Y usted parte de ese mundo...
De hecho, yo no tengo fantasía. Tengo que partir siempre de un hecho real que después desarrollo a mi manera. Pero siempre tengo de base algo que leí, algo que me enteré, ex-nuevo. Todo viene de otra parte... nos conformamos con los detalles.
La novela negra italiana está conociendo en este momento un desarrollo extraordinario. Más que el homicidio o el asesino, a los escritores italianos les interesa el contexto social en donde suceden los hechos. Hoy por hoy, los que describen mejor la realidad italiana son los que escriben novelas negras. Además Italia tiene una tradición en este sentido, de literatura baja, muy interesante.
¿Podemos citar a Leonardo Sciacia?
"Il contesto" (El contexto), "Il giorno della civetta" (El dia de la lechuza), los dos de Sciacia. Son novelas que no se pueden llamar propiamente negra. Tienen la estructura de ella, en tanto tienen un investigador, una intención de llegar a una solución, a la que finalmente el investigador no llega nunca, porque los hilos están entrelazados de tal manera, los intereses son tantos, que prácticamente cada investigación es una derrota. Recuerdo que Sciascia dijo: "La novela negra en el fondo es la mejor jaula dentro de la cual un escritor se pueda meter, porque hay reglas. Por ejemplo, no se puede hacer trampa sobre la relación lógica, temporal, espacial del cuento". A partir de eso me decidí a probar escribir una novela negra, "La forma dell'acqua" (La forma del agua), como una suerte de tarea que me impuse, porque tenía entre las manos "Il birraio di Preston" (La cervecería de Preston), del cual no lograba medir la estructura.
¿Y Carlo Emilio Garda?
Otro gran autor italiano; escribió una sola novela negra, que con sus contaminaciones dialectales describe con ironía, y con una perfección absoluta, la Roma fascista. Al mismo tiempo, este libro no tendrá una solución feliz. Nuestros novelistas ya estaban habituados a no llegar a resultados felices.
¿Sería Scerbanenco, entonces, la figura más representativa de la tradición de la novela negra en Italia?
Exacto... Scerbanenco es un caso extraordinario. Viene de la literatura popular, escribía novelas rosas, y de repente tuvo una cambio de 180 grados en su existencia y se convirtió en el novelista negro por excelencia de Italia. Por lo tanto nosotros tuvimos ejemplos hermosísimos cuando iniciamos; y después estaban también los ejemplos extranjeros. En mi caso, tengo al Inspector Maigret, de Simenon.
Como ejemplo extranjero, ¿podemos nombrar también a Raymond Chandler?
En general, los investigadores norteamericanos me gustan como escritores. No te pueden no gustar. Pero, al mismo tiempo, no pueden ser un modelo. Es una sociedad totalmente distinta, una manera de concebir al mundo muy diferente.
Sin embargo, uno desde la esfera privada, y otro desde la esfera pública, parecen encarnar un modelo de justicia parecido...
Es cierto, esta idea resulta similar. Pero los métodos de los investigadores de Chandler no son métodos europeos. En Europa, ningún investigador privado puede investigar sobre hechos de sangre, por ley. Y esto era una limitación, por eso elegí un comisario institucional. También Carlo Lucarelli, más joven que yo, eligió a un policía institucional...
¿Por qué decidió encarnar la justicia dentro del Estado?
Soy un italiano nacido en Sicilia, que tiene un fuerte sentido del Estado y que estima a los adversarios políticos que comparten esa idea del Estado. A través de Montalbano, logré mostrar una idea de Estado que se encarna en él, que es una ley que entiende y cuida. Montalbano sabe moverse autónomamente con relación a otro Estado. El encuentro entre estos dos se lleva a cabo por ejemplo en "Il ladro di merendini" (El ladrón de meriendas), cuando el comisario Montalbano le dice al hombre de los servicios secretos: "Nosotros trabajamos para dos estados diversos".
¿Cómo definiría el Estado de Montalbano, entonces?
