Por qué no nos describe Serodino, Santa Fe de los años ’40, su infancia. Cuéntenos un poco…
Bueno, le voy a decir una cosa, sin dar el nombre de Serodino, hay una referencia de la cual me siento muy orgulloso que es la de Darwin. Darwin dice "a 40 kilómetros al noroeste de Rosario se encuentra el lugar más chato, la llanura más chata que debe existir sobre la tierra", y a 40 kilómetros al noroeste de Rosario está Serodino, que fue fundada unos años más tarde. Darwin dijo eso aproximadamente cien años antes de mi nacimiento, y esa descripción del paisaje de la llanura, cuando yo leía el libro de Darwin, revivía toda una serie de experiencias personales mías. Todo lo que Darwin decía yo lo había vivido cien años más tarde empíricamente. Todos los pueblos de esa zona están cortados por las vías del ferrocarril. El centro, el núcleo del pueblo, son cuatro cuadras de cada lado. Generalmente, los que viven en una parte llaman a la otra parte "del otro lado". Para ir "al otro lado" se atraviesa el camino de la estación, se pasa un molinillo, se va por un caminito desgrosado y se cruzan las vías. En aquella época las calles no estaban asfaltadas, había un gran movimiento de sulkies, de caballos y un poco menos de autos. Para los años '40 todavía eso no existía. Yo iba a la escuela al lado de mi casa, a la escuela Sarmiento Nº 258; después fui a otra que era la Nº 1, en Santa Fe, y me imagino todas las escuelas Sarmiento que debe de haber en el país, ¿no es verdad? Bien merecido, por otro lado, el nombre. Mi padre era comerciante, tenía un negocio de ramos generales, también mi abuela hacía lo mismo, había dos o tres árabes más que tenían negocios, pero también había españoles que tenían negocios, judíos que tenían tiendas y después con sus farmacias, sus hoteles, su iglesia, su plaza. El patrono del pueblo era San José, el 19 de marzo se hacía la procesión de San José. Mi familia era árabe, pero católica apostólica romana, cosa que es una minoría. Mi padre siempre decía con orgullo "somos católicos apostólicos romanos". Yo, poco a poco, me fui separando de esa línea de pensamiento pero naturalmente me han quedado todas las impresiones infantiles de un mundo en una familia de católicos emigrados árabes. Una gran familia dispersa no solamente en el pueblo, porque ahí estaba mi abuela, sino en los pueblos de alrededor. Las fiestas de fin de año, los casamientos, los bautismos, las muertes, congregaban a toda esa familia numerosa y a los amigos. Yo llevaba una vida de chico de pueblo, andaba a caballo a veces -porque nosotros no teníamos caballos-, pero siempre alguien nos llevaba a caballo, íbamos a las chacras a tomar leche al pie de la vaca, íbamos a pescar en las canaletas, íbamos a cazar pájaros... Fue una vida que me marcó mucho, muchísimo. Muchas veces me he encontrado en el silencio de la llanura, en un maizal, por ejemplo. Yo tenía un tío que iba a cazar y a pescar. No sólo hacía eso: cuando nosotros íbamos a los entierros, él iba a pescar; o a los casamientos, él se iba a cazar. Era realmente su obsesión. El tío "Pibe", el hermano menor de mi madre, y nos llevaba a los chicos con él cuando iba a cazar. Nos dejaba un poco solos para que él pudiera cazar sin temor a que se produjera algún accidente desgraciado y también nos había comprado un rifle de aire comprimido para tirar. Entonces íbamos a la noche a cazar pájaros a los árboles y uno se encontraba solo ahí, en la llanura, mi tío se había alejado, y ahí se producía un silencio muy particular, en ese campo de maíz seco o en un lugar a la orilla de un camino... y esas impresiones eran muy fuertes porque había como una especie de pánico en ese silencio, muy fuerte, muy terrible.
Haciendo referencia a su infancia voy a tratar de ser textual. Uno de sus personajes asegura que "la infancia atribuye a su propia ignorancia y torpeza la incomodidad del mundo; le parece que lejos de la orilla opuesta del océano la fruta es más sabrosa y más real, el sol más amarillo y benévolo, las palabras y los actos de los hombres más inteligibles, justos y definidos''. ¿Así era la sensación que usted tenía?
Claro, el problema es que cuando llega a la otra orilla se da cuenta de que era un mito, un fantasma. Todo el mundo dice: "ah, las frutas eran mucho mejores hace treinta o cuarenta años". Bueno, yo he probado algunas de estas famosas frutas que crecen como los lirios del campo y, bueno, no son tan buenas tampoco, casi yo diría que son mejores las industriales. En los jóvenes hay una impaciencia por vivir experiencias que les parecen inaccesibles. Está el caso del sexo, ¿no? Los niños que no tienen acceso a la verdadera relación sexual ven el sexo como una experiencia absolutamente extraordinaria. Y, efectivamente, las primeras experiencias sexuales son extraordinarias, son temblorosas, todo lo que usted quiera, pero después uno se va habituando y entonces no siempre el sexo tiene esa aura mística. De tanto en tanto la especie nos obliga a volver a esa aura mística porque quiere reproducirse; entonces somos motivados por algo que creemos que forma parte de nosotros mismos pero que, en realidad, nos es exterior y, otra vez, vuelve ese temblor. Pero es una especie de temblor esporádico y, al mismo tiempo, somos conscientes de los límites, de las servidumbres, de las imposibilidades del sexo también cuando ya somos adultos y lo hemos experimentado. Al mismo tiempo hay una serie de imposibilidades, si no el ser humano estaría fornicando todo el tiempo. Todo se transforma en una experiencia relativa, la fruta en el texto, o la experiencia intensa, la fruta puede ser esto de lo que acabo de hablar o puede ser también la gloria, puede ser la amistad, puede ser la aventura...
La inclemencia de los padres…
Bueno, eso naturalmente, sí... la libertad que desea, fuera de la autoridad de los padres... uno cree que va a ser completamente libre. Pero después, cuando uno adquiere por fin ese fruto tan codiciado, se da cuenta de que está otra vez en lo relativo como cuando creía estar fuera. Es como cuando entramos en una fiesta; yo lo he escrito en algún texto hace algunos años, muchos años. Cuando llegamos tarde a una fiesta y vemos a todo el mundo ahí que está charlando animadamente, bebiendo, nos parece que están todos pasando un momento extraordinariamente placentero y que nosotros estamos fuera de eso. Pero, en realidad, es porque estamos fuera también de la interioridad de los que están adentro. Los que están adentro están conversando, pero están pensando "pucha, qué 'pesado' que me tocó aquí en la conversación" y le sigue sonriendo. A otro le duele la muela, a otro le cayó mal lo que comió, otro está un poco borracho, otro está pensando que no tiene con qué pagar el alquiler. En fin, ellos están en lo relativo pero, visto desde afuera, nosotros lo vemos en lo absoluto.
¿Por qué "la patria es la infancia"?
La patria es la infancia porque la patria, eso que queremos, no son las ideas abstractas, no son el gaucho, el himno nacional, la bandera... Lo que queremos son nuestras experiencias, las primeras experiencias que son constitutivas de nuestro ser; el lenguaje, el idioma que hablamos y ese pequeño mundo no son la patria abstracta. Ciertas personas poco escrupulosas intentan confundir esa experiencia auténtica, verdadera, profunda, del lugar del nacimiento y del comienzo del lenguaje, de las primeras experiencias, ese primer círculo empírico que constituye nuestra marca, nuestra individualidad en un contexto social. Ellos pretenden constituirlo en una especie de pasión abstracta, obligatoria, a la cual supone la adhesión a toda una serie de valores que no necesariamente estamos obligados a compartir.
¿Cuál fue la relación que tuvo con el río, con el agua?
