La Historia es precisamente esa tierra de verdad. Pero, ¿qué historia? ¿La que narra "los hechos aclarándolos y develando la personalidad de los hombres que los han suscitado? ¿La tentativa de suprimir el misterio, devolver lo excepcional a sus límites y, finalmente, las cosas a la dimensión humana?" No. Una Historia más ambiciosa, que establezca y analice las "fuerzas determinantes", las "fuerzas motoras". Además, "es cosa probada que, al menos en la historia moderna, todas las luchas políticas son luchas de clases, y que todas las luchas emancipadoras de clases, a pesar de su forma necesariamente política giran, en último análisis, en torno de la emancipación económica".
Según Friedrich Engels (1820-1895), la experiencia de los hechos lleva a la concepción materialista de la Historia, y articula este análisis en base a tres principios: 1) Lucha de clases; 2) Contradicciones de la sociedad burguesa; 3) El origen de las clases agresivas en la esfera de la producción. En conclusión: afirmación de la preeminencia de la estructura económica en todo estudio global de la realidad social."La producción primero y luego la comercialización de los productos son la base de todo orden social. Ambos factores determinan, en cualquier sociedad, la distribución de las riquezas, y la formación de las jerarquías de clases". En el punto de partida de la producción se encuentran las fuerzas productoras: las tierras, las minas, las riquezas naturales, los hombres, las herramientas. En cierto momento de la historia, la condición humana, el nivel de civilización se expresan por la relación del hombre con la naturaleza y por los lazos que los hombres tejen entre sí. Estas relaciones son esencialmente relaciones de la producción y varían según los modos de producción. Marx distinguió así tres grandes etapas: 1) La esclavitud; 2) El feudalismo; 3) El capitalismo, que era el modo de producción de la época en que él vivió y sigue siéndolo hasta nuestros días.
La lucha de clases se desarrolla en la sociedad donde impera la explotación del hombre por el hombre. El trabajo sojuzga aquí al hombre, en vez de permitirle afirmar su ascendiente sobre la naturaleza. Esta contradicción es corregida por la revolución. El viejo sistema destruye, el nuevo orden organiza, instituye un modo de producción que, en tanto no alcanzado el estado de una sociedad sin clases, consagra solamente el beneficio de la clase triunfante. Y toda reconstrucción de una sociedad de clases es superado por el continuo desarrollo de las fuerzas productoras. El desarrollo general de las sociedades se manifiesta por el aumento ininterrumpido de los medios de producción, colonización de nuevas tierras, nuevas técnicas y el incremento de la cantidad de hombres."En la producción social de los medios de subsistencia, los hombres contraen determinados vínculos, necesarios e independientes de su voluntad, y correlativos a un determinado estado del desarrollo de las fuerzas productivas. El conjunto de estos vínculos de producción forma la estructura económica de la sociedad". En su movimiento, las fuerzas productoras desbordan las formas de producción, de la estructura bloqueada y justificada por las ideologías. Aparece entonces el conflicto entre las "fuerzas productoras" y las "formas de producción", entre el régimen de la producción y el de la propiedad. La solución es la apropiación de las fuerzas productivas por la sociedad, es decir la socialización de los medios de producción y comercialización.
He aquí, pues, el movimiento dialéctico del orden social contemporáneo de Marx y de Engels: 1) El orden social es creado por la clase dominante, la burguesía. El modo de producción es capitalista. La burguesía rompe el orden feudal para establecer el orden burgués, fundado sobre "las libertades": libre concurrencia, igualdad ante la ley. La forma de la producción capitalista, la manufactura, se funda en la división del trabajo. 2) Para incrementar sus recursos, la producción capitalista moviliza nuevas fuentes de energía y nuevas técnicas: la gran industria reemplaza a la manufactura. Marx distingue tres fases: a) cooperación simple, b) manufactura y c) gran industria.
En la última fase, la burguesía concentra y reúne bajo una dirección común, una masa de operarios y de herramientas, es decir fuerzas productoras individuales. Al mismo tiempo la producción -una serie de actos individuales- se transforma en una sucesión de actos sociales. Pero, mientras en el cumplimiento de este proceso los medios productores y la producción se hacen esencialmente sociales, su apropiación continúa siendo individual, capitalista. Y se opera la división entre capitalistas detentadores de medios de producción y productores que sólo poseen su trabajo. El antagonismo entre producción social y apropiación capitalista se afirma como enfrentamiento de proletarios y burgueses. Este estado de cosas conduce a una anarquía en la producción, que se manifiesta por: a) proletarízación de las masas, huelga y miseria y b) superproducción, crisis y concentración.
La solución de todos los antagonismos, según Marx, es la apropiación de las fuerzas productoras por la sociedad. Las necesidades de la sociedad y de sus miembros regulan de por sí la organización: apropiación directa de los productos, por la sociedad de un lado, como medio de sostener y desarrollar la producción y, del otro, por los individuos como medios de subsistencia y de aprovechamiento. "Cuando la sociedad haya tomado posesión de los medios de producción la lucha por la existencia individual desaparecerá. La totalidad de las condiciones de existencia que hasta ahora han dominado a los hombres, estarán entonces sometidas a su control. Al convertirse en dueños de su propia organización social, se convertirán, por vez primera, en los auténticos y conscientes dueños de la naturaleza. Sólo a partir de ese instante los hombres harán ellos mismos la historia sabiendo que las causas sociales que pondrán en movimiento producirán, con amplitud creciente, los efectos buscados. La humanidad saldrá al fin del reino de la fatalidad para irrumpir en el de la libertad", decía Engels en "Die entwicklung des sozialismus von der utopie zur wissenschaft" (Socialismo utópico y socialismo científico, 1880).
En el "Manifiesto comunista", Marx analizó el paso de la burguesía de un papel revolucionario a su papel conservador: "La burguesía ha desempeñado una función eminentemente revolucionaria. Ha ahogado los estremecimientos sagrados del éxtasis religioso, el entusiasmo caballeresco de la mentalidad pequeño-burguesa en las heladas aguas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. La burguesía ha socavado una serie de valores tradicionales. La burguesía cayó prisionera de lo que ella misma había creado, sufrió la alienación de las relaciones sociales en las relaciones de producción".El dinero trastrueca y confunde los vínculos sociales. A la vez que se divide (finanzas, comercio, industria) la burguesía se estructura y crea "su ejército de funcionarios y su ejército de soldados, espantoso cuerpo de parásitos que recubre como una membrana la sociedad entera". La burguesía no impide, sin embargo, ni el nacimiento ni el desarrollo de los hombres y de las fuerzas que la condenan. Y volvemos aquí a la explicación global: el análisis dialéctico que Marx consagra a la burguesía reconoce el papel revolucionario y positivo que tuvo ésta en determinado momento histórico. "En el pensamiento de Marx -dice el sociólogo Georges Gurvitch (1894-1965)- la dialéctica histórica se identifica con la marcha de la humanidad en procura de su libertad. Es la dialéctica de la salvación, que conduce al paraíso terrenal, a la reconciliación del hombre y de la sociedad, a la desalienación total, a la abolición de las clases, a la disolución del Estado. La dialéctica histórica de Marx tiene un aspecto profético y beatificante y se funda en un preconcepto del destino de la humanidad. Ese destino consiste en la verdadera solución del antagonismo entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, la verdadera solución entre el origen y el ser, entre la objetivación y la subjetivación, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie". Pero como el conocimiento de este destino es anterior a cualquier dialéctica, la dialéctica histórica de Marx se hace dogmática. "Esta es la gran paradoja de la dialéctica de Marx, la más realista, sin embargo, y la más concreta de cuantas se hayan expuesto hasta el presente. La exégesis de la dialéctica histórica, que encubre aquí una filosofía escatológica de la historia, no sortea el escollo del dogmatismo" -expresa el propio Gurvitch en "Dialectique et sociologie" (Dialéctica y sociología, 1962). El punto de inserción de la crítica de Georges Gurvitch es la ambigüedad entre la realidad histórica y la toma de conciencia de esta realidad. Marx especuló con esta ambigüedad, particularmente en su análisis dialéctico de las revoluciones. La correlación puramente cronológica de los sucesos es la siguiente: 1) Génesis del clima revolucionario. 2) Conmoción. 3) Revolución, esto es elaboración de un nuevo orden económico, social y político. Los hechos (los de la revolución de 1848) le demostraron que la tercera fase no se lograba de manera automática, aun cuando las proporciones de fuerzas pareciesen adecuadas. Análizando punto por punto se desprende: 1) Génesis del clima revolucionario: el antagonismo proletariado-burguesía era flagrante. Las ocasiones de conflicto estaban dentro de la lógica del desarrollo anárquico de la producción capitalista. La periodicidad de las crisis era innegable. 2) La conmoción: trasladó la crisis del plano económico al plano social y político, por lo que cualquier movimiento armado o toma del poder pudieron ser sólo meros acontecimientos. El acontecimiento no trascendió por que los artesanos del movimiento -en este caso el proletariado-no tomaron conciencia de su papel histórico. 