16 de agosto de 2007

Ryszard Kapuscinski. El valor del periodismo

"El valor más importante del periodismo, como de toda escritura, es la pasión, el compromiso y la fascinación del autor por lo que está haciendo", dijo -entre otras cosas- Ryszard Kapuscinski (1932-2007), el escritor polaco devenido en emblema del periodismo actual. Y lo dijo a su paso por nuestro país cuando dictó un seminario. De esta manera, reivindicó la mística del oficio y a la prensa como lucha válida para combatir la actual crisis mundial en la que nos sumió esta mentada globalización. Agregó que la prensa tiene "el deber de alertar a la gente antes de que sea tarde y lo hace al revés". ¿Cómo puede el periodismo combatir la crisis en nuestro país? ¿Qué es esto de alertar a la gente antes de que los hechos ocurran y que el periodismo lo hace al revés?. Veamos: los países son administrados por políticos y empresarios en función de intereses internos y externos. Ellos son los que, a menudo, a través de su jefe de prensa o asesor, envían información a los medios. Esta es procesada por los medios, algunas veces investigada e indefectiblemente publicada. Si el periodista saliera a investigar a la calle, podría alertar. Kapuscinski dijo que la profesión se industrializó: "Todos se manejan por los cables que reciben de las agencias. Entonces, corren hacia la misma noticia y quien gane esa carrera será quien domine el mercado".
Sería conveniente en este momento recordar que hay diversos tipos de periodismo, que no todos persiguen los mismos fines y, sobre todo, que el periodista, como profesional, ejerce su oficio dentro de una empresa no exenta de intereses comerciales y políticos. Así, las agencias de noticias dicen lo que pasa en, a lo sumo, cuatro párrafos, porque suponen que escriben para periodistas que, si necesitan más información, la ampliarán consultando sus fuentes, lo cual se hace casi siempre por teléfono. Para publicar las noticias, las agencias suelen tener informantes en todo el país y en el mundo. Cada sección tiene determinada cantidad de espacio. Las prioridades se establecen a partir de las conveniencias de la empresa.
La radio toma los cables como información y no la abre, no le da contenidos, con lo que, a veces, confunde más de lo que informa, pero, eso sí, siempre entretiene. Diríamos que está fundamentalmente pensada para gente que realiza trabajos manuales y, mientras tanto, la escucha; o gente mayor pasiva o amas de casa y empleados administrativos que, cuando no acuden a la computadora, encuentran en ella una fuente de actualización, aunque incompleta y, a veces, falsa, porque los deja más cerca del problema que de la solución.
En el caso de la televisión, la situación varía: es imprescindible que todo tenga imagen. Es frecuente escuchar a los conductores de noticieros enunciar apenas una frase y agregar "miren, es mucho mejor". ¿Le restan valor a la palabra? No tanto... pero la condicionan a la imagen. Por ejemplo, si hay inundaciones, repiten la imagen de las zonas inundadas aunque éstas pertenezcan a hechos acaecidos días atrás, sin consignar su fecha, como hacen los europeos, por ejemplo. Y, lo que es peor, si hay una información de utilidad y no puede mostrarse en imágenes, sólo se enunciará, dejando al televidente con una información a medias. Esto es, desinformado y con el peligro de que saque conclusiones erróneas. Pensemos que en nuestro país el 80% de la población tiene acceso a la TV abierta y que alrededor del 25% está abonada al cable, lo cual indica que muchos millones de argentinos tratan de saber qué pasa en el país a través de este medio de comunicación. Aquí debemos detenernos en el culto al "rating" que es el becerro de oro de esta Era. En este altar se sacrifican la vida privada, los principios morales, el respeto mutuo y, también, el sentido común y el lenguaje. Además, los principios básicos de la profesión indican que la "vedette" es la noticia.


Sin embargo, en este momento, estos principios se tergiversaron de tal forma, que la "vedette" es quien dice la noticia. Actrices, locutores, modelos y modelitos -de la mano de importantes auspiciantes- toman el lugar del periodista y éste funciona desde la trastienda. A través de un aparatito electrónico denominado "cucaracha", el periodista cuenta al oído la información, quedando de esta manera desplazado de su función profesional. La actriz o el modelo pondrán la cara, una cara que "vende" y se limitará a repetir de memoria lo que el aparatito le dicta, despersonalizando la noticia y dejándola sólo en el enunciado. La gráfica suele ser más explicativa. Permite pensar, volver sobre el texto, razonarlo, sacar conclusiones. Si el lector sabe leer entre líneas, podrá eximirse de la conducción política del contenido y armar su propio parecer con relación al tema. No obstante, se le da primacía siempre a lo negativo por sobre lo positivo. Mucho más espacio tendrá entonces la violencia que la creatividad, la falta de responsabilidad que la honestidad. En todos los casos, no es el periodista el que decide qué se publica o qué se emite, sino el medio de comunicación donde trabaja. Sus directivos suelen pensar que es más vendible una foto de algún personaje de moda semidesnudo en tapa que -por ejemplo- "hay más de 300 antenas de teléfonos celulares clandestinas en el subte que pueden ser altamente contaminantes”. Y cuando el periodista propone un tema, éste debe seguir un itinerario que finalmente no lo deja decidir: explicará al secretario de su sección qué tema le interesa abordar y éste llevará seguramente el caso a la reunión de secretarios que se realiza en los medios gráficos o a la de contenidos que se realiza en radio y televisión. Allí, se verán todos los temas que los diferentes responsables desean abordar y se decidirá. Atrás está siempre el interés empresario, el jefe de publicidad y el criterio personal o del grupo que tiene el poder de decisión. Finalmente, volverá a quien propuso el tema una orden que lo hará funcionar de una u otra manera.
El periodista, al sentarse a escribir con su computadora, inevitablemente se sentirá limitado porque piensa en cómo será censurado por el secretario de su sección, por el jefe de redacción ó por el director del medio. El círculo se cierra con la autocensura. Mal puede él ayudar a combatir la crisis cuando es parte de la propia crisis: es allí donde se debatirá ante la incertidumbre y el miedo y para no perder el sustento, es muy probable que acepte trabajar en ideas que no comparte. Existe también el periodista "estrella" que es quien escribe notas de opinión o columnas. El sí puede influenciar sobre la opinión de la gente. Su opinión pega tan fuerte que hace subir la credibilidad de la prensa sobre cualquier otra institución, incluida la Iglesia. A este espacio se llega de diferentes formas: la televisión afama a uno u otro profesional y la gráfica y la radio pagan buenas sumas por el producto que tan bien vendió en ese otro medio. O viceversa. También hay quien tiene talento: un atributo que no siempre usará para informar, salvo excepciones que confirman la regla.
Otra franja es la del periodista independiente: éste suele comprar el espacio en radio o televisión y armar su propia producción artística y comercial. Opera además en gráfica, con periodicidad semanal o por un espacio web de Internet. Si alguien sabe de alguno de ellos que consiguió una radio en tres años de trabajo y al cuarto compró un canal de televisión, preste atención: estamos ante un perfecto caso de corrupción. Estos periodistas independientes quizá puedan informar libremente. Y los hay... pocos, pero los hay. La mayoría necesita pagar lo que en la jerga se llama "el piso", un eufemismo para involucrar todo tipo de costo básico, y eso, limita su alcance. Si "la producción se maneja con ..." tal o cual teléfono móvil, jamás hablará de que las antenas de teléfonos celulares generan ondas electromagnéticas altamente contaminantes.


Volvamos al obrero que diariamente pisa su fuente de trabajo, aquel que entre la incertidumbre y el miedo, cuida su pan de cada día. Y pensemos que esta realidad puede revertirse. ¿Cómo?. Precisamente con la ayuda del lector. Así como el escritor necesita del lector, también lo necesita el periodista. Todo aquel quien masivamente expone su obra, necesita del otro. Ya para confrontar su arte, participarlo, compartirlo, como para recibir una devolución. Si algún escritor, algún intelectual, tiene una perspectiva mejor en relación al periodista y su rol en la crisis, sería bueno que la alcance a los medios de comunicación, aunque sea como carta de lectores. O que hable por teléfono al medio y pida la investigación de tal o cual tema. Es un aporte interesante que seguramente ayudará a los que desde adentro de un medio de comunicación sólo pueden pensar y no escribir, pensar y no hablar, pensar y no filmar lo que sienten mejor para sus conciudadanos.