8 de agosto de 2007

Agua mineral contaminada

Miremos con atención la etiqueta de un agua mineral que se distribuye en Buenos Aires, con todas las autorizaciones en regla. Por ser agua mineral, la empresa tiene la obligación de exhibir el análisis con su composición en la etiqueta. Observemos esa composición: algunas, por ejemplo, reconocen tener bastante más que oxígeno e hidrógeno. También tienen arsénico, bromo, cobre, cromo hexavalente, manganeso, mercurio, nitratos, plomo, nitritos y sulfuro. Todas éstas son sustancias tóxicas, y algunas son bastante peligrosas. Por ejemplo, el arsénico y el cromo hexavalente son fuertes cancerígenos. El plomo causa una enfermedad bastante conocida llamada saturnismo. Se acumula en los huesos y provoca daños en los órganos internos. Puede causar desde retrasos en el aprendizaje en los niños hasta impotencia sexual en los adultos. El mercurio es neurotóxico y causa daños irreversibles en el sistema nervioso. Al generar procesos de bioacumulación en el organismo, aún dosis bajas ingeridas en forma continuada pueden provocar daños a la salud. El mercurio atraviesa la placenta, lo que significa que una mujer embarazada puede intoxicar al feto, aunque ella no tenga síntomas visibles de intoxicación con mercurio. Los nitratos y nitritos dañan la capacidad de la sangre para transportar al oxígeno, ya que reemplazan la hemoglobina de la sangre por otra sustancia incapaz de cumplir la misma función. Los tejidos pierden oxigenación y se disparan procesos de cianosis.
Está claro que encontramos en un agua mineral, que debería ser de mejor calidad que el agua de la canilla, una cantidad de sustancias tóxicas que no deberían estar allí. Al respecto, las autoridades dirán que todos estos tóxicos están en cantidades permitidas, es decir, demasiado bajas para afectar la salud. Sin embargo, los toxicólogos ponen cada vez más el acento en los efectos sobre la salud provocados por los contaminantes en dosis bajas. "La única dosis segura es cero", dicen, refiriéndose a sustancias tales como el cromo, el plomo, el arsénico y el mercurio. A esto se agregan los fenómenos de sinergia, que son muy difíciles de estudiar pero que existen. ¿De qué manera el mercurio interactúa con el plomo, el arsénico o el nitrato en el interior de mi organismo? ¿No formarán compuestos más tóxicos aún? ¿Estamos seguros de que una suma de poquitos de varias sustancias tóxicas sigue siendo inofensiva?. A esto se agrega el pequeño detalle de que se exige este análisis solamente para autorizar la venta del producto, cuando la empresa lo inscribe. Si con el paso del tiempo, la fuente de provisión de esta agua mineral se contamina más y aumentan las cantidades de estos tóxicos, nadie pedirá un análisis que actualice los datos.
Podemos formular algunas hipótesis sobre la forma en que llegamos a beber agua mineral con estas sustancias incorporadas. La etiqueta explica, por ejemplo, que se trata de una empresa radicada en el sur del conurbano. Evidentemente utiliza agua proveniente de napas subterráneas del lugar, las que están contaminadas. Casi con certeza, el cromo proviene de alguna curtiembre, y los nitratos y nitritos son filtraciones de pozos negros. Las demás sustancias son de uso industrial frecuente y es posible que vengan de descargas clandestinas de diversas industrias. Durante todo el proceso de industrialización, la napa de agua del lugar fue contaminándose por descargas de fábricas y, al mismo tiempo, fue descendiendo por el exceso de agua que causaban las extracciones de esas mismas fábricas. Es decir, que los contaminantes se iban concentrando. Recordemos que el agua mineral se envasa sin ningún tratamiento, porque se supone que proviene de una fuente sana. Es probable que el análisis que vemos en la etiqueta se haya hecho en algún momento de ese período de contaminación creciente.
Pero, en los años más recientes, se está produciendo un ascenso de las napas en la mayor parte del Gran Buenos Aires. Esto cambia la composición de los contaminantes. Por una parte, es probable de algunos tóxicos se vayan diluyendo, especialmente si ya no existen las industrias que contaminaban (salvo que se hayan ido las fábricas pero hayan dejado residuos enterrados cerca de la toma de esta empresa). Pero además, el gran movimiento de agua subterránea que provoca el ascenso de las napas significa el desborde y dispersión de los pozos negros. Es decir, que es probable que al día de hoy nuestra agua mineral tenga menos metales pesados y más nitratos y nitritos que interactúen en nuestro organismo de un modo diferente.
Todo esto apunta a recordar que no hay nadie ocupándose de informar a la población sobre la calidad del agua subterránea que ingiere, ni nadie está controlando con qué calidad de agua se elaboran alimentos y bebidas. En el caso de las aguas envasadas, sólo se hace un análisis inicial, aunque sabemos que la composición de los contaminantes varía continuamente. Tal vez ocuparse de la calidad del agua que tomamos sea otro de los gastos del Estado que las autoridades consideran como prescindibles.