1 de febrero de 2009

Siri Hustvedt: "Nunca quiero que el lector mire las frases, sino que mire a través de las frases"

La aparición en castellano de "The sorrows of an american" (Elegía para un americano) fue la razón por la que el diario español "La Vanguardia" entrevistara en su edición del 15 de enero de 2009 a la escritora estadounidense Siri Hustvedt (1955) por intermedio de Marc Bassets, su corresponsal en Nueva York. La autora, nacida en Minnesota de padres noruegos, escribió ésta, su cuarta novela, inspirada en las memorias que dejó escritas su padre. La obra recibió el elogio unánime de la crítica y ha sido traducida a quince idiomas, llevando a Hustvedt a convertirse en una de las escritoras norteamericanas más celebradas de la actualidad.


La muerte de su padre, historiador y gran personaje en el mundo cultural de los estadounidenses de origen noruego, planea sobre su nueva novela.

Cuando él murió, en febrero de 2003, encontré entre sus pertenencias una caja metálica. Dentro había siete llaves con una cadena y una etiqueta en la que había escrito: "Llaves desconocidas". Eran llaves sueltas que nadie sabía a qué cerradura correspondían. Ahora guardo esas siete llaves en la habitación donde escribo.

Y las mismas llaves aparecen en las primeras páginas de "Elegía para un americano".

Para mí las llaves se convirtieron en una metáfora. Son casi una metáfora de la escritura de la ficción. Cuando escribes, si puedes encontrar adónde llevan estas llaves, es casi como si abrieses territorios imaginarios.

Los secretos, los silencios familiares, son el eje de "Elegía para un americano".

Cuando mi padre enfermó, yo ya había empezado a tomar notas para escribir la novela y le pedí permiso para usar fragmentos de sus memorias privadas. Entonces ya sabía que moriría, y sabía que cuando muriese, de alguna manera el mundo en el que creció moriría con él. Y tuve el impulso de salvar algo de mi padre.

¿Por qué una novela?

Hay verdades, verdades verdaderas, con v minúscula, que la ficción puede decir y la no ficción no. Dicho de otra manera, mi posición como hija de mi padre, al que quería y admiraba mucho, es casi como si para llegar a lugares a los que yo no puedo llegar; debo cambiar de perspectiva, escribiendo como hijo y no hija, como psiquiatra y no como novelista. Algunos aspectos emocionales del material real pudieron aflorar de una forma que no hubiese podido aflorar si lo hubiese escrito directamente como yo misma.

¿Qué ha descubierto del mundo de su padre?

Mientras trabajaba en la novela me di cuenta de algo de lo que los psicoanalistas han hablado: hay penas y sufrimientos que pasan de una generación a otra. Y probablemente entendí de manera más profunda cómo el hecho de que mi abuelo perdiese la granja durante la depresión también fue una pérdida intensa para mi padre, más todavía porque ni uno ni el otro eran responsables. Como ahora con la crisis económica, la gente se encuentra en situaciones que no ha creado.

¿Cómo se ha transmitido el sufrimiento a su generación?

Crear un relato coherente puede tener un efecto sanador. No significa que la historia contada sea la verdad absoluta o que haya ningún tipo de verdad factual. Pero el sólo hecho de articular una historia, poner juntos los fragmentos de la existencia, parece tener un mejor efecto sanador que quedarse en silencio.

Cuando escribió la novela, ¿pensaba en qué le habría parecido a su padre?

No creo que sea un libro que hubiese podido escribir si mi padre estuviese vivo. No porque no lo hubiese admirado. Pero probablemente no lo hubiese hecho. Hay algo de memorial en el libro.

¿Qué aprendió como escritora de su padre?

Creo que algunas cosas que mi padre me enseñó sobre cómo escribir. Yo era joven. Recuerdo que una vez me dijo: "Usa la palabra más simple". Y añadió: "A veces la palabra más simple no funciona". Obviamente venía de un mundo muy protestante y decía que no soportaba la prosa con demasiados adjetivos. Hay una parte de mí que ha heredado un cierto tipo de escritura no decorativa. Nunca quiero que el lector mire las frases, sino que mire a través de las frases.

¿Está harta de que le pregunten por su marido, Paul Auster, y de que le comparen con él?

Responderé con mucha honestidad. Sí y no. La parte del sí es que si no estuviésemos casados la gente no nos estaría comparando sin parar. Esta es la parte que a veces me harta un poco. La parte del no es que... Llevamos veintisiete años casados, somos amigos y camaradas literarios muy cercanos, durante todos estos años he vivido con la obra de Paul y él con la mía y creo que su obra significa mucho para mí, y la mía para él. Además, he sido la primera lectora de todos sus libros de prosa. Toda su carrera en prosa corresponde a nuestro matrimonio. Todos estos libros los he leído y comentado y él hizo lo mismo conmigo.

¿Es duro corrigiendo?

Ambos somos brutales. Y casi siempre creo que lo que hace es bueno. No interfieres con lo bueno. Sólo si hay un problema real. Alguna vez lo ha habido, y siempre ha seguido mi consejo.

"Elegía para un americano" es su segunda novela con un narrador masculino. ¿Es difícil meterse en la piel de un hombre?

La primera vez que lo hice estaba realmente nerviosa. Después, al empezar a escribir, me di cuenta de que todos tenemos varias voces dentro -hombres, mujeres, niños- y escribir con una voz masculina tenía ciertas ventajas. Entre otras, la sensación de que estás ocupando una posición de autoridad y poder en la cultura que no consigues con una voz femenina. Ha habido estudios psicológicos en que un hombre y una mujer dicen exactamente lo mismo y ambos creen más al hombre que a la mujer, o le dan más autoridad. Disfruté de verdad, y quería hacerlo de nuevo con un hombre más joven, en su momento de plenitud sexual.

¿Y volverá a hacerlo?

No. En la próxima novela la narradora es una mujer. Ahora estoy acabando un pequeño libro de no ficción, una memoria sobre neurología, sobre mi historia médica, un poco de filosofía y cosas así. Cuando acabe empiezo la novela en la que llevo pensando desde hace ya bastante tiempo. Es sobre mujeres.

¿Ha empezado a escribirla?

No. Tiendo a pensar en los libros durante un tiempo -encontrar personajes, oír sus voces...- y mientras tanto escribo ensayos. Tengo una idea, aunque no tenga un plan específico.