19 de septiembre de 2022

Trotsky revisitado (XXXII). Críticas y reproches (6)

Hillel Ticktin: El ideólogo de la revolución
 
Hillel Ticktin (1937) nació en Sudáfrica y estudió en la University of Cape Town (Sudáfrica) y en la Moskóvskiy Gosudárstvenniy Universitét (Rusia). Entre 1965 y 2002 dio clases en la Glasgow University, Escocia, donde fue catedrático del Instituto de Estudios sobre Rusia y el Este europeo del Centro para el Estudio de la Teoría y los Movimientos Socialistas. Es autor de numerosos artículos y libros, entre ellos, “The origins of the crisis in the USSR.
Essays on the political economy of a disintegrating system” (Orígenes de la Crisis en la URSS.
Ensayos sobre la economía política de un sistema en descomposición), publicado en 1992 y “The ideas of Leon Trotsky” (Las ideas de Leon Trotsky), de 1995. Es editor de la revista “Critique”, fundada en 1973, una revista cuyo objetivo inicial fue analizar la realidad empírica del estalinismo. La revista aceptó el pronóstico de Trotsky de 1936 de que la Unión Soviética bajo el programa de socialismo en un solo país de Joseph Stalin fracasaría y que se restauraría el sistema de mercado capitalista. Lo que sigue es la primera parte de su artículo “Las ideas de Trotsky hoy en día”, publicado en noviembre de 2002 en “ceip.org.ar”, la página web del CEIP León Trotsky (Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones. León Trotsky).
 
Como todos los grandes hombres, Trotsky cometió errores y juzgó erróneamente los hechos. Sus análisis no siempre fueron correctos. No obstante ello, sus errores fueron errores honestos, comprensibles, a partir de los cuales los revolucionarios pueden y deben aprender. Trotsky veía al estalinismo como una doctrina que apoyaba la construcción del socialismo en un solo país, y sostenía que éste representaba la visión de un grupo social emergente en la Unión Soviética. No consideraba a la URSS como una formación estable. ¿Cuáles fueron los elementos esenciales del análisis de Trotsky? En primera instancia, él fue un revolucionario y por lo tanto contemplaba a la historia o al pensamiento social desde esa perspectiva. Su “Historia de la Revolución Rusa” es un manual sobre cómo realizar y dirigir revoluciones. Era un revolucionario socialista, y por lo tanto buscaba la construcción de una sociedad socialista. Con el fin de comprender la revolución, se requería una teoría para explicar las bases de esa revolución. Trotsky brindó una teoría así con su trabajo sobre la revolución de 1905. Por supuesto, había jugado un papel destacado en el Soviet de Petrogrado en el periodo de octubre a diciembre de 1905 como presidente de aquel Soviet.
Su famosa innovación teórica, el concepto de revolución permanente, fue extraída de Marx, pero sufrió una alteración radical en sus manos con el propósito de comprender la naturaleza avanzada de una clase obrera situada en el seno de un país atrasado. Desarrolló la idea de modo tal que ésta abarcara la naturaleza del socialismo mismo. Para Trotsky, la revolución permanente consistía de tres elementos. La clase obrera era la clase universal, cuya tarea era emancipar a la humanidad al emanciparse a sí misma. Esto lo tomó de Marx. Luego actualizó el concepto para abordar la situación de un capitalismo decadente. Un capitalismo decadente ya no podía cumplir siquiera sus propias tareas, no podía introducir formas políticas capitalistas contra la autocracia enfeudada en Rusia. De aquí que la tarea de derrocar a la autocracia recaía sobre la clase obrera. Sin embargo, una vez que ésta tomara el poder, no podía detenerse frente a la democracia burguesa, tenía que avanzar a realizar sus propias tareas. Tenía que tomar el poder en su propio nombre y avanzar hasta la dictadura del proletariado. La revolución estaba por lo tanto en proceso de devenir permanente en un solo país.
