22 de septiembre de 2022

Trotsky revisitado (XXXV). Críticas y reproches (9)

Ludo Martens: El derrotista inescrupuloso
 
La revista “AMADA”, de la cual Martens fue uno de sus fundadores, estaba alineada ideológicamente con el Zhōngguó Gòngch
ǎndǎng (Partido Comunista de China), en pleno cisma entre la Unió
n Soviética y la República Popular China. Pero tras la muerte de Mao Tse-Tung en 1976, Martens y su organización fueron distanciándose hasta que, a mediados de la década de 1980, el PTB abandonó el maoísmo y sus furibundas campañas antisoviéticas, que llegaron incluso a apoyar un fortalecimiento de la OTAN en Europa como contrapeso al Pacto de Varsovia. En 1999, Martens dimitió de su puesto en la dirección del Partido Laborista Belga para trasladarse a la República Democrática del Congo y continuar su labor solidaria en la antigua colonia belga. Igualmente continuó escribiendo artículos políticos para el PTB desde su exilio voluntario en Kinshasa. De esa época son sus ensayos “Pierre Mulele ou la seconde vie de Patrice Lumumba” (Pierre Mulele o la segunda vida de Patrice Lumumba), “Sankara, Compaoré, et la révolution burkinabé” (Sankara, Compaoré y la revolución de Burkina Faso) y “Kabila et la révolution congolaise. Panafricanisme ou néocolonialisme?” (Kabila y la Revolución Congoleña. ¿Panafricanismo y neocolonialismo?). Seguidamente, la segunda parte de los fragmentos extraídos de “Otra mirada sobre Stalin”.
 
Entre los períodos de Lenin y de Stalin, se situó el gran debate sobre la construcción del socialismo en la URSS. Después de la derrota de los intervencionistas extranjeros y de los ejércitos reaccionarios, el poder de la clase obrera, apoyándose en los campesinos pobres y medios, estaba firmemente establecido. La dictadura del proletariado venció política y militarmente a sus adversarios. Pero, ¿sería capaz de construir el socialismo? ¿El país estaba “maduro” para el socialismo? ¿El socialismo es posible en un país retrasado y arruinado? En su artículo “Más vale menos, pero mejor” expresó: “¿Podremos mantenernos con nuestra pequeña y pequeñísima producción campesina, dada la ruina en que estamos sumidos, hasta que los países capitalistas de Europa Occidental culminen su desarrollo hacia el socialismo?”.
“Hay un sólo medio -agregó- para poner fin a la explotación del trabajo por el capital, a saber: liquidar la propiedad privada sobre los instrumentos de trabajo, poner todas las fábricas, talleres, minas, así como también todas las grandes haciendas, en manos de toda la sociedad y organizar una producción socialista común, dirigida por los propios obreros. Los productos obtenidos por el trabajo común serán destinados entonces en provecho de los propios trabajadores y lo que ellos produzcan como excedente de lo necesario para su mantenimiento servirá para satisfacer las necesidades de los mismos obreros, para desarrollar plenamente todas sus aptitudes y para dar igualdad de derechos en el usufructo de todas las conquistas de la ciencia y del arte. Para ello, es menester que el poder político, o sea, el poder para la dirección del Estado, pase de manos de un gobierno que se halla bajo la influencia de los capitalistas y terratenientes, o de manos de un gobierno integrado por representantes elegidos por éstos directamente, a manos de la clase obrera”. Lenin subrayó que después de la victoria de la revolución, todas las grandes empresas y los grandes bancos debían quedar en las manos del Estado socialista. La gran industria moderna traza la vía hacia el porvenir. Será necesario el lanzamiento de una verdadera industrialización del país.
Es conocida la fórmula de Lenin: “El Comunismo es el poder de los Soviets más la electrificación de todo el país”. Los Soviets son la forma de poder de la clase obrera aliada a las masas fundamentales del campesinado. La electrificación, es esencial para la creación de medios de producción modernos. Con estos dos elementos, se puede construir el socialismo. Lenin formuló así su confianza en la construcción socialista de la Unión Soviética y su determinación a realizarla: “Sin electrificación, es imposible levantar la industria. Tarea de largo aliento que necesitará al menos de diez años. El éxito económico no puede ser garantizado hasta el día en que el Estado proletario ruso haya  concentrado efectivamente entre sus manos toda la energía de una gran máquina industrial construida sobre la base de la técnica moderna. Tarea enorme, pues su cumplimiento exigirá un tiempo mucho más largo del que hemos necesitado para defender nuestra existencia contra el invasor. Pero, este plazo no nos da miedo”.
