Todos los instrumentos de cuerda derivan de un sencillísimo instrumento prehistórico usado aún por algunos pueblos primitivos: el arco musical, que consiste en una simple varilla de madera curvada por medio de una cuerda tendida entre sus dos extremos y provista de un resonador (una calabaza, una cáscara, un bambú o la misma cavidad bucal del ejecutante). De él derivan, por un lado, el arpa, la lira y la cítara y, por otro, el laúd.
La cítara, la lira y el laúd, que se tañen con los dedos o con un plectro (púa), reciben el nombre de instrumentos de cuerda punteada. La aparición del arco, que probablemente deriva del plectro y que al principio consistía en una simple varilla, dio origen a los instrumentos de cuerda frotada o instrumentos de arco.
Todos los instrumentos de arco primitivos cuyos modelos han llegado hasta la actualidad son bastante simples y se pueden agrupar en dos tipos básicos: uno con caja de resonancia que se adelgaza progresivamente para formar el mango sin solución de continuidad (rabáb norteafricano, sarínda india) y otro con caja más pequeña de forma variable y mango aplicado (rabab árabe, kemangé persa). En general, todos estos instrumentos poseen una o dos cuerdas y se tocan en posición vertical, apoyándolos en el suelo o en las rodillas.
En el siglo IX de nuestra era, con la aparición en Europa de los instrumentos de arco, podemos encontrar ambos tipos. Al primer grupo pertenecen unos instrumentos con caja en forma de media pera cuya parte superior se restringe para formar el mango, el cual lleva un clavijero triangular abierto en el centro, en el que las clavijas se insertan lateralmente desde fuera hacia dentro. El mango remata en una voluta, una cabeza esculpida u otro motivo ornamental. La tapa superior es plana y está perforada por un agujero de resonancia artísticamente tallado, llamado rosa. A este tipo pertenecen el rabel, la lira y la giga.
El segundo grupo está formado por unos instrumentos de cuerpo plano, ovalado, elíptico o de otra forma, cuya tapa superior, ligeramente abombada, se une al fondo plano por unos aros. Estos instrumentos llevan un mango aplicado que termina en un clavijero plano en el que las clavijas se insertan de arriba abajo. Los más conocidos del grupo son la rota y la vihuela.
La vihuela de arco se afirmó sobre la rota a partir del siglo X, en que apareció un tipo ovalado que en los dos siglos sucesivos se transformó en el modelo típico de la Edad Media. El cuerpo de este instrumento se adelgazó en la parte central hasta asumir una forma parecida a la de la guitarra moderna y la rosa fue sustituida por dos segmentos de círculo separados; en cambio, el mango conservó el clavijero plano. Un simple listón de madera sujetaba las cuerdas en la parte inferior; algunos instrumentos tenían un puente; otros, dos; y otros, ninguno. El número de cuerdas, que en principio era de una o dos, aumentó hasta las cinco definitivas. Pero la evolución de este instrumento no se detuvo aquí. El adelgazamiento central del cuerpo se fue haciendo cada vez más pronunciado, el listón portador de las cuerdas se transformó en un cordal triangular, apareció de manera constante un solo puente y se introdujo el batidor, larga pieza de madera colocada sobre el mango y que lo prolonga por encima de la caja de resonancia.
De la evolución de la vihuela de cinco cuerdas nacieron casi al mismo tiempo tres nuevas familias de instrumentos que dominaron la música del primer Renacimiento: las de la viola "da gamba", la lira y la viola "da braccio".La viola "da gamba" apareció a fines del siglo XV con formas muy variadas hasta establecer, en la segunda mitad de la centuria siguiente, su forma definitiva: tapa superior abombada con agujeros de resonancia semicirculares, unida a un fondo plano por aros bastante altos; mango largo que acaba en un clavijero triangular rematado por una voluta o una cabecita esculpida; batidor dividido en trastes como en la guitarra o el laúd; puente bajo y seis cuerdas (raramente siete), afinadas como las del laúd. La familia de la viola "da gamba" comprende seis instrumentos: la viola sobreaguda, la soprano, la alto, la tenor, la bajo y la contrabajo o violone. Las más pequeñas se tocan apoyadas verticalmente sobre las rodillas; las mayores se colocan entre las rodillas y se apoyan en el suelo por medio de un puntal. De aquí nació el nombre de viola "da gamba" (pierna).
Otros instrumentos relacionados con la familia de la viola "da gamba" son la viola de amor, un instrumento "da braccio" (brazo) con la misma tesitura del alto de viola que posee seis o siete cuerdas principales y cierto número de cuerdas que vibran por resonancia (simpáticas), y la viola bastarda, pequeño bajo de viola de afinación variable, con o sin cuerdas simpáticas.La lira es un instrumento típico del alto Renacimiento italiano. Por su forma se parece más al violín que a la viola "da gamba", aunque su clavijero es plano con clavijas de arriba abajo. Los agujeros de resonancia, primero semicirculares, asumieron después la forma de la letra efe minúscula típica del violín. La familia de la lira comprendía: la lira "da braccio" con seis o siete cuerdas; el lirone o lira "da gamba", que poseía de doce a dieciséis cuerdas, y la archiviola "di lira" o "accordo", que tenía hasta veinticuatro. Todos estos instrumentos poseían cuerdas simpáticas.
La viola "da braccio" es un instrumento más pequeño que la lira. Se parece a la viola "da gamba" pero con aros más bajos, mango más corto y ligeramente inclinado hacia atrás. Los agujeros de resonancia son semicirculares. Su familia comprende la viola soprano, la tenor y la bajo. De la combinación de elementos de la lira y de la viola "da braccio" nació el violín.
Es muy difícil determinar dónde y cuándo fue inventado el violín en su estructura definitiva. La primera representación iconográfica de instrumentos a él parecidos se halla en un retablo de 1529 del pintor italiano Gaudenzio Ferrari (1470-1546), en el que aparecen unos pequeños instrumentos apoyados sobre el hombro y dotados de tres cuerdas unos, y de cuatro, otros.
Es probable que el violín apareciera en la región de Milán entre 1520 y 1550. De los instrumentos de esa época que se han conservado hasta la actualidad se destacan dos violines de tres cuerdas construidos en 1542 y 1546 por Andrea Amati (1511-1580), de Cremona, Italia.
El primer violín de cuatro cuerdas, fechado en 1555, se debe a este mismo maestro, el cual, hacia 1560, recibió un importante pedido de parte del rey de Francia Carlos IX (1550-1574), que comprendía en total 38 instrumentos: 24 violines, 6 violas y 8 violoncelos. Esto parece indicar que Amati fue, si no el inventor, por lo menos el primer gran constructor de violines.
El violín es, sin duda, el más fascinante de los instrumentos musicales, el más estudiado y el que ha dado origen a un mayor número de leyendas. Por la belleza de su forma, la sencillez del material empleado y la pureza del sonido representa una cumbre en la fabricación de instrumentos. Por ello no extraña que se llame "maestros" a los grandes constructores, algunos de los cuales han adquirido fama inmortal. En los siglos XIV y XV proliferaron los talleres de fabricantes de laúdes en varias ciudades de Europa. Estos artesanos se dedicaban también a la construcción de otros instrumentos de arco. De ahí que la voz francesa "luthier" o la italiana "liutaio" hayan pasado a designar al fabricante de instrumentos de cuerda en general.
Las principales escuelas de lutería, las que han producido los fabulosos instrumentos, verdaderas obras de arte, tan buscadas hoy por los instrumentistas y que tan altos precios alcanzan, son las italianas, sobre todo las de Brescia y de Cremona.La escuela de Brescia se formó entre fines del siglo XV y principios del XVI. Sus máximos representantes son Gasparo da Saló (1540-1609) y su alumno Giovampaolo Maggini (1580-1632). La escuela de Cremona se inició con Andrea Amati y sus hijos Girolamo y Antonio. El hijo de Girolamo, Nicola (1596-1684), fue el más importante constructor de la familia y formó muchos discípulos, entre los que hay que mencionar: su hijo Girolamo II (1649-1740), Andrea Guarneri (1626-1698), Giambattista Rogeri (1666-1696), Francesco Ruggieri (1620-1700), Paolo Grancino (1655-1692) y Antonio Stradivari (1644-1737), el más ilustre lutier de todos los tiempos junto con su contemporáneo y compatriota Giuseppe Guarneri del Gesü (1698-1744).
