cupo a Trotsky en sus hechos centrales. La colosal operación de silenciamiento y denigración y el artilugio de mitos que oficialmente se fraguaron en la historia de la Unión Soviética fueron el ápice del torrente de calumnias que se vertieron sobre su persona en los años ‘30. En ese sentido, su narración fue también un alegato de defensa de su misión política y de las ideas que preconizó, en comunión con Lenin, para sentar los pilares del socialismo en Rusia y promover la revolución proletaria mundial.
A este respecto, manifiesta: “Es probable que si escribiese estas memorias en otras condiciones -aunque en otras condiciones es probable también que no las escribiese- suprimiese mucho de lo que aquí digo. Pero tal como están las cosas, no puedo ignorar ese falseamiento del pasado que es la principal preocupación de los epígonos y que tan bien saben organizar. Mis amigos están en las cárceles o en el destierro. No tengo más remedio que decir de mí mismo cosas que en otras condiciones no tendría por qué contar. No se trata tanto, en lo que a mí respecta, de la verdad histórica como de seguir librando una batalla que aún no ha terminado”.
En el otoño de 1929 las memorias de Trotsky se dieron a la estampa bajo el título de “Mi vida. Ensayo autobiográfico”. La primera edición fue publicada en alemán en 1929: “Mein leben. Versuch einer autobiographie”). Al año siguiente, se divulgó en varios idiomas: la versión en ruso publicada en Berlín comprendió dos tomos: “Moia zhizn. Opyt autobiografii”; en Francia se publicó en tres tomos: “Ma vie. Essai autobiographique”; en lengua inglesa tuvo dos ediciones: “My life. An attempt at an autobiography” y “My life. The rise and fall of a dictator”; la traducción al español de Wenceslao Roces se hizo a partir del texto alemán: “Mi vida. Ensayo autobiográfico”. Su publicación tuvo resonancia en Occidente. Una muestra a nivel publicitario correspondió a la editorial Charles Scribner’s Sons de Nueva York que publicó el siguiente aviso en la primavera de 1930: “La asombrosa historia de vida de un revolucionario eterno, exjefe del ejército de Rusia soviética y líder junto con Lenin en el levantamiento que derribó un imperio y dejó sorprendido al mundo”.
Antes de su salida editorial, se habían publicado adelantos de “Mi vida” en periódicos. Trotsky aclara que estos artículos, una vez publicados, fueron ampliados; de ahí que sean diferentes al contenido de su libro. A modo de ejemplo, en abril de 1930 se publicó en el magazín de “La Nación” de Buenos Aires un primer adelanto bajo el título de “Mi vida. Capítulo I. Aclaración preliminar”. Éste incluye algunos párrafos del prólogo, pero el conjunto del texto es diferente. Aquí Trotsky comienza manifestando que acerca de su vida han circulado leyendas en varios países; informa sobre algunos de estos relatos y aclara que son fruto de la imaginación. Es rotundo cuando afirma que no por el hecho de hallarse en la emigración forzosa se considera un derrotado y, del mismo modo, asegura que no le invade el desánimo en las circunstancias que vive. Y declara: “Los exploradores que quieren alcanzar las cimas vírgenes de los Alpes no lo consiguen al primer ensayo, sino que han de intentarlo una y otra vez hasta abrir la senda. Y la empresa en cuya solución estoy empeñado es inconmensurablemente más difícil”.
La obra en mención fue un éxito editorial, prueba de lo cual fueron sus innumerables ediciones, encontrando un amplio espectro de lectores. No obstante, Deutscher observa que en tanto obra política, “Mi vida” no logró cumplir su objetivo inmediato, ya que no impresionó al público comunista educado en el catecismo estalinista. En cuanto al público burgués, que acogió su publicación, admiró sus méritos literarios pero no se interesó en su mensaje político. Este juicio debe ser matizado en razón de que la autobiografía de Trotsky tuvo una buena recepción en Europa y América, considerablemente entre los sectores socialistas. Incluso, no pocos de sus futuros partidarios se iniciaron en el conocimiento de sus ideas a través de esta lectura. Sin embargo, su influencia política rebasó los márgenes de los círculos partidistas.
Debemos añadir que, después de la publicación de sus memorias, Trotsky consagraría páginas autobiográficas insertas en sus libros: “Diario en el exilio”, “Los crímenes de Stalin” y, sobre todo, en sus informes orales ante la Comisión Dewey en 1937, que constan en las actas publicadas bajo el título de “El caso León Trotsky”. Entre sus principales aportaciones en la esfera política, “Mi vida” establece con meridiana claridad la continuidad del marxismo revolucionario y el programa que la Oposición de Izquierda postuló en la década de 1920. Éste perseguía regenerar al Partido Comunista de sus excrecencias burocráticas y autoritarias y reconducirlo por las vías de la democracia obrera. Estas formulaciones constituirían los fundamentos del naciente trotskismo.
En lo que concierne a la dimensión literaria, Trotsky consiguió un adecuado equilibrio entre la riqueza de información y la belleza de la expresión narrativa. Con un sentido de la estética y del ritmo, escribió páginas vigorosas de evocaciones históricas, de finos análisis políticos, sociales y psicológicos en una prosa diáfana y elegante. En mérito a sus cualidades literarias, el biógrafo alemán Emil Ludwig lo calificó como “uno de los más brillantes autores de nuestra época”. Su magistral estilo literario también fue resaltado por François Mauriac, novelista francés de confesión católica y Premio Nobel de Literatura en 1952, quien al sumergirse en la lectura de “Mi vida”, descubrió una “obra maestra y a un “gran escritor”. Al respecto, escribe: “Hay en Trotsky una seducción evidente. En primer término el lector burgués siempre se sorprende de que un revolucionario conserve algún parecido con el común de los mortales. Me sentí arrebatado desde las primeras páginas como me habían arrebatado Tolstoi y Gorki. Si Trotsky no hubiera sido el militante de la revolución marxista habría ocupado su sitio entre esos maestros”.
“Mi vida” representa un testimonio irremplazable para conocer el “ethos” revolucionario de una época. Al objeto de establecer las conexiones objetivas con las coordenadas de su tiempo, Trotsky sitúa su trayectoria dentro de un amplio escenario histórico describiendo su acción en la fluencia de la corriente revolucionaria. Por tal razón, su relato se ha convertido en una fuente de lectura imprescindible para el conocimiento y la comprensión del hecho revolucionario que gravitó de forma preponderante en el siglo XX. Por añadidura, su enfoque metodológico elevó las posibilidades de realización del género autobiográfico en la literatura histórica.