Mi pueblo, Serodino, está a unos diez o doce kilómetros del río Paraná. Tengo una experiencia en el río desde... ni sé que edad tendría... tendría tres o cuatro años. Después, cuando nos mudamos a Santa Fe, yo ya tenía diez años, y Santa Fe está a la orilla del río y ya empecé a vivir al río como un paisaje del cual me fui apropiando a tal punto que la llanura quedó un poco atrás y recién a partir de cierto momento empezó a volver a principios de los años '80. Y, bueno, el río en sus múltiples manifestaciones; no solamente como paisaje, sino como experiencia, las playas que había, también un poco de navegación, las islas, el cruce a Paraná, subir en lancha hasta La Paz, por ejemplo, remontar el río. Fl río visto desde puntos de vista múltiples forma parte de mi experiencia. El río es un objeto cargado de sentido con el que hay que tener mucho cuidado porque está saturado de simbolismos. Hay que volverlo a su realidad material para que no represente cosas demasiado fijas. Se asocia muy rápidamente al río con el tiempo, por ejemplo. Toda la literatura alrededor de los ríos siempre me gustó mucho. Escritores como Conrad, Faulkner... Yo reencontraba mi propia experiencia, sobre todo en un texto, que no es el que más me gusta, hay otras novelas de Faulkner que me gustan más, pero esa novela "Las palmeras salvajes" con la historia de la inundación fue una cosa muy fuerte para mí, me marcó mucho porque reencontraba experiencias cotidianas de otras inundaciones que habían tenido lugar en el Paraná.
Uno de sus personales dice que "ser adulto significa justamente haber llegado a entender que no es en la tierra natal donde se ha nacido sino en un lugar más grande, más neutro, ni amigo ni enemigo, desconocido, al que nadie podría llamar suyo y que no estimule el afecto sino la extrañeza, no es en realidad su patria sino su prisión".
Claro, el universo. Porque aceptamos una serie de convenciones y aceptamos como normales una serie de cosas que son extremadamente misteriosas, enigmáticas y que no tienen resolución posible. Por ejemplo todos los objetos, todo lo que está aquí en esta habitación, no solamente las personas, sino también los objetos. Si empezamos a indagar su naturaleza, resultan misteriosos y hunden sus raíces en una oscuridad impenetrable. Es la oscuridad de este universo enigmático en el cual vivimos y que seguirá siéndolo todo el tiempo, digan lo que digan los científicos.
Pero puede haber tantos enigmas y misterios como sujetos, porque los misterios de las cosas deben ser distintos para los diferentes sujetos. Debe haber misterios distintos, no hay misterios universales.
No, seguramente, no hay misterios universales, pero hay como límites universales del conocimiento. Después cada cual cree lo que quiere; cree que la vida orgánica la trajeron aquí los extraterrestres o que el mundo fue creado en el año 4004 antes de Jesucristo o muchas otras cosas. Algunas más respetables que otras, naturalmente, según el uso que se haga de la superstición.
Nació en Serodino, un pueblo de la pampa gringa a unos cuarenta kilómetros al noroeste de Rosario. Vivió once años en ese pueblo, hasta que su familia se mudó a la ciudad de Santa Fe. ¿En qué medida influyeron los pueblos de su infancia en su experiencia literaria?
Puedo decir que hay dos tipos de experiencia importantes en esos dos pueblos. Uno, es la experiencia clásica del campo argentino, el de la llanura, que es un paisaje con el cual estoy íntimamente compenetrado. A mí, los otros paisajes que no son de la llanura me parecen siempre fotografías de almanaque. Las montañas nevadas me parecen bien, pero se parecen a las postales. En los pueblos de la llanura viví toda una serie de experiencias directas, crudas, como andar a caballo o tomar leche al pie de la vaca; estar en contacto con los animales, con los insectos, conocer a los vecinos, vivir en casas que tienen patios inmensos. Pero también viví la experiencia de mis primeras lecturas, que podían ser libros pero también podían ser revistas. Yo empecé a leer en forma bastante precoz, antes de ir a la escuela. Mi padre le había dicho a la maestra de la escuela que estaba al lado de casa, si no me podía poner mas allá del preescolar, por que yo ya sabía leer. Todavía escribía con palotes, pero ya leía. Esas lecturas podían ser de autores no necesariamente nacionales, era una lectura un poquito popular, donde abundaban las novelas de aventuras: Salgari, por ejemplo; novelas policiales, clásicos de la novela policial que venían en historietas, como "El misterio del cuarto amarillo", las historias de Sherlock Holmes... Todo eso quedó ligado en mi experiencia personal, en mi memoria, a esas experiencias infantiles en el pueblo. Eso ha creado una especie de complejo imaginario emocional del cual se nutre mucho mi literatura.
