Michelángelo Antonioni fue, en un lote junto a Federico Fellini y Luchino Visconti, el más grande director cinematográfico del postneorrealismo italiano, esa escuela que insinuaba un cine más intimista buceando en los sentimientos recónditos, las motivaciones internas y los conflictos psicológicos y que describía ferozmente la alienación de la época, suscitando a la vez admiración y confusión. Una época (la de mediados del siglo XX) que fue retratada en pasajes deliberadamente opacos, con personajes intencionalmente vagos y filmada de un modo para nada convencional, dándole una marca distintiva al cine del cual Antonioni era el máximo exponente.
El neorrealismo había sido un movimiento nacido en Italia hacia fines de la Segunda Guerra Mundial como reacción a la estética del período fascista y se contraponía tanto al grandilocuente cine épico que trataba de reflejar glorias de la Italia imperial en forma exagerada, como a las comedias sentimentales que se conocían como “películas de teléfonos blancos”, adocenadas producciones sin contenido ni profundidad polémica. Surgido de la escasez de medios materiales, su motor había sido la necesidad de mostrar con verismo la realidad (a la sazón velada por la censura) de la sociedad italiana castigada por la guerra. Centraba su atención en el hombre considerado como ser social y examinaba sin retóricas sus relaciones con el contexto en el que estaba inserto. El acento lo ponía en las clases populares y sus carencias. Pero, en cuanto las penurias más apremiantes se fueron paliando gracias al “milagro económico” operado por el Plan Marshall (el plan de ayuda económica instrumentado por los Estados Unidos), el neorrealismo perdió su base de sustentación. Los temas proletarios típicos fueron desplazados por el análisis crítico de la burguesía industrial y, en general, la problemática tocada pasó a ser de índole psicológica. Sin renegar del neorrealismo, estaba amaneciendo otra escuela y, dentro de ella, la disección practicada por Antonioni de las nuevas preocupaciones enfatizadas sería impecable.
“Gente del Po”, de la década del 40 y en clave neorrealista, fue el primero de los siete cortometrajes que Antonioni rodó en total. De 1950 es “Crónica de un amor”, su primer largometraje, la historia de un adulterio con implicaciones criminales ambientada en Milán. El tratamiento es todavía neorrealista, pero aplicado a la clase desatendida por el neorrealismo: la alta burguesía. El problema principal que plantea es el logro de la felicidad cuando se posee todo lo que materialmente pueda garantizarla y, no obstante, está más lejana que nunca. Es este el tema recurrente que aparecerá en casi toda su filmografía hasta avanzado los sesentas. En 1953 colabora con un episodio (uno de los siete cortos citados) para “El amor en la ciudad”, un filme colectivo organizado por Zavattini, uno de los teóricos y artífices del neorrealismo, con lo cual Antonioni rompe lanzas para abocarse de lleno, tanto en temas como en estilo, a ese nuevo movimiento que se conocería con el nombre genérico de postneorrealismo. Y así, en “La dama sin camelias” del mismo año, enjuicia con severidad a la propia industria cinematográfica, la que por esos momentos está creciendo vigorosamente sin plantearse reparos éticos. Sólo en “El grito” (1957), Antonioni de nuevo vuelve su mirada a la añejada temática del neorrealismo, al ocuparse de la alienación sentimental de un obrero que lo lleva a perder su conciencia de clase y, finalmente, a suicidarse. Pero en sus restantes películas, los rastreos apuntan a personajes pertenecientes a la próspera burguesía italiana, poniendo de relieve las graves carencias morales de esta clase, lo que ocurre en “Las amigas” (1955), “La aventura” (1959), “La noche” (1960), “El eclipse” (1962) y “El desierto rojo”(1964), filme éste en donde incorpora magistralmente el color para poner de relieve las dificultades que padece el hombre para adaptarse al mundo creado por la civilización industrial. Empleando la técnica de los "tiempos muertos" (minutos de cinta en los que la trama no progresa) y recurriendo con sobriedad a los primeros planos y a la utilización de elementos naturales para representar el drama interno de los personajes, Antonioni, con una visión despojada de sensiblería, encamina a sus criaturas hacia callejones sin salida y la consecuencia para éstas es la soledad, el aislamiento y la incomunicación. Este cine de Antonioni es un cine de fondos grises, de escenarios desnudos, de movimientos lentos, un cine de estados de ánimo en donde los sentimientos de los personajes (o la ausencia de ellos) son llevados en forma resuelta hasta extremos de sutileza.
Después -en 1966- filma "Blow up", seguramente una de las mejores películas de todos los tiempos, basada en una libre interpretación de "Las babas del diablo" de nuestro absurdamente relegado Julio Cortázar. Ambientada en la Londres pop de la década del 60 (en la pantalla aparecen Jeff Beck y Jimmy Page tocando para los Yardbirds), es el retrato perplejo de una juventud desconforme, sin prejuicios, más amoral que inmoral, a través de la inopinada aventura de un fotógrafo inglés de modas que descubre de casualidad un asesinato, y quien, inmerso en un mundo individualista e indiferente, es ignorado por sus conocidos cuando quiere contarles su descubrimiento. Con una fotografía de cautivadora belleza, "Blow up" causó una fuerte impresión y tuvo innumerables pero pálidas réplicas. "Zabriskie Point" (1970), rodada en Estados Unidos, es una acerba crítica a la sociedad de consumo norteamericana, aunque se queda a mitad de camino en su efecto. Filmada en parte en el Valle de la Muerte, es excepcional desde el punto de vista técnico. Tal vez deseando cambiar de aire, en 1972 Antonioni rueda un documental sobre China: "Chung Kuo". Con enorme prestigio acumulado, en 1975 realiza "Profession: repórter", conocida en la Argentina como "El pasajero", película extraordinaria en donde el personaje interpretado por Jack Nicholson, intentando cambiar su identidad se atrae mayores dificultades que las que pretendía dejar atrás (la última escena de este film se compone de una sola toma de 6 minutos de duración, lo que constituye un hecho antológico en la historia del cine). A esta altura de su carrera, Antonioni está lejos de la problemática que lo obsesionaba hasta los días de "El desierto rojo", pero como si le hubiera quedado algo por decir en ese sentido, para 1982 filma "Identificación de una mujer", que no logra convencer plenamente a pesar de sus cuidados estilísticos. El indagador de almas ya no está aquí: resultaba difícil avanzar un paso más. Lo posterior es angustioso y heroico. Paralítico por un derrame cerebral y en silla de ruedas, en 1995 filma con la ayuda de Win Wenders "Más allá de las nubes" y en 2004 “Eros” con Wong Kar Way y Steven Soderbergh, los últimos testimonios de semejante grande entre los grandes. Antonioni nació en 1912 en el seno de una familia de terratenientes acomodados de Ferrara y dedicó su vida a la búsqueda de una estética sin concesiones. Falleció en su casa de Roma en 2007 con casi 95 años de edad.