Silvia Bleichmar nació en Bahía Blanca en 1944. Allí transcurrió su infancia entre la Escuela Normal Mixta y la Biblioteca Rivadavia. Cuando migró hacia Buenos Aires, estudió Sociología y luego Psicología en la Universidad de Buenos Aires, donde participó activamente del movimiento estudiantil de los años 60´. Casada, divorciada, casada nuevamente, madre de tres hijos, abuela de siete nietos, se radicó en México durante los años de la dictadura militar y realizó el Doctorado en Psicoanálisis en la Universidad de París VII, bajo la dirección de Jean Laplanche. Retornó a su país, Argentina, en 1986, definitivamente. Profesora de diversas universidades nacionales y del exterior, entre sus actividades extra-académicas se destacaron la dirección de los proyectos de UNICEF de asistencia a las víctimas infantiles del terremoto de México de 1985 y el proyecto de ayuda psicológica a los afectados por la bomba que destruyó la Mutual Judía, AMIA en 1994.
Colaboró con publicaciones nacionales y extranjeras mediante artículos científicos y ensayos de actualidad. Sus libros más conocidos son: “En los orígenes del sujeto psíquico" (1987), "La fundación de lo inconciente" (1992), "Clínica psicoanalítica y neogénesis" (2000), "Dolor país" (2002), -calificado por la crítica como "un profundo y comprometido ensayo sobre la realidad argentina y su impacto en la subjetividad-, “La subjetividad en riesgo” (2005) y “Paradojas de la sexualidad masculina” (2006).
Todos ellos traducidos al portugués y al francés, se constituyeron en material de estudio en numerosas universidades e instituciones de enseñanza, nacionales y del mundo. También lo fueron sus artículos periodísticos como columnista en medios gráficos o sus análisis como una de las principales asesoras de numerosas entidades y centros culturales. En 2006, la Fundación Konex la premió con el Premio Kónex de Platino en Psicología y en mayo de 2007 se la distinguió como Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, en una ceremonia llevada a cabo el Salón Dorado de la Legislatura porteña.
Su compromiso como intelectual con el padecimiento del otro, que ella consideraba la verdadera medida de la ética en la sociedad contemporánea, la transformó en una referente obligada, siendo reconocida tanto en su país como en Latinoamérica y el mundo. Hubo en su producción científica y en sus trabajos sobre la realidad social, una incansable actitud de búsqueda y un profundo rechazo al irracionalismo, al pensamiento que se sostiene en la pura creencia. A esto, unió una enorme libertad de espíritu, una tenaz fortaleza y una simpatía arrolladora que la hizo única y original.
Hasta los últimos días estuvo trabajando -pese a su enfermedad- en sus ensayos sobre psicología y sociología. Falleció en su casa de Buenos Aires el 15 de agosto de 2007.