12 de septiembre de 2022

Trotsky revisitado (XXVII). Críticas y reproches (1)

Aleksei Gouseev: La burocracia soviética

El historiador ruso Aleksei Gouseev (1970) es autor de casi un centenar de publicaciones académicas sobre la historia de los movimientos socialistas, el trotskismo y las oposiciones comunistas, la historia social y política de Rusia, la historiografía y los problemas de la ciencia política. Actualmente es profesor de Historia en la Moskóvskiy Gosudárstvenniy Universitét Ímeni M.V. Lomonósova (Universidad Estatal Lomonosov de Moscú), universidad en la cual también fue vicedirector de los Departamentos de Historia de las Ciencias Sociales y de Historia de los Movimientos y Partidos Políticos. Especialista en los movimientos de oposición en la Rusia Soviética en los años ‘20 y comienzos de los ’30, es considerado una autoridad mundial en su tema. Escribió numerosos artículos sobre la oposición trotskista en la Rusia Soviética, basándose en fuentes invalorables como son los archivos que permanecieron cerrados durante la prolongada noche negra del estalinismo. Entre ellos sobresalen los cuadernos hallados en 2018, que datan de 1932/33, pertenecientes a un grupo de militantes de la Oposición de Izquierda encarcelados en la prisión de Verjneuralsk, en el sur de Rusia. Lo que sigue es la primera parte de “La clase imprevista. La burocracia soviética vista por León Trotsky”, un artículo de su autoría que apareció publicado el 25 de agosto de 2009 en la página web “herramienta.com.ar”.

 
El intento de transición al socialismo en la URSS ha suscitado los más diversos debates durante décadas, haciéndose más definitorio el antagonismo ideológico que el tema entraña, tras el colapso soviético. Stalin fue el rostro visible y representante de la burocracia que gradualmente rompió vínculos con la esencia bolchevique y que deshizo los endebles mecanismos de participación política de las masas. Sería entonces oportuno preguntar ¿de qué fuentes se nutrió la burocracia soviética? A los principales cargos administrativos ascendieron figuras de relieve secundario dentro de la revolución debido, entre otros factores, a que muchos viejos combatientes de la vanguardia perecieron durante la contienda civil, o se separaron de las masas al ocupar cargos de menor relevancia, acomodándose a las nuevas condiciones de poder. Al mismo tiempo, el poder soviético estuvo forzado a utilizar individuos del anterior aparato gubernamental, incorporando personal técnico y especializado, así como a las masas campesinas que fueron proletarizadas. De este modo se desclasó al partido de Lenin, cuyo requisito de ingreso de nuevos militantes debía ser el resultado de un largo y riguroso proceso de comprobación, excepto para los trabajadores que hubieran laborado en la industria por más de diez años.
La burocracia soviética se formó a partir de un proceso complejo, fuera de los modos históricamente conocidos. Luego se hizo del poder, dominó el conocimiento y su divulgación, controló los medios de producción de ideas, garantizando por décadas su reproducción. El proceso de burocratización tuvo sus orígenes desde el inicio mismo de la Revolución, pero su consagración como sector dominante en la sociedad tuvo lugar en la década del ‘30. Lenin explicó el surgimiento de la burocracia como una excrecencia parasitaria y capitalista en el organismo del Estado obrero, nacida del aislamiento de la Revolución en un país campesino, atrasado y analfabeto. Sobre este nuevo grupo de dirigentes que tenía sus propias ideas, sus sentimientos y sus intereses, Trotsky destacó que “estos hombres no hubieran sido capaces de hacer la revolución, pero han sido los mejores adaptados para explotarla”.
La materia prima para la actividad “ideológica” de quienes detentaron el poder en la URSS fueron las grandes masas de analfabetos que, ciertamente, se liberaron de la oscuridad, y del mismo modo resultaron fácilmente manejados en nombre de algo mejor, sumiéndose en la ignorancia secundaria de que era ese precisamente el fin último a alcanzar como sociedad. Salvo en los sectores más avanzados políticamente, dicho sea de paso la minoría, las ideas del socialismo no habían calado en la población que habría de ser educada y preparada en el debate revolucionario.
Esta clase imprevista que se privilegió del poder estatal era, en teoría, la representante de los intereses de las masas, mientras que en la práctica, administró la propiedad pública beneficiándose de ella. Es cierto que los miembros de la burocracia no poseían capital privado; pero sin ningún control por el resto de los sectores sociales, dirigieron la economía -extendiendo o restringiendo tal o cual rama de la producción- fijaron los precios, articularon el reparto, controlaron el excedente. De este modo mantuvieron el partido, el ejército, la policía y la propaganda que los sustentaba. Con el transcurso de los años, sobre todo a fines de los ‘70, se acuñó en el campo socialista el término “ellos y nosotros” que reflejaba las diferencias que se fueron revelando y que tenía raíces bien profundas, tempranamente señaladas por muchos revolucionarios, que manifestaban la estratificación de la sociedad, o más concretamente, su preservación.


El análisis respecto al tema de la burocracia tiene una de sus aristas más polémicas en sus vínculos o autonomía respecto a otras clases. Para algunos autores, esta no podía convertirse en elemento central de un sistema estable, pues solo es capaz de traducir los intereses de otra clase. En el caso soviético se balanceaba, según este criterio, entre los intereses del proletariado y de los propietarios. Por otro lado, algunos autores afirman que la burocracia no expresaba intereses ajenos, ni oscilaba entre dos polos, sino que se manifestaba como grupo social consciente según sus propios intereses. Los hechos revelaron que la clase burocrática monopolizó completamente el poder y la propiedad. Ella se impuso en la lucha por el poder después de haber abatido a todos sus opositores. Pero manifestó sus difusos intereses en el solapado discurso de ser representante del proletariado.
¿Cuál era el sistema que existió en Rusia bajo el período “soviético”? Ciertamente es una de las principales preguntas de la historia y en cierta medida de las otras ciencias sociales. Y no es solamente una pregunta académica: está muy ligada a la época contemporánea, porque es imposible comprender las realidades de hoy sin entender las de ayer. Esta pregunta puede sintetizarse como sigue: ¿En el sistema “soviético”, qué era el sujeto central que impuso determinada vía de desarrollo del país, vale decir, la burocracia dirigente? ¿Cuáles eran sus relaciones con los otros grupos sociales? ¿Qué motivos y necesidades determinaban su actividad? Es imposible estudiar seriamente estos problemas sin conocer las obras de León Trotsky, uno de los primeros autores que trató de comprender y analizar la naturaleza del sistema “soviético” y su capa dirigente. Consagró muchas obras a este problema, pero sus puntos de vista más generales y densos sobre la burocracia se exponen en su libro “La revolución traicionada”, publicado en 1936.
Recordemos las características principales de la burocracia, dadas por Trotsky en su libro: 1) El nivel superior de la pirámide social en la URSS está ocupado por “la única capa social privilegiada y dominante, en el sentido pleno de estas palabras”, capa que “no hace directamente un trabajo productivo, sino dirige, ordena, manda, hace favores y castiga”. Según Trotsky, cuenta entre 5 a 6 millones de personas. 2) Esta capa que dirige todo está fuera de cualquier control por parte de las masas que producen los bienes sociales. La burocracia domina, las masas trabajadoras “obedecen y guardan silencio”. 3) Esta capa mantiene relaciones de desigualdad material en la sociedad. “Las limusinas para ‘los activistas’, los buenos perfumes para ‘nuestras mujeres’, la margarina para los obreros, las tiendas de lujo para ‘la nobleza’, la plebe solamente mira los manjares delicados detrás de las vitrinas”. En general, las condiciones de vida de la clase dirigente son análogas a las de la burguesía: “Comprende todas las gradaciones: de la pequeña burguesía provincial a la gran burguesía de las capitales”. 4) Esta capa es dirigente no sólo objetivamente; subjetivamente se considera el amo único de la sociedad. Según Trotsky, tiene “una conciencia específica de clase dirigente”. 5) La dominación de esta capa se mantiene por medio de la represión. Su prosperidad se basa en “la apropiación enmascarada de los productos del trabajo ajeno”. “La minoría privilegiada -apunta Trotsky-, vive a la sombra de la mayoría desposeída”. 6) Hay una lucha social latente entre esta clase dirigente y la mayoría oprimida de los trabajadores.
Trotsky describe este cuadro: existe una capa social bastante numerosa que controla la producción y por consiguiente su producto de manera monopólica, que se apropia de gran parte de este producto (es decir, ejerce una función de explotación), que está unida por la comprensión de sus intereses materiales y está enfrentada a la clase de los productores. ¿Cómo llaman los marxistas a la capa que tiene todas estas características? Sólo hay una respuesta: es la clase social dirigente en el pleno sentido de la palabra.
Trotsky acerca a los lectores a sacar tal conclusión, pero no lo hace, aunque observe que en la URSS la burocracia “es algo más que burocracia”. “Algo más”, ¿pero qué? Trotsky no lo dice. Además, destina un capítulo a refutar una esencia de clase de la burocracia. Después de haber dicho “a”, después de haber descrito el cuadro de la clase dirigente explotadora, a último momento Trotsky retrocede y se rehusa a decir “b”. Trotsky tiene las mismas reticencias cuando trata otra cuestión, cuando compara el sistema burocrático estalinista con el sistema capitalista. “Mutatis mutandis, el gobierno soviético ha ocupado con respecto a la economía el mismo lugar que el capitalista en la empresa”, dice Trotsky en el capítulo II de “La Revolución traicionada”.
En el capítulo IX dice: “El traspaso de las empresas al Estado cambia la condición del obrero sólo jurídicamente; de hecho, está obligado a vivir en la miseria, trabajando durante algún tiempo determinado por un salario fijo. Los obreros han perdido toda influencia en la administración de sus fábricas. En la condición del trabajo por piezas, en medio de su penosa situación material, de la ausencia de libertad de desplazamiento, del régimen policial terrible que penetra en la vida cotidiana de cada fábrica, el obrero difícilmente se siente ‘un trabajador libre’. Ve al jefe en el funcionario y al patrón en el Estado”. En el mismo capítulo Trotsky apunta que la nacionalización de la propiedad no liquida una diferencia social entre las capas dirigentes y las capas sometidas: unas gozan de todos los bienes posibles, mientras las otras viven en la miseria como antaño y venden su mano de obra. En el capítulo IV dice lo mismo: “La propiedad estatal de los medios de producción no transforma el estiércol en oro y no convierte en santo al sistema del sudor”.


Estas tesis parecen muy claramente constatar fenómenos elementales desde el punto de vista marxista. Porque Marx subrayó siempre que la característica principal de todo sistema social no es la legislación y “las formas de la propiedad”, cuyo análisis como cosa en sí misma conduce a una metafísica inútil. El factor decisivo está constituido por las relaciones sociales reales y sobre todo la actitud de los grupos sociales hacia el producto excedente de la sociedad.
Un modo de producción puede fundarse sobre diferentes formas de propiedad. El ejemplo del feudalismo lo muestra bien. La Edad Media se fundó sobre la propiedad feudal privada de las tierras en los países occidentales y sobre la propiedad feudal de Estado en los países orientales. Sin embargo, en los dos casos las relaciones sociales fueron feudales, lo que los campesinos productores sufrían era la explotación feudal. En el volumen III de “El Capital” Marx dice que un rasgo principal de toda sociedad es “la forma económica específica bajo la cual se extrae directamente el trabajo gratuito de los productores mismos”. En consecuencia, se trata del rol decisivo de las relaciones entre aquellos que controlan el proceso y los resultados de la producción y quienes lo ejecutan. “La actitud de los propietarios de las condiciones de la producción para con los productores mismos. Es aquí donde descubrimos el misterio más profundo, la base oculta de toda la sociedad”.
Hemos dado ya el cuadro descripto por Trotsky de las relaciones entre la capa dirigente y los productores. Por un lado, “los propietarios de las condiciones de la producción” reales corporizados en Estado (es decir, la burocracia organizada) y del otro los propietarios “de jure”, en realidad los trabajadores despojados de derechos, los asalariados a quienes “se extrae el trabajo gratuito”. Sólo es posible sacar de esto una conclusión lógica: entre el sistema burocrático estalinista y el del capitalismo “clásico” no hay ninguna diferencia de principios, desde el punto de vista de su naturaleza.
También aquí, después de haber dicho “a”, después de haber demostrado una identidad de principios entre estos dos sistemas, Trotsky no dice “b”. Al contrario, se pronuncia sin vueltas contra la identificación de la sociedad estalinista como capitalismo de Estado y propone la tesis de la existencia en la URSS de una forma específica de “Estado obrero”, en la que el proletariado sigue siendo la clase dirigente desde el punto de vista económico y no sufre explotación aunque esté “políticamente expropiado”. Para respaldar esta tesis, Trotsky invoca la nacionalización de las tierras, de los medios de producción de transporte y de cambio, así como el monopolio del comercio exterior, es decir, sostiene el mismo argumento “jurídico” que antes había refutado de manera convincente (véanse las citas antes mencionadas). En la página 82 de “La revolución traicionada” niega que la propiedad estatal pueda “transformar el estiércol en oro”, pero en la página 218, al contrario, declara que el sólo hecho de la nacionalización es suficiente para que los trabajadores oprimidos se conviertan en clase dirigente.
¿Cómo podemos explicar esto? ¿Por qué Trotsky, el publicista, el crítico despiadado del estalinismo que presenta los hechos que muestran a la burocracia como una clase dirigente y un explotador colectivo, está contradicho por Trotsky, el teórico, que trata de analizar los hechos expuestos? Evidentemente se pueden señalar dos causas principales que le impidieron superar esta contradicción: una de tipo teórica y la otra política.
En “La revolución traicionada” procura refutar teóricamente la tesis de una esencia de clase de burocracia levantando argumentos bastante débiles como que “no posee acciones ni títulos”. Pero, ¿por qué sería obligatorio que la clase dirigente debiera poseerlas? Es muy claro que la posesión de “acciones y títulos” en sí misma no tiene importancia alguna: lo que importa es si tal o cual grupo social se apropia del producto excedente del trabajo de los productores directos. Si es así, la función de explotación existe, independientemente de que la distribución del producto apropiado se haga como resultado de la propiedad de acciones o como remuneración y privilegios de función. El autor de “La revolución traicionada” también es poco convincente cuando dice que los representantes de la capa dirigente no pueden dejar su estatus privilegiado en herencia. Es improbable que Trotsky haya creído seriamente que los hijos de la elite se convertirían en obreros y campesinos.
En nuestra opinión no es necesario buscar en explicaciones superficiales de este tipo la negativa de Trotsky a considerar a la burocracia como la clase social dirigente. Es necesario buscarla en su firme convicción de que la burocracia no puede convertirse en elemento central de un sistema estable, y sólo es capaz de “traducir” los intereses de otras clases, aunque fuese desvirtuándolos. Ya en los años ‘20 esta convicción se convirtió para Trotsky en la base de un esquema de análisis en que los antagonismos sociales en la sociedad “soviética” eran reducidos a una estricta dicotomía: proletariado-capital privado. En este esquema no quedaba lugar para ninguna “tercera fuerza”. La elevación de la burocracia fue considerada el resultado de la presión de la pequeña burguesía rural y urbana sobre el Partido y el Estado. La burocracia fue considerada como un grupo que se balanceaba entre los intereses de los obreros y de “los nuevos propietarios”, incapaz de servir bien a unos y a otros. Seguramente, tras el primer golpe serio contra la estabilidad, el régimen de dominación de semejante grupo inestable “intermedio entre las clases” debería caer y el grupo se escindiría. Esto fue lo que Trotsky predijo a fines de los años ‘20.
Sin embargo, los acontecimientos se desarrollaron de otra manera. Después del durísimo conflicto con el campesinado y la pequeña burguesía, la burocracia no cayó ni se escindió. Tras lograr fácilmente la capitulación de los poco numerosos “derechistas” en su seno, comenzó a liquidar la NEP, “los kulaks como clase” y desplegó la colectivización e industrialización forzada. ¡Todo eso resultó completamente inesperado para Trotsky y sus partidarios, porque habían estado seguros de que los “apparatchiks” centristas no serían capaces por su misma naturaleza! No es sorprendente que el fracaso de los cálculos políticos de la oposición trotskista haya aparejado su decadencia catastrófica.


Procurando en vano encontrar una salida, Trotsky envió desde su exilio cartas y artículos donde afirmaba que sólo se trataba de un giro del aparato que debería “fracasar inevitablemente mucho antes de obtener cualquier resultado serio”. Incluso cuando el líder de la oposición vio la inconsistencia práctica de su visión del rol “dependiente” de la burocracia “centrista”, continuó aferrándose obstinadamente a un esquema fracasado. Sus reflexiones teóricas de la época del “gran viraje” impresionan por su alejamiento de la realidad. Por ejemplo, a fines de 1928 escribió: “El centrismo es la línea oficial del aparato. El portador de ese centrismo es un funcionario del partido. Los funcionarios no constituyen una clase”. ¿Qué línea de clase representa el centrismo?
Debido a que Trotsky negaba la posibilidad misma de una línea propia de la burocracia, sacaba la siguiente conclusión: los propietarios en ascenso encuentran su expresión, aunque cobarde, en la fracción de derecha. La línea proletaria está representada por la oposición. ¿Qué le queda al centrismo? Después de restar los antes mencionados queda... el campesinado medio. ¡Y escribía todo esto al mismo tiempo que el aparato estalinista conducía la violenta campaña contra el campesinado medio y preparaba la liquidación de su formación económica!
Y posteriormente Trotsky continuó esperando una próxima desintegración de la burocracia en elementos proletarios, burgueses y “los que se harán al lado”. Predijo la caída del poder de los “centristas”, primero después del fracaso de la colectivización completa, y después como resultado de la crisis económica a fines del primer Plan Quinquenal. En su proyecto de la plataforma de la oposición de la izquierda internacional sobre la cuestión rusa, redactado en 1931, incluso escribió sobre la posibilidad de una guerra civil cuando los elementos del aparato del Estado y el Partido se dividieran “en barricadas opuestas”.
A pesar de todas sus predicciones, el régimen estalinista se mantuvo, la burocracia no solamente reunificó sino incluso reforzó su poder totalitario. No obstante, Trotsky continuó considerando el sistema burocrático en la URSS como extremadamente precario. Y en los años ‘30 creyó que el poder de la burocracia podía caer en cualquier momento. Por ello decía que no había que considerarla como una clase. Trotsky expresó este pensamiento más claramente en su artículo “La URSS en guerra” (septiembre 1939): “¿No nos equivocaríamos si damos el nombre de nueva clase dirigente a la oligarquía bonapartista algunos años o incluso algunos meses antes de su caída vergonzosa?”.
Entonces, los pronósticos referidos al destino de la burocracia “soviética” dirigente hechos por Trotsky fueron refutados uno tras otro por los acontecimientos. Sin embargo, a pesar de todo esto, no quiso cambiar sus opiniones. Para él la adhesión a un esquema teórico valía más que todo el resto; pero esa no es la única causa, porque Trotsky era más hombre político que teórico y prefería generalmente una aproximación “política concreta” a los problemas antes que un enfoque “sociológico abstracto”. Y aquí veremos otra causa importante de su negativa obstinada a llamar las cosas por su nombre.