21 de septiembre de 2022

Trotsky revisitado (XXXIV). Críticas y reproches (8)

Ludo Martens: El propagador del terrorismo
 
Ludo Martens (1946-2011) fue un historiador y político belga, conocido por su trabajo sobre el África francófona y la Unión Soviética. Nacido en Torhout, una ciudad de la provincia de Flandes Occidental, de joven estudió lenguas extranjeras en la Centrumschool Wingene General College & University. Allí, en 1965 comenzó a participar en los movimientos estudiantiles y fue uno de los líderes de la revuelta de mayo de 1968 en Bélgica. Poco tiempo después abrazaría el marxismo-leninismo y ayudaría al crecimiento del movimiento de solidaridad entre estudiantes y trabajadores. En 1968 fue uno de los fundadores de la revista teórica “AMADA”, siglas del lema comunista “Alle Macht Aan De Arbeiders” (Todo el poder para los trabajadores), de clara orientación antirrevisionista y crítica al reformista Parti Communiste de Belgique (Partido Comunista de Bélgica). En 1979 jugó un papel esencial en la fundación del Parti du Travail de Belgique (Partido Laborista Belga) nacido de la fusión del movimiento estudiantil y el movimiento obrero. Escribió la mayor parte de sus obras en francés, y la más conocida de todas ellas es “Un autre regard sur Staline” (Otra mirada sobre Stalin), la que fue traducida a numerosos idiomas. Lo que sigue a continuación es la primera parte de los fragmentos extraídos de ese ensayo.
 
Durante años, los revisionistas han luchado por demoler a Stalin. Para denigrar su obra, casi todos los autores burgueses retoman las payasadas de Trotsky que escribió: “La capacidad de visión política de Stalin es extremadamente limitada. Su nivel teórico es totalmente primitivo. Por su formación espiritual, es un empírico obstinado y falto de imaginación creativa”. Trotsky se ha esforzado en denigrar sistemáticamente el pasado revolucionario de Stalin y casi todos los autores burgueses han seguido sus maledicencias. Trotsky declaró: “Stalin es la más eminente mediocridad del Partido”. Cuando Trotsky habla de “nuestro Partido”, es pura estafa: nunca ha pertenecido a ese Partido, al Partido Bolchevique que Lenin, Zinoviev, Stalin, Sverdlov y otros han forjado entre 1903 y 1917. Trotsky entró en ese partido en julio de 1917. Trotsky escribe también: “Para los asuntos corrientes, Lenin se remitía a Stalin, a Zinoviev o a Kamenev. Yo no valía para hacer recados. Lenin tenía necesidad, en la práctica, de adjuntos dóciles; en ese papel, yo no le servía”. Todo esto no dice verdaderamente nada sobre Stalin, pero lo dice todo sobre Trotsky: prestaba a Lenin su propia concepción aristocrática y bonapartista del Partido, a un jefe rodeado de adjuntos dóciles que llevan los asuntos corrientes.
La revolución tuvo lugar el 25 de octubre de 1917. Pero, al día siguiente, los socialistas hicieron votar por los Soviets de diputados campesinos una moción que fue el primer llamamiento a la contrarrevolución. “Camaradas campesinos, todas las libertades ganadas al precio de la sangre de vuestros hijos corre actualmente un grave peligro. Un nuevo golpe mortal se abate sobre nuestro ejército que defiende la patria y la Revolución contra la derrota exterior. Los bolcheviques dividen a las fuerzas trabajadoras. El golpe asestado contra el ejército es el primer y peor de los crímenes cometidos por el Partido Bolchevique. En segundo lugar, este partido ha desencadenado la guerra civil y se ha hecho con el poder por la violencia. Los bolcheviques no nos traerán la paz, sino la esclavitud”.
