Doctor Gazzaniga, después de cinco décadas en la vanguardia de las neurociencias, ¿cuál diría usted que es la visión que prevalece sobre cómo funciona la mente?
Hoy
creemos que el grueso de la actividad mental se procesa en módulos mayormente
automáticos para que los sistemas de toma de decisiones no tengan que vérselas
con los diez millones de pasos que intervienen en cualquier acto: hablar, mover
las manos, rascarse la cabeza... Todo eso es automático y está fuera de la
conciencia. Ahora, cómo se produce la integración modular que da lugar a las
respuestas neurológicas ¡es un misterio total! Eso es lo que tenemos que
entender. Pero si hoy tuviéramos la respuesta, no podríamos apreciarla. Tenemos
que ir comprendiendo muchos procesos para vislumbrar exactamente las preguntas
que deberíamos hacernos.
¿Quiere decir que la mayor parte de nuestra
actividad mental es inconsciente?
Es una
idea bastante establecida. Estos subsistemas están trabajando todo el tiempo
sin que seamos conscientes de ellos. Todos los sistemas de información tienen
esa característica: se construyen en distintos niveles de control.
¿Y dónde estaría la conciencia? ¿Podría tener
una localización anatómica?
No, no,
uno podría pensarla como un sistema de funcionamiento en paralelo y vastamente
distribuido. Déjeme aclararlo: durante muchos años estudié pacientes que habían
sido operados para controlar su epilepsia y a los que se les había seccionado
la comunicación entre los hemisferios cerebrales. Ellos no podían describir
verbalmente nada que se encontrara a la izquierda de un cierto punto. Tal vez
el hemisferio izquierdo, el que está hablándome, no sabe que hay algo mal, no
está consciente, y por eso no se preocupa de no poder hacer ciertas cosas. Yo
creo que el mecanismo que posibilita la conciencia es múltiple y que hay
millones de esas partes. Pero cómo es ese circuito y cómo funciona en el nivel
de las neuronas... no tengo la mínima idea.
Usted es uno de los expertos mundiales en explorar
los fenómenos que surgen al dividir los cerebros y desconectar el hemisferio izquierdo
y derecho. En sus investigaciones usted ha hecho ver que el hemisferio
izquierdo posee mayor capacidad de procesar en forma secuencial-serial, y por
lo tanto es más apropiado para el lenguaje y el razonamiento, y el hemisferio
derecho es más holístico y paralelo, y mejor adaptado para apreciar parecidos y
similitudes globales, especialmente propiedades espaciales, tales como el
reconocimiento de caras. Sin embargo, aunque el hemisferio izquierdo es el que resuelve los problemas, se ha visto que en problemas matemáticos los
estudiantes buenos para las matemáticas se destacan por utilizar también el
hemisferio derecho, cosa que no hacen los estudiantes malos para las
matemáticas. ¿Los dos hemisferios controlan
muchos diferentes aspectos del pensamiento y las acciones? ¿Podríamos decir
que uno tiene dos Yo: el Yo izquierdo y el Yo derecho, cada uno independiente
del otro?
Yo diría que hay solo un Yo, pero que puede operar en muchos
modos. Yo soy esposo, padre, científico, esquiador, profesor, etc. Cada uno de
estos modos recluta diferentes aspectos de mi ser y cada modo se siente como
algo diferente. El trabajo de separar cerebros nos ha permitido preguntarnos
si tiene cada hemisferio su propio Yo. A un cierto nivel, cada hemisferio puede
recordar, puede emocionarse, conocer y ejecutar decisiones. A cierto nivel de
razonamiento, cada uno debe tener su propio Yo. A través de los años, sin
embargo, ha quedado claro que cada hemisferio trabaja a niveles enormemente diferentes
en cuanto al entendimiento del mundo. El hemisferio izquierdo es completamente
autoconsciente, interpreta sus acciones y sentimientos, así como aquellos del
mundo. El hemisferio derecho no hace mucho de esto y es un pésimo resolvedor de
problemas. En tests simples de autoconciencia, tal como el reconocer fotos del
mismo paciente o de sus parientes, ambos hemisferios parecen indicar
reconocimiento. Pero, ¿están ambos igualmente conscientes? Es difícil decir que
el hemisferio derecho esté autoconsciente, ya que el reconocimiento mostrado
parece ser simplemente una respuesta asociativa; y es muy difícil interrogar al
hemisferio derecho sobre su nivel de autoconsciencia pues típicamente no posee
lenguaje hablado. Como usted sabe mi propuesta es que el hemisferio izquierdo
tiene un "intérprete" que está constantemente evaluando el estado del
cuerpo y la mente.