Pero el socialismo en un solo país era sin embargo imposible, de aquí que los obreros en el poder en un solo país tendrían por necesidad que ayudar a otros países a avanzar hacia el derrocamiento de sus propias clases dominantes. Trotsky, sin embargo, se oponía introducir el socialismo por la fuerza en otros países, como dejó en claro cuando mostró su desacuerdo con Lenin sobre la invasión de Polonia. La ayuda, en este respecto, implicaba la provisión de teorías, de consejos y, si fuera necesario, de armas y de dinero. Trotsky redactó el Manifiesto de la III Internacional, y consideraba que la mayor parte de la asistencia debía ser canalizada a través de la Internacional. Cuando el proletariado de los países avanzados hubiera tomado el poder, la construcción del socialismo podría devenir permanente. Trotsky añadía un tercer aspecto, el de una necesaria revolución cultural, para establecer el socialismo mismo.
La revolución cultural implicaba la educación del conjunto de la población, de modo tal que todos tuvieran el conocimiento, la comprensión y la voluntad de gobernar la sociedad. Claramente, una sociedad en la cual sólo algunos poseyeran conocimientos, mientras que el resto no, estaría dividida entre gobernadores y gobernados, entre ricos y pobres, y entre obreros del intelecto y obreros manuales. Era por lo tanto necesario que todos tuvieran acceso a una educación desarrollada, así como también que realizaran una escuela adecuada de democracia directa. Una vez que un alto nivel de educación se generalizara al conjunto de la sociedad, todos podrían comprender las cuestiones en juego en cualquier discusión política, y tendrían la capacidad de participar en la administración de la sociedad. En este punto, las masas mismas estarían entonces en el poder. La revolución sería entonces irreversible; sería verdaderamente permanente.


Estrechamente ligada a la revolución permanente está la ley del desarrollo desigual y combinado, lo que podría parecer un lugar común hoy en día. Trotsky sostenía que el país más atrasado tendría la ventaja de saltearse las etapas que el país más avanzado había atravesado. Incluso más aún, el país atrasado tenía la ventaja de que podía introducir las formas más modernas de tecnología en un momento en el cual el país más avanzado estuviera todavía empantanado por la necesidad de utilizar los equipamientos con que contaba. En términos sociales, esto significaba que el proletariado del país más atrasado podía ser más revolucionario, y tener menos barreras que sortear para organizar su revolución. Como resultado de esto, la actividad de la clase obrera en 1905 se volvía comprensible.
El tercer concepto usualmente asociado con Trotsky no es realmente una idea ni nada nuevo: es la imposibilidad del socialismo en un solo país. Esto era el marxismo ortodoxo hasta que Stalin y Bujarin sostuvieron que era necesario construir el socialismo en un solo país en 1924. La contribución específica de Trotsky, en este respecto, fue su defensa implacable de la posición marxista ortodoxa, y la explicación que él brindara. Dicho de manera simple, sostuvo que había una división internacional del trabajo, y que cualquier país del mundo estaba sujeto a ella. Este punto de vista ha sido ampliamente demostrado por la caída de la URSS, y ha sido de hecho aceptado por muchos que antes se habían opuesto a la doctrina.
La cuarta contribución intelectual que se puede decir que él hizo se sigue de su rechazo del concepto de socialismo en un solo país. Trotsky es la fuente de la mayoría, y posiblemente de todas, las críticas socialistas formuladas acerca de la Unión Soviética. Antes del derrumbe de la URSS brindó un test concreto para medir el éxito de cualquier teoría en comprender la URSS misma; había de hecho cuatro amplias corrientes de pensamiento. Aquellos que seguían a Trotsky al pie de la letra consideraban a la URSS como una variedad de estado obrero degenerado. Aquellos que veían a la URSS como un nuevo modo de producción con una nueva clase dominante se denominaban colectivista-burocráticos, y derivaban su análisis de Max Shachtman, quien había desarrollado sus ideas en conflicto con Trotsky a fines de los años ‘30. Luego estaban los diferentes grupos que han considerado a la URSS como una variedad de capitalismo de estado, viéndola como una variante del capitalismo moderno. La idea de que la Unión Soviética era capitalista es, por supuesto, una posición sostenida por muchos otros agrupamientos no trotskistas, desde los maoístas hasta los autonomistas. Por último, está mi propio punto de vista, que tiene al menos el mérito de explicar porqué la URSS llegó a su fin, llegando a brindar esa explicación antes de que ésta se derrumbara.
