12 de abril de 2008

El discurso final de Chaplin en "El gran dictador"

"The great dictator" (El gran dictador, 1940) fue la primera película hablada de Charles Chaplin (1889-1977), en la que el guionista, actor, director y productor inglés se adentró en los terrenos realistas y dramáticos que caracterizaron buena parte de su obra posterior. Siguiendo la línea iniciada con su anterior película, "Modern times" (Tiempos modernos, 1936) -una crítica al maquinismo y a la mecanización de la sociedad- Chaplin se enfrentó en esta ocasión a uno de los temas más dramáticos y preocupantes de la época: el auge de los regímenes totalitarios y la expansión del fascismo a Europa. Ese enfrentamiento fue hecho desde una postura carente del más mínimo rastro de ambigüedad, con convicción y contundencia, una actitud que le provocó muchos problemas, puesto que los Estados Unidos mantenían en aquel momento una posición neutral respeto al conflicto bélico europeo.Pese a las coincidencias que se establecen entre la película y el desarrollo de los acontecimientos históricos que tuvieron lugar de manera casi paralela, el origen de film se remonta al año 1938. Chaplin, que había estudiado el dictador alemán Adolf Hitler (1889-1945) durante cerca de dos años, definió al proyecto como una mezcla de drama, comedia y tragedia en el que retrató la silueta grotesca y siniestra de un hombre que se creía un superhéroe y que pensaba que sólo tenían valor su opinión y su palabra. El cineasta, de hecho, utilizó la figura de Hitler para realizar una brillante parodia de todas y cada una de las ideas políticas, culturales, sociales y económicas del nazismo, desde la superioridad de la raza germánica hasta la sumisión incondicional del individuo a la comunidad, pasando por el antimarxismo y el antisemitismo.En su película, Hynkel, el dictador de Tomania, fue presentado como un hombre egoísta, infantil, inseguro, incapaz de tomar decisiones de ninguna clase y todavía menos de gobernar un país. Pero Hitler no fue el único personaje de carne y hueso que inspiró a Chaplin: el dictador de Bacteria, Benzino Napoloni, fue inspirado por el dictador fascista italiano Benito Mussolini (1883-1945); Garbitsch, secretario del interior y ministro de propaganda de Hynkel, se inspiró en Joseph Goebbels (1897-1945), ministro de educación popular y propaganda del gobierno nazi, y el Mariscal Herring evoca al mariscal Hermann Göring (1893-1946), responsable de las fuerzas aéreas y uno de los máximos dirigentes de la Gestapo, los servicios secretos alemanes.


Chaplin adoptó desde el principio una estructura dual, mostrando de mananera paralela las actividades del dictador Hynkel y sus colaboradores en la sede del gobierno de Tomania y las peripecias de un barbero judío en su regreso a casa tras pasar muchos años en un hospital militar. Esta dualidad le sirvió al actor y director para parodiar al gobierno fascista y, a la vez, para mostrar las pobres y miserables condiciones del gueto judío, atacado regularmente por las fuerzas de asalto del régimen.A diferencia de Hynkel, que basaba toda su fuerza en la palabra, el personaje del barbero judío jugó también un papel clave en el contexto de la filmografia de Chaplin, puesto que representó una clara evolución del personaje que hasta entonces había protagonizado la casi totalidad de su obra: Charlot, el vagabundo ingenuo y solitario. El personaje del barbero prácticamente no habla a lo largo de la película y, cuando lo hace, sus palabras no tienen el menor asomo de relevancia con respecto al desarrollo de la acción. En el momento decisivo de la historia, el discurso final, el personaje se transforma lanzando un canto a la esperanza tan optimista como desesperado.
El mensaje del film, claro y contundente, fue subrayado por Chaplin en el mítico discurso final, organizado para celebrar la anexión de Ostelrich a Tomania. El dictador Hynkel es confundido por sus propios hombres con el barbero judío (los dos personajes fueron interpretados por Chaplin), y éste, tras el discurso del ministro de propaganda Garbitsch ("Hoy en día, democracia, libertad y igualdad son palabras que enloquecen al pueblo. No hay ninguna nación que progrese con estas ideas que la apartan del camino de la acción. Por eso las hemos abolido. En el futuro cada hombre tendrá que servir al Estado con absoluta obediencia"), se ve obligado a dirigirse a una audiencia de millones de personas:

"Realmente lo siento, pero no aspiro a ser emperador. Eso no es para mí. No pretendo gobernar ni conquistar nada de nada. Me gustaría en lo posible ayudar a cristianos y judíos, a negros y blancos. Todos tenemos el deseo de ayudarnos mutuamente. La gente civilizada es así. Queremos vivir de nuestra dicha mutua, no de nuestra mutua desdicha. No queremos despreciarnos y odiarnos mutuamente. En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede garantizar la subsistencia de todos. El camino de la vida puede ser libre y magnífico, pero hemos perdido ese camino. La voracidad ha envenenado el alma de los hombres, ha rodeado el mundo con un círculo de odio y nos ha hecho entrar marcando el paso de la oca en la miseria y en la sangre. Hemos mejorado la velocidad pero somos esclavos de ella. La mecanización que trae consigo la abundancia nos ha alejado del deseo. Nuestra ciencia nos ha vuelto cínicos; nuestra inteligencia, duros y brutales. Pensamos en exceso y no sentimos bastante. Tenemos más necesidad de espíritu humanitario que de mecanización. Necesitamos más la amabilidad y la cortesía que la inteligencia. Sin estas cualidades la vida solo puede ser violenta y todo estará perdido. La aviación y la radio nos han acercado los unos a los otros. La naturaleza misma de estos inventos requería la bondad del hombre y reclamaba una fraternidad universal para la unión de todos. En este momento mi voz llega a miles de seres esparcidos por el mundo. A aquellos que puedan comprenderlo les digo: no desesperen, la desgracia que ha caído sobre nosotros no es más que el resultado de un apetito feroz, de la amargura de unos hombres que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, los dictadores perecerán y el poder que han usurpado al pueblo volverá al pueblo. Mientras existan hombres que sepan morir, la libertad no podrá perecer. Soldados: no se entreguen a esos brutos, a esos hombres que los desprecian y los tratan como esclavos, hombres que dirigen sus vidas, imponen sus actos, sus pensamientos y sus sentimientos; que los amaestran, los hacen ayunar, los tratan como ganado y los utilizan como carne de cañón. No se pongan en manos de esos hombres contra natura, de esos hombres-máquina con corazones de máquina. ¡Ustedes no son máquinas! ¡Ustedes no son ganado! ¡Ustedes son hombres! ¡Ustedes llevan el amor de la humanidad en sus corazones! No odien. Sólo los que no son amados odian. Soldados, ¡no combatan por la esclavitud! ¡Combatan por la libertad! El pueblo tiene el poder para crear máquinas. El poder para crear la felicidad. Ustedes, el pueblo, tienen el poder para crear esa vida libre y espléndida... para hacer de esa vida una radiante aventura. Entonces, en nombre de la democracia, utilicemos ese poder...¡unámonos todos! Luchemos por un nuevo mundo, un mundo limpio que ofrezca a todos la posibilidad de trabajar, que dé a la juventud un porvenir y resguarde a los ancianos de la necesidad. Prometiendo estas cosas, gente ambiciosa se ha hecho con el poder. Pero ¡han mentido! No han mantenido sus promesas, ¡ni las mantendrán jamás! Los dictadores se han liberado pero han domesticado al pueblo. Combatamos ahora para que se cumpla esa promesa. Combatamos por un mundo equilibrado... un mundo de ciencia en el que el progreso lleve a todos a la felicidad. ¡Soldados! en nombre de la democracia, ¡unámonos!".

El contexto político de la época impidió que este contundente mensaje de paz llegara a muchos lados: la película fue prohibida de manera fulminante en Alemania (Hitler ya había prohibido de manera explícita las películas de Chaplin en el año 1937), Italia y todos los países ocupados por las dos potencias. Tampoco se estrenó en Argentina, Brasil y Costa Rica, cuyos gobiernos eran afines al Eje. En España hubo que esperar hasta la muerte del generalísmo Francisco Franco (1892-1975) y la película permaneció prohibida hasta el año 1976.


Tras el sangrante desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, Chaplin matizó sus palabras y la verdadera intención de la película en sus memorias publicadas en el año 1964: "Si hubiera tenido conocimiento de los horrores de los campos de concentración alemanes no habría podido rodar la película, no habría podido burlarme de la demencia homicida de los nazis. No obstante, estaba decidido a ridiculitzar su absurda mística en relación con una raza de sangre pura".