
La advertencia de Eisenstein resultó superflua, porque la respuesta nazi cristalizada en "Panzerkreuzer Sebastopol" (El acorazado Sebastopol, 1936), el film de Karl Anton (1898-1979), se encargó de demostrar que no bastaba con jugar a los barcos para ser un buen almirante en lo concerniente al arte cinematográfico.

UFA había conocido su época de esplendor durante la década del 20, cuando llegó a producir alrededor de 600 películas al año. Dentro del contexto del llamado Expresionismo, cineastas como Paul Wegener(1874-1948), Paul Leni (1885-1929), Lupu Pick (1886-1931), Friedrich W. Murnau (1888-1931) y Fritz Lang (1890-1976), hicieron escuela y descollaron con sus películas cuyo tono metafísico reivindicaba claramente lo gótico y lo romántico.
Con la llegada del nazismo al poder, volcado de lleno a la propaganda del partido bajo la dirección de Alfred Hugenberg (1865-1951), comenzaron las amenazas y las presiones políticas sobre los actores y directores de origen judío, lo que produjo una enorme desbandada y puso de manifiesto -con su ausencia- la importancia que habían tenido aquéllos en la cinematografía alemana.

Sólo quedó el notable actor Emil Jannings (1884-1950) -ganador del primer premio Oscar de la historia- quien se convirtió en una especie de actor oficial, galardonado con el título de Actor del Estado en 1941. Para su lucimiento personal se montaron grandes películas biográficas realizadas por Hans Steinhoff (1882-1945), como "Der alte und der junge Konig" (El rey soldado, 1935), sobre Federico Guillermo I de Prusia, el primer film de exaltación nacionalista a través de un tema histórico que predicó la primacía del Estado sobre el individuo; "Robert Koch, der bekampfer des todes" (Robert Koch, el vencedor de la muerte, 1939), un homenaje al descubridor del bacilo de la tuberculosis; y "Ohm Krüger" (El presidente Krüger, 1941), una de las muestras más punzantes del cine de propaganda antibritánica, que biografiaba al antiguo presidente del Transvaal sudafricano Paul Krüger.

Otra vieja gloria del cine expresionista alemán, George W. Pabst (1885-1967) se incorporó en 1941 a los estudios de Berlín y realizó con grandes medios económicos pero muy poca convicción los films biográficos "Kömodianten" (Comediantes, 1941), sobre la actriz del siglo XVIII Caroline Neuber, y Paracelsus (Paracelso, 1943), sobre el mítico alquimista y astrólogo griego del siglo XVI. Una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, Pabst aportó a favor de su proceso de desnazificación la cinta pro-judía "Der prozess" (El proceso, 1947), y "Der letzte akt" (El último acto, 1955), sobre el derrumbamiento del Tercer Reich.
Antes de que estallase la guerra, ya había habido roces entre el cine alemán y las cinematografías aliadas, sobre todo cuando Hollywood produjo "Confessions of a Nazi spy" (Confesiones de un espía nazi, 1939) dirigida por el ucraniano Anatole Litvak (1902-1974) con la actuación de Edward G. Robinson y una larga lista de actores alemanes que habían emigrado de su país tras la llegada de Hitler al gobierno. Sin embargo, la batalla del cine propagandístico la habían iniciado los propios nazis el mismo año en que ocuparon el poder con el estreno de "Morgenrot" (Crepúsculo rojo, 1933), de Gustav Ucicky (1898-1961), considerado como el "primer film del Partido" y una exaltación de la "muerte heroica", que fue presentado tres días después del triunfo de Hitler y en presencia del dictador.

Esto es, precisa


Luego le siguió el extraordinario documental "Olympia" (Olimpíada, 1936), que con la ayuda de treinta y cinco cámaras y la colaboración oficiosa del director vanguardista Walter Ruttmann (1887-1941), recogió con excepcional calidad las incidencias de los IX Juegos Olímpicos celebrados en Berlín en 1936. La película -con gran rigor documental- valiéndose de largos teleobjetivos, mostraba los pequeños detalles, los preparativos de las pruebas, los nerviosismos, los gestos del Führer durante las competiciones -recogidos con una inhabitual veracidad- y sobre todo el triunfo sensacional del atleta negro Jesse Owens (1913-1980) ante la plana mayor de un régimen que estaba empeñado en sostener la absoluta superioridad de la raza aria.
Ningún otro cineasta alemán fue capaz de alcanzar la solemnidad épic

Casi ningún título de aquel período ha pasado a la historia del cine por su calidad.

(Romance en tono menor, 1943), una lograda adaptación de un relato de Guy de Maupassant (1850-1893), que tal vez sin quererlo reflejó con sus melancólicas imágenes el sufrimiento de muchos alemanes durante su doloroso itinerario a través de una era siniestra.