13 de abril de 2008

¿Quién fue la "amada inmortal" de Beethoven?

En febrero de 1809 se firmó un acuerdo entre el archiduque de Austria Rudolf Johannes Rainier (1788-1831), el príncipe Joseph Franz von Lobkowitz (1772-1816) y el príncipe Ferdinand Kinski (1781-1812), por el cual estos aristócratas se com­prometían a pagarle a Beethoven -según contrato- una cifra anual no inferior a los 4.000 florines: el archiduque entregaría 1.500, Lobkowitz 700 y Kinski 1.800. El contrato obliga­ba al compositor a permanecer en Viena y rechazar la oferta del rey de Westfalia, Jerónimo Bonaparte (1784-1860), garantizándole libertad ab­soluta para poder realizar giras fuera de la capital, así como la posibilidad de dar todos los años un concierto en su beneficio en el Theater an der Wien. Beethoven suscribió el contrato, desechó la oferta de Jerónimo Bo­naparte y se quedó en Viena.
Lo concreto es que, por causas diversas, los personajes citados no pudieron cumplir el acuerdo: Lobkowitz se arruinó poco tiempo después de la firma del contrato y Kinski murió en 1812 al caer de un caballo. Los herede­ros de éste, tras un largo proceso, se negaron a mante­ner la cuota fijada. Sólo el archiduque Rudolf fue fiel a la letra de lo pactado, pagando religiosamente su parte a Beethoven año tras año. Un cálculo relativo indica que Beethoven habría recibido algo más de un tercio de las cantidades pactadas en 1809.
Los historiadores sitúan por estas fechas la larga carta escrita por Beethoven a la "amada inmortal". Este es uno de los capítulos de su biografía sobre el que más se ha escrito. Su relación con las mujeres no fue nunca sencilla ni pacífica. Existen elementos de juicio suficientes para afirmar que si bien se sentía notoria­mente atraído por el sexo femenino, demostró a la vez características de misógino recalcitrante. En una carta dirigida a su hermano Johann, poco después de instalar­se en Viena, Beethoven le prevenía de "toda la tribu de engañosas mujeres". Por otra parte, su amigo Franz Gerhard Wegeler (1769-1848) relató que el músico "siempre tenía un asunto amoroso en las ma­nos". Su actitud general hacia el sexo femenino se en­cuentra muy bien reflejada en el subtítulo dado a la ópera Fidelio, "oder die eheliche liebe": "o el amor conyugal". La vida matrimonial era para Beetho­ven el estado ideal. Durante toda su existencia anheló la ideal armonía de la convivencia marital.
La lista de las candidatas al puesto de "señora" Beethoven -entre alumnas, amigas, cantantes y mecenas- es larga: Marie Westerholt (1760-1838), Christiane Lichnowsky (1765-1841), Rahel Levin (1771-1833), Therese Von Brunsvik (1775-1861), Josephine Von Brunsvik (1779-1821), Anna Marie Niczky (1779-1837), Antonie Birkenstock (1780-1869), Dorothea Graumann (1781-1849), Giulietta Guicciardi (1784-1856), Barbara Keglevich (1786-1836), Amalie Sebald (1787-1846), Therese Malfatti (1792-1851), Marie Pachler (1800-1849), Karoline Unger (1803-1877) y Henriette Sontag (1806-1854) figuran entre las más conocidas.
La célebre carta dirigida "An die unsterbliche geliebte" (A la amada in­mortal) fue iniciada un 6 de julio por la mañana, con­tinuada la misma tarde y terminada la mañana siguien­te, según rezan las acotaciones de la correspondencia de Beethoven. La famosa misiva decía así:
"6 de julio, por la mañana.
¡Mi ángel, mi otro yo, todo mi mundo! Sólo unas po­cas palabras en el día de hoy, escritas a lápiz (escritas con el tuyo). Mi futuro no quedará fijado hasta mañana. ¡Qué frívolo derroche de tiempo! ¿Por qué esta pena profunda cuando es la necesidad quien ordena? ¿Puede nuestro amor subsistir sin sacrificio, sin anhelarlo todo? ¿Puede ayudar a nuestro amor el que tu arte no sea en­teramente mío, el que yo no sea totalmente tuyo? Dirige tus ojos a la hermosa naturaleza y no dejes que tu men­te sea perturbada por el destino. El amor lo requiere todo, y es muy justo que así sea: así soy yo contigo, así eres tú conmigo; sólo que tú olvidas fácilmente que debo vivir para mí y para ti. Si estábamos completamen­te unidos, tú no deberías sentir esta tristeza en mayor medida que yo. Mi jornada ha sido terrible. No llegué aquí hasta las 4 de la mañana de ayer a causa de los ca­ballos. El cochero eligió otra ruta ¡pero qué terrible ca­mino el escogido! En la última etapa me advirtió que no debería viajar de noche, y me previno de parar junto a los árboles; pero esto sólo contribuyó a exacerbarme, y me equivoqué; a causa del mal estado de la ruta, una vía execrable y tortuosa, el carruaje se averió. Sin el postillón que tenía junto a mí, hubiera quedado abando­nado en el camino. El príncipe Esterhazy, que viajaba por otro camino con ocho caballos, tuvo el mismo acci­dente que yo había tenido con cuatro. Sin embargo, siento ahora un extraño placer, como me ocurre siem­pre después de haber vencido una nueva dificultad. Pronto volveremos a encontrarnos. No puedo comuni­carte hoy las observaciones que me he estado haciendo acerca de los pasados días de mi vida. Si no hubieran estado tan cerca uno del otro nuestros corazones, creo que nunca me hubiera planteado estas cosas. Mi cora­zón está lleno de cientos de cosas que he de decirte. ¡Ay, hay momentos en que consigo encontrar ese lenguaje! ¡Alégrate! Continúas siendo mi única verdad, mi único amor, todo mi yo como yo lo soy para ti. Y así para siempre; debemos dejar que los dioses nos envíen lo que debe ser y lo que será. Fielmente tuyo, Ludwig.
