26 de febrero de 2019

El cuento. Historia, teoría, análisis y consideraciones (XV). Lauro Zavala

Lauro Zavala (1954), conocido por su trabajo en teoría literaria, teoría del cine y semiótica, es doctor en Literatura Hispánica por el Colegio de México e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco. Además es profesor del posgrado en Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. El núcleo de su propuesta es un modelo teórico para el análisis de los componentes formales en diversas formas de narrativa. Esta respuesta al formalismo ruso, la deconstrucción y otras teorías de origen europeo surgió del estudio de la literatura hispanoamericana, donde el elemento central no es el desarrollo moral del protagonista, sino la experimentación con el lenguaje.
Fundador y director de la revista semestral de investigación “El Cuento en Red. Estudios sobre la Ficción Breve”, es autor de una docena de ensayos entre los que se pueden mencionar “Paseos por el cuento mexicano contemporáneo”, “Cartografías del cuento y la minificción”, “La minificción bajo el microscopio”, “Cómo estudiar el cuento”, “La precisión de la incertidumbre. Posmodernidad, vida cotidiana y escritura”, “Manual de análisis narrativo”, “Semiótica preliminar. Ensayos y conjeturas” y “Principios de teoría narrativa”. Su interés por la profesión académica lo ha llevado a elaborar una docena de antologías literarias de carácter didáctico, entre ellas “Teorías de los cuentistas”, “La escritura del cuento”, “La palabra en juego. El nuevo cuento mexicano”, “Cuentos sobre el cuento” y “Cien años de literatura mexicana”.
Los textos que siguen a continuación provienen de los artículos “La enseñanza de la narrativa”, publicado en la revista “Perfiles Educativos” en 1994; “Una propuesta metateórica para cine y literatura”, publicado en el Portal periodístico mexicano “Es lo Cotidiano” en 2017; y “La ficción ultracorta y la literatura posmoderna”, discurso de presentación del curso Minificción Contemporánea organizado por la Universidad Autónoma de Guanajuato en 2011.

La utilidad de un modelo teórico consiste en las estrategias de análisis de textos que permite producir. En este caso, lo esencial del modelo consiste en distinguir la naturaleza de los componentes formales, es decir: inicio, narrador, personaje, tiempo, espacio, lenguaje, género, intertextualidad y final. Esta regularidad formal (que no es una regularidad morfológica) nunca fue estudiada por el formalismo norteamericano, que es la fuente de la crítica literaria que se sigue produciendo hoy en día en gran parte de la tradición europea. Por ejemplo, en lugar de estudiar el tiempo narrativo (que puede ser muy complejo) y la manera como este tiempo es manipulado por la voz narrativa (digamos, en un cuento de Juan Rulfo), la tradición académica estadounidense estudia el tema del cuento y su efecto en el lector. Esto es terriblemente confuso, porque definir el tema de un cuento es algo que depende de cada lector, y el efecto que puede producir en los lectores es muy distinto en cada caso. El modelo que yo propongo es lo que llamo el “modelo paradigmático”, pues permite distinguir con precisión los elementos del cuento clásico, moderno y posmoderno. Por supuesto, se trata de literatura y el modelo es asintótico y aproximativo, pues cada cuento es distinto de cualquier otro, pero al mismo tiempo comparte elementos similares con cualquier otro cuento del mismo paradigma.
Definición de cuento. Al definir el género literario llamado cuento es necesario distinguir entre el cuento clásico, el cuento moderno y el cuento posmoderno. Un cuento literario de carácter clásico es una narración breve donde se cuentan dos historias de manera simultánea, creando así una tensión narrativa que permite organizar estructuralmente el tiempo de manera condensada, y focalizar la atención de manera intensa sobre una situación específica. La tensión narrativa que define al cuento es creada por la existencia de una historia subterránea que sale a la superficie al final del texto, y a cuyo efecto en el lector lo llamamos epifanía. Esta tensión define la naturaleza metafórica del cuento, y lo distingue de géneros narrativos claramente metonímicos, como la novela.