3) Revolución: por encima de su aspecto negativo (liquidación de un régimen caduco) la revolución debía ser la construcción de un orden nuevo, y éste no puede realizarse a menos que el "modelo" del nuevo orden de cosas preexista y materialice una ideología preexistente; de otro modo, la energía revolucionaria se desperdicia. "La primera tarea del jefe revolucionario es la de inculcar a las masas la conciencia de su destino y de su tarea". La dialéctica revolucionaria se funda no sólo en una preconcepción del destino de la humanidad, sino también en la afirmación y en la preparación a priori del papel del proletariado. La elección de la historia como dimensión temporal del destino de la humanidad encuadra bien en la perspectiva del materialismo. Entre el tiempo cósmico y el tiempo existencial, el tiempo histórico es el auténtico medio en el que se efectúa gradualmente la desalienación del hombre, su liberación material y social, su expansión ideológica. De la angustia desesperada ante la absurdidad del mundo, nace poco a poco la idea de que el hombre debe reconocerse como el único dueño -o, mejor, la única medida- de su destino. Al instaurar en la tierra un régimen que satisface las necesidades y los deseos del hombre y de la humanidad, la sociedad comunista -que es la fase última e ideal- extingue las aspiraciones a un más allá o a un dios. Existe una contradicción entre el tiempo cósmico (eternidad en infinitud, aunque expresable matemáticamente) y el tiempo existencial (no matemático, subjetivo, cualitativo). Según el marxismo esta contradicción se resuelve con la abolición del tiempo existencial en la historia (el hombre es individuo, pero existe como ser social, inmerso en el destino de la humanidad) y por la fusión del tiempo cósmico con el tiempo histórico, que tiende a un fin cualitativo y no cuantitativo. La sociedad comunista alcanza su perfección y persiste en este ideal, porque elimina todas las contradicciones. El materialismo se niega a discutir la inmutabilidad de este ideal alcanzado al fin. La filosofía del tiempo marxista sustituye la espera apocalíptica por una marcha activa, constructiva, liberadora, hacia una transformación que se inmobiliza en la perfección. El movimiento es irreversible: las alternancias (retrocesos) sólo aparecen en los detalles, pero no durante un largo tiempo. El movimiento "moraliza" el tiempo: lo positivo, lo que está bien, es el sentido de la historia. Lo negativo, lo que está mal, es la contracorriente.
El gran hombre es aquel que en determinado momento impulsa a la historia. El rigor y la inflexibilidad del tiempo se imponen así perentoriamente. El hombre no se realiza pues sino en la sumisión al tiempo histórico. Esta obsesión, esta opresión del tiempo histórico ha llevado a algunos a buscar refugio en el tiempo existencial - Martin Heidegger (1889-1976), Sören Kierkegaard (1813-1855), Jean Paul Sartre (1905-1980)-, ¿pero es éste un medio adecuado para escapar de la contradicción del tiempo?
La filosofía marxista del tiempo tropieza con los mismos obstáculos que la física tradicional de la época. Tiempo y distancia no son valores absolutos, sino que deben ser referidos a la velocidad de la luz, que es constante cualesquiera sean el movimiento de la fuente luminosa y la posición del observador. Esto implica la modificación de las distancias y del tiempo en función del movimiento y, en consecuencia, trastorna el cuadro espacio-temporal de observación de los fenómenos. En este universo, sólo la representación matemática, independiente del observador, tiene sentido objetivo.
La relatividad es la primera teoría de la física moderna que reinstala plenamente al físico ante las cosas, que lo recupera como sujeto ante el objeto: el investigador no puede ya conformarse con registrar las conclusiones de sus experiencias en un lenguaje matemáticamente apropiado, para llegar a la vez a la esencia y a la apariencia. A partir de la relatividad, la objetividad profunda de las leyes de la naturaleza no es ya un dato inmediato de la conciencia, pues la experiencia sólo revela lo relativo. Únicamente el concepto permite descubrir una objetividad mejor fundada, al superar, a partir de la experiencia y con respecto a ella, la experiencia misma. Queda así enjuiciado no solamente el tiempo histórico que sirve de punto de apoyo al materialismo histórico, sino también el mismo materialismo. Si "la objetividad profunda de las leyes de la naturaleza", es decir su materialidad, no es directamente perceptible, el observador no descubrirá sino lo relativo: la objetividad profunda sólo se alcanza a través del concepto. Tal método de conocimiento reconcilia la materialidad y la inmaterialidad, el materialismo y el idealismo, escapando a las críticas que hizo Marx del viejo materialismo. "El defecto principal de todo el viejo materialismo -incluso el de Feuerbach- consiste en que el objeto, la realidad, el mundo sensible son sólo considerados como objeto e intención y no como actividad humana concreta, práctica, libre del tinte subjetivo. Esto explica por qué su carácter activo fue desarrollado por el idealismo en oposición al materialismo, aunque sólo de modo abstracto, puesto que el idealismo no atendía naturalmente a la actividad real y concreta como tal", explicó Marx en "Thesen über Feuerbach" (Tesis sobre Feuerbach, 1845). Juzgar una filosofía no significa en modo alguno condenarla, sino antes bien invitarla a resolver sus contradicciones de acuerdo con las mejores normas de la dialéctica. El mismo Marx decía, a quienes pretendían hacer del marxismo una suerte de credo o de catecismo, que él no era marxista. Una humorada, ciertamente, pero también una lección.