Inmediatamente, las fuerzas burguesas, las antiguas fuerzas zaristas, todas las fuerzas reaccionarias buscaron cómo reagruparse y reorganizarse, detrás de la “vanguardia” socialista. Desde 1918 las insurrecciones anti-bolcheviques se iniciaron. A principios de 1918, Plejanov, jefe eminente del Partido Menchevique, formó la Unión por la resurrección de Rusia, con socialistas-revolucionarios y socialistas-populistas, así como con jefes del partido burgués de los Cadetes. Kerensky escribió: “Ellos consideraban que debía formarse un gobierno nacional basado bajo los principios democráticos más amplios, y que era necesario reconstituir un frente contra Alemania, en cooperación con los aliados occidentales de Rusia”. El 20 de junio de 1918, Kerensky hizo su aparición en Londres en nombre de la Unión, para negociar con los Aliados. Ante el primer ministro Lloyd George, declaró: “El objetivo del gobierno en formación es el de proseguir la guerra al lado de los Aliados, de liberar a Rusia de la tiranía bolchevique y de restaurar el sistema democrático”. En nombre de la Unión, Kerensky pidió una “intervención” de los Aliados en Rusia. Poco después, un Directorio se instaló en Siberia, comprendiendo a socialistas-revolucionarios, socialistas-populistas, el partido burgués de los Cadetes y los generales zaristas Alexeiev y Boldyrev. Los gobiernos inglés y francés no quisieron reconocerlo como a gobierno legal antes de decidirse a jugar la carta del general zarista Koltchak. Así fue como se reagruparon las fuerzas que defendían a la reacción zarista y a la burguesía durante la guerra civil en Rusia: las tropas zaristas y todas las fuerzas burguesas -desde los Cadetes a los socialistas- aliados a las tropas intervencionistas extranjeras.  
En 1918, la guerra civil era un hecho consumado por todo el territorio. Incluso en Petrogrado y Moscú, la seguridad de las personas y de las propiedades no estaba asegurada. Desde 1918 a 1921, esta guerra civil costó nueve millones de muertos, esencialmente víctimas del hambre. Estos millones de muertos fueron debidos a las intervencionistas occidentales. Pero, pérfidamente, la derecha los clasificó bajo la rúbrica de “víctimas del bolchevismo”. Parece como un milagro que el Partido Bolchevique -que sólo contaba con 33.000 miembros en 1917- haya conseguido movilizar a fuerzas populares de una amplitud tal que consiguieron derrotar a las fuerzas coligadas de la burguesía, del antiguo régimen zarista, apoyados por los socialistas y reforzados por los ejércitos intervencionistas extranjeros. Es decir que sin una movilización exhaustiva de las masas campesinas y obreras y sin su tenacidad y su voluntad feroz de libertad, los bolcheviques jamás hubiesen conseguido la victoria final.


Numerosas publicaciones burguesas colocan a Trotsky como el “creador y organizador del Ejército Rojo”, en pie de igualdad con Lenin, como los dos artesanos de la victoria militar de los bolcheviques. La aportación de Stalin al combate contra los ejércitos blancos, es muy a menudo olvidada. Y no obstante, en el curso de los años 1918/20, Stalin dirigió personalmente el combate militar sobre muchos frentes decisivos. En noviembre de 1919, Stalin y Trotsky recibieron por sus éxitos militares la Orden de la Bandera Roja, una distinción recién creada. Lenin y el Comité Central estimaron que los méritos de Stalin, en la dirección de la lucha armada en los puestos más difíciles, igualaban a los de Trotsky que había organizado y dirigido el Ejército Rojo a nivel central.
Pero, para hacer destacar mejor su propia grandeza, Trotsky escribió: “Durante toda la duración de la guerra civil, Stalin quedó como una figura de tercer orden”. El historiador Robert McNeal, que a menudo toma partido contra Stalin, escribió sobre esta nota de Trotsky: “Stalin había emergido como un jefe político y militar cuya contribución a la victoria roja no era inferior a la de Trotsky. Stalin había jugado un papel menor que su rival en la organización general del Ejército Rojo, pero, había sido más importante dirigiendo los frentes cruciales. Si su reputación como héroe estaba bastante detrás de la de Trotsky, no era en razón del mérito objetivo de este último, sino a la falta de auto-publicidad del propio Stalin”. 