Así, trazando los planes de la industrialización, Lenin pensaba ya en “la victoria definitiva”. Según Lenin, los campesinos trabajarán, en una primera fase, en tanto que productores individuales; pero el Estado les ayudará a entrar en la vía de la cooperación. Reagrupando a los campesinos, se podrá integrarlos en la economía socialista. Lenin rechazaba el argumento avanzado por los mencheviques según el cual la población campesina era demasiado bárbara y retrasada culturalmente para comprender el socialismo. “Manteniendo -decía Lenin- que tenemos el poder de la dictadura del proletariado, ¿quiénes o qué nos puede impedir realizar entre el pueblo ‘bárbaro’ una verdadera revolución cultural?”. Seguidamente, Lenin formuló las tres tareas esenciales para edificar la sociedad socialista en la URSS: desarrollar la industria moderna en manos del Estado socialista, organizar las cooperativas campesinas y lanzar una revolución cultural, alfabetizar a las masas campesinas, elevar el nivel técnico y científico de la población. 
En uno de sus últimos textos, “Sobre la cooperación”, Lenin aún precisaba su pensamiento: “El poder del Estado sobre todos los principales medios de producción, el poder del Estado en las manos de la clase obrera, la alianza del proletariado con los millones y millones de pequeños y pequeñísimos campesinos, la dirección del campesinado asegurado por la clase obrera, ¿no es acaso todo lo que es necesario para construir, a partir de la cooperación, una sociedad socialista integral?”. Gracias a esta perspectiva, Lenin y el Partido Bolchevique lograron suscitar el entusiasmo desbordante de las masas, sobre todo entre las masas obreras. Les inculcaron un espíritu de sacrificio en el trabajo socialista y dándoles confianza en el porvenir del socialismo. En noviembre de 1922, Lenin terminó un discurso en el Soviet de Moscú con estas palabras: “De la Rusia de la Nueva Política Económica saldrá la Rusia socialista”. 


No obstante, es la cuestión de la posibilidad de construir el socialismo en la Unión Soviética el que ha provocado, a partir de 1922, el gran debate ideológico y político, debate que se prolongó hasta 1926/27. Trotsky pasó a primera fila para combatir las ideas de Lenin. En 1919, Trotsky había considerado oportuno reeditar “Balance y perspectivas”, uno de sus textos capitales que había publicado en 1906. En su prefacio de 1919, anota: “El desarrollo de las ideas que encontramos aproximan de muy cerca, en sus primeras ramificaciones, las condiciones de la época”. Ahora bien, ¿cuáles son las brillantes “ideas” contenidas en esta obra de 1906 que 
Trotsky quiere ver triunfar en el seno del Partido Bolchevique? En ellas anota que los campesinos están caracterizados por “la barbarie política, la falta de madurez social y de carácter, el atraso. No hay nada ahí que sea susceptible de proporcionar, para una política proletaria coherente y activa, una base a través de la cual nos podamos fiar”.
Después de la toma del poder, “el proletariado estará obligado a llevar la lucha de clases al campo. Pero el grado insuficiente aquejado por la diferenciación de clases del campesinado creará obstáculos a la introducción en su seno de una lucha de clase desarrollada sobre la cual el proletariado urbano pueda apoyarse. El enfriamiento del campesinado, su pasividad política y, más aún, la oposición activa de sus capas superiores, que no dejarán de influir por parte de los intelectuales y de la pequeña burguesía pueblerina. Así, cuanto la política del proletariado se haga más precisa y resuelta, más se estrechará el camino y llegará a ser peligrosa bajo sus pies”. Las dificultades de la construcción socialista enumeradas por Trotsky eran reales. Ello explica la aspereza de la lucha de clases en el campo hacia 1929, cuando el partido se lanzó por la vía de la colectivización. Fue necesaria la determinación inquebrantable de Stalin y sus capacidades de organización, para que el régimen socialista atravesase esta terrible prueba. Pero para Trotsky, las dificultades serían el punto de partida de una política de capitulación y de derrotismo, aliñada con llamamientos “super-revolucionarios” para una fuga hacia adelante.  