Éste parte del análisis de Trotsky sobre la derrota de la revolución por un nuevo grupo social dirigido por Stalin. Luego recurre al concepto de producto excedente, un concepto que Trotsky utiliza como se muestra más arriba. La cuestión crucial es la del control. Se sostiene que el grupo gobernante lo hace en virtud de una medida de control sobre ese producto excedente, pero se reconoce que éste es incapaz de establecer un control completo sobre el producto excedente. De aquí que el grupo dominante sea incapaz de imponer sus necesidades a la sociedad, por lo cual debe ocultar la apropiación que efectúa de ese excedente.
Por otra parte, los obreros son atomizados por el aparato estatal que actúa en interés del grupo dominante. Esa atomización es amortiguada por la individuación económico-política del trabajador en el lugar de la producción. Al obrero en esa posición, sin embargo, se le otorga un cierto grado de control sobre su propio proceso de trabajo. De aquí que surja un conflicto entre la función organizacional del grupo dominante, y el interés propio del obrero atomizado. El sistema sólo puede funcionar en la medida en que haya una expansión absoluta del tiempo de trabajo. El sistema no es un modo de producción, tiene una vida limitada y debe por fuerza desintegrarse. El sistema constantemente trataba de eliminar el control de los obreros sobre el proceso de trabajo, pero fracasó, y en última instancia dio el paso, cuando ya se estaba desintegrando, de pasarse al capitalismo como único método de controlar a los obreros y de mantener la posición del grupo dominante.
El razonamiento se continúa luego con la afirmación de que la teoría de la revolución permanente de Trotsky ha sido asimilada a la naturaleza de la época. El concepto de época transicional es una de las innovaciones conceptuales más duraderas realizadas por Trotsky. Este comparaba la transición del capitalismo al socialismo con la transición previa del feudalismo al capitalismo. Señalaba de qué manera épocas semejantes reflejan la incertidumbre de los tiempos, dando lugar a una concepción de la política que fue muy bien descripta por Nicolás Maquiavelo. De aquí que nuestro tiempo presente es también maquiavélico en la atomización, la falta de confianza, el engaño, etc, que son los ingredientes de la política moderna. El cambio de un modo de producción a otro puede llevar muchos años, y ese periodo exhibe rasgos especiales, los rasgos de una época transicional.


¿Qué sucede si el proletariado derroca al viejo orden pero no logra instalarse en el poder? ¿Qué sucede si el proletariado no puede derrocar al viejo orden pero continúa teniendo la capacidad de hacer la revolución, aunque no esté dispuesto a ello? Entonces hay un impasse. En un sentido, el proceso de movimiento hacia transformar la revolución en permanente queda congelado. Si contemplamos a la revolución permanente como un proceso y no como una categoría estática, entonces tenemos que concluir que el proceso puede verse interrumpido en cualquier punto de su desenvolvimiento. El derrocamiento del capitalismo en el transcurso de la Revolución Rusa puede ser contemplado en un contexto histórico en el cual la Revolución Rusa debe ser entendida como un derrocamiento parcial del capitalismo en su conjunto. Eso entonces se asimiló a la naturaleza de la época, en la medida en que todos los países han tenido que aceptar ciertos objetivos. El pleno empleo, el estado de bienestar, el derecho pleno al voto son todas conquistas conseguidas luego de la Revolución Rusa. El derrocamiento del capitalismo mismo puso al sistema en una situación de riesgo permanente, con la consecuencia de que la clase dominante tuvo que hacer concesiones para permanecer en el poder. La clase obrera, a su vez, cobró conciencia de la alternativa, lo cual hizo que fuera imposible rechazar sus reclamos sin más.