El resuelve los casos con desencanto, porque sabe que después la justicia es una cosa totalmente distinta. Sus investigaciones son más especulaciones intelectuales que una investigación policial. Esto es lo que me gusta de Montalbano. Si después el culpable es o no es condenado es algo que no le importa a Montalbano. A él le interesa llegar a esa suerte de verdad momentánea que cada uno de nosotros puede alcanzar. Y esto de llegar a una verdad, aunque sea parcial, pero verdad al fin, es lo que a Moltalbano lo lleva a detestar a todos aquellos que proponen -con todos los recursos del Estado, medios de información, servicios secretos- una verdad política.
¿Cómo llega Montalbano a esas verdades?
Para llegar a entender es necesario interrogarse. En la vida cotidiana no existe un momento en el que no estemos obligados a hacernos preguntas, que van desde: "¿por qué el colectivo no llega?" a "¿existe Dios?". Es una interrogación continua. En el fondo, este pobre Montalbano, hace preguntas chiquitísimas, de dos pesos, con relación a las preguntas que cada hombre se hace, en relación con las preguntas de escritores con E mayúscula, como Dostoievski o Tolstoi han hecho.
¿Y en Italia?
Le decía que hay dos estados. Somos servidores de dos Estados en Italia, y no creo que en Argentina sea muy distinto. Está el Estado que piensa, el de Montalbano, que es un Estado de derecho, donde verdaderamente existen las garantías. En el "Il giro di boa" (Un giro decisivo), la última novela de Montalbano, se hace evidente que él es consciente de que dentro de la policía hay manzanas podridas. Esto lo mete en una crisis profunda...
Montalbano se sentaba en el último banco y no era un estudiante modelo. ¿Esto también forma parte de su relación con ese otro Estado? Y justamente Clementina Basile Cozzo, su amiga de sesenta años, ex maestra, ¿ocupa el lugar del Estado ideal de Montalbano?
Esto es mío... Era el período en el que no había una educación abierta, era muy severa. En mis tiempos de alumno, en la escuela no se hablaba de mafia. Pero después se hablaba, ¡y cómo! Y la educación que dio la señora Clementina Basile Cozzo a sus alumnos, es la que me dio la maestra Pancucci. Una incitación a la honestidad, a la lealtad, en el recuerdo entre nosotros, los chicos. No el respeto al más grande simplemente porque es más grande. Sino el respeto inmediato, debido. Quiero decir, si tienen que juzgar, juzguen, pero expliquen siempre por qué lo hacen. Esto me lo enseño Pancucci, y yo se lo transferí a Montalbano y a esta señora anciana que es Clementina.
¿Qué es Sicilia para usted?
Sicilia para mí es el pueblo de Tolstoi, cuando decía: "describe bien tu pueblo, y habrás descripto el mundo". El sur de Italia, sobre todo Sicilia, es una realidad prismática que es siempre fascinante. Montalbano no se mueve de Sicilia, entre otras cosas porque yo evité siempre abiertamente hacer un discurso sobre la mafia. En mis historias existe, está declarada. Pero no hay una investigación de Montalbano que se centre en la mafia. Esta fue una decisión, y el motivo es simple: tengo miedo que la literatura, de la calidad que sea -pésima, de descarte- termine por crear héroes... Entonces, esa fama no se la quiero dar a la mafia. Para mí es importante que un escritor se ocupe de un comisario de seguridad pública cuando escribe el informe, del juez cuando escribe la sentencia.
De hecho la literatura y el cine han creado tantos héroes mafiosos...
Claro que sí, pongamos como ejemplo "El día de la lechuza", de Sciacia, donde está Don Mariano Arena, que es un capo mafioso. Desafío a que alguien encuentre alguna persona para quien este capo mafioso no le resulte simpático. Basta mirar "El Padrino"... Regalar esa fama es algo que niego.
¿Por qué Montalbano parece siempre nervioso?
