En “Las pasiones del alma”, René Descartes (1596-1650) escribió: “La tristeza, contrayendo los orificios del corazón, hace que la sangre vaya más lentamente a las venas y que, tornándose más fina y más espesa, ocupe menos sitio; de suerte que, retirándose a las más anchas, que son las más próximas al corazón, abandona las más lejanas, las más visibles de las cuales son las del rostro, y esto le muestra más pálido y descarnado, principalmente cuando la tristeza es grande o sobreviene súbitamente, como se ve en el susto, cuya sorpresa aumenta el movimiento que encoge el corazón”.
Dante Alighieri (1265-1321) hablaba de "la grande tristezza": “la tristeza es un estado de postración que debilita el ánimo de vivir. La tristeza es el origen sentimental de todos los sentimientos, el afecto fundamental y el sentimiento básico del dolor”. Friedrich Nietzsche (1844-1900) expresó: “El tiempo sólo tiene una realidad, la del instante. En otras palabras, el tiempo es una realidad ceñida al instante y suspendida entre dos nadas. El tiempo podrá sin duda renacer, pero en principio deberá morir. No podrá trasladar su ser de un instante al otro para lograr una duración. El instante es ya la soledad”.
Para Baruch Espinosa (1632-1677) “es la pesadez y la gravedad del alma que se siente en los miembros del cuerpo hasta llegar a la pasividad más completa” y para Charles Baudelaire (1821-1867), “la tristeza sumerge al individuo en una monotonía completa y a su vez envuelve a todos los objetos en una indiferencia mercantil”.
Dijo, con enorme tristeza, Fernando Pessoa (1888-1935): “Yo no quería sentir la vida, ni tocar las cosas, sabiendo, por la experiencia de mi temperamento al contagio del mundo, que la sensación de la vida era siempre dolorosa para mí. Pero al evitar ese contacto, me he aislado y, al aislarme, he exacerbado mi ya excesiva sensibilidad”. Mientras tanto, Sigmund Freud (1856-1939)reconocía como afectos al amor, al odio, a la tristeza, a la angustia y al dolor. No hablaba de depresión, sino de duelo y de melancolía, como reacciones ante una pérdida.
Sin embargo, para un hombre común y corriente que vive preguntándose si acaso existe entre los seres humanos cierto tipo de amor que no se base en alguna clase de engaño a uno mismo, las cosas son más sencillas: sólo se trata de decir y decirse la verdad. Ser honesto intelectualmente y no preocuparse por la incertidumbre. Sólo las certezas son fatalmente gravitantes. He aquí la verdadera razón de la tristeza.
Este mundo es una comedia para los que piensan y una tragedia para los que sienten.