14 de febrero de 2009

Michael Löwy: "La realización de los valores hu­manos implica la abolición del orden establecido"

El sociólogo franco-brasileño Michael Löwy (1938) nació en San Pablo, Brasil, en el seno de una familia de inmigrantes judíos vieneses. Se licenció en Ciencias Sociales en la universidad de su ciudad natal y luego fue becado para estudiar en París, donde trabajó con el filósofo Lucien Goldmann (1913-1970) en la Ecole Pratique des Hautes Etudes. Posteriormente ejerció la docencia en las universidades de Tel Aviv, Manchester y París VIII, y, en 1976, obtuvo el doctorado en Sociología en la Universidad de París V con una tesis sobre la obra del filósofo húngaro György Lukács (1885-1971). En 1978 fue designado Director de Investigaciones del Centre National pour la Recherche Scientifique y, en 1981, comenzó a dictar clases en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, cargos que conserva en la actualidad. Es miembro del Consejo de Redacción de las revistas "Contre Temps", "Ecologie et Politique" y "Actuel Marx", y un habitual disertante en congresos sobre sociología, globalización, teología de la liberación, etcétera. Reconocido internacionalmente como uno de los principales investigadores sobre marxismo latinoamericano, Löwy participa en el Foro Social Mundial y es coautor del Manifiesto Ecosocialista Internacional. Su obra, traducida a una treintena de idiomas, se compone de "La pensée de Che Guevara" (El pensamiento del Che Guevara), "The war of gods. Religion and politics in Latin America" (La guerra de los dioses. Religión y política en América Latina), "La théorie de la révolution chez le jeune Marx" (La teoría de la revolución en el joven Marx), "Dialectique et révolution. Essais de sociologie et d'histoire du marxisme" (Dialéctica y revolución. Ensayos de sociología y de historia del marxismo), "Pour une sociologie des intellectuels révolutionnaires. L'évolution politique de György Lukacs 1909-1929" (Para una sociología de los intelectuales revolucionarios. La evolución política de György Lukacs 1909-1929), "Rédemption et utopie. Le judaïsme libertaire en Europe Centrale. Une étude d'affinité élective" (Redención y utopía. El judaísmo libertario en Europa Central. Un estudio de afinidad electiva), "Patries ou planéte? Nationalismes et internationalismes de Marx á nos jours"(¿Patrias o planeta? Nacionalismos e internacionalismos de Marx a nuestros días), "Franz Kafka, réveur insoumis" (Franz Kafka, soñador rebelde), "L'étoile du matin. Surréalisme et marxisme"(La estrella de la mañana. Surrealismo y marxismo), "Marxisme et romantisme révolutionnaire"
(Marxismo y romanticismo revolucionario), "Sociologie et religion. Approches dissidentes" (Sociología y religión. Enfoques disidentes), "Révolte et mélancolie. Le romantisme á contre courant de la modernité" (Rebelión y melancolía. El romanticismo como contracorriente de la modernidad), "The politics of uneven and combined development. The theory of permanent revolution" (La política de desarrollo desigual y combinado. La teoría de la revolución permanente) y "On changing the world. Essays in political philosophy from Karl Marx to Walter Benjamin" (Cambiando el mundo. Ensayos de filosofía política de Karl Marx a Walter Benjamin), entre muchos otros. En ocasión de una visita de Löwy a la Argentina, el filósofo, ensayista y periodista Néstor Kohan (1967) le efectuó la siguiente entrevista que fue publicada en el nº 4 de octubre/noviembre de 2001 de la revista "Locas. Cultura y Utopía".El filósofo alemán Fichte señalaba que cada uno elige la filosofía de acuerdo a lo que uno es. ¿Por qué elegiste el romanticismo como visión del mundo?

A mí me resultó interesan­te el romanticismo a partir de que realicé mi tesis de doctora­do sobre György Lukács. El iti­nerario de Lukács es muy com­plejo, él pasa de una crítica romántica del capitalismo a una adhesión al marxismo y al bolchevismo. En mi tesis doc­toral sobre el joven Lukács traté de reconstruir ese cami­no. Fue en esa época cuando me di cuenta de la riqueza de la crítica romántica al capita­lismo. Entonces advertí en qué medida ella preparó el camino de Lukács al marxismo. Lo llevó a un rechazo visceral y ético del capitalismo que lo condujo en seguida a la adhe­sión al comunismo. Eso me llamó muchísimo la atención. A partir de ahí empecé a inte­resarme por el romanticismo y empecé a releer textos sobre él. El sociólogo marxista inglés Raymond Williams hizo una reseña de la evolución política de Lukács bastante favorable pero criticaba que yo tendía a oponer romanticismo a mar­xismo. Lukács habría pasado, según se leía en mi libro, del romanticismo al marxismo y Williams decía que en realidad el problema era más complejo ya que dentro mismo del mar­xismo hay un componente ro­mántico. Esa crítica me impac­tó. Me hizo reflexionar y co­mencé a considerar al mismo romanticismo como un componente del marxismo.