Si Trotsky había conocido su breve hora de gloria en 1919 en el curso de la Guerra Civil, es incontestable que entre 1921/1923 Stalin era ya la segunda personalidad del Partido, después de Lenin. Desde el VIII Congreso en 1919, Stalin era miembro del Buró Político, al lado de Lenin, Kamenev, Trotsky y Krestinski. Esta composición siguió hasta 1921. Stalin fue igualmente miembro del Buró de organización, compuesto también por cinco miembros del Comité Central. Desde que en el XI Congreso, en 1922, Preobrazenski criticara el hecho de que Stalin dirigiera al mismo tiempo el Comisariado de las Nacionalidades y la Inspección Obrera y Campesina (encargada del controlar a todo el aparato del Estado), Lenin le respondió: “Nos hace falta un hombre que no importa que representante de las nacionalidades pueda ir a encontrarlo para razonar en detalle lo que pasa. Preobrazenski no podría proponer a otra candidatura mejor que la de Stalin. Y pasa lo mismo sobre la Inspección Obrera y Campesina. Es un trabajo gigantesco. Y hace falta la cabeza de hombre que tenga autoridad, de lo contrario vamos a meternos en un atolladero”.  El 23 de abril de 1922, sobre la propuesta de Lenin, Stalin fue nombrado jefe del Secretariado y Secretario General. Stalin fue el único dirigente que formaba parte al mismo tiempo del Comité  Central, del Buró Político, del Buró de Organización y del Secretariado del Partido Bolchevique.
Lenin había sufrido un primer ataque de parálisis en mayo de 1922. El 16 de diciembre de 1922, tuvo un nuevo ataque grave. Los médicos sabían que no volvería a recuperarse. El 24 de diciembre, los médicos les dijeron a Stalin, Kamanev y Bujarin, representantes del Buró político, que toda controversia política podría provocar un nuevo ataque, fatal esta vez. Decidieron que Lenin “tenía derecho a dictar cada día durante de 5 a 10 minutos. No podía recibir a visitantes políticos. Sus amigos y los que le rodeaban no podían informarle de los asuntos políticos”.  El Buró político había encargado a Stalin de las relaciones con Lenin y con sus médicos. Era una tarea ingrata ya que Lenin no podía dejar de sentirse frustrado al más alto grado en razón de su parálisis y de su alejamiento de los asuntos políticos. Su irritación debía necesariamente recaer contra el hombre encargado de tener los contactos con él.
En el diario redactado por las secretarias de Lenin se tomó nota, desde el 21 de noviembre al 6 de marzo de 1924, día tras día, de los detalles de su trabajo, de las visitas, de la salud y, después del 13 de diciembre, las menores acciones. Lenin, con la pierna y el brazo paralizados, tenía que quedarse en cama, alejado de los asuntos gubernamentales y, de hecho, del mundo exterior. Habituado a dirigir todos los aspectos esenciales de la vida del Partido y del Estado, Lenin intentó desesperadamente intervenir en los debates en los que físicamente, no podía ya controlar todos los elementos. Los médicos le prohibieron todo trabajo político, lo que le irritaba muchísimo. Sintiendo su fin próximo, Lenin quiso poner al día las cuestiones que juzgaba esenciales pero que ya no podía dominar. El Buró Político le prohibió todo trabajo político, pero su mujer se esforzaba por procurarse los documentos que él le pedía.
Hacia fines de diciembre de 1922, Krupskaïa había escrito una carta que Lenin le dictó. Stalin la regañó por teléfono, y ella se fue a quejar a Lenin y a Kamanev. “Sé mejor que los médicos lo que se le puede decir o no decir a Ilych, porque sé lo que le trastorna y lo que no lo trastorna y de todas formas, lo sé mejor que Stalin”. A propósito de este período, Trotsky escribe: “A mitad de diciembre de 1922, la salud de Lenin empeoró de nuevo. Stalin actuó enseguida para sacar provecho de la situación ocultando a Lenin una gran parte de las informaciones centralizadas del secretariado del Partido. Se esforzaba por aislarlo. Krupskaïa hacía todo lo posible por defender al enfermo contra sus maniobras hostiles”. Son palabras incalificables, dignas de un intrigante. Los médicos habían prohibido que Lenin recibiese informes y he aquí que Trotsky acusa a Stalin de realizar “maniobras hostiles” contra Lenin y de “esconderle informaciones”.


