El escritor polaco Stanislaw Lem, fallecido en Cracovia el 27 de marzo de 2006 a los ochenta y cuatro años, fue -tal vez- el último de los grandes genios de la ciencia ficción. Su figura se había agigantado con el paso de los años hasta convertirse en un referente absoluto de la literatura fantástica, de la talla de Italo Calvino (1923-1985) o Jorge Luis Borges (1899-1986). Al igual que ellos, Lem murió sin el Nobel, pero eso es sólo una anécdota para alguien que, en algunos de sus libros, inauguró una extraña y bellísima poesía de la astrofísica. En otros, alumbró híbridos monstruosos a mitad de camino entre Jonathan Swift (1667-1745) y Franz Kafka (1883-1924).
Su nacimiento en 1921 -el 12 de septiembre- en Lvov (una ciudad de Ucrania que hasta 1939 perteneció a Polonia) lo marcó con todos los estigmas y maldiciones del siglo XX. Como judío y como polaco le tocó vivir el horror de la invasión nazi: abandonó sus estudios de Medicina y, junto a su familia, logró escapar del gueto en 1942 gracias a documentos de identidad falsos, mientras todos sus amigos de juventud terminaban sus días en el Campo de Concentración de Belzec. Hijo único, pasó gran parte de su niñez viviendo en el primer piso de una casa situada en la calle Brajerka número 4, ocultando su origen judío, criado como católico y considerándose ateo. En 1944, cuando la Armada Soviética arrebata Lvov a los alemanes y su familia pierde todas sus posesiones, se trasladó a Cracovia, donde estudió Psicología. Apasionado por la cibernética, se interesó también por la Matemática y la Filosofía. Durante la guerra trabajó como mecánico, soldador y traficante de armas para la resistencia y en 1948 terminó la carrera de Medicina. Ejerció de ginecólogo durante unos cuantos meses, mientras el régimen estalinista caía sobre Polonia en una larga y tediosa dictadura que se alargaría cuatro décadas.
Por entonces, ya había comenzado a escribir algunos cuentos. El primero de ellos "Czlowiek z Marsa" (Hombre de Marte) se publicó en una revista juvenil en 1946. Por esas fechas estaba escribiendo una novela realista, "Szpital przemienienia" (El hospital de la transfiguración) -que sería publicada en 1955- en donde narra la odisea de unos médicos polacos en un hospital para enfermos mentales ante la llegada inminente de las tropas nazis.
1948 supone el fin de la carrera de Medicina para Lem. A pesar de ser socialista, la inclusión en el dogma oficial de las ideas de Trofim Lysenko (1898-1976), quien condujo una campaña de ciencia agrícola que proponía un método para abonar la tierra sin utilizar fertilizantes o minerales y cosechar guisantes en invierno, le hizo perder un poco de la fe que tenía. Por esas fechas escribió anónimamente un artículo satirizando al funcionario soviético pero no fue sancionado ya que la publicación fue desmantelada. Aún así, suspendió sus exámenes finales debido a que se negó a priorizar el dogma por sobre la ciencia. Como también había orden de incorporación a las filas del ejército para los doctores, decidió abandonar la práctica médica y comenzó a trabajar como asistente de investigación en un laboratorio. Su gesto recuerda al de un genuino socialista, el escritor Yevgeny Zamyatin (1884-1937), autor de "Nosotros" la primera novela antiutópica -en la que se inspiraron George Orwell (1903-1950) para su "Nineteen eighty four" (1984) y Aldous Huxley (1894-1963) para su "Brave new world" (Un mundo feliz)-, quien se atrevió a pedirle a Stalin permiso para salir de su país "con el derecho a volver en cuanto sea posible en nuestro país servir a las grandes ideas de la literatura sin temer a hombres pequeños".
En 1951 publicó "Astronauci" (Los astronautas), novela principalmente utópica, lo que contribuyó a que pasase la censura sin muchos problemas. En esta época la Cibernética, una de las pasiones de Lem, fue prohibida en todo el bloque socialista por ser considerada una mala influencia del capitalismo. Dos años más tarde se casó con Bárbara, una estudiante de Medicina por aquel entonces. En 1955 publicó "Oblok Magellana" (La nebulosa de Magallanes) que, al igual que la anterior, es esencialmente utópica. Ambas habían tenido una entusiasta acogida entre el público y se habían convertido en muy populares. La lealtad y el entusiasmo de sus lectores, en cierta medida lo protegieron de la censura. Esta popularidad lo llevó a visitar fábricas y participar de muchos actos populares para dar charlas y conferencias.
En 1957 se editó "Dzienniki gwiazdowe" (Diarios de las estrellas), una colección de historias cortas de humor negro que contrastaba con las utópicas novelas anteriores. Entre 1959 y 1964 dio a luz sus grandes novelas de madurez: "Eden" (Edén, 1959), la primera con la que el autor se siente complacido; "Pamietnik znaleziony w wannie" (Memorias encontradas en una bañera, 1961) en la que unos arqueólogos del siglo XXXII descubren un manuscrito que data de la guerra fría en una bañera del Pentágono; "Powrót z gwiazd" (Retorno de las estrellas, 1961) que trata sobre las implicaciones del aislamiento y de la necesidad de readaptarse a una sociedad totalmente distinta de un astronauta que retorna a la Tierra tras un viaje a la velocidad de la luz, y "Niezwyciezony" (El invencible, 1964) que aborda los problemas de comunicación y comprensión con otras formas de vida. Leer cualquiera de ellas, es descender a las entrañas de una inteligencia casi sobrehumana que aúna las disciplinas más dispares (psicología, lógica, estadística, física, teoría de la probabilidad) en un discurso narrativo de impecable factura técnica.