6 de julio, lunes, por la tarde
¡Estás sufriendo, queridísima mía! Acabo de darme cuenta de que estas cartas deben darse al correo muy temprano. Los lunes y los jueves son los únicos días en los que el carruaje del correo va desde aquí hasta K. ¡Estás sufriendo tanto! ¡Ah!, donde yo estoy, allá estás tú conmigo; conmigo y contigo, habré de encontrar los me­dios para vivir contigo. ¡Qué vida! ¡Así!, sin ti, perseguido por la amabilidad de las gentes aquí y allá, mientras que lo que yo deseo no es nada más que lo que realmente merezco -la humildad del hombre hacia los hombres, todo esto me duele-y cuando me consi­dero en contacto con el universo, ¿qué es lo que soy, quién soy y quién es aquel capaz de ser llamado el más grande? ¡Y nuevamente vuelve aquí a encontrarse el elemento divino de lo humano! Lloro al pensar que sólo el sábado, con suerte, recibirás mis primeras palabras. Por mucho que tú me ames, mi amor por ti es más ar­diente, pero que ello no haya de alejarte de mí. ¡Buenas noches! Como un inválido recién llegado a las benéficas aguas termales, debo ir a descansar. ¡Ay, Dios! ¡Tan cer­ca! ¡Tan lejos! ¿No es nuestro amor una estructura real­mente celeste, firme como la cúpula del cielo?
Buenos días, en la mañana del 7 de julio.
Antes de levantarme, mis pensamientos volaron ha­cia ti, inmortal bienamada; en ciertos momentos eran dulces, en otros dolorosos, aguardando la respuesta del destino y confiando en que los hados nos escuchen. No puedo seguir viviendo permanentemente sin ti, de nin­guna manera; he decidido recorrer la distancia que nos separa para volar a tus brazos, sentirme realmente en el hogar junto a ti y enviar mi alma envuelta en tu cariño a los dominios del espíritu. ¡Sí, pase lo que pase, así debe ser! Debes tenerme afecto, más aún sabiendo cuan grande es mi amor hacia ti. ¡Nunca podrá otra mujer poseer mi corazón, nunca, nunca! ¡Oh, Dios! ¿Por qué debe uno alejarse de aquello que tan profundamente ama? La vida que llevo en Viena es miserable. Tu amor me hace el más feliz y al mismo tiempo el más infeliz de los hombres. A mis años, necesito cierta uniformidad, cierta igualdad en el camino de mi vida; ¿puede darse esto en nuestra mutua situación? Angel mío, acabo de saber que el carruaje del correo parte diariamente y debo terminar para que cuanto antes puedas recibir esta carta. ¡Sé sencilla! Sólo a través de una tranquila con­templación de nuestra existencia podremos conseguir nuestro objetivo de vivir juntos. ¡Sé sencilla! ¡Amame! ¡Amame hoy, ámame ayer! ¡Después de ti, de ti, de ti, mi vida, todo mi ser vive un anhelo cargado de lágrimas! Adiós. ¡Oh, continúa amándome!, y nunca dudes de que haya un corazón más fiel al tuyo que el mío. Tu bienamado, Ludwig. Siempre tuyo. Siempre mía. Siempre el uno del otro".
Du­rante muchos años, los exégetas de la vida íntima de Beethoven adjudicaron el papel de "amada inmortal" a Therese von Brunsvik; desde hace algunos años, sin embargo, merced a las investigaciones del historiador Siegmund Kaznelson en "Beethovens Ferne und Unsterbliche Geliebte" (1954), parece incuestionable que la destinataria de esta carta era la hermana de la anterior, Josephine, esti­mándose que la fecha de redacción de la misma fue el año 1812.
Antonie Birkenstock fue para el historiador Maynard Salomón, la destinataria de la carta. Ella vivió en Viena entre 1809 y 1812 y Beethoven desarrolló una fuerte amistad con ella. Es la única mujer que cumple con el requisito de estar en Karlsbad poco después de la llegada de Beethoven a la misma casa de huéspedes. Hay una serie de indicios que apuntan a ella: "Un die Geliebte" (A la Amada), fue compuesta por Beethoven en diciembre de 1811; en la esquina del manuscrito, con la escritura de Antonie se lee "Solicitado por mí al autor el 2 de marzo, 1812".
Por otra parte, Beethoven empezó a familiarizarse con la familia Brunsvik en mayo de 1799. Después de la muerte del primer marido de Josephine en 1804, Josephine vivió en Viena hasta el verano de 1808. Durante este período, su amistad se intensificó con Beethoven, y el compositor se convirtió en el amor de ella. La correspondencia entre ellos es de un carácter apasionado con un estilo similar a la carta a la "Amada inmortal". Durante mucho tiempo se consideró a Josephine la amada inmortal, y el hecho de que 9 meses después de la escritura de la famosa carta, Josephine diera a luz a una hija, Minona, el 9 de abril de 1813 (que se convirtió más tarde en una gran profesora de piano) añadió combustible a la especulación. Josephine sin embargo se había casado en 1810 con el conde Von Stackelberg, pero el matrimonio fue desastroso y la pareja se separó en 1813.
Su hermana Therese también se consideró una candidata. Sin embargo, ella escribió en su diario el 12 de julio de 1817: "Josephine debe sufrir remordimiento por razón de Ludwig". Y mucho más tarde, el 4 de febrero de 1846: "Parece como un sueño que él fuera el amigo íntimo de nuestra casa, un estupendo espíritu! Ella habría sido mucho más feliz que con él que con Stackelberg. Su amor maternal la hizo renunciar a su propia felicidad". Therese nunca se casó y de sus propios diarios se desprende que ella consideraba su hermana Josephine ser la amada inmortal.
Giulietta Guicciardi tenía 17 años cuando se convirtió durante un tiempo en alumna de Beethoven, quien se enamoró de ella y le dedicó de manera no demasiado precisa la "Sonata Claro de Luna". Giulietta se casó con el conde Gallenberg en 1803 y desapareció de la vida de Beethoven, aunque él nunca se olvidó de ella.
Dorothea Graumann era una alumna aventajada de Beethoven en 1803. El se refería a ella como Dorothea Caecilia y llegó a ser una excelente intérprete, en particular de las obras de Beethoven, quien le dedicó la sonata Op.101 en A en 1816. Ella estaba casada con el barón Ertmann desde 1798, y dejó Viena en 1824 para establecerse en Milán.
Anna Marie Niczky estaba casada con el húngaro Peter Erdödy desde 1796. También fue una excelente pianista y admiradora de las obras de Beethoven. Daba conciertos en su apartamento de la Krugerstrasse, y durante el otoño y el invierno de 1808/09, Beethoven vivió en unas habitaciones de ese apartamento. La Niczky se estableció en Croacia en 1815 y después en Padua en 1816. Beethoven le dedicó a ella el trío para piano Op.70 y la sonata para violonchelo Op.102.
Amalie Sebald, por su parte, era una cantante de Berlín y se había reunido con Beethoven en 1811 y 1812, desarrollando una amistad que quedó plasmada en varias cartas que se conservan. Una, con fecha 16 de septiembre de 1812, es completamente diferente en el tono a la célebre carta. En ella simplemente se tratan de amigos.
Therese Malfatti era sobrina del doctor Giovanni Malfatti, que se había convertido en amigo de Beethoven en 1808 y trató su enfermedad hasta el final en 1827. Es posible que Beethoven tuviese la esperanza de casarse Therese en 1810 y que la famosa obra "Fur Elise" (Para Elisa) fuera escrita para ella. Hubo fuertes objeciones a este matrimonio por parte de su familia y ella terminó casándose con el Barón Von Drosdick en 1816.
Después del entierro de Beethoven, su secretario Anton Felix Schindler (1795-1864) y el hermano Johann, se dedicaron a buscar los valores bancarios dejados por el compositor. Buscaron infructuosamente, hasta que gracias a la intervención del violinista y amigo Franz Holz (1798-1868), se encontró en un gabinete los valores buscados, y al mismo tiempo y en el mismo lugar el Testamento de Heiligenstadt y la famosa carta.
La carta constaba de dos hojas dobles, escritas en ambos lados (ocho paginas) de 20 x 23,8 cm. y una hoja sola de cerca de 20 x 12 cm. también escrita en ambos lados. Por lo tanto tiene una presentación en 10 páginas. Las cartas fueron escritas en lápiz. El análisis cuidadoso revela que ciertas palabras han sido reescritas en un intento de hacerlas mas legibles, sin duda por Anton Schindler, que usó partes de la carta en su tercera edición de su biografía de Beethoven. Las páginas fueron numeradas por el mismo Schindler. Dos estampillas pueden verse en la parte superior de las paginas 1 y 5, que son las marcas de la Biblioteca de Berlin.
Beethoven tenía letra de tamaño grande y el papel de la carta era bastante pequeño, por lo cual la carta terminó ocupando las 10 páginas.