Fue en estas circunstancias cuando, del 23 a 25 de diciembre de 1922, fue dictado lo que los enemigos del comunismo llaman “Testamento de Lenin”. Notas seguidas de un
  post-scriptum fechado el 5 de enero de 1923. Los autores burgueses le dan una gran importancia a este pretendido “testamento” acompañado de elogios hacia Trotsky. Lenin propone ampliar el Comité Central “hasta un centenar de miembros”: “Es necesario para acrecentar la autoridad del Comité Central y para mejorar seriamente nuestro aparato, así como para impedir que los conflictos de ciertos pequeños grupos del Comité Central logren alcanzar mayor importancia. Nuestro Partido puede pedirle perfectamente un Comité Central de 50 a 100 miembros, a la clase obrera”.
Se trata de “medidas a tomar contra la escisión”: “El punto esencial en el problema de la cohesión, es la existencia de miembros del Comité Central como Stalin y Trotsky. Las relaciones entre ellos constituyen, según mi parecer, el principal peligro de escisión. El camarada Stalin, cuando ha llegado a ser Secretario General, ha concentrado entre sus manos un poder inmenso y no estoy seguro de que siempre sepa utilizarlo con demasiada prudencia. Por otra parte, el camarada Trotsky, como lo ha demostrado su lucha contra el Comité Central en las cuestiones del Comisariado del Pueblo de las vías de comunicación, no se ha distinguido únicamente por sus dotes relevantes. Puede ser el hombre más capaz del actual Comité Central, pero es muy engreído y se deja llevar demasiado por un apasionamiento exagerado por el lado puramente administrativo de las cosas. Estas dos cualidades de los dos jefes eminentes del actual Comité Central actual, pueden conducir incidentalmente a la división”.
Lenin dictó estas notas con la intención de evitar una escisión en la dirección. No obstante, sus propósitos al dirigirse a estos dirigentes, más bien dan la sensación de ser hechos para minar sus prestigios y para desavenirlos. Mientras dictaba estas notas, “Lenin se sentía mal”, escribió Foteva, su secretaria, “y los médicos se opusieron a las entrevistas de Lenin con su estenógrafa”. Diez días más tarde, Lenin dictó un “complemento” que hacía referencia a la reprimenda que Stalin había dado a su esposa doce días antes: “Stalin es demasiado brutal y este defecto perfectamente tolerable en nuestro medios y entre nuestras relaciones, como comunistas, no puede serlo ya en su función de Secretario General. Propongo pues, a los camaradas el estudiar un método para destituir a Stalin de su responsabilidad y nombrar en su puesto a otra persona que aventaje en una sola cosa al camarada Stalin, la de ser más tolerante, más leal, más cortés y más atento hacia los camaradas, de humor menos caprichoso, etc. Estos rasgos pueden parecer un sólo e ínfimo detalle. Pero, a mi parecer, para preservarnos de la escisión y teniendo en cuenta lo que ya os he escrito más arriba sobre los roces de Stalin y Trotsky, no es un simple detalle, o bien es uno que puede tomar una importancia decisiva”. 
Gravemente enfermo, medio paralizado, Lenin dependía cada vez más de su mujer. Algunas palabras demasiado rudas de Stalin a Krupskaïa la llevaron a pedir la dimisión del secretario general, ¿para reemplazarlo por quién? Por un hombre que tenga todas las cualidades de Stalin y “un sola ventaja” de más: ¡ser más tolerante, amable y atento! Sale claramente del texto el que Lenin no pensaba ni mucho menos en Trotsky. ¿En quién entonces? En nadie... La “brutalidad” de Stalin es “perfectamente tolerable entre comunistas”, pero no lo es “en sus funciones de Secretario General”.
En febrero de 1923, el estado de Lenin había empeorado, sufriendo fuertes dolores de cabeza. Los médicos le habían prohibido categóricamente la lectura de los diarios, las visitas y las informaciones políticas. Vladimir Iliyich pedía que le rindieran cuentas del X Congreso de los Soviets. No se las pasaron y esto le produjo un gran disgusto. Al parecer Krupskaïa intentó hacerse con los documentos que Lenin pedía. Dimitrievsky aporta un nuevo incidente entre ella y Stalin. “Como Krupskaïa le telefoneó otra vez para obtener de él algunas informaciones, Stalin le respondió en un lenguaje ultrajante. Krupskaïa, llorando, fue inmediatamente a quejarse a Lenin, y éste, cuyos nervios estaban tendidos hasta el más alto grado, no se pudo contener más”.