Hubo, después, un nuevo cambio cuando se fue a vivir a Colastine Norte, un lugar todavía más rústico que Serodino...
En Colastine Norte empecé a tener la experiencia del río y de la costa. Esto ocurrió primero desde el pueblo de Serodino, porque los domingos, en verano, la familia iba en camión a bañarse en los ríos. Esa experiencia de la vida fluvial, del alcance de los ríos, de la inmensidad y la importancia de ese río Paraná, todo eso fue como un nuevo choque para mi imaginación y mi visión de la literatura, de aquello que me parecía digno de ser representado o que me podía suministrar las metáforas de lo que yo quería representar.
Luego llegó el viaje a Europa y una visión diametralmente opuesta.
La tercera experiencia fuerte fue mi llegada a Europa, donde se produjo una especie de renacimiento. Es como un rito de iniciación irse a vivir al extranjero. Primero, hay que pasar por una zona de oscuridad en la cual uno desaparece completamente si es una persona como yo, sin recursos. Es muy diferente para alguien que tiene un pariente que le dejó un palacete en los Champs Elysées, pero, para alguien como yo, era una aventura totalmente nueva que me puso en condiciones que me obligaron a reconsiderar muchas cosas. Fue un tercer aporte empírico imaginario para la construcción de mi obra. Yo ya era grande años, tenía treinta y un años y muchos de mis libros ya habían sido empezados o escritos. "La mayor" fue un libro de transición que empecé a escribir allá, pero "El limonero real" lo había empezado a escribir en Argentina y lo terminé en Francia. Ahí empezó una prolongación, una derivación muy particular de mi trabajo literario, sin que haya una verdadera ruptura. Al mismo tiempo, se produjo un movimiento hacia delante en mi trabajo a la par de una mirada retrospectiva. La visión hacia el pasado estaba enriquecida por todas esas experiencias nuevas que me daban una cierta distancia y, a causa de ella, una suerte de valoración afectiva nueva.
¿Cambió en algo el sentimiento de pertenencia hacia Argentina a partir de la experiencia en París?
Se acentuó. Yo hubiese podido tener la nacionalidad francesa. Muchos consideran que es un honor, y evidentemente no sé si es un honor, pero sí es una ventaja para muchas cosas. Pero yo prefiero seguir siendo argentino. Tal vez sea mi masoquismo. Debo decir que la visión retrospectiva a propósito de la Argentina que se carga de una afectividad nueva, tiene mucho que ver con esta insistencia por seguir siendo argentino, por identificarme. A mí me parece que mi trabajo literario perdería mucho, no si tengo la nacionalidad francesa, pero sí si yo no tuviese ese apetito por trabajar en un contexto de la lengua coloquial de mi infancia y de la región en la que yo viví. Es la misma razón por la cual nunca escribí en francés. Ni lo intenté, ni me interesaba. Además, prefiero competir con Manuel Gálvez que con Proust.
¿Por qué el argentino siente que carga con una cruz?
Cualquier forma de identidad exagerada, cualquier identificación excesiva a cualquier cosa, es siempre causa de decepción, de visión adulterada del mundo. Cuando vemos que hay conflictos y empezamos a buscar en cada uno los elementos que son desencadenadores, además de los intereses financieros, inmediatamente encontraremos pretextos de identidad. Por ejemplo, lo encontramos en las guerras de Medio Oriente, pero también en la campaña que llevan adelante los gobernantes norteamericanos, en la cual han elaborado esa cosa muy cuidadosamente preparada de identificarse ellos mismos con el Bien y todo aquel que no piensa como ellos, con el Mal. Ese es un recurso de identidad para demostrar que tienen razón. A mí ese tipo de cosas no me interesan; yo creo que el hombre, el sujeto clásico, está totalmente desmembrado, y pretender una identidad, ya sea racial, religiosa o cultural, es un discurso autoritario.