La cotización de Jacqueline Bouvier
Allá por 1960 Jacqueline Bouvier, por entonces esposa del primer mandatario norteamericano John F. Kennedy, enterada de los chismes que involucraban a su esposo en actos de infidelidad conyugal, comenzó a considerar la separación matrimonial. Su suegro, el archimillonario Joseph Kennedy, quien había amasado su fortuna en los turbulentos días del crack bursátil de 1929, no estaba dispuesto a aceptar que el gusto de su hijo por las alcobas ajenas afectara su puesto de presidente de los Estados Unidos y le ofreció un millón de dólares a Jackie para que dejara de lado sus prejuicios puritanos. La primera dama, para no causarle un daño a su patria, aceptó gustosa quedarse en el lugar en que estaba. Tres años más tarde, el trigésimo quinto presidente norteamericano fue asesinado en Dallas en un atentado jamás aclarado del todo. Jackie, ahora viuda, elaboró el duelo en brazos de Lord Harlech, por entonces embajador de Gran Bretaña en Estados Unidos, y algún tiempo después se volvió a casar. El agraciado resultó ser el magnate naviero Aristóteles Onassis, mucho menos atractivo por su cara que por su cuenta bancaria, con quien vivió un idílico romance basado en el intenso amor que se prodigaban mutuamente. Pero, en 1975 enviudó nuevamente. La familia Onassis con Cristina, la hija del viejo Ari a la cabeza, le pagó veinte millones de dólares, pero esta vez no fue para que se quedara, sino para que se fuera y no los molestase más. Las cotizaciones en el mercado de la hipocresía habían cambiado.