En un sótano, disimulado entre cajas y libros, el tan preciado símbolo para sus seguidores, fue mantenido oculto y rodeado por el secreto. Para nosotros mantener el sudario de Evita y defenderlo de caer en manos de sus feroces enemigos, fue un tema de solidaridad. La historia de lo que sucedió con Evita y su cadáver muestra lo que luego fue la dictadura. La desaparición de ese cadáver, en un esquema de acciones tan perverso y retorcido, aún asombra al mundo. Se mantuvo así el secreto absoluto y sólo dos personas nuestras sabían del sudario y otros objetos escondidos. Incluso esto salió a luz pública no por nosotros sino por una información que llegó desde afuera, cuando ya habíamos puesto todo en manos de sus dueños naturales.
Esta historia parece seguir la increíble saga de la vida de Evita. Usted era muy joven cuando el primer gobierno de Juan Domingo Perón. ¿Cómo recuerda todo aquello?
Yo estoy estudiando a fondo la figura de Eva. Ella tuvo una influencia extraordinaria. Su condición de clase y la situación de haber sido hija ilegítima, como se decía antes, su odio a la oligarquía, el hecho de que su familia sufriera tantas humillaciones por parte de una clase que había humillado a los pobres siempre, marcó su vida y su acción. Creó la rama femenina del peronismo, y aunque todo tenía un tono autoritario, se realizaron trabajos sobre reivindicaciones concretas, vivienda, salario, protección a la infancia, lo que produjo un movimiento nacional muy significativo. La virtud de Eva fue trabajar sobre la falta de conciencia política de una gran masa humana que ingresó por primera vez al trabajo. Decir que el peronismo era nazifascista fue una caracterización muy gruesa. Había elementos sí y creemos que había una concepción muy autoritaria que no aceptaba el disenso. Por nuestra parte también hubo posiciones extremas sin profundización. Fuimos víctimas de persecución y eso nadie lo puede negar, pero esto fue modificándose con el tiempo. En el tercer gobierno de Perón (1973-1974) todo había cambiado, tanto que tuvo un ministro comunista, José Bel Gelbard, quien rompió el bloqueo a Cuba.
¿Qué la llevó a ingresar en su juventud al Partido Comunista?
Cuando era muy joven me impactó la película "El acorazado Potemkin". Mi padre era rumano y mi madre rusa y habían salido huyendo de los progroms. Ellos eran libre pensadores, más bien anarquistas. Mi madre nos dio una gran libertad y eso marcó mi vida. Viviendo en Buenos Aires -yo nací en Córdoba- comencé a relacionarme con artistas de Vicente López, el barrio donde vivíamos, como el grabador Facio Hebequer que formaba parte de un grupo de anarquistas amigos de Alvaro Yunque, un escritor revolucionario, Leónidas Barletta, tan generoso en todo lo que creó, y otros. Visitando exposiciones conocí a mi compañero Bernardo Edelman, del Partido Socialista (PS). Bajo su influjo comencé a militar y entonces asistíamos a los actos del partido Socialista donde hablaba Alfredo Palacios.
¿Cómo vivió el golpe de Estado del año '30?
Había sucedido ya la movilización militar contra una gran huelga ferroviaria en 1917 y la represión y masacre de los obreros en la Patagonia Trágica y los metalúrgicos de Vasena. Incomunicado con el pueblo que lo había elegido, Irigoyen cayó ante el golpe militar fascista que inauguró cincuenta años de golpes de Estado. Bajo Estado de Sitio y ley Marcial millares de trabajadores fueron detenidos y torturados. Ese gobierno inauguró el traslado de detenidos, trabajadores comunistas y anarquistas a Tierra del Fuego en condiciones terribles y ordenó el fusilamiento de Severino Di Giovanni y Scarfó. También se creó la Sección Especial contra el comunismo con asesores de la Gestapo de Adolf Hitler y de la seguridad italiana. Aplicó la ley 4144 de expulsión de extranjeros y los entregó a los gobiernos fascistas. Y también profundizó la dependencia de Inglaterra y Estados Unidos. Por la Sección Especial fundada por Uriburu y perfeccionada por Justo, pasaron más de diez mil presos políticos.
¿Esto marca los antecedentes para lo que vendría después?
El PC había luchado duro hasta poder editar el periódico "Bandera Roja". Su director, Héctor Agosti, estuvo detenido entre 1934 y 1937. En 1934 me afilié al PC cuando era muy importante el Socorro Rojo, organización comunista internacional de solidaridad con los presos políticos y gremiales. Aquel trabajo es uno de los más hermosos recuerdos de mi vida. Allí conocí a Alcira de la Peña, a José Manzanelli y otros. Con el ingreso a Socorro Rojo estuve cerca de todo, el enorme cimbronazo de la luchas obreras y políticas de los comunistas y anarquistas. En las décadas del '30 y '40 se produjeron grandes luchas obreras con una extraordinaria participación de mujeres en solidaridad con los huelguistas. El PC en sus inicios estaba integrado fundamentalmente por extranjeros. Y hubo grandes mujeres. Recuerdo a Florencia Fossati, del magisterio mendocino, en lucha contra la dictadura de los años '30, Margarita Ponce, la querida Margarita, fundadora de la Liga del Magisterio e inspiradora y fundadora de la Unión de Mujeres Argentinas. Los años '30 fueron tan crueles para el pueblo trabajador que dejaron una estela de horror en la población, y al mismo tiempo hubo un impresionante trabajo de solidaridad con los presos políticos y sociales.
Usted siempre recuerda el papel de las mujeres militantes en aquellos momentos muy difíciles.
Las mujeres jugaron un papel muy importante en la ayuda a esos miles de presos. Fuimos destinatarias de esa solidaridad una y otra vez en el Asilo San Miguel y la Correccional de Mujeres, adonde llevaban a las mujeres detenidas por sus ideales. A los presos los alojaban, además del sur, en los campos de concentración de la Isla Martín García, en la cárcel de Neuquén, o los que eran torturados en la Sección Especial contra el comunismo, o eran alojados en los sótanos del Departamento de Policía de La Plata. Esos miles y miles de presos políticos y sociales que se han sucedido hasta nuestros tiempos -que alcanzó su expresión más brutal, más abyecta, más perversa, durante la última dictadura militar- han conocido la ternura de la solidaridad de miles de mujeres militantes.
Usted era entonces muy joven y debe recordar algunos momentos en que fueron a su vez víctimas y perseguidas por la dictadura, momentos que seguramente no se olvidan y quedan registrados con esa mirada de la juventud que pone luces aún en el horror.
Recuerdo una fiesta para reunir fondos para solidaridad en la casa del doctor Augusto Bunge, dirigente del Partido Socialista Independiente. Un grupo de chicas y muchachos disfrutábamos del baile y del hermoso parque donde había naranjos y pomelos, cuando irrumpió la Sección Especial, deteniendo a todos los presentes, mientras algunos de los policías introducían volantes falsos en el escritorio del dueño de casa, para acusarnos, otros se dedicaron a destruir los frutales y se bebieron las bebidas que habíamos llevado. Nos subieron a camiones de la policía provincial y nos llevaron al departamento de Policía de La Plata, donde ya habían convocado a todos los medios para que informaran que habían detenido un grupo de subversivos comunistas. Los periodistas quedaron más que sorprendidos cuando comenzaron a bajar de los camiones muchachas muy jóvenes, bonitas, todas vestíamos por supuesto con lo mejor que teníamos. Esto provocó bromas de los periodistas, ironías y burlas a los represores. Esa fecha además para mí fue inolvidable. Cuando volvíamos a nuestras casas en el tren, tras ser liberadas, un canillita voceaba el alzamiento de Franco contra la República Española. Era el 18 de julio de 1936. Desde ese momento la España popular revolucionaria, fue, como yo decía, íntimamente nuestra y comenzamos a trabajar por nuestros presos y en solidaridad con el pueblo español.
Dentro de ese escenario en Argentina, ¿cómo llega a la Guerra Civil española?
En 1936 me casé con Bernardo Edelman y nos volcamos al movimiento de solidaridad con España. Un día Bernardo llegó con la noticia de que un grupo de compañeros pensaba alistarse en las Brigadas Internacionales y yo decidí acompañarlo. Fueron tan fuertes aquellos momentos que relatar esto me llevó muchas páginas en mi libro de memorias. Mi vida en España fue una experiencia trágica y hermosa a la vez. Varios amigos me ayudaron con el pasaje y viajamos en tercera clase del barco "Olimper" en 1937 junto aun grupo de españoles, italianos y otros. En treinta dias íbamos a estar en Amsterdam, pero no puedo dejar de mencionar que cuando llegamos a Río de Janeiro en tránsito, se produjo una enorme conmoción, porque vimos en la primera plana de los periódicos la foto del dirigente brasileño Carlos Prestes cuando lo llevaban a un tribunal militar. Había dirigido un heroico levantamiento en 1935. También Rodolfo Ghioldi de nuestro partido en Argentina, que lo acompañaba en su acción, era llevado en confinamiento a la isla Fernando de Norhona.
¿Encadenamientos de hechos que marcarían la historia del mundo?
De París fuimos a Perpignan para resolver problemas de documentos y luego a Crebere, la última ciudad francesa. No olvidaré nunca el trayecto desde allí hasta Port Bou, Cataluña. A nuestro paso en el tren, muchos campesinos levantaban las guadañas con que segaban el trigo para saludarnos, y nosotros llorábamos. En Barcelona comenzamos a vivir la guerra. Al principio vimos toda la gente en las ramblas colmadas y parecía que no pasaba nada, pero rápidamente las alarmas advirtiendo los bombardeos nos llevaron a la realidad. Fuimos a Madrid, donde un bombardeo, del que nos salvamos milagrosamente, destruyó el Socorro Rojo y de allí a Valencia, donde estaba el gobierno de la República. Estábamos en el terreno donde se libraba una batalla, no sólo contra el enemigo interior sino contra la intervención de Alemania e Italia: Bernardo como corresponsal de Nueva España y yo en el Socorro Rojo.
¿Cómo se vivía a nivel popular aquel momento?
Era lo más inolvidable. Vimos aquel pueblo que con o sin armas, descalzos o con alpargatas, sin alimentos muchas veces, estaba allí resistiendo, defendiendo a su patria invadida. Vimos campos ensangrentados, ciudades destrozadas por los bombardeos, mujeres y niños asesinados en los caminos. Las obras de arte, símbolo de una cultura que en su época de oro asombró al mundo, arrasadas o entregadas por los facciosos al enemigo en retribución de servicios.
¿Cuánto tiempo estuvieron ustedes en España? Y aunque es difícil preguntarle, ¿a quienes recuerda más cercanamente?
Dos años estuvimos allí. Hay nombres: Amparo, Conchita, Matilde Landa, apasionada militante, que fue fusilada después por los franquistas. Difícil olvidar al Comandante Carlos del Quinto regimiento que estaba con nosotros y junto a él María, una mujer excepcional, fina, de apariencia frágil, valiente, generosa. Muchos después supe su nombre: nada menos que Tina Modotti. Con ella me unió una fuerte amistad, inolvidables charlas. Salíamos juntas de nuestro alojamiento en la calle Conde de Carlés, hacia la Sede del Socorro Rojo, en la calle Márquez de Montornéz y regresábamos, un poco amparándonos una a otra, tomadas del brazo y yo enmudecía ante la lucidez de aquella mujer con tanta valentía y sensibilidad. Extraordinaria fotógrafa que luego debió sufrir tanto cuando mataron a su compañero Julio Antonio Mella. Anduvimos entre los campesinos y en la zona industrial en Cataluña, entre estudiantes e intelectuales. Quiero destacar la acción cultural de Rafael Alberti, Teresa León y León Felipe, que llevaron la cultura a los niveles más populares. Hicieron lo que antes había hecho Federico García Lorca. Iban con carretas haciendo obras de teatro, en las escuelas en los campos. Yo digo que si en esa guerra hubiera triunfado la República no hubiera habido una segunda guerra mundial.
