Doris Lessing (1919) era considerada, tras la consecución del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2001, la única candidata sólida al Nobel que tenía Gran Bretaña. Sus más de cincuenta novelas sistemáticamente atacaron el mal trato de los blancos hacia los negros, un recuerdo de sus primeros años cuando vivía en el sur de Rhodesia (actual Zimbabwe), aunque probablemente, su imagen popular esté más emparentada con su obra "The golden notebook"
(El cuaderno dorado), un ícono del feminismo británico. Para hablar de la publicación de su colección de cuatro novelas cortas "The grandmothers" (Las abuelas), recibió en su casa de West Hampstead a la periodista argentina Juana Libedinsky (1973), con la que mantuvo una charla que incluyó comentarios punzantes hacia las actitudes de la generación de la entrevistadora, dejando asentado su tradicional inconformismo, mientras acariciaba a Yum-Yum, su gata gorda y vieja, llamada así en honor a la delicada protagonista de la opereta "The Mikado" del dramaturgo y libretista inglés William S. Gilbert (1836-1911). La nota apareció en "La Nación" de Buenos Aires en su edición del 13 de febrero de 2005.La gran dama de las letras británicas ha vuelto a publicar.
¡Bisabuela de las letras británicas! Una de mis nietas está por parir su primera hija.
El cuento que da título al libro relata la pasión sexual que puede existir entre jovencitos espléndidos y mujeres mayores.
La historia me la contó un muchacho que era amigo de los protagonistas. ¡Se moría de envidia de que pudieran acostarse cada uno con la madre del otro! El describió la situación como diez años de perfecta armonía pero, como cínica que soy, eso no se lo pude creer, así que escribí en el cuento lo que para mí podía ser el único desenlace.
¿Existen posibilidades de que Yum-Yum termine con un gato joven, como las mujeres de "Las abuelas"?
Lo dudo, está atravesando una madurez muy digna.
¿Ha nacido usted en Irán, no es verdad?
Persia por aquel entonces. Mi padre era un oficial del ejército británico que perdió una pierna en la guerra y se enamoró de su enfermera en el hospital. Luego nos trasladamos al corazón de Africa. A los diecisiete años me casé -como todos esperaban- con un granjero y tuve dos hijos, pero más tarde lo dejé por Gottfried Lessing, un comunista fervoroso. Si bien luego lamenté esa decisión neurótica de unirme al partido rojo, en mi juventud me atraían de un modo irresistible. Estamos hablando de Africa. Allí, los rojos eran la única gente que había leído tanto como yo. ¡Que no es decir poco!
¿Cuándo vino a Inglaterra?
En 1949. Mi matrimonio con Lessing tampoco prosperó, y partí rumbo a Inglaterra con Peter, el hijo que había tenido con él. Aquí publiqué mi primera novela, "The grass is singing" (Canta la hierba), sobre una mujer sofocada por el racismo, que tuvo una repercusión muy favorable de público y prensa. Fue mi primera aproximación a la idea de una mujer responsable respecto al trabajo, el sexo, la maternidad y la política.
Pero, según sus últimas declaraciones, ¿ahora usted es antifeminista?
No es que sea antifeminista. Es que creo que las feministas tienen los objetivos equivocados. La revolución sexual de la década del '60 está muy bien. ¡Pero pienso que las mujeres también podrían haber luchado por el mismo pago cuando cumplen el mismo trabajo que los hombres, por buenas guarderías y demás! Aún en la época victoriana, las mujeres salían a marchar y conseguían cosas concretas, como cambiar las leyes sobre la propiedad en el matrimonio. Hoy nadie hace algo así. El feminismo de los años '60 se disolvió en cháchara inútil.
¿El feminismo no liberó a la mujeres?
No. Lo único que liberó a las mujeres fue la ciencia. Yo no creo que tu generación de chicas jóvenes tenga la menor idea de todo lo que el lavarropas hizo por ustedes. Y de cómo la aspiradora las salvó de la esclavitud del polvo. Lo más importante de todo fue la pastilla anticonceptiva, que por primera vez puso el destino de las mujeres en sus propias manos. Para mi generación, lo más sorprendente es cómo no entienden lo afortunadas que son, cómo no recuerdan que, hasta hace relativamente poco, cualquiera debía suponer que iba a estar continuamente embarazada hasta la menopausia. ¡Esta es una generación muy ignorante en términos históricos!
¿Esperaba que "El cuaderno dorado" se convirtiese en la Biblia del feminismo?
Por supuesto que no. Yo escribí esa novela en un momento en que era muy evidente que el estalinismo se caía a pedazos y me daba lástima que nunca se hubiese hecho una buena narración sobre la batalla del laborismo en el siglo XIX. ¿Dónde está la novela sobre la extraordinaria relación entre Marx y Engels? ¿La historia sobre Marx, su hijo ilegítimo y ese yerno siniestro que tuvo? Yo pensé que si escribía en esa línea, mi libro iba a servir para recordar un momento histórico que evidentemente estaba en proceso de desaparición. Creo que la novela es un relato bastante ajustado a la realidad de lo que pasaba entonces. Y la gente se olvida de que uno de los grandes debates de la época era el estatus de la mujer. Y punto. Pero después resultó que era un libro sobre el feminismo. El libro sobre la lucha de las mujeres. Lo cual prueba que uno escribe algo y nunca sabe en qué va a terminar.