Otros importantes constructores de la escuela cremonesa, pertenecientes ya a la siguiente generación, fueron: Carlo Bergonzi (1683-1747), Lorenzo Storioni (1744-1816), Giovambattista Cerutti (1756-1817) y Lorenzo Guadagnini (1685-1746). Un lugar más destacado ocupa el hijo de este último, Giambattista Guadagnini (1711-1786).
Además de las dos ciudades mencionadas, en Italia hubo también otros centros de lutería que también merecen ser destacados: Venecia, con Santo Seraphino (1678-1737), Pietro Guarnen (1626-1672) y Matteo Goffriller (1659-1742); Milán, con Giovanni Grancino (1637-1709) y Carlo Ferdinando Landolfi (1710-1784), y por último, Nápoles, con Alessandro Gagliano (1660-1728.
Fuera de Italia los principales centros constructores fueron el Tirol y la ciudad francesa de Mirecourt. El más famoso representante de la escuela tirolesa es Jacob Steiner (1621-1683). En cuanto a Mirecourt, cuyos maestros más destacados se trasladaron a París, están Nicolás Lupot (1758-1824) y Jean Baptiste Vuillaume (1798-1875).
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII se produjo una gradual decadencia de la lutería italiana. El trabajo resultó inferior y se sustituyó el barniz clásico por otros que secaban más rápidamente. De la investigación para buscar un modelo propio, se pasó a la imitación y copia de los instrumentos de los grandes maestros. Esta práctica trajo fatales consecuencias, ya que dio lugar a falsificaciones a veces muy difíciles de descubrir.
En el siglo XIX se produjo un nuevo florecimiento de la lutería italiana, con nombres tan destacables como los de Francesco Pressenda (1777-1854), Giuseppe Rocca (1807-1865), Andrea Postacchini (1786-1862), Vincenzo Postiglione (1835-1910), Giuseppe Scarampella (1838-1902) y Eugenio Degani (1840-1915), cuyos instrumentos son hoy muy buscados e imitados. El violín, como los demás instrumentos de arco, es esencialmente lírico. Sus cuatro cuerdas tienen características muy particulares y a través de ellas se consiguen los más diversos matices, así como calidades de auténtica belleza. La primera cuerda, mi, es clara, brillante y sus notas más agudas poseen un encanto sobrenatural; la segunda, la, es más suave y aterciopelada; la tercera, re, es dulce y noble; la cuarta, sol, es sobria y majestuosa.
Además del sonido logrado por el arco, se pueden conseguir otros efectos: "pizzicato" (pellizcando las cuerdas como si se tratase de una guitarra), "tremolo" (moviendo el arco arriba y abajo muy rápido), "vibrato" (haciendo vibrar los dedos sobre las cuerdas), "glisando" (moviendo la mano izquierda arriba y abajo sobre las cuerdas), "col legno" (tocando con la parte de madera del arco) y "sul ponticello" (tocando prácticamente sobre el puente). El proceso de construcción del violín y de los instrumentos que componen su familia -viola, violoncelo y contrabajo-requiere habilidad, cuidado y paciencia. Casi 70 piezas de madera, entre estructurales y accesorias, son necesarias para la fabricación de un instrumento. Sus elementos principales son la caja de resonancia y el mango, que constan de 57 piezas; los accesorios son: el puente, el ánima, las clavijas, el cordal, la mentonera y las cuerdas. A excepción de estas últimas, todas las piezas del violín son de madera de abeto, arce, ébano, palisandro, peral y tilo. Desde la segunda mitad del siglo XX las cuerdas, la cinta del arco, los cordales, las mentoneras y las tastieras, en muchos casos, se fabrican con materiales sintéticos. También se construyen violines eléctricos, con casi todos sus componentes sintéticos.