Es como cualquier siciliano que se respete. Un poco sospechoso y siempre dispuesto a saltar mal, a enojarse. Por ejemplo, en 1949, apenas llegado a Roma, si pasaba caminando y había dos tipos cerca que se reían, ninguno me sacaba de la cabeza que se estaban riendo de mí... Tenía unos complejos...
¿Montalbano es un siciliano típico, entonces?
Claro que sí. Un siciliano típico es en apariencia un hombre muy cerrado y ligeramente inconstante. Pero en esencia, una vez que hizo amistad, porque la palabra amistad tiene un significado muy importante, es un hombre muy abierto, que se confía, que se abre, que te hace entrar a su casa en cualquier momento. Existe este juego de la amistad que es muy importante. Me acuerdo que una vez, mirando las cartas que Pirandello y Nino Martorio se escribían, entendí que el fondo de esa amistad se debía al hecho de que uno no le tenía que decir nada al otro para entenderse.
Montalbano es un tradicionalista, pero la navidad y el fin de año no parecen gustarle tanto.
Le provocan melancolía... y esa sensación es mía. Adquirí el placer de festejar la navidad en el momento que pasé de padre a abuelo. Desde entonces disfruto de la atmósfera familiar, de los nietos, de los regalos. Pero antes detestaba ese estado natalicio, y eso se lo transmití a Montalbano. Le cuento que cuando era chico, en Sicilia no había árbol de navidad, los regalos no se encontraban debajo del árbol. Nosotros teníamos el pesebre grande, con el niño en la gruta, el buey, el asno. Teníamos también la tradición del 2 de noviembre, el Día de los Muertos. Cuando éramos chicos nuestros muertos no nos asustaban; estábamos ahí esperando, muriéndonos de sueño hasta que nos trajeran los regalos. Al otro día íbamos a agradecerles a los muertos los regalos. Transformábamos el cementerio en una especie de asilo infantil. Corríamos excitadísimos, nos mostrábamos los unos a los otros los regalos que nuestros muertos nos habían traído. Era muy hermoso. Esta tradición cambia después de la guerra, con los norteamericanos. Y el estado de ánimo de Montalbano es una especie de añoranza de aquellas épocas, aunque las haya vivido yo.
Montalbano llega siempre diez minutos tarde a trabajar, ¿Por qué esa rebelión contra el horario?
Es contrario a las exigencias del reloj. ¿Usted que hace, entonces? A las ocho de la noche termina de trabajar, ¿no piensa más en el caso que lo tiene preocupado?
¿El apellido Montalbano es gratitud con Vázquez Montalbán? ¿Cómo compararía a Pepe Carvalho con Salvo Montalbano?
No creo que haya ninguna similitud entre estos dos personajes; creo que se matarían a trompadas. Mi gratitud a Manolo Vázquez Montalbán no es por Pepe Carvalho, sino por su novela "El pianista", que me sugirió un camino posible para estructurar "La cervecería de Preston". Cierto que leí todo lo que Manolo publicó, y lamentablemente se terminó, pero quiero decir que con este tipo de investigación, de investigador, Montalbano no tiene nada que ver. Al mismo tiempo, Montalbano es uno de los apellidos más difundidos en Sicilia, entonces ya, de hecho, el comisario tenía que llamarse así. Si elegí llamarlo Montalbano con relación a Collura, que era otro apellido que hubiera podido usar, fue, de hecho, por hacerle un homenaje a Vázquez Montalbán. Así mataba dos pájaros de un tiro: pagaba una cierta deuda a Montalbán, y al mismo tiempo daba un nombre siciliano preciso a este comisario.
¿Montalbano es usted mismo?
No... definitivamente no. En todo caso no me di cuenta yo. Montalbano es... Cuando era chico leí un libro de aventuras ruso, en el cual había un trineo perseguido por los lobos. Pero un tipo, vivo, tenía pedazos de carne congelada, que los iba arrojando de a poco, y mientras los lobos se detenían a comer, el trineo seguía. Los cuentos son como la carne para el lobo Montalbano, cada tanto le escribo un cuento para tenerlo contento, y poder escribir otras cosas.