El cerebro tiene tal complejidad que hay quienes
vaticinaron que nunca llegaremos a comprenderlo. A su modo de ver, ¿en qué
lugar del túnel nos encontramos?
Bueno, el
ADN, la base molecular de la herencia, fue descubierto en 1954. ¡Y mire todo lo
que aprendimos acerca de la complejidad de la célula! ¡Es absolutamente
increíble! Hace sesenta años pensábamos que un gen producía proteínas y que
éstas producían la enfermedad. Hoy sabemos que cuando se expresa un trozo de
información genética se ponen en juego procesos complejísimos. Y esta vasta
cantidad de conocimientos fue articulada en las últimas seis décadas. Las
neurociencias están empezando a desarrollar modelos ricos para comportamientos
importantes (como la memoria, la toma de decisiones...), pero todavía son muy
jóvenes en relación con la comprensión de los mecanismos en los que todos
estamos interesados.
Si el cerebro funciona con piloto automático,
¿se puede decir que somos responsables de nuestros actos?
Sí. La
responsabilidad surge como un contrato social. Si usted es la única persona del
mundo, la idea de responsabilidad no tiene mucho sentido. Pero ponga a dos y
querrán establecer algunas reglas. Y si pone a siete mil millones, tendrá que
regirse por leyes. Esa característica de cualquier red, sea social o virtual,
como la internet, exige que no se haga trampa, porque si no el sistema no
funciona. Los cerebros son automáticos, pero las personas somos libres.
¿Los conocimientos sobre la mente modificarán el
modo en que se administra justicia?
Todavía no
estamos preparados para sacar las conclusiones que quisiéramos. Una forma de
pensar acerca de esto es comparándolo con el ADN. Hoy, si usted tiene evidencia
genética de que alguien estuvo en la escena del crimen, es indiscutible. Las
neurociencias no pueden hacer predicciones tan seguras sobre los efectos de una
lesión cerebral o sobre el impacto del medio ambiente en una tendencia
genética. No pueden decir con certeza que esas cosas causan un cierto
comportamiento antisocial. Todavía son muy jóvenes para ser llevadas a la
corte pero, ¿va a pasar? Sí. En los próximos diez o quince años podrán
aplicarse en situaciones legales.
Uno de sus asombrosos descubrimientos fue que el
hemisferio izquierdo del cerebro posee un sistema (el "intérprete")
que toma la información incompleta con que cuenta y elabora una historia
coherente para explicarla. ¿Qué nos dice eso de nuestra capacidad para conocer
la realidad?
Si usted
es consciente de las implicancias del intérprete, como es mi caso, descarta
muchas de esas historias. Desarrollamos nuestras narraciones, las testeamos,
les agregamos detalles... Todo eso integra nuestra teoría de la realidad. Es
fantástico. Es algo único de los humanos.
¿Y también es automático?
Sí, en el
mismo sentido en que todo el cerebro es automático. Por ejemplo, si uno les
pide a las personas que hagan juicios morales sobre diversas situaciones, el
90% ofrece las mismas respuestas. Pero cuando les pregunta por qué, cuentan
todo tipo de historias diferentes basadas en su cultura, en su medio ambiente,
en sus propias experiencias.
¿Es ése el origen del arte?
Un amigo
escribió un libro que se llama "El animal que cuenta historias. Cómo las
historias nos hacen humanos". Tenemos una idea de por qué lo hacemos y por qué
tenemos una tendencia a la ficción: nos ayuda a prepararnos para situaciones
que podrían suceder. Imaginando estos escenarios, si algo similar ocurre, no
nos toma totalmente por sorpresa. De modo que el arte, más allá de que nos
entretiene, nos otorga una ventaja evolutiva.
¿Cuál piensa usted que es la pregunta más
importante que deberán contestar las neurociencias en el futuro cercano?
No hay
duda de que las neuronas producen nuestra vida mental y que nuestros estados
mentales influyen en nuestro cerebro. Ahora, ¿cómo se produce esa
interacción? Hoy tenemos explicaciones muy lineales, A afecta a B, que afecta a
C... No es así como sucede... Una metáfora que utilizo, aunque no es
exactamente así, es la del software y el hardware: no son nada
hasta que interactúan. Tenemos que capturar esa interacción entre el cerebro y
la mente, y desarrollar un vocabulario para describirla.