El 5 de marzo, Lenin dictó otra nota: “Respetado camarada Stalin: Ha tenido usted la rudeza de llamar a mi mujer para reprenderla. No tengo la intención de olvidar tan rápidamente lo que ha hecho contra mí, y es inútil el subrayar que considero lo que ha hecho contra mi mujer como hecho contra mí. Por esta razón, pido que penséis seriamente si aceptáis el retirar lo que habéis dicho y presentarle vuestras excusas, o si lo que queréis es que rompemos las relaciones entre nosotros”. Es muy penoso el leer esta carta privada de un hombre que está físicamente en su final. Krupskaïa misma pidió a la secretaria el no trasmitir esta nota contra Stalin. No obstante estas fueron las últimas líneas que Lenin pudo dictar: al día siguiente, tuvo una agravación de su enfermedad y ya no fue capaz de realizar ningún trabajo en el resto de su vida.
Que Trotsky se vea necesitado de explotar las palabras de un enfermo al borde de la parálisis total, muestra bien la fisonomía moral de este individuo. En efecto, fue un verdadero falsario. Trotsky presentó este texto como la prueba final de que Lenin lo había elegido a él como su sucesor. Y también escribió: “Esta nota, el último texto de Lenin, es al mismo tiempo la ruptura definitiva de sus relaciones con Stalin”. Años más tarde, en 1927, la oposición unificada de Trotsky, Zinoviev y Kamenev intentó nuevamente utilizar el “testamento” contra la dirección del Partido. En una declaración pública, Stalin, pudo decir entonces esto: “Los oponentes han levantado aquí un clamor y han pretendido que el Comité Central del Partido ha ocultado el testamento de Lenin. Esta cuestión ha sido tratada muchas veces en los últimos plenarios del Comité Central y de la Comisión Central de control. Ha sido probado y otra vez probado que nadie lo ha ocultado, que este testamento de Lenin fue mandado al XIII Congreso, que fue leído y que el Partido decidió por unanimidad no publicarlo, entre otras cosas porque el mismo Lenin ni lo pidió ni lo deseó. Se dice que en este testamento Lenin propuso que se discuta, en vista de lo ‘grosero’ de Stalin, si no se podría reemplazar, como Secretario General, por otro camarada. Esto es del todo exacto. Sí, camaradas, soy grosero hacia aquellos que rompen o dividen al Partido de forma grosera y traidora. Ya, desde la primera sesión del plenario del Comité Central, después del XIII Congreso, pedía que el plenario me descargara de la función de Secretario General. El propio Congreso había tratado esta cuestión. Cada delegación trató la cuestión y todas las delegaciones, entre ellas las delegaciones de Trotsky, Zinoviev y Kamenev obligaron a Stalin a quedarse en su puesto. Un año más tarde, dirigí otra petición al plenario para desmarcarme de mi función, pero se me obligó de nuevo a quedarme en mi puesto”.
Como si todas estas intrigas sobre el “testamento” no fueran suficientes, ¡Trotsky no dudó, al fin de su vida, en acusar a Stalin de haber asesinado a Lenin! Para apuntalar esta revelación incalificable, avanzó con un sólo y único argumento: ¡Su firme convicción! En su libro “Stalin”, Trotsky escribe: “¿Cuál fue el papel real de Stalin en el tiempo de la enfermedad de Lenin? el ‘discípulo’ ¿no hizo nada para adelantar la muerte de su ‘maestro’? Sólo la muerte de Lenin podría dejar la vía libre para Stalin. Estoy firmemente convencido de que no podía esperarse, ya que su destino estaba en juego. A fines de febrero del 1923, en una reunión del Buró político, Stalin nos informó que Lenin le había pedido a menudo que le llevara veneno pues consideraba su estado desesperado, preveía un nuevo ataque, no tenía confianza en sus médicos. Sus sufrimientos eran intolerables”. 
Del 6 de marzo de 1923 hasta su muerte, Lenin estuvo prácticamente paralítico y privado de la palabra. Su mujer, su hermana y sus secretarias estaban a su cabecera constantemente. Lenin no podía tomarse ningún veneno sin que ellas lo supiesen. Los boletines médicos de este período explican perfectamente que la muerte de Lenin era inexorable.