Retornemos a la estrategia política de Trotsky desarrollada en 1906 y que confirma en 1919: “¿Hasta qué punto la política socialista de la clase obrera puede ser aplicada en las condiciones económicas de Rusia? Hay una cosa que podemos decir con certeza: chocará con obstáculos políticos mucho antes de tropezar con el retraso técnico del país. Sin el soporte estatal directo del proletariado europeo, la clase obrera rusa no podrá mantener el poder y transformar su dominación temporal en dictadura socialista duradera. Respecto a ello, ninguna duda está permitida”. “Dejada a sus propios recursos, la clase obrera rusa será inevitablemente aplastada por la contrarrevolución desde el momento en que el campesinado se aparte de ella. No tendrá otra posibilidad que ligar la suerte de su poder político y, por consecuencia, la suerte de toda la revolución rusa, a la de la revolución socialista en Europa. Ésta echará en la balanza de la lucha de clases del mundo capitalista entero, el enorme peso político y estatal que le habrá dado momentáneamente un conjunto de circunstancias en la revolución burguesa rusa”.
Repetir estas palabras en 1919 es ya hundirse en el derrotismo: no hay “ninguna duda” de que la clase obrera “no podrá mantenerse en el poder", es cierto que “será inevitablemente aplastada” si la revolución socialista no triunfa en Europa. Esta tesis capituladora era acompañada de un llamamiento aventurero a “exportar la revolución”. “El proletariado ruso debe llevar, por su propia iniciativa, la revolución al territorio europeo. La revolución rusa se lanzará al asalto de la vieja Europa capitalista”.
Para mostrar hasta qué punto se atiene a sus antiguas concepciones antileninistas, Trotsky publicó en 1922 una nueva edición de su libro de 1906, enriquecido por un prefacio en el cual reafirma la justeza de sus perspectivas políticas. Después de cinco años de poder socialista, afirmó esto: “Es precisamente en el intervalo del 9 de enero hasta la huelga de octubre de 1905, que se formularon por el autor las concepciones sobre el carácter del desarrollo revolucionario de Rusia, que fueron designadas bajo el nombre de la teoría de la “revolución permanente”. Para asegurar su victoria, la vanguardia proletaria debería, desde los primeros días de su dominación, operar las más profundas incursiones, no sólo sobre la propiedad feudal, sino también burguesa. Haciéndolo, entraría en colisión hostil, no sólo con todos los gobiernos de la burguesía que le hubiesen apoyado en el principio de su lucha revolucionaria, sino también con las grandes masas del campesinado con las que con su concurso le hubiese hecho avanzar en la toma del poder. Las contradicciones en la situación del gobierno obrero de un país atrasado, en donde la mayoría aplastante de la población está compuesta por campesinos, pueden encontrar solución únicamente sobre el plano internacional, en la arena de la revolución mundial del proletariado”.
Para aquellos que se preguntan si todo esto no está en contradicción con el hecho de que la dictadura del proletariado se mantenía ya cinco años, Trotsky responde, en el prefacio de 1922 a su texto “El programa de la paz”: “El hecho de que el Estado obrero en un sólo país, país retrasado al máximo, haya resistido al mundo entero, testimonia la potencia colosal del proletariado que en otros países más avanzados, más civilizados, será capaz de cumplir verdaderos prodigios. Pero nosotros estando apoyados política y militarmente en tanto que Estado, no hemos logrado la creación de una sociedad socialista, ni nos hemos aproximado. El verdadero impulso de la economía socialista en Rusia no será posible más que después de la victoria del proletariado en los principales países de Europa”. Lo que claramente significa: los obreros soviéticos no son capaces de cumplir milagros en la edificación socialista; pero el día en que los belgas, holandeses, luxemburgueses y otros alemanes se levanten, entonces el mundo verá verdaderas prodigios.