En "Solaris" (1961), su obra maestra y uno de los grandes libros del siglo XX, Lem reinventó el mito de Orfeo mediante la exploración de un planeta capaz de corporizar los recuerdos: el protagonista tiene la oportunidad de revivir una historia de amor con su esposa, que se suicidó en la Tierra muchos años antes. La célebre adaptación para el cine que en 1972 hizo Andrei Tarkovski y que fuera galardonada con el Premio Especial de Jurado en el Festival de Cannes, fue saludada como la respuesta soviética a "2001: a space odyssey" (2001: una odisea del espacio) de Stanley Kubrick (1928-1999). En libros posteriores, sin abandonar su tono pesimista, ensayó un estilo humorístico inimitable: "Bajki robotow" (Fábulas de robots, 1964), "Cyberiada" (Ciberíada, 1965) y, sobre todo, los "Dzienniki gwiazdowe" (Diarios de las estrellas, 1971), una versión cibernética de los viajes de Gulliver donde campea a sus anchas su más memorable criatura de ficción, el astronauta Ijon Tichy.
En 1971, dio un nuevo giro con la publicación de "Doskonala próznia" (Vacío perfecto), una colección de reseñas de libros imaginarios, en la línea de Voltaire y Borges, donde aprovechó para reírse de Joyce, de Dostoievsky y de sí mismo, y "Kongres futurologiczny" (Congreso de futurología) cuya acción transcurre en una hipotética república bananera durante un congreso de futurólogos en el que el protagonista tiene hilarantes visiones cuando la policía rocía la zona con gases alucinógenos a raíz de un ataque terrorista al hotel donde se desarrolla el congreso. Luego, en 1973, escribe "Wielkość urojona" (Un valor imaginario), una colección de prólogos de libros no escritos, mezcla entre experimento y sátira; y en 1976 “La investigación”, una novela de misterio y crímenes de ambiente profundamente kafkiano, y "Katar" (La fiebre del heno), donde funde elementos de la novela negra con la ciencia ficción.
Durante el estado de sitio impuesto en Polonia por el general Jaruzelski, Lem se exilió a Alemania y allí publicó "Provokationen" (Provocación, 1984), un asombroso ensayo de ficción sobre el Holocausto; "Nich minut"
(Un minuto humano, 1986), una revisión de tres libros que no existen y "Fiasko" (Fiasco, 1986), novela seria en la que retoma el problema del contacto con inteligencias extraterrestres a través de una constatación lúcida y perpleja de la soledad esencial del universo y que es, quizás, la más madura de todas sus novelas.
Fue miembro fundador de la Sociedad Polaca de Astronáutica y desde 1973 enseñó literatura polaca en la Universidad de Cracovia. Traducido a más de cuarenta idiomas, su fama se hizo comparable a la de Isaac Asimov (1920-1992) o Arthur Clarke (1917-2008). Los últimos años los pasó junto a su mujer y sus perros, en la ciudad de Cracovia.
Lem escribió bastantes ensayos, no solamente acerca de libros inexistentes, sino también sobre algunos escritores que consideraba importantes. Entre los especialistas en fantasía científica, rescató a Philip K. Dick (1928-1982) en una reseña publicada en 1984 titulada "A visionary among the charlatans" (Un visionario entre charlatanes). En ese mismo texto analizó a Borges, quien no le resultaba demasiado simpático, aunque lo unían a él numerosos temas y modos de enfrentarlos. También escribía una columna en el diario polaco "Tygodnik Powszechny" y otra en la revista "PC Magazine", ambas sin computadora, porque en su barrio había frecuentes apagones y, después de todo, había escrito unos sesenta años con la máquina de escribir que le regaló su padre en la época del liceo. Sus ideas bastante radicales acerca de la informática (en 1996 un artículo suyo en la revista alemana "Spiegel" con opiniones negativas sobre el modo en que se estaba desarrollando internet), generaron amplias polémicas. En uno de sus últimos artículos escribió: "En nuestro tiempo fracasó la visión optimista, diría hasta paradisíaca, de la que la guerra era apenas una excepción pavorosa que transgredió la Historia y nunca más se repetirá. Toda la serie de acontecimientos que desde entonces ha tenido lugar en el mundo puso en evidencia una regla: cuanto más desgracia, cuantos más cadáveres, cuanta más miseria se provocan unos a los otros los hombres, tanto más impunes permanecen los culpables (...) Otra cuestión ardiente, que perturba, y mucho, nuestra moralidad -si es que aun tenemos una- es la aceptación silenciosa y pasiva de la represión por parte de amplios sectores de la sociedad. Si la represión ocurre y no toma formas muy terribles y genocidas, la mayoría consiente y hasta consigue luego tener nostalgia de los tiempos en que cada uno se movía como si estuviera sobre rieles, guiándose por las prohibiciones y las órdenes. En una palabra, una fuga universal de la libertad (…) El hombre desarrolla la razón, pero en el fondo es un ser irracional: busca cosas que en realidad no necesita (inmortalidad, poder absoluto), tiene placer en atormentar a otros (y hasta a sí mismo), desea el poder pero no sabe usarlo. Por tanto es posible que la humanidad no sea el mejor lugar para la Razón, y que tal vez sea mejor que ésta se mude hacia el Cosmos, dejando a los hombres atrás en el proceso de evolución (…) la imperfección del mundo, el sufrimiento de los habitantes de la Tierra, el horror de las guerras, hacen problemática la fe en un Dios bueno y todopoderoso y llevan a la concepción de un Dios imperfecto, que interviene en el mundo pero sin tener poder absoluto sobre el ser humano".