¿Cómo fue su experiencia en Valencia?
Recuerdo un día de sol brillante cuando un alud de metralla cayó sobre la gente que salía del trabajo. Corrimos a recoger a los heridos y dentro de tanto dolor era increíble la valentía de todos. El poeta Antonio Machado había convocado a la campaña de invierno de 1937 para reunir abrigos, alimentos y medicamentos para los combatientes. Fui designada para dirigirla en el Socorro Rojo. Y toda España respondió. En medio de aquella guerra cruel, estábamos siempre renaciendo. Fuimos con Bernardo al pueblo de Roquefort, muy cerca de Valencia, a ver al poeta Machado, donde vivía con su madre, en una humilde casa pintada de blanco. Era de una humildad conmovedora y se advertía la profunda identidad con su pueblo y su rechazo visceral al fascismo. Creía en la victoria de la República y no sospechaba en ese momento que la contrarrevolución estaba en marcha con una fuerza temible.
¿Conoció a Dolores Ibarruri, La Pasionaria?
Sí. Mi primer recuerdo es de cuando la vi en el Segundo Congreso de esta organización, en Valencia. Era una mujer bella, alta, vestida de negro, que impactaba, y su voz ardiente y su discurso estremecían a todos. Luego estuve con ella en el año '72 en el Congreso de la Federación Internacional Democrática de Mujeres (FEDIM). Su vida ya es parte indisoluble de la historia del siglo XX. Y ¿cómo no evocar al gran poeta Miguel Hernández, detenido cuando iba a buscar a su mujer Josefina y a Manolín que aún estaba en el vientre de su madre. Lo mataron como a García Lorca y antes de ser asesinado escribió en una pared de su celda: "Adiós hermanos y amigos, despedidme del sol y de los trigos".
¿Y cómo fue para ustedes cuando la guerra llegó a Valencia?
En diciembre de 1937 el enemigo estaba por lanzarse de nuevo sobre Madrid y el ejército popular inició una ofensiva sobre Teruel conquistándola. Pero en marzo de 1938 la ofensiva fascista quebraba el frente. Se decidió que debíamos abandonar Valencia hacia Barcelona en la noche, íbamos con los faroles apagados mientras los bombarderos pasaban sobre nuestras cabezas. Fue un viaje interminable. Había que aumentar la actividad del Socorro Rojo en Barcelona. La Barcelonet, un barrio obrero fue bombardeado brutalmente en esos días y en una escuela, murieron decenas de niños. El gobierno no tenía cómo responder, pero mientras la población desesperaba, un día domingo recuerdo que un avión lanzó volantes anunciando que venían defensas. Unos días más tarde vimos aparecer dos cazas soviéticos sobrevolando la ciudad y todos nos abrazábamos y reíamos. Las traiciones fueron tan terribles como los enemigos. El dolor del regreso fue también inmenso, porque dejábamos atrás lo que tanto habíamos amado.
¿Y en la organización de mujeres cuando comenzó?
En 1972 en esa reunión donde estaba Dolores Ibarruri, fui designada Secretaria General de FEDIM. Allí nos juntamos las mujeres que habían estado en campos de concentración, las guerrilleras, obreras, trabajadoras, campesinas de toda Europa. Recuerdo a Marie Claude Vaillant Couturier, Eugene Cotton, a quien se le concedió en Francia el título de Caballero de la Legión de Honor. Mujeres de la resistencia contra el nazismo. También a Zoia Dragoicheva guerrillera búlgara, que se había salvado de dos condenas a muerte. Me impactó mucho la norteamericana Angela Davis a quien conocí en el Congreso Internacional de Mujeres en Berlín en 1975, tan inteligente y valiente, a la doctora Anahita Natabzad, la primera mujer médica y parlamentaria, en un país que hasta 1978 estaba bajo un yugo monárquico y feudal. Me pregunto que habrá sido de aquellas mujeres después de toda la tragedia que vivió y vive Afganistán. Una figura inolvidable para mí es Vilma Espín. La recuerdo cuando la fui a ver al ex cuartel de las tropas de Batista convertido en escuela. Era julio de 1959 y ella estaba parada esperando en la puerta, una mujer muy bella e inteligente.
¿Dónde la encontró el triunfo de la Revolución Cubana?
Estaba ese 31 de diciembre de 1958 festejando lo que iba a ser la llegada del '59 en casa de Eduardo Alemán, un ministro demoprogresista, y su esposa, que eran muy amigos de nosotros y allí estaba también el poeta cubano Nicolás Guillen, asilado aquí. Estábamos escuchando la radio y cuando suenan las doce campanadas, el locutor anuncia que ha triunfado la revolución cubana justo cuando empieza el nuevo año. Se imagina ese momento con Guillen allí. Lágrimas e incredulidad: había caído el dictador Fulgencio Batista y otra historia increíble comenzaba. Guillen era encantador, siempre con una enorme chispa y una gran pasión por su país.
Entre tantos personajes que conoció usted habla con mucho cariño de Prestes.
Fue un gran amigo y compañero. En julio de 1941 nos enteramos de la condena de Luis Carlos Prestes, a treinta años. Jorge Amado, que también estuvo asilado en Buenos Aires, le llamaba "el caballero de la esperanza" y recordaba aquella columna de Prestes, de soldados, obreros, campesinos, escritores, tenientes, capitanes, aquel levantamiento que está en la historia de nuestros movimientos revolucionarios. Por eso, mirando aquella fotografía de Prestes, que habíamos visto rumbo a España, había sentido un profundo dolor. Recuerdo que le dije a Bernardo que si tenía un hijo varón le iba a poner Luis Carlos en homenaje a Prestes. La esposa de Prestes, una hermosa y revolucionaria mujer, Olga Benarios, era alemana y fue sacada de la cárcel, que compartía con Carmen Alfada, la esposa de Rodolfo Ghioldi y Elisa Ewert también de nacionalidad alemana. Olga y Elisa fueron entregadas a la Gestapo por el comisario Filinto Müller, y llevadas a Alemania. La solidaridad internacional nada pudo hacer para salvarlas. La Gestapo asesinó a Olga Benarios después de nacer su hija Anita en el campo de concentración de Bernburg y también a Elisa. La madre de Prestes, doña Leocadia, una mujer de mucho valor, dio una batalla política y diplomática para que le entregaran a su nieta y la solidaridad internacional hizo posible, casi como un milagro, que la abuela lo lograra. Fue emocionante la lucha de Prestes para volver a reunirse con su hija. Cuando regresó a su patria tras un largo exilio y luego en otras oportunidades, tuve la alegría de visitarlo. La última vez, con sus lúcidos y jóvenes noventa años hablamos durante horas, recordamos aquellos años heroicos de la Alianza Nacional Libertadora, esa increíble gesta que lideró y el frustrado levantamiento de 1935. Me decía entonces que eran "gajes de la lucha, pero la victoria será nuestra".
¿Conoció al Che Guevara?
Al Che Guevara lo conocí muy fugazmente cuando presidía el Banco Central en Cuba. Guardo una imagen imborrable de su rostro hermoso, un rostro de Cristo, una mirada imposible de olvidar. Cada una de sus palabras reflejaba su talento y sensibilidad. Cuando hablaba se advertía la magnitud de su talento, una profunda fusión entre pensamiento y acción, una identificación profunda con el pueblo y una gran ternura fluía en sus palabras. Fue entre los hombres como el agua pura y sigue vivo entre nosotros. Debo decir que un enorme daño nos había causado el desencuentro entre nuestro partido con el Che, con Fidel en un primer momento, y con ellos con el más grande acontecimiento histórico de nuestra América después de la guerra por la independencia. Un proceso crítico y autocrítico vivido después en el XVI congreso partidario dejó atrás las desviaciones y recuperamos al Che, uno de los principales inspiradores de nuestro cambio. Sin embargo hay que señalar que ese desencuentro primero no había impedido la solidaridad con la revolución cubana. Recuerdo cómo preguntaba el Che por Argentina, cuanto quería saber de todo y en detalles.