Trotsky puso todas sus esperanzas en el proletariado de los países “más avanzados y más civilizados”. Pero no daba ninguna importancia al hecho de que en 1922, sólo el proletariado ruso probó ser realmente revolucionario hasta el extremo de que la huelga revolucionaria que había sido declarada en Europa occidental hasta 1918 pertenecía ya, en lo esencial, al pasado. Desde 1902, y de forma constante, Trotsky combatió las perspectivas que Lenin trazaba para la revolución democrática y la revolución socialista en Rusia. Afirmaba, justo antes de la muerte de Lenin, que la dictadura del proletariado debía entrar en colisión hostil con las masas campesinas y que, como consecuencia, no hay salvación para el socialismo soviético fuera de la revolución victoriosa en los países más civilizados. Trotsky tendía a sustituir el programa de Lenin, por el suyo.
En 1923, en la lucha por tomar el poder en el seno del Partido Bolchevique -al cual no había pertenecido nunca hasta 1917- lanzó dos ofensivas. Primero, quiso reemplazar la estrategia de la construcción del socialismo formulada por Lenin, por su propia estrategia basada sobre la noción de la imposibilidad de construir el socialismo en un sólo país. Después, buscó la forma de eliminar a los probados cuadros del Partido en provecho de jóvenes que esperaba poder manipular. Para preparar la toma del poder en la dirección del Partido, Trotsky retornó casi palabra por palabra a las concepciones antileninistas que había desarrollado en 1904. En esta época, es toda la concepción del Partido Bolchevique y de su dirección, desarrollada por Lenin, la que Trotsky atacó con la mayor virulencia. Los ataques que lanzó en 1923 contra la dirección bolchevique muestran bien a las claras la persistencia de sus concepciones pequeño-burguesas. 
En 1904, Trotsky, individualista obtuso, en “Nuestras tareas políticas”, había combatido con particular virulencia la concepción leninista del partido. Había tratado a Lenin de “escisionista fanático”, de “revolucionario demócrata-Burgués”, de “fetichista de la organización”, de partidario del “régimen cuartelario” y de la “mezquindad organizativa”, de “dictador queriendo sustituir al Comité Central”, de “dictador queriendo instaurar la dictadura sobre el proletariado” para quien “toda intromisión de elementos que pensaban de otra manera era un fenómeno patológico”. Este texto de Trotsky es crucial para comprender su ideología. Se hizo conocer como un inveterado individualista burgués. Todas las calumnias e insultos que vertió durante más de veinticinco años contra Stalin, las había escupido ya en este texto al rostro de Lenin.  
Tres ejemplos suplementarios. La burguesía ha propagado ampliamente la opinión de Trotsky según la cual Stalin era “de una inteligencia mediocre”. Pues bien, en su obra de 1904, Trotsky dice a propósito del libro capital de Lenin “Un paso adelante, dos pasos atrás”: “¡No se puede manifestar más cinismo respecto al mejor patrimonio ideológico del proletariado que el que hace el camarada Lenin! Para él, el marxismo sólo es un método de análisis científico. No debemos prestar atención a una tal pobreza del pensamiento”. Trotsky se encarnizó proclamando a Stalin como un dictador reinando sobre el partido. Pues bien, cuando Lenin creó el Partido Bolchevique, Trotsky le acusó de instaurar una “teocracia ortodoxa” y un “centralismo autócrata-asiático”.
Trotsky no cesó de afirmar que Stalin había adoptado una actitud cínica, pragmática hacia el marxismo que había reducido a formularios. En su libro de 1904, Trotsky inventó el término “sustitucionismo” para atacar al partido de tipo leninista y su dirección: “El grupo de ‘revolucionarios profesionales’ actúa sustituyendo al proletariado”. “La organización ‘sustituye’ al partido, el Comité Central a la organización y finalmente, el dictador ‘sustituye’ al Comité Central”. En 1923, casi siempre en los mismos términos que utilizó contra Lenin, Trotsky ataca la concepción del Partido Bolchevique y a su dirección: “La antigua generación se ha habituado y se habitúa a pensar y decidir por el partido”. Ya en 1904 atacó la concepción leninista del partido afirmando que ésta “separa la actividad consciente de la actividad ejecutiva”. En su concepción burguesa e individualista, rechaza la jerarquía y los diferentes niveles de responsabilidad, así como a la disciplina. Es el credo de un individualista, de un anarquista. Esta crítica, Trotsky la relanzó en 1923 contra la dirección del Partido: “El aparato manifiesta una tendencia a oponer a miles de camaradas formando cuadros dirigentes para el resto de la masa, que no es para ellos más que un medio de acción”.
