26 de febrero de 2009

Philip K. Dick y la máquina preservadora de la ciencia ficción

Nacido en Chicago, Philip Kendred Dick (1928-1982) comenzó a leer y escribir ciencia ficción desde muy joven y en su adolescencia publicó regularmente historias cortas en la revista "Berkeley Gazette". Ya durante estos años su salud no era buena, sufría frecuentes ataques de asma, periodos de agorafobia e inexplicables desmayos en su lugar de trabajo.
En sus primeras narraciones alternó argumentos realistas con ciencia ficción, pero éstas no despertaron interés entre los editores, lo que lo llevó a imaginar el futuro para retratar algunas de las grandes miserias de nuestros días. Así, en 1955, apareció su novela: "Solar lottery" (Lotería solar), considerada rápidamente por la crítica como una obra maestra en la que Dick daba rienda suelta a todas sus paranoias.
Sus notorios desequilibrios psíquicos le inspiraron tanto grandes libros como obras menores. Las visiones futuristas y desoladas de sus fascinantes escenarios estaban, sin duda, inspiradas por la angustia que gobernaba su vida. Después del éxito de su primer novela, comenzó una prolífica carrera que lo llevaría a escribir cerca de medio centenar de libros en apenas treinta años. Su siguiente gran éxito fue "The man in the high castle" (El hombre en el castillo) de 1962, al que seguirían "Martian time-slip" (Tiempo de Marte) de 1964 y "The three stigmata of Palmer Eldritch" (Los tres estigmas de Palmer Eldricht).
Los primeros años de la década de los '60 fueron su etapa más productiva pero también la más conflictiva. Retirado en una cabaña y escribiendo a un ritmo frenético, su adicción a las drogas lo llevó a una tentativa de suicidio y la posterior estancia en un centro de rehabilitación. En 1968 publicó "Do androids dream of electric sheep?" (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), tal vez su más famosa novela a raíz de la adaptación que realizó el director cinematográfico británico Ridley Scott (1937) para su película "Blade Runner".
Después llegarían "Flow my tears, the policeman said" (Fluyan mis lágrimas, dijo el policía), "A scanner darkly" (Una mirada a la oscuridad) y "The transmigration of Timothy Archer" (La transmigración de Timothy Archer), por citar sólo algunas de sus historias más originales dentro del género y que lo llevaron a ser considerado como un autor fundamental de la ciencia ficción de la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en Europa, donde, curiosamente, es mucho más apreciado que en Estados Unidos.En 1969 publicó "The preserving machine" (La máquina preservadora), una colección de quince cuentos que habían aparecido con anterioridad en revistas especializadas como "Amazing Stories", "Fantasy and Science Fiction" o "Planet Stories". Allí, en el prólogo, Dick escribió una interesante disquisición sobre la novela y el cuento corto que dice así:

La diferencia entre un relato corto y una novela reside en lo siguiente: un relato corto puede tratar de un crimen; una novela trata del criminal, y los hechos derivan de una estructura psicológica que, si el escritor conoce su oficio, habrá descrito previamente. Por consiguiente, la diferencia entre un relato corto y una novela no es muy grande. Por ejemplo, "The long march" (La larga marcha), de William Styron, se ha publicado ahora como "novela corta", cuando fue publicada por primera vez en "Discovery Magazine" como "relato largo". Esto significa que si lo leen en la revista están leyendo un relato, pero si compran la edición de bolsillo van a leer una novela. Con eso basta.Las novelas cumplen una condición que no se encuentra en los relatos cortos: el requisito de que el lector simpatice o se familiarice hasta tal punto con el protagonista que se sienta impulsado a creer que haría lo mismo en sus circunstancias... o, en el caso de la narrativa escapista, que le gustaría hacer lo mismo. En un relato no es necesario crear tal identificación pues, primero, no hay espacio suficiente para proporcionar tantos datos y, segundo, como se pone el énfasis en los hechos y no en el autor de los mismos, carece realmente de importancia -dentro de unos límites razonables, por supuesto- quién es el criminal.
En un relato, se conoce a los protagonistas por sus actos; en una novela sucede al revés; se describe a los personajes y después hacen algo muy personal, derivado de su naturaleza individual. Podemos afirmar que los sucesos de una novela son únicos, no se encuentran en otras obras; sin embargo, los mismos hechos acontecen una y otra vez en los relatos hasta que, por fin, se establece un código cifrado entre el lector y el autor. No estoy seguro de que esto sea especialmente negativo.Además, una novela -en particular una novela de ciencia ficción- crea todo un mundo, aderezado con toda clase de detalles insignificantes...; insignificantes, quizás, para describir los personajes de la novela, pero vitales para que el lector complete su comprensión de todo ese mundo ficticio. En un relato, por otra parte, uno se siente transportado a otro mundo cuando los melodramas se le vienen encima desde todas las paredes de la habitación... como describió una vez Ray Bradbury. Este solo hecho catapulta el relato hacia la ciencia ficción.Un relato de ciencia ficción exige una premisa inicial que le desligue por completo de nuestro mundo actual. Toda buena narrativa ha de llevar a cabo esta ruptura, tanto en la lectura como en la escritura. Hay que describir un mundo ficticio totalmente. Sin embargo, un escritor de ciencia ficción se halla sometido a una presión más intensa que en obras como, por ejemplo, "Paul's case" (El caso de Paul) de Willa Cather o "Big blonde" (La gran rubia) de Dorothy Parker, dos variedades de la narrativa general que siempre permanecerán con nosotros.En los relatos de ciencia ficción se describen hechos de ciencia ficción; en las novelas de este tema se describen mundos. Los relatos de esta colección describen cadenas de acontecimientos. El nudo central de los relatos es una crisis, una situación límite en la que el autor involucra a sus personajes, hasta tal extremo que no parece existir solución. Y luego, por lo general, les proporciona una salida. Sin embargo, los acontecimientos de una novela están tan enraizados en la personalidad del protagonista que, para sacarlo de sus apuros, debería volver atrás y reescribir su personaje. Esta necesidad no se encuentra en un relato, sobre todo cuanto más breve sea. Relatos largos como "Der tod in Venedig" (Muerte en Venecia) de Thomas Mann, o la obra de Styron antes comentada son, en realidad, novelas cortas.
De todo esto se deduce por qué los escritores de ciencia ficción pueden escribir cuentos pero no novelas, o novelas pero no cuentos; todo puede ocurrir en un cuento, el autor adapta sus personajes al tema central. El cuento es mucho menos restrictivo que una novela, en términos de acontecimientos. Cuando un escritor acomete una novela, ésta empieza poco a poco a encarcelarlo, a restarle libertad; sus propios personajes se rebelan y hacen lo que les apetece... no lo que a él le gustaría que hicieran. En ello reside la solidez de una novela, por una parte, y su debilidad, por otra.
Philip K. Dick, escritor controvertido si los hay, ha obtenido un profundo reconocimiento como autor de desquiciados análisis de la vida moderna especializándose en la irracionalidad, utilizando para ello una literatura básicamente apartada de ella como lo es la ciencia ficción. Pero, también ha dejado observaciones consistentes y originales como la reproducida más arriba. A su muerte por un paro cardíaco, a los cincuentitrés años, dejó un libro inconcluso y un creciente interés académico por parte de la crítica y del público en general.