Algunos de los elementos narrativos del cuento (título, inicio, narrador y final) están ligados a las estrategias del suspenso. A su vez, el género y el intertexto están relacionados con la tradición, ya sea para asumirla, rechazarla o jugar con ella. Los demás elementos determinan que el texto narrativo alcance un nivel artístico: el tiempo (estructurado en una forma compleja), el espacio (que puede alcanzar un carácter alegórico o crear una atmósfera particular), el lenguaje (que puede estar particularmente trabajado) y los personajes (cuya profundidad humana puede ser sugerida de manera intensa). Por otra parte, el cuento literario de carácter moderno (también llamado relato) se caracteriza por la multiplicación, la neutralización o el carácter implícto de la epifanía, así como por una asincronía deliberada entre la secuencia de los hechos narrados (historia) y la presentación de estos hechos en el texto (discurso). La segunda historia permanece implícita, y el texto requiere una lectura entre líneas o varias relecturas irónicas.
Por último, en el relato llamado posmoderno hay una coexistencia de elementos clásicos y modernos en el interior del texto, lo cual le confiere un carácter paradójico. Las dos historias pueden ser sustituidas por dos géneros del discurso (lo cual define una escritura híbrida), y el final cumple la función de un simulacro, ya sea un simulacro de epifanía (posmodernidad narrativamente propositiva) o un simulacro de neutralización de la epifanía (posmodernidad narrativamente escéptica). Por supuesto, algunos lectores prefieren el cuento clásico o moderno, y se interesan más porque se cuente una historia o por la fidelidad a las vanguardias que por las posibilidades que ofrecen el diálogo intertextual y la presencia de recursos como la parodia, el pastiche y la polifonía que caracterizan al cuento posmoderno y a la minificción. En síntesis, el cuento posmoderno puede ser cualquier cosa que no cabe en el canon del cuento clásico o moderno, al integrar elementos de ambas tradiciones. Incluso puede ser un simulacro de cuento.
Definición de minificción. La minificción es la escritura experimental cuya extensión no rebasa una página impresa, es decir, que tiene menos de (aproximadamente) doscientas cincuenta palabras. La minificción es el género más reciente de la historia de la literatura. Mientras el cuento moderno (cuya extensión oscila entre dos mil y diez mil palabras) surgió en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX (con los textos de Nathaniel Hawthorne y Edgar Allan Poe en la década de 1840), por su parte la minificción surgió en Hispanoamérica en la primera mitad del siglo XX (con los textos de Julio Torri, en México, y de Macedonio Fernández, en Argentina, en la década de 1910). La minificción moderna y experimental se distingue por la presencia de uno o varios de los siguientes componentes literarios: tiempos simultáneos, espacio anamórfico, ausencia de arquetipos, narrador irónico, lenguaje estilizado y final abierto. Minificciones modernas son las de Julio Torri, Oliverio Girondo, Cristina Peri Rossi y Juan José Arreola. La minificción posmoderna y lúdica se distingue por la presencia de uno o varios de los siguientes componentes literarios: tiempo anafórico, espacio metonímico, narrador implícito, personajes alusivos, lenguaje metafórico, género alegórico, intertexto catafórico y final fractal, es decir, diferido o serial.
Minificciones posmodernas son las de Luis Britto García, Guillermo Samperio, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Augusto Monterroso, Eduardo Galeano y Ana María Shua.
Introducción a la teoría del cuento. Uno de los principales problemas al estudiar la narrativa breve es determinar el empleo de cada término. En este trabajo trataré sólo el cuento literario, es decir, aquel que tiene siempre un autor individual y que se distingue del autor de cuento popular, que es anónimo y colectivo. Al cuento literario se le llama también cuento corto. La extensión del cuento es muy variable, y va de quinientas a diez mil palabras, con numerosas excepciones. Al cuento con una extensión menor a las dos mil palabras se le llama ultracorto o microficción, mientras la novela corta tiene una extensión que va de las diez mil a las cincuenta mil palabras, aunque su carácter novelesco no depende de su extensión. Por ejemplo, “El perseguidor” de Julio Cortázar tiene alrededor de veinticinco palabras, y es considerado un cuento corto, mientras que “Aura” de Carlos Fuentes tiene menos de la mitad de esa extensión y es considerada, con toda legitimidad, una novela. La idea central consiste en sostener que hay tres tipos de cuentos literarios hoy en día, aunque su distinción es objeto de polémicas: el cuento clásico, el cuento moderno y el cuento experimental. Este último también es llamado cuento posmoderno o, más tradicionalmente, anti-cuento.
El cuento clásico. El cuento clásico tiene numerosos antecedentes, pero su forma canónica, con reglas precisas, surgió hacia el primer tercio del siglo XIX en Europa, Hispanoamérica y Estados Unidos simultáneamente. En él suele haber un narrador omnisciente o impersonal; se cuenta una historia de manera secuencial y obedece a determinadas reglas de verosimilitud que llamamos reglas del realismo genérico. Una de sus formas más perdurables e interesantes es el cuento policíaco, que nació también con su primer teórico: Edgar Allan Poe. Para Poe, la brevedad del cuento es consecuencia de su intensidad, y esta brevedad lo lleva a producir la unidad de impresión. No es casual que la narrativa policíaca surgiera en forma de cuento, pues la tensión narrativa que le es característica es más propia de una narrativa intensa.
El cuento clásico (Poe, Quiroga, O. Henry,) se caracteriza por la intensidad, la unidad de acción, la secuencia lineal de las acciones y la sorpresa final. Por ello, a mayor dramatismo, mayor revelación. Su desenlace es lógico pero sorprendente. Para algunos autores, el cuento (clásico) es el arte de la revelación moral, mientras la novela es el arte de la evolución moral. Esta observación recuerda la existencia en el cuento clásico de una epifanía o revelación, es decir, la importancia decisiva de un momento específico en la vida cotidiana del personaje, mientras en la novela se muestran indiscriminadamente todas las relaciones del personaje con su universo. La epifanía es el momento en que el personaje aprende algo sobre sí mismo, como resultado de una súbita revelación.
El cuento clásico exige más de una lectura, debido a su compresión. Toda información es dudosa, ambigua o irreconocible en la primera lectura. Por otro lado, siempre hay simbolismos presentes, y éstos pueden ser el elemento central. A esto se le puede llamar el efecto micro cósmico: producir un efecto intenso en el lector a partir de un incidente trivial. Por último, el cuento clásico tiene una estructura arbórea, es decir, se inicia con frases enigmáticas para el lector, y al avanzar en la lectura éste va aclarando la idea del lugar hacia el que se dirige la narración, de tal manera que el final produce la sensación de algo lógico e inevitable. Muchas ramificaciones posibles al principio, pero una fuerte raíz al final. A esta estructura de árbol puesto de cabeza se le podría llamar la regla de la inevitabilidad en retrospectiva.
El cuento moderno. Hacia fines del siglo XIX surge otra forma de contar cuentos, especialmente a partir de las narraciones escritas por Chéjov. Se podría hablar en este caso de historias sin historia, en las que cuenta más la creación de atmósferas, la presentación de conflictos morales y el compromiso del lector con determinados estados de ánimo que el relato explícito y didáctico de una súbita revelación, característico del cuento clásico. En esta clase de cuentos se llega con frecuencia a la paradoja de tener una narración sin narrador, hasta llegar al extremo de contar solamente con los diálogos de los personajes. Al nacer esta forma de cuento, en Hispanoamérica surge un interés muy marcado por lo social. El interés por conflictos morales, especialmente de personajes marginales y antihéroes es, por ejemplo, la tradición del cuento ruso y del cuento irlandés. El cuento moderno tiene un final abierto, incierto y problemático, en el que hay una espacialización del tiempo (como en el caso de Rulfo), es decir, en él las imágenes de la memoria se fragmentan. En el cuento moderno, a menor dramatismo corresponde una mayor revelación. De hecho, lo más importante nunca se cuenta, sólo se alude. En esta clase de cuento la anécdota es, como decía
Ernest Hemingway, la punta de un iceberg frente al cual el lector ha de imaginar lo que queda sin ser mostrado. Claramente, casi todo el cuento del siglo XX es moderno: Conrad, Kafka, Borges, Beckett, Joyce, Cortázar. De hecho, en Chéjov se anuncian las características del cuento moderno. Entre ellos están los siguientes: naturalidad, que consiste en la ausencia de efectos espectaculares o dramáticos buscados por el narrador; descripción selectiva, lo que significa que a partir de un detalle único se ilumina todo un ambiente; ausencia de moraleja y diversidad de matices, a lo que Nabokov llamo “sistema de olas, no de partículas”; la combinación de belleza más compasión, es decir, la idea de que lo alto y lo bajo no son distintos, aunque lo sean para los personajes; el final abierto, y la descripción de minucias que contienen otros posibles cuentos. Este último elemento anuncia ya un rasgo de la escritura contemporánea: los fractales en los que se desdobla un cuento dentro de otro. En el cuento moderno el ambiente puede llegar a ser el personaje, y el tiempo se espacializa, es decir, se rompe el orden sucesivo, pero siempre desde una visión unitaria que termina por mitologizar a los personajes. Como señaló W.H. Auden, en el cuento moderno el personaje es un estado emocional.
Cuento y novela. A continuación se señalan algunas diferencias internas entre el cuento y la novela. Mientras la novela realista muestra la relación entre un personaje y su universo, el cuento muestra una intuición o visión del autor sobre un hecho, una idea o un personaje. De lo anterior se desprende que el cuento, lo mismo en su versión clásica que moderna, es un género más centrado en el tono (y por lo tanto en el narrador) que en la trama (y por lo tanto menos centrado en los personajes) que la novela. El escritor Irving Howe señaló en alguna ocasión que en el cuento se logra un tono de voz más que una visión de la vida. Mientras la novela ofrece descripciones directas y detalladas, el cuento tiende a las descripciones elípticas y ambiguas.
Por otra parte, la novela tiende a ser metonímica, ya que cada fragmento lleva a una totalidad, mientras el cuento tiende a ser metafórico, pues el todo lleva a otras posibilidades. Esto significa que la novela aspira a una totalización, es decir, a decirlo todo sobre su personaje, mientras el cuento aspira a la relativización, y por ello, a dudar de todo. Quien escribe o lee una novela parte de la creencia de que hay una versión total de la verdad, mientras el lector o el autor de un cuento parten de la creencia de que es imposible que exista una verdad total. Para el lector de cuentos sólo existen verdades parciales, provisionales, inciertas.
Por ello mismo, la novela parece representar la búsqueda de verdades, mientras el cuento (especialmente el clásico) representa la búsqueda de epifanías o iluminaciones. En ese sentido, puede hablarse del cuento como de la voz de una aria (una voz dominante), o bien como de la coexistencia de varias voces compitiendo en un mismo tono. Por su parte, la novela es como un conjunto sinfónico de voces complementarias en diversos tonos, como un ejemplo de lo que los músicos llaman polifonía. En consonancia con lo anterior, habría que añadir que mientras la novela narra con una focalización indiscriminada, como parte de la tradición homérica, el cuento narra desde una focalización contrastada, en la tradición de la narrativa hebraica. En una palabra, mientras el cuento es un ejercicio de síntesis, surgido ahí donde hay tensión, la novela es una forma de análisis, un ejercicio de extensión.
El cuento experimental. Además del cuento clásico y el cuento moderno, durante los últimos cincuenta años se han estado escribiendo cuentos que cuestionan todos los principios de ambas formas de escritura, al grado de ser considerados como diversas formas del anti-cuento por sus detractores y por muchos de sus estudiosos también. Para Philip Stevick, hacia fines de la década de 1960, los cuentos experimentales podían formar parte de alguna de las siguientes tendencias: a) cuento metaficcional: ficción sobre la ficción, como una crítica de la mimesis; b) cuento fantástico: ficción que crea su propia realidad, como una crítica a las convenciones del realismo; c) cuento como crónica: ficción sobre lo cotidiano, como una crítica a la narrativa de lo extraordinario; d) cuento como deriva: ficción sin una historia específica, como una crítica a la noción de que se debe contar siempre acerca de algo; e) cuento como viaje interior: ficción sobre los extremos de lo humano, como una crítica a las experiencias comunes; f) cuento fenoménico: ficción como registro de la actividad mental, como una crítica a la narrativa que contiene el resultado de un análisis; g) cuento de lo absurdo: ficción como crítica a la omnipresencia del sentido; h) cuento ultracorto: ficción como crítica a la noción de que sólo la narrativa extensa es valiosa.
A estas formas experimentales, junto con otras más, algunos teóricos las han llamado cuento posmoderno. El estudio del cuento experimental requiere de herramientas de análisis diferentes a las utilizadas para estudiar el cuento clásico y moderno, pues el cuento experimental parte de la crítica a los presupuestos del cuento tradicional (clásico o moderno), y amplía la utilización de algunos elementos surgidos en el cuento moderno.
En el cuento hispanoamericano, y con el antecedente de los cuentos (o, más exactamente, las “ficciones”) de Jorge Luis Borges, hay una proliferación de escritura irónica, paródica y ultracorta, de carácter fronterizo, en el que se juega con todas las convenciones clásicas y modernas acerca de lo que es un cuento literario. En muchos casos, esta escritura está muy próxima a la crónica periodística, y también en ella hay una presencia cada vez más fuerte de perspectivas anteriormente marginadas, como las mujeres, los indígenas, los chicanos y otros grupos que coexisten en un espacio en el que la identidad (personal y social, pero muy especialmente literaria) es una mera hipótesis provisional de trabajo. Una guía para el análisis del cuento experimental podría partir de un reconocimiento cartográfico de sus manifestaciones, todas ellas de una u otra forma metaficcionales.
Estrategias de interpretación narrativa. En lo que sigue se utilizara la palabra cuento para hacer referencia exclusivamente al cuento clásico y a algunas formas el cuento moderno, pues el análisis del cuento experimental requiere categorías propias. Existen muy diversas estrategias de análisis del cuento, y cada una de ellas puede dar como resultado diversos análisis personales, según la experiencia, las expectativas y las condiciones de cada lectura.
Estas son algunas de las estrategias para el análisis de cuentos: A) Respuesta personal. Aunque este terreno es el objeto de análisis desde diversas perspectivas, la escritura de materiales informales realizada inmediatamente después de haber leído un texto ofrece una gran riqueza, pues de ahí pueden surgir los elementos para el análisis más sistemático del cuento. De hecho, éste es una de las mejores aproximaciones al proceso de creación narrativa. La respuesta personal a un cuento puede apoyarse en cualquiera de las siguientes estrategias de escritura: continuar el texto a partir de algún punto determinado, utilizando el estilo del autor pero alterando la secuencia o extendiendo su sentido, como un ejercicio de estilo; identificarse con un personaje del cuento, y a partir de esa identificación escribir acerca de la situación de este personaje, sus motivaciones, decisiones, actitudes; subrayar la palabra o pasaje más importante, y comentar brevemente su significado, buscar en la propia memoria una experiencia similar, y escribir acerca de sus similitudes y diferencias con lo narrado en el cuento; escribir un texto subjetivo, basado en la experiencia de haber leído el cuento en esta ocasión.
B) Análisis comparativo. Consiste en la confrontación de los resultados de cualquiera de los análisis previos con los principios estéticos declarados por el autor mismo sobre sus textos o sobre la literatura en general. O bien, la aplicación de dos métodos de análisis a un mismo texto, o la comparación de dos textos (escritos en la misma o en diferentes lenguas) desde una misma perspectiva de análisis. Todas estas comparaciones llevan a un mayor o menor grado de abstracción. C) Confrontación genérica. Consiste en la confrontación de los resultados del análisis de un cuento con el resultado de su adaptación al lenguaje audiovisual, en caso de existir. Este análisis parte del principio de que un guión es sólo un instrumento para apoyar el paso de un lenguaje a otro, y por ello sólo es posible comparar el resultado del análisis literario de un cuento con el resultado del análisis de una película adaptada a partir de aquel, utilizando para este análisis categorías comunes a ambos lenguajes. D) Lectura simultánea. Consiste en la lectura de un cuento individual, generalmente en términos intertextuales, siguiendo el orden de la escritura, es decir, línea a línea, párrafo a párrafo. Esta lectura puede partir de una teoría específica acerca del cuento (o la narrativa) en general o de una teoría acerca del subgénero del cuento al que éste pertenece, o bien de un estudio sobre el autor y las características de su escritura. También es llamado explicación de texto, y es el comentario analítico más didáctico en el estudio formal de la literatura. Este tipo de análisis también puede consistir en concentrarse en algún aspecto específico del cuento a lo largo de la lectura (a lo cual se llama lectura dirigida), o bien en la utilización de un modelo específico de interpretación. La lectura simultánea exige poner atención en los detalles y fragmentos mayores, y permite señalar lo que no es evidente en una primera lectura: un tema colosal sugerido por un detalle o una pequeña clave sugerida por una palabra. Una lectura dirigida puede concentrarse en un fragmento del cuento, es decir, en una escena clave, en una conversación crucial, el establecimiento de un tema, el párrafo inicial o la frase final.