En 1904 Trotsky acusaba a Lenin de ser un burócrata que degeneraba el Partido en una organización revolucionario-burguesa. Lenin está ciego ante “la lógica burocrática del tal o cual ‘plan’ organizativo, pero “el fiasco del fetichismo organizativo” es cierto. “El jefe del ala reaccionaria de nuestro Partido, el camarada Lenin, da una definición de la socialdemocracia que es un atentado teórico contra el carácter de clase de nuestro Partido”. Lenin “ha formulado una tendencia que se destaca en el partido, la tendencia revolucionario-burguesa”.


En 1923, contra Stalin, dijo exactamente lo mismo, pero en un tono más moderado. “El burocratismo amenaza con provocar una degeneración más o menos oportunista de la vieja guardia”. En 1904, el burócrata Lenin es acusado de “aterrorizar” al Partido: “la tarea de "Iskra" (periódico de Lenin) consiste en aterrorizar teóricamente a la ‘intelligentsia’. Para los socialdemócratas educados en esta escuela, la ortodoxia es algo próximo a esta ‘verdad’ absoluta que inspiraba a los jacobinos (revolucionarios burgueses). La verdad ortodoxa prevé todo. Aquel que la impugna debe ser excluido; aquel que tiene dudas está cerca de ser excluido”. Trotsky llama a “reemplazar a los burócratas momificados” a fin de que “en lo sucesivo nadie pueda aterrorizar al partido”.
Este texto de su libro “El nuevo curso” nos hace conocer a un Trotsky igualmente arribista, sin principios y sin escrúpulos. En 1923, para tomar el poder en el seno del Partido Bolchevique, Trotsky quiso “liquidar” a la vieja guardia bolchevique que conocía demasiado bien su combate fanático contra las ideas de Lenin. Ningún antiguo bolchevique estaba dispuesto a abandonar el leninismo por el trotskismo. Por ello, la táctica de Trotsky consistió en declarar que los veteranos bolcheviques “degeneraban”, al mismo tiempo que elogiaba a los jóvenes -que no conocían su pasado antileninista-, todo esto bajo la consigna de “democratización” del Partido, a fin de conseguir meter en la Dirección a jóvenes que le apoyasen a él. Pero, diez años más tarde, cuando hombres como Zinoviev y Kamenev desvelaron sus caracteres oportunistas, Trotsky declararía que ellos representaban a la “vieja guardia bolchevique” perseguida por Stalin, y se aliará a estos oportunistas invocando su pasado glorioso en la “vieja guardia”.
Detrás de una verborrea izquierdista sobre la “revolución mundial”, Trotsky reemprendió la idea fundamental de los mencheviques: es imposible construir el socialismo en la Unión Soviética. Los mencheviques decían abiertamente: ni las masas ni las condiciones objetivas estaban maduras para el socialismo. Trotsky decía que el proletariado, en tanto que clase distinta, y la masa de campesinos individualistas, debían inevitablemente entrar en colisión. Y que sin el soporte exterior de una revolución europea victoriosa, la clase obrera soviética sería incapaz de edificar el socialismo. Bajo esta conclusión, Trotsky se unió a sus amigos de juventud, los mencheviques.
Su posición continuó debilitándose en el curso de los años 1924/25, y Trotsky atacó con una rabia creciente a la Dirección del Partido. Partiendo de la idea de que era imposible el construir el socialismo en un sólo país, llegaba a la conclusión de que la política preconizada en 1925-26 por Bujarin representaba los intereses de los kulaks y de la nueva burguesía. El poder, decía, tiende a sobrevenir un poder kulak. La discusión fue de nuevo iniciada sobre la “degeneración” del Partido bolchevique pues, según él, evolucionaba hacia la degeneración y el poder kulak. Entonces Trotsky tomó la decisión de crear una fracción y de realizar un trabajo clandestino en el seno del Partido. El debate se desarrolló abierta y francamente durante cinco años. Cuando la discusión concluyó en 1927 por unas elecciones en el seno del Partido, aquellos que defendieron las tesis de la imposibilidad de la construcción del socialismo en la URSS y el derecho a las actividades fraccionales, obtuvieron entre el 1 y el 1,5% de los votos. Trotsky fue expulsado del partido, más tarde relegado a Siberia y finalmente expulsado  de la Unión  Soviética.