Es sabido que distintos directores de cine se han acercado a usted recientemente con la intención de hacer un film sobre su vida, pero que usted se negó. ¿Por qué?
Porque, ¿cómo puede hacerse algo así si la vida del escritor pasa por su cabeza? Y, además, las cosas que se han hecho últimamente sobre la vida de escritoras me parecen abominables, por ejemplo, el film sobre la vida de Iris Murdoch. Yo la conocía bien y puedo asegurarle que ella lo hubiese odiado. Pero a nadie le importa eso, ni siquiera a mis amigos literatos supuestamente sensibles. Ella lo habría sentido como una traición de parte de esa cosita perversa que era su marido. Respecto al film "Sylvia", sobre la vida de Plath, mis reparos no se deben tanto al hecho de que es una intromisión en su intimidad, ya que tanto ella como Ted Hughes eran personajes públicos a los que les gustaba estar bajo las luces, sino al hecho de que es un film muy malo. Conocí bien a Ted y a su hermana, algo menos a Sylvia, pero lo suficiente para saber que, si bien estaba loca, amaba la vida. No era esa mujer siempre de negro, que se queja y grita continuamente. ¿Y lo que hicieron con Virgina Woolf en "The hours" (Las horas)? Parecería allí que siempre fue demente e imposible de tratar. Pero en cambio era bien vivita, maliciosa incluso, amaba las fiestas y los picnics, estaba siempre rodeada de amigos. Yo tengo una teoría al respecto. Todos estos retratos incorrectos se deben a que nos encanta ver a las mujeres llorar en la pantalla. Encendé la televisión en cualquier momento. ¿Cuántas mujeres hay con ataques de histeria, llorando, y cuántos varones, en cambio? Esto no es así en la vida real. ¿Por qué las mujeres lo toleran? Las famosas feministas, ¿por qué no dicen algo al respecto? Un gran misterio.
¿Qué le gusta ver en el cine?
Me gustan los westerns. Puedo ver infinidad de veces "She wore a yellow ribbon" (La legión invencible), donde los duelos están muy bien. "The good, the bad and the ugly" (El bueno, el malo y el feo) es un gran film y "Once upon a time in the West" (Había una vez en el oeste) es una película terrible, pero a la vez brillante. Creo que los westerns son la gran contribución norteamericana a la cultura de la humanidad, aunque ellos no lo sientan así.
¿Cómo fue su educación en Africa?
Yo no tuve una educación formal. Dejé el colegio de monjas a los catorce años. ¿Escuchó hablar del término autodidacta? Bueno, se acuñó para mí. Como para tantas mujeres, claro. Virginia Woolf no tenía educación formal, leía en la biblioteca de su padre. Hasta hace poco las mujeres eran muy afortunadas si iban al colegio. Yo tuve suerte de tener una madre que encargaba por correo los libros más maravillosos de Inglaterra para que nos los enviasen a pleno monte en medio de Africa. Dickens y Stevenson y Scott hicieron toda la diferencia en mi vida. Después, empecé a tener mis propios libros. Pero como estaba leyendo todo el tiempo, no tenía tiempo de tener un favorito.
¿Y cuándo empezó a escribir?
Siempre escribí, desde muy chica. Publiqué mi primer trabajo a los siete años. No creo que en nuestra cultura sea infrecuente que los chicos escriban. Creo que lo único raro en mi caso es que aún hoy lo hago todos los días. Idealmente cada mañana, aunque siempre hay problemas que solucionar de la vida cotidiana y ya no tengo tanta energía como antes.
¿De dónde saca la inspiración?
En general no tengo inspiración. La historia de "'Las abuelas", por ejemplo, me la contó alguien que pensó que yo estaría interesada, y así me sucede frecuentemente. Es que uno está escuchando historias todo el tiempo y el chimento siempre fue una gran fuente para los escritores. No los chimentos de los famosos, al estilo de la revista "Hola", porque allí los que publican son demasiado comunes, uno no leería de tal y cual actriz que se acuesta con el hijo de su amiga que a la vez se acuesta con su hijo, como en mi cuento. Pero sí uso chismes del tipo de los que circulan entre amigos. Y los diarios, claro, siempre son una fuente importante.
En este momento está trabajando en el prefacio a una nueva edición de "Lady Chatterley's lover" (El amante de Lady Chatterley). ¿Qué novedades nos va a dar sobre el clásico?
Que D.H. Lawrence obviamente no entendía nada sobre el sexo. Sus párrafos al respecto son como los sueños de un niño, en realidad. Los de tu generación no se dan cuenta de lo ignorante que la gente era respecto al sexo hasta hace muy poco. Existían manuales del estilo de "Cómo ser feliz en el matrimonio", pero aún en ellos el clítoris es rara vez mencionado. D.H. Lawrence odiaba el clítoris como si fuera su enemigo personal y la idea de que el sexo pudiese ser espontáneo, inspirador y un acto divino le parecía repugnante. Por eso "El amante de Lady Chatterley" es una historia tristísima. Pero, claro, su mujer lo estaba engañando con un italiano y él se estaba muriendo de tