27 de septiembre de 2022

Trotsky revisitado (XXXVIII). Críticas y reproches (12)

Ludo Martens: Sus ambiciones desmesuradas
 
Para Martens, Trotsky se esforzó en denigrar sistemáticamente el pasado revolucionario de Stalin y casi todos los autores burgueses han seguido sus maledicencias. “No es por azar -escribió- que encontremos en nuestros días, en casi todas las publicaciones burguesas y pequeño-burguesas ‘en boga’, las calumnias y las mentiras a propósito de Stalin que encontrábamos en la prensa nazi durante la Segunda Guerra Mundial”. “Sobre los cinco continentes -agregó-, todas las fuerzas de derecha y de ultraderecha se han encarnizado tanto contra Stalin, utilizando los medios más colosales y con tal frenesí, que ningún auténtico revolucionarios ha podido escapar a realizar una nueva evaluación sobre la obra de Stalin. Pues cada vez está más claro que la derecha se ha enconado contra Stalin para poder formular de inmediato sus conclusiones sobre la derrota histórica del comunismo y la quiebra ideológica y política del marxismo-leninismo”. Y atribuyó a los trotskistas y los anarquistas ser especialistas en calumniar la experiencia soviética bajo Stalin. Para terminar, se reproducen a continuación la quinta y última  parte de los fragmentos extraídos de “Otra mirada sobre Stalin”, el ensayo más renombrado de Ludo Martens.

 
La depuración de 1937-38 consiguió globalmente su objetivo. Es verdad que hubo no pocos errores y desgastes que no eran posible evitar vista la situación interna del Partido. La mayoría de los hombres de la “quinta columna” nazi cayó durante la depuración. Y cuando los fascistas atacaron a la URSS, se encontraron con muy pocos colaboradores en el aparato del Estado y en el Partido. Cuando uno oye a los socialdemócratas, a los demócratas-cristianos, a los liberales y a otros burgueses hablar del “terror absurdo” de Stalin, uno quisiera preguntarles en dónde estaban ellos y sus semejantes en 1940, cuando los nazis ocuparon Bélgica y Francia. La mayoría de ellos estaban denunciando la depuración de Stalin y apoyando activa o pasivamente al régimen nazi desde el día que fue instalado. Cuando los nazis ocuparon Bélgica, Henri De Man, presidente del Partido Socialdemócrata belga, hizo una declaración oficial felicitando a Hitler y para anunciar que la llegada de las tropas nazis significaban “la liberación de la clase obrera” En su  “Manifiesto”  de junio de 1940, Henri De Man escribió en nombre del Partido Obrero belga: “La guerra ha arrastrado a la debacle al régimen parlamentario y la plutocracia  capitalista en su susodicha democracia. Para las clases trabajadoras y para el socialismo, este hundimiento del mundo decrépito, lejos de ser un desastre, es una liberación. La vía está libre para las causas que resumen las aspiraciones del pueblo: la paz y la justicia social”.
En el curso de la historia, se nos machaca los oídos con toda clase de ataques calumniosos contra Stalin, y no somos capaces de recordar que el presidente del Partido Socialista belga, gran crítico de la depuración estaliniana, aclamó a los nazis en Bruselas. Es un hecho bien establecido que no sólo Henri De Man, sino también Achille Van Acker, futuro Primer Ministro de la Bélgica “democrática”, colaboraron con los nazis desde su entrada en Bruselas. Cuando uno oye a estas personas decir que la depuración organizada por Stalin era “criminal” y “absurda”, uno lo comprende. Ellos que se preparaban a colaborar con los nazis, eran de la misma familia que la mayor parte de las “víctimas de la depuración”. En Francia también, la gran mayoría de los parlamentarios socialistas votaron los plenos poderes a Petain y han ayudado así a poner en marcha el régimen colaboracionista de Vichy. Por otra parte, cuando los nazis ocuparon Bélgica, la resistencia era prácticamente inexistente. Las primeras semanas y los primeros meses no hubo resistencia notoria. La burguesía belga, casi en bloque, colaboró. Y la gran masa siguió y aceptó pasivamente la ocupación.
Hagamos la comparación con la Unión Soviética. Desde que los nazis han puesto su pie sobre su territorio, han tenido que enfrentarse a militares y civiles decididos a luchar hasta la muerte. La depuración había sido acompañada de una campaña permanente de preparación política e ideológica de los trabajadores a la guerra de resistencia por su Estado soviético. La vigilancia anti-nazi era la base de esta campaña. En su libro sobre el Ural, el ingeniero americano Scott describe bien cómo esta campaña política se ha desarrollado en las fábricas de Magnitogork. Nos informa de cómo el Partido explicaba la situación mundial a los obreros, en los periódicos, en las conferencias, a través de películas y de obras de teatro. Habla del  impacto profundo de esta educación sobre los obreros. Fue gracias, entre otras cosas, a la campaña de depuración y de educación que la acompañó, de donde el pueblo soviético ha encontrado la fuerza para resistir. Si no hubiese habido esta voluntad decidida de oponerse por todos los medios a los nazis, es evidente que los fascistas hubiesen tomado Leningrado, Moscú y Stalingrado. Si la quinta columna nazi se hubiera mantenido, habría encontrado apoyo entre los derrotistas y capituladores del Partido. Con la dirección estaliniana derribada, la URSS habría capitulado como lo hizo Francia. Una victoria nazi en la URSS hubiese comportado inmediatamente y como efecto, que la tendencia pro-nazi en el seno de la burguesía inglesa -siempre poderosa después de la caída de Chamberlain-, hubiese pasado sobre Churchill. Y los nazis probablemente hubiesen dominado al mundo.


¿Cuál fue el papel de Trotsky en vísperas  de la Segunda Guerra Mundial? En el curso de los años ‘30, Trotsky se convirtió en el mayor experto mundial del anticomunismo. Sus ambiciones desmesuradas por dirigir al Partido bolchevique y al Estado soviético a partir de sus concepciones individuales y mencheviques, le habían llevado al fracaso más absoluto. Rencoroso y vengativo, se lanzó, después de su destierro de la Unión Soviética, a un combate ciego contra todas las decisiones y proyectos del Partido Bolchevique y de su principal dirigente, Stalin. Como conocía perfectamente a los medios dirigentes bolcheviques y con algunos mantenía vínculos clandestinos, Trotsky llegó a ser el propagandista anticomunista más hábil y eficaz de esa época. En el curso de los años 1935-40, por sus rabiosas maniobras antibolcheviques, hizo el juego a los peores enemigos del socialismo, es decir, al nazismo alemán y al imperialismo norteamericano.
Una de las tesis esenciales en las que Trotsky avanzó en el curso de los años 1937-40 afirmaba que el enemigo principal se encontraba a la cabeza del Estado soviético: la “nueva aristocracia” bolchevique, es la capa más antisocialista y antidemocrática de la sociedad, una capa social que vive “como la burguesía acomodada de los Estados Unidos”. He aquí sus intenciones. “La burocracia privilegiada representa en el presente la capa más antisocialista y las más antidemocrática de la sociedad soviética. Acusamos a la pandilla dirigente de haberse convertido en una nueva aristocracia que oprime y desvalija a las masas. La capa superior de la burocracia lleva, poco más o menos, la misma vida que la burguesía acomodada de Estados Unidos y de otros países capitalistas”. Este lenguaje no se distingue en nada del utilizado por los jefes mencheviques, en el momento en que luchaban con las armas en la mano al lado de los Ejércitos blancos e intervencionistas. Ni, en principio, del lenguaje de la derecha clásica y de los servicios de espionaje imperialistas.
Ya que el restablecimiento del capitalismo era imposible según el pensamiento de Trotsky, toda opción socialdemócrata, revisionista, burguesa y contrarrevolucionaria era legítima, como lo era la lucha para “proteger” a la colectivización de los medios de producción contra “la nueva aristocracia”. Con ello Trotsky se convirtió en el portavoz más pérfido de todas las fuerzas retrógradas, antisocialistas y fascistas. Derrotado políticamente, “hizo flechas de toda madera” para combatir al comunismo. Acababa de declarar que la restauración capitalista era imposible, porque no podía venir ni de los antiguos clases explotadoras ni de los oportunistas. Mientras tanto, tuvo otra ocasión para incitar a las masas a la insurrección, y este individuo sin escrúpulos declaró que Stalin preparaba... “la restauración del capitalismo. La contradicción social fundamental es la que existe entre las masas traicionadas y la nueva casta aristocrática que se prepara para restaurar la sociedad de clases”.
Trotsky fue uno de los primeros en lanzar la idea de que el bolchevismo y el fascismo son dos hermanos gemelos. Esta tesis fue muy popular en el curso de los años ‘30, sobre todo entre los partidos reaccionarios católicos. El Partido Comunista era su enemigo jurado y el Partido Nacional Fascista su competidor burgués más temido. He aquí lo que dijo Trotsky: “El fascismo gana victoria tras victoria y su mejor aliado, el que le abre la puerta en el mundo entero, es el estalinismo. En realidad, nada distingue los métodos políticos de Stalin de los de Hitler. Pero la diferencia de los resultados sobre la escena internacional salta a la vista. Una parte considerable cada vez más importante del aparato soviético está formado por fascistas que aún no se han reconocidos como a tales. Identificar al régimen soviético en su conjunto con el fascismo, es un error histórico grosero. Pero la simetría de las superestructuras políticas, la similitud de los métodos totalitarios y de los tipos psicológicos son evidentes. La agonía del estalinismo es el espectáculo más horrible y el más odioso de la historia de la humanidad”.
Trotsky presenta aquí una de las primeras versiones de un tema esencial -que después fue la base de la agitación de la CIA y de los fascistas en el curso de los años ‘50-, el del “fascismo rojo”. Utilizando la palabra “fascismo”, Trotsky intentaba darle la vuelta al odio que sentían las masas por la dictadura terrorista del gran capital, para dirigirla contra el socialismo. Después de 1944-45, todos los jefes nazis alemanes, húngaros, croatas y ucranianos que se “pasaron” a Occidente, se colocaron la máscara “democrática”, y llenaron de elogios a la “democracia” americana, la nueva potencia hegemónica, el soporte principal de todas las fuerzas retrógradas y fascistas del mundo. Estos “antiguos” fascistas, fieles a su pasado criminal, han desarrollado el tema: “el bolchevismo es el fascismo pero peor”. Notemos también que es en el momento en que el fascismo se había lanzado ya a la guerra (guerra de Etiopía y de España, anexión de Austria y Checoslovaquia), cuando Trotsky afirmaba que “el espectáculo más horroroso y odioso” sobre la tierra es “la agonía del socialismo”.
Trotsky se convirtió en el principal propagandista en la Unión Soviética del derrotismo y del espíritu de capitulación. Él, que hablaba demagógicamente de la “revolución mundial” para ahogar mejor a la revolución soviética. Trotsky retoma la idea de que en caso de agresión fascista contra la URSS, Stalin y los bolcheviques “traicionarán” y que bajo su dirección, la derrota de la URSS no ofrecía la menor duda. De nuevo tenemos de un lado a “los 170 millones”, los “buenos” ciudadanos que han sido despertados gracias a la revolución. Uno se pregunta por quién, si no es por el Partido Bolchevique y por Stalin, pues la gran masa campesina no estaba precisamente “despierta” en el curso de los años 1921-1928... Estos “170 millones” poseedores de una industria de guerra desarrollada, qué son sino el resultado de la política de industrialización y la colectivización propuestas por Stalin y realizadas gracias a su voluntad de hierro, que ha posibilitado crear en un tiempo récord las empresas de armamento. Gracias a su línea correcta, a su voluntad, a su capacidad de organización, el régimen bolchevique ha despertado a todas las fuerzas populares de la sociedad, mantenidas hasta entonces en la ignorancia, la superstición y el trabajo individual primitivo.
Este régimen bolchevique ¿paralizaba a todas las fuerzas de la sociedad según decía el provocador en que se había convertido Trotsky? quien hizo una de sus numerosas y locuaces profecías: ¡estaba seguro de que el régimen bolchevique no sobreviviría a la guerra! Así, reencontramos en Trotsky dos temas de una propaganda muy apreciada por los nazis: el antibolchevismo y el derrotismo. En la Unión Soviética, esta propaganda trotskista tuvo sus efectos. Incitó al derrotismo y al espíritu de capitulación, a la idea de que la victoria del fascismo era ineluctable con una dirección tan podrida e incapaz. También empujó a “insurrecciones” y a atentados para eliminar a los dirigentes bolcheviques “que iban a traicionar en los momentos difíciles”. En efecto, una dirección de la que se afirma categóricamente que no sobrevivirá a la guerra, podía fácilmente ser derrotada desde el comienzo del conflicto. Por lo tanto, los grupos antisoviéticos y oportunistas podían probar la ocasión.


En los dos casos, las provocaciones de Trotsky ayudaron directamente a los nazis.
Trotsky afirma que hay un conflicto entre el poder estalinista y la administración del Estado, y él apoya a esta última. De hecho, la oposición entre poder y administración que él evoca, es la oposición entre Partido Bolchevique y la burocracia del Estado. Como todos los anticomunistas del mundo, Trotsky coloca al Partido Comunista la etiqueta insultante de “burocracia”. Cuando el verdadero peligro de la burocratización del régimen se encontraba en las fracciones administrativas que no tienen nada que ver con el ideal comunista, que buscan siempre desembarazarse del control político e ideológico “sofocante” del Partido para poder emplazarse por encima de la sociedad y adquirir privilegios y ventajas de todo género. El control político del Partido sobre la administración militar y civil tiene como principal objetivo combatir esas tendencias degenerativas de la burocratización.
Mientras Trotsky declara textualmente que para asegurar una buena administración del país, es necesario desembarazarse del Partido, se está convirtiendo en el portavoz de las peores tendencias burocratizadoras en el seno del aparato. Trotsky había defendido la tesis de que para prepararse para la guerra de agresión nazi, hacía falta derribar a Stalin y a los bolcheviques. Trotsky podía predicar la insurrección como la mejor defensa de la URSS, lo que no cambia nada el hecho de que llevaba a cabo una política anticomunista y que movilizaba a todas las fuerzas anti-socialistas. No hay duda de que los nazis fueron los primeros en apreciar esta “defensa” de la URSS.
Hasta un anticomunista endurecido como Tokaïev estimaba que este propósito de Trotsky hacía el juego a los agresores alemanes. Tokaïev es un anticomunista, pero partidario del imperialismo inglés. Al principio de la guerra, en “Camarada X” hacía las reflexiones siguientes: “Los pueblos de la URSS, guiados por sus sentimientos elementales de cara a un peligro mortal, se identificaron con el régimen de Stalin. Las fuerzas opuestas se dieron la mano en un movimiento espontáneo. En general se pensaba aliarse hasta con el diablo para vencer a Hitler. Por esta razón, llevar a cabo una oposición contra Stalin no era sólo perjudicial para el frente internacional contra las Potencias de Eje, sino que significaba también tomar una actitud antagónica hacia los pueblos de la URSS”.
Al aproximarse la Segunda Guerra Mundial, la principal obsesión de Trotsky, sino la única, fue la de derrotar al Partido Bolchevique en la Unión Soviética. Esta tesis era también la de toda la extrema derecha mundial: “el que defienda directa o indirectamente a Stalin y al Partido bolchevique, es el peor enemigo del socialismo”. He aquí las declaraciones de Trotsky en “La lucha contra el fascismo”: “El burocratismo reaccionario debe ser y será derribado. La revolución política en la URSS es invencible. Sólo la derrota de la pandilla bonapartista del Kremlin puede permitir la regeneración de la potencia militar de la URSS. La lucha contra la guerra, el imperialismo y el fascismo exigen la lucha sin cuartel contra el estalinismo cubierto de crímenes. Quien directa o indirectamente defienda al estalinismo, cualquiera que guarde silencio sobre sus traiciones o exagere la potencia de su ejército, es el peor enemigo de la revolución, del socialismo y de los pueblos oprimidos”. En la feroz lucha de clases que se desarrollaba a escala mundial entre el imperialismo y el socialismo, entre el fascismo y el bolchevismo, sólo los ideólogos más derechistas del imperialismo francés, inglés y americano, y los ideólogos fascistas podían defender la tesis según la cual quien defendiera “directa o incluso indirectamente” al estalinismo, es “el peor enemigo”.


Después de 1934 y de forma constante, Trotsky predicaba el aplastamiento de los bolcheviques por el terrorismo y la insurrección armada. En abril de 1938 reemprendió una idea que propagó desde 1935: “Es inevitable que haya un atentado contra Stalin y los otros dirigentes bolcheviques”. Con la punta de su lengua continuó afirmando que “las leyes de la historia nos dicen que atentados y actos de terror contra los gángsters como Stalin son inevitables”. Luego, seguía afirmando que el terror individual es un programa “demasiado limitado” para la IV Internacional. Pero, como la IV Internacional se reducía en la URSS a algunos grupitos sin apoyo de las masas trabajadoras, estaba claro que hasta este programa “limitado” del terrorismo individual estaría probablemente por debajo de sus fuerzas.
He aquí en qué términos Trotsky propagaba el terror individual: “Stalin destruye al Ejército y pisotea al país. El odio se acumula a su alrededor y una venganza terrible está suspendida sobre su cabeza. ¿Un atentado? Es posible que ese régimen que, bajo el pretexto de la lucha contra el terrorismo, ha exterminado a todas las mejores cabezas del país, llame finalmente contra él al terror individual. Pero la IV Internacional no tiene nada que ver con la desesperación y la venganza individual, ya que es demasiado limitada para nosotros. Por lo tanto, como la suerte personal de Stalin nos interesa, no podemos hacer otra cosa que esperar que viva el tiempo suficiente para poder ver derrumbarse su sistema. Porque no habrá que esperar demasiado”.
Trotsky alterna sus llamamientos al terrorismo individual con la propaganda de las insurrecciones armadas contra el poder bolchevique. En general, utiliza la fórmula velada e hipócrita de “revolución política”. He aquí el programa de lucha armada antibolchevique, avanzado por Trotsky: “El pueblo ha vivido tres revoluciones, ha derribado a la monarquía zarista, a la nobleza y a la burguesía. En un cierto sentido, la burocracia soviética reúne en el presente los rasgos de todas esas clases derribadas, pero sin tener sus raíces sociales, ni sus tradiciones. Sólo puede defender sus privilegios monstruosos por el terror organizado. No se puede asegurar la defensa del país de otra forma que destruyendo a la pandilla autocrática de los saboteadores y los derrotistas”.
Como verdadero contrarrevolucionario, Trotsky pretende que el socialismo reúne los rasgos opresivos del zarismo, de la nobleza y de la burguesía. Pero -según él- el socialismo no tiene una base social tan amplia como tenían estos regímenes explotadores. Las masas antisocialistas podrán, por lo tanto, fácilmente derribarlo. De nuevo, es un llamamiento a todas las fuerzas reaccionarias a tomar por asalto este régimen detestable y precario y realizar la cuarta revolución. En su “Nuevo Programa de Transición”, desarrolla las tareas que su organización, que confiesa que “es extremadamente débil en la URSS”, debe cumplir en este país. Y escribe: “Es imposible la realización de este Programa sin haber podido derribar antes a la burocracia que se mantiene por la violencia y la falsificación. Sólo la sublevación revolucionaria victoriosa de las masas oprimidas puede regenerar al régimen soviético y asegurar la marcha adelante hacia el socialismo. Sólo la IV Internacional es capaz de llevar a las masas soviéticas hacia la insurrección”.
Esta cita nos da un buen ejemplo de esta duplicidad. En 1932-33 Trotsky dijo que uno de los “crímenes principales” de los estalinistas alemanes fue el haber rechazado el frente con los socialdemócratas contra el fascismo. Ahora bien, en 1932, la socialdemocracia defendía con uñas y dientes al régimen capitalista y rechazó todas las propuestas de unidad anticapitalista avanzadas por el Partido Comunista alemán. Pero, estamos ahora en 1940 y la Segunda Guerra Mundial ya había comenzado desde hacía ocho meses. Y en este momento preciso, el gran especialista del “frente unido”, Trotsky, propone al Ejército Rojo iniciar una insurrección contra el régimen bolchevique. Escribiendo en una Carta abierta dirigida a los trabajadores soviéticos: “El objetivo de la IV Internacional es el de regenerar a la URSS purgándola de su burocratismo parasitario. Esto sólo puede ser hecho que de una sola forma: por los obreros, los campesinos, los soldados del Ejército Rojo y los marinos de la Flota roja que deben sublevarse contra la nueva casta de opresores y parásitos. Para preparar este levantamiento de masas, es necesario un nuevo partido, la IV Internacional”. En el momento en que Hitler preparaba ya sus planes de guerra contra la URSS, el provocador Trotsky llama al Ejército Rojo a sublevarse y dar un golpe de Estado. ¡Un acontecimiento similar habría creado un desorden tan monstruoso que hubiese abierto el país entero a los fascistas!