Puede sostenerse entonces que toda la economía política del periodo post-1917 fue moldeada por 1917. De aquí que el periodo post-1917 pueda ser comprendido como el periodo durante el cual el proletariado está tratando de establecerse sobre bases mundiales. El problema con este razonamiento es que la larga pausa o el retraso entre la primera revolución y su consumación total pone en cuestión a la teoría de la revolución permanente misma. Las revoluciones nacionalistas, por ejemplo, parecen demostrar que el proletariado no es necesario para consumar la revolución burguesa. En este punto, lo usual es señalar que el antiguo mundo colonial sigue siendo dependiente de los centros metropolitanos. Si bien el Tercer Mundo ha dejado de ser parte del sistema colonial, todavía es controlado a través de las instituciones financieras y económicas. Todavía más, el papel del estalinismo no puede ser ignorado. El mismo estalinismo es un producto ilegítimo de la Revolución de Octubre, pero es no obstante producto de ella. Este ha sido crucial en engendrar las modernas formas de estados post-coloniales, muchos de los cuales han colapsado luego del derrumbe de la URSS.
En pocas palabras, la revolución permanente sigue siendo válida y debe ser entendida como el conjunto de la naturaleza de la época misma. Esta es una época en la cual el sistema capitalista está en decadencia, pero el conjunto del mundo está también en transición hacia un nuevo mundo, que está todavía por nacer. La revolución ha comenzado, y hasta que sea consumada, el mundo no puede más que pasar por pruebas gigantescas. Dicho de otra manera, podemos considerar a la teoría de la revolución permanente como aquella que establece la dinámica de los tiempos modernos.
Trotsky, al igual que Lenin, era un revolucionario profesional. Sus escritos tienen el propósito de contribuir a la revolución. Si bien éstos son políticos, tienden a ser menos abiertamente políticos que los de Lenin, y más analíticos. El hecho de que analizara los eventos políticos, la economía política de la época o la sociología de la revolución, lo convirtió probablemente en el pensador de izquierda más importante del siglo XX. A diferencia de Lukacs, o de Gramsci, nunca realizó concesión alguna al estalinismo. Incluso sus errores continúan viviendo en los trabajos de aquellos que frecuentemente no son conscientes de la contribución realizada por Trotsky al pensamiento. La teoría de la onda larga, la crítica de la Revolución Rusa, y su categorización de la época son todas cosas que lo han sobrevivido. El análisis literario de Trotsky demostró la posibilidad de un análisis marxista no represivo acerca de las artes. Elaboró un análisis teórico sofisticado acerca de la literatura y del arte, que se oponía al realismo socialista. Como es bien sabido, muchos de los surrealistas más reconocidos eran trotskistas.
En la época estalinista los errores eran vistos como evidencia de un fracaso, de atraso y de debilidad. Los grandes errores, sin embargo, pueden ser entendidos ahora como el resultado de grandes acciones y de grandes hombres. Hoy en día, podemos discutir el pensamiento de Trotsky en el contexto del fracaso de la Revolución Rusa y formular las preguntas que él no se atrevió a formular. ¿Cambió el mundo para mejor por la Revolución Rusa? ¿Fue un error? Los terribles desastres que la siguieron representan los costos de la revolución. Se podría incluso sostener que la revolución condujo al estalinismo, el cual evitó que estallara una revolución socialista durante la mayor parte del siglo que ya se fue. ¿Entonces el intento no valió la pena? Por supuesto, la historia no puede ser cambiada, pero la pregunta no es de índole académica porque la respuesta es crucial para comprender el momento actual. Tampoco debería nadie eludir la pregunta, como han hecho la mayoría de los socialistas durante los últimos setenta años.


Para aquellos que son fatalistas la respuesta debe ser no. Para aquellos que ven la historia como un entrelazamiento de la necesidad y el azar, la respuesta debe ser un sí rotundo. El resultado no estaba cantado de antemano. La revolución podría haber triunfado en Alemania o en otros países. El proletariado estaba destinado a tratar de tomar el poder en algún momento, y no había garantías de victoria. Cualquier derrota traía aparejada una retaliación inusitada. El mismo problema sigue estando presente hoy en día. Además, la Revolución Rusa le mostró al mundo que el capitalismo no era eterno, y que era posible erigir una alternativa. Con el fin de contenerla, la burguesía hizo concesiones que cambiaron la naturaleza del capitalismo mismo. Nada puede justificar los millones que fueron asesinados por el estalinismo en nombre del socialismo. Pero ese no es el punto. En el periodo anterior a Stalin, la Revolución Rusia ya había cambiado la historia. Le dio a las masas de todo el mundo la esperanza de que algún día podrían regir sus propios destinos. Fue la Revolución Rusa la que marcó el comienzo del periodo de transición en el que estamos viviendo hoy en día. La clase que se beneficia de la explotación no se entregará por su propia voluntad, y lamentablemente puede haber muchas derrotas antes de que llegue una sociedad verdaderamente humana. Fue Trotsky quien comprendió el concepto de la época de transición, incluso aunque no podría haber conocido o predicho su profundidad o la medida de la miseria humana.
El papel de Trotsky en la historia ya fue establecido. Él fue crucial para el triunfo de la Revolución Rusa de 1917, tanto como organizador del Ejército Rojo y como teórico. Su “Historia de la Revolución Rusa” es posiblemente su trabajo más importante, no sólo porque brinda un punto de vista marxista no estalinista que no sido superado hasta la fecha, sino más bien porque es un manual sobre la naturaleza de la revolución misma en el siglo XX. Rosa Luxemburgo discutió la cuestión de la conciencia de la clase obrera, Gramsci escribió libros sobre cómo modificar la conciencia de la clase obrera, pero fue Trotsky quien se volvió parte del proceso mismo. Comprendía la naturaleza de los cambiantes estados de ánimos de las masas, y la relación entre esos estados de ánimo cambiantes con las acciones políticas y los programas de los partidos políticos. Lenin fue un maestro en el arte de la maniobra política, pero Trotsky se abstuvo de ese proceso en favor de la interacción con las masas. Ese fue su punto fuerte, así como también su debilidad.
Cuando los trabajadores quedaron desgastados, mutilados, heridos o desmoralizados por el proceso de la guerra, de la guerra civil y del hambre, Trotsky perdió su auditorio. Cuando Lenin le propuso hacer un bloque contra Stalin, Trotsky no adhirió a su propuesta. Más tarde sostuvo que no podía tomar el poder sin apoyo popular porque entonces se hubiera visto obligado a apoyarse en las fuerzas sociales que apoyaban a Stalin. La cuestión sigue estando abierta al debate. Si Lenin hubiera estado en su lugar, Stalin hubiera sido expulsado de su cargo sin ninguna parsimonia, pero no está claro si la situación hubiera podido ser cambiada. Con el beneficio que nos da la mirada retrospectiva sobre hechos ya consumados, podemos decir que no hubiera habido colectivización forzosa, ni hambrunas, ni purgas, y es posible que incluso ni hubiera habido Hitler. Si éste fuera el caso, Trotsky estaría en deuda con la humanidad por no haber tomado el poder y salvado las vidas de las decenas de millones de personas que fueron asesinadas en esos episodios bárbaros. ¿Cómo podría haberlo sabido?