¿Vos te ubicarías dentro de ese marxismo romántico?

Sí, he trabajado mucho sobre esa corriente. Me parece muy atractiva. Creo que trae planteamientos que son muy interesantes y que enriquecen a la crítica marxista de la civilización.

A pesar de que adherís al marxismo romántico, llama la atención el hecho de que hayas trabajado durante tantos años junto a Ernest Mandel. ¿Su pensamiento no estaría más asociado a la filosofía de las luces?

Absolutamente. El pensa­miento de mi querido amigo y compañero de tantos años, Ernest Mandel, para mí consti­tuye uno de los representantes más consecuentes y más her­mosos del marxismo clásico inspirado más bien por la filo­sofía de las luces que por el romanticismo. Sin embargo, en los escritos del mismo Mandel, aunque era un hombre que siempre se reclamó de la "Aufklarung" (ilustración alema­na), ya que él tenía una forma­ción y una cultura alemanas, hay elementos románticos, aunque estén lejos de ser dominantes. Por ejemplo, en su interés por la obra del pensa­dor holandés Huizinga, autor del libro "Homo ludens", quien señala la importancia del juego en la civilización premoderna. Mandel expresó que quién sa­be si en las sociedades del futuro el trabajo no volverá a tener esa dimensión lúdica que tuvo en el pasado. También en las recurrentes referencias de Mandel al comunispio primiti­vo, etcétera. Existe en su pensamiento ese juego entre el pasado y el futuro que es una ca­racterística del romanticismo, pero es un elemento relativa­mente marginal en su obra.

En muchos de tus libros vos utilizas categorías de Max Weber, así como también las de Dilthey y Mannheim. ¿Qué vínculos establecerías entre ellos, por un lado, y el materialismo histórico y la filosofía de la praxis marxista, por el otro?

Yo parto del presupuesto de que el marxismo, al desa­rrollarse, tiene que estar dis­puesto a incorporar -crítica­mente- aspectos y discusiones que vienen de las ciencias sociales de su época. Como hizo el mismo Marx. Su misma obra se hizo a partir de una discusión con Hegel, con Schelling, con David Ricardo, con Malthus, etcétera, con muchos otros pensadores de su época. Creo que nosotros, los marxistas, tenemos que seguir ese ejemplo en relación con lo que produce de interesante la cien­cia de nuestra época, sea Max Weber, Sigmund Freud o mu­chos otros. Creo que la obra de Weber presenta un gran inte­rés para los marxistas aunque rechazo los presupuestos his­tóricos y políticos de Weber porque es un pensador bur­gués. Aun así, muchos de sus análisis son compatibles con el materialismo histórico, pueden ser integrados en una renovación actualizada y renovada de la concepción materialista de la historia. Y no soy de ningu­na manera el único en intentar hacer eso. El mismo Lukács en "Historia y conciencia de clase" utiliza muchísimo a Weber. Antonio Gramsci también se refiere varias veces a él. Toda la Escuela de Frankfurt, Ador­no, Horkheimer, Walter Benja­min. Es decir que hay toda una tradición dentro del marxismo más productivo del siglo XX que utiliza críticamente ideas, conceptos y teorías de Max Weber. Al mismo tiempo criti­cando su metodología, su filo­sofía de la historia, su teoría política, porque son burgue­sas, nacionalistas alemanas.

¿Y Mannheim?

Mannheim es un autor que estuvo muy cercano al marxismo aunque trató de dis­tanciarse y varios elementos de su análisis, por ejemplo sobre los intelectuales, sobre la rela­ción entre los conceptos de ide­ología y utopía, son contribu­ciones interesantes que se pueden utilizar rechazando al mismo tiempo la pretensión de Mannheim de superar el mar­xismo por una teoría política científica o de sustituir a la cla­se obrera por los intelectuales como representantes del punto de vista de una clase universal. Todo eso hay que criticarlo y rechazarlo, pero la manera como Mannheim define la dife­rencia entre ideología y utopía me parece que es sumamente interesante, no es contradicto­ria con el marxismo.

¿Qué representantes del pensamiento latinoamericano ubicarías dentro de este mar­xismo romántico?

Yo creo que en el Che en­contramos rasgos románticos. Su fascinación por el campo, sin duda, la importancia que le da al campesinado -clase considerada por buena parte de la izquierda como arcaica, primi­tiva, fuera del progreso-, su fascinación por la figura de Don Quijote, que encarna un poco el romanticismo en su vertiente hispánica. El signifi­cado que tiene Don Quijote en la cultura ibérica es una he­rencia romántica. Y también, de una manera más general, el peso que tiene para el Che la ética, la concepción ética del comunismo fundada en valores que son en último análisis va­lores precapitalistas como la solidaridad, la fraternidad, la comunidad, el altruismo. La éti­ca socialista del Che tiene ras­gos precapitalistas y por tanto una dimensión romántica. Por otro lado, el Che es alguien que se ocupaba mucho de la indus­trialización, de los problemas concretos de la reforma agraria, era un hombre muy moderno también, bajo otro ángulo.

¿El tema del "hombre nue­vo" estaría dentro de los com­ponentes románticos?

Yo creo que dentro de los dos. Dentro del tema del "hom­bre nuevo" existe el momento de la ética comunista que es muy fuerte, pero también la idea del hombre nuevo que es capaz de integrar toda la rique­za de la libertad moderna, su liberación moderna. El hombre nuevo es una fusión del ro­mántico con el ilustrado.

Hoy en día el humanismo ya no está de moda en el mun­dillo filosófico académico. ¿Vos lo seguís reivindicando?

Efectivamente, sigo reivin­dicando el humanismo. Creo que el marxismo, aunque me interesa mucho ese aspecto romántico, también es herede­ro de la filosofía de las luces. Sobre todo de aquel movimien­to que me parece más impor­tante en la Ilustración que es el humanismo, que viene del Renacimiento. En el marxismo este humanismo toma otro carácter. No es un humanismo abstracto, sino que es un humanismo a partir del punto de vista de las víctimas, de los aplastados, de los oprimidos, de los explotados. No es un hu­manismo apologético como es el humanismo oficial del habi­tual discurso de los "Derechos del Hombre" de los gobiernos, como si el humanismo ya exis­tiera en la civilización occiden­tal y se tratara simplemente de celebrarlo. Yo creo que el hu­manismo marxista es un hu­manismo revolucionario. La realización de los valores hu­manos implica la abolición del orden establecido. Es un hu­manismo utópico que aspira a una nueva sociedad.

¿No habría contradicción entre humanismo y romanticismo dentro del marxismo?

Puede haber contradicción pero no necesariamente. Es verdad que el humanismo es una herencia de la filosofía de las luces y muchos románticos han criticado a la filosofía de las luces, pero no es cierto que los románticos la hayan cues­tionado por este aspecto sino más bien por su racionalidad instrumental, su racionalidad cuantitativa, el culto de la ciencia y la técnica. La crítica romántica no está dirigida tan­to al humanismo sino a otro aspecto de la filosofía de las luces. Para mí no hay incom­patibilidad entre humanismo y romanticismo.

¿El revolucionario perua­no José Carlos Mariátegui también es parte de esta constelación romántica latinoamericana?

Para mí Mariátegui es tal vez el pensador marxista más importante que produjo Améri­ca Latina y es al mismo tiempo uno de los más románticos, tanto por el interés que tenía por el mito, los movimientos culturales románticos como el surrealismo, pero también por su concepción del socialismo basada en las tradiciones co­munitarias indígenas, lo que llamaba el comunismo inca y su socialismo latinoamericano, que no fuera ni calco ni copia sino creación heroica.

De allí la frase romántica que él emplea: "Hay que vivir peligrosamente".

Exactamente. A esa crea­ción heroica él la llamaba so­cialismo indoamericano, es de­cir un socialismo que tenía raí­ces en las tradiciones comuni­tarias indígenas de los pueblos de América Latina. Fue muy cri­ticado por romántico por los historiadores soviéticos, como dando a entender que si es romántico no puede ser marxis­ta. Justamente lo más intere­sante en él es la creación de un marxismo romántico.

En Mariátegui también pesa el pensamiento de Nietzsche, una de cuyas frases enca­beza los "Siete ensayos de inter­pretación de la realidad perua­na". Sin embargo en tu "Rebelión y melancolía" llama la atención la ausencia de Nietzsche...

En mi libro no aparece por­que para mí Nietzsche es un romántico reaccionario. Es un autor complejo que no se puede reducir con una sola fórmula. Existe, es cierto, toda una tradi­ción nietzscheana de izquierda entre los pensadores anarquis­tas y entre pensadores judíos también. En ese contexto Mariátegui es un ejemplo de un nietzscheanismo de izquierda. Hay en Nietzsche una protesta cultural contra el espíritu filis­teo del capitalismo, de la bur­guesía, y por eso entiendo que existe y que siempre existió una corriente nietzscheana de izquierda. Me parece legítimo, pero personalmente no puedo leer a Nietzsche sin tener la sen­sación de estar leyendo a un autor profundamente reaccio­nario, antidemocrático, antiso­cialista, aristócrata. Su critica del capitalismo y de la burgue­sía es la crítica de un aristócra­ta, de un aristócrata genial e inteligente y muchas de las crí­ticas que realiza son profundas y pueden ser recuperadas desde un punto de vista socialista, pero creo yo que su orientación fundamental era reaccionaria.

Además del Che y de Ma­riátegui, ¿qué otros representan­tes del marxismo latinoamerica­no incluirías dentro de la visión romántica?

Pienso, por ejemplo, en la Teología de la Liberación como expresión de un pensamiento utópico y revolucionario, con su crítica a la civilización contem­poránea de inspiración ro­mántica y con una integración importante del marxismo. Mu­chos de sus miembros se pue­den considerar como marxistas cristianos, al mismo tiempo. En esa corriente el componente romántico es muy importante y no es por casualidad que Gus­tavo Gutiérrez -su fundador- se refiera a dos grandes autores marxistas: José Carlos Ma­riátegui y Ernest Bloch. En la Teología de la Liberación encontramos romanticismo en el tipo de crítica que sus exponen­tes hacen al capitalismo. Una crítica que es ética, social y moral al mismo tiempo. Tam­bién en el respeto a las tradicio­nes populares, comunitarias indígenas, campesinas y en la propia religión como elemento que viene del pasado precapitalista y que le sirve ahora para criticar a la civilización burgue­sa y al imperialismo y plantear una utopía que tiene raíces reli­giosas y comunitarias.

En el recuerdo, los años '60 se asocian hoy en día con la "contestation" y con los movimientos contraculturales. Y al mismo tiempo siempre se los asocia, en el plano filosófico, con el estructuralismo, Lacan, Althusser, Levi Strauss y su crítica de Sartre... Sin embargo en "Rebelión y melancolía" vos asociás el espíritu del '68 con el romanticismo y con dos críticos del estructuralismo, Lefebvre y Marcuse, ¿cómo explicarlo?

Es verdad que algunos de los participantes del movimien­to estudiantil en Francia en el año 1968 eran discípulos de Althusser, pero creo que había una gran contradicción entre su práctica y su teoría. Me acuerdo de la célebre anécdota de alguien que escribió en la Sorbona en un pizarrón: "Las estructuras no bajan a la calle". No funcionaba el esquema estructuralista para dar cuenta de lo que estaba pasando. Y la verdad es que en el mayo del '68 francés, las dos grandes influencias entre los jóvenes eran, por un lado, Henri Lefebvre, que era un profesor de la Universidad de Nanterre; muchos de los que dirigieron el movimiento fueron sus alumnos directamente, como Daniel Cohn Bendit y otros. Sus es­critos eran una crítica radical de la civilización industrial moderna capitalista, lo que él llamaba "la civilización ciberné­tica" y su crítica tenía fuertes componentes románticos. Bien, Henri Lefebvre es uno de los casos que lleva el romanticismo al Mayo del 68. El otro es el situacionismo de Guy Debord, que fue una especie de corrien­te disidente del surrealismo.

¿Ellos eran los autores de aquellos célebres grafitos?

Sí. El movimiento situacionista fue el autor de alguna de esas fórmulas que aparecieron en las paredes que marcaron mucho al movimiento. Por ejem­plo la célebre "La imaginación al poder" o "Debajo del asfalto está la arena". Algunas de esas fór­mulas fueron inventadas por los situacionistas que eran poetas de la rebelión callejera. Una especie de revolucionarios profesionales en el campo de la cul­tura. Y entonces creo que allí está un momento romántico fuerte del Mayo del 68. Fuera de Francia, el movimiento del '68, por ejemplo en Alemania o en los Estados Unidos, Marcuse fue una figura muy importante sobre Rudi Dutschke, por ejem­plo, y sobre una buena parte de la juventud radical en los Estados Unidos. Marcuse es un pensador que tiene una dimensión romántica muy ex­plícita, muy fuerte. Pienso en su libro "Eros y civilización" que es una crítica estético-románti­ca de la civilización burguesa. Y si salimos de Europa, por ejemplo en Brasil, hay un autor llamado Marcelo Ridenti que viene de sacar un libro sobre la cultura revolucionaria en el '68 en Brasil, y él llega a la conclu­sión de que es un movimiento cultural romántico-revolucio­nario. Obviamente que el mo­vimiento del '68 es algo muy complejo, es un movimiento so­cial, no es como la obra de un autor, que uno analiza. Implica acciones, iniciativas, distintos discursos que se enfrentan, pero creo que en todo eso hay una vertiente romántica, utópi­ca revolucionaria.