9 de abril de 2008

Un par de anécdotas acerca de Beethoven

El escritor y biógrafo alemán Emil Ludwig (1881-1948), observó en 1943 que "sólo nuestro siglo (se refiere al siglo XX) ha logrado valorar y amar la obra de Beethoven como se lo merece, y ha encontrado en el aparente caos de pensamientos, sentimientos e imáge­nes la lógica musical en un centro tras­cendente". En efecto, la creciente fas­cinación que ganó su música, mucho tiempo después de su muer­te, es un acontecimiento extraordinario y justifica el agregado de un par de anécdotas relativamente recientes referentes al compositor de la inmortal "Mondscheinsonate"
(Sonata Claro de Luna).
En 1974, en muchas ciudades y alde­as de China, empezaron a aparecer periódicos y carteles murales que denun­ciaban a Beethoven como ex­ponente de "la podrida cultura burguesa occidental". Por lo que después se supo, la embestida fue responsabilidad de la famosa Banda de los Cuatro (una camarilla de dirigentes del Partido Comunista Chino ultra maoístas), dirigida por la mujer de Mao, Jiang Qing (1914-1991); pero lo cierto es que su música fue prohibida en toda China, convirtiendo a Beethoven -a casi un siglo y medio de su muerte- en el protago­nista de uno de los casos de censura más increíbles de la historia.
La censura de ideas, de textos y canciones, de fotogra­fías o películas, puede ser algo que re­pugna pero, ciertamente, no sorprende a nadie. Censurar un ritmo, una tonali­dad, una melodía, un sonido y hasta un silencio es -en el mejor de los casos- un acto de suntuoso surrealismo. Aun­que tal vez sea verdad lo que comentó un crítico musical cuando el mundo se enteró de la insólita novedad: "No cabe suponer que la política cultural de Chi­na se maneje de pésima manera, sino
bien lo contrario: Jiang y su banda apre­ciaron correctamente el carácter subversivo de la música en general y de Beethoven en particular".
Algún tiempo antes que Beethoven fuera censurado en China, en los años '60, Anthony Burgess (1917-1993), uno de los gran­des de la literatura ingle­sa contemporánea, dio a conocer la novela que lo hizo famoso, "A clockwork orange" (La naranja mecánica, 1962). Sobre la reali­dad de un atroz episodio sufrido en carne propia, Burgess anticipó el nihi­lismo y la crueldad de la rebeldía adolescente en las grandes ciudades de fines del siglo XX: el protagonista principal de su narración, un brutal pandillero que goza ve­jando y violando a la gente mayor, sólo cono­ce un lapso de placidez espiritual en su despiadada vida cotidiana, y ese lapso es el que pasa refugiado en su cuarto, escuchando la música de Beethoven con el sometimiento y el éxtasis de un adicto. Todo un símbolo.
"Antes de Beethoven se escribía mú­sica para lo inmediato: con Beethoven, se empieza a escribir música para la eternidad." Lo dijo Albert Einstein (1879-1955), y no hay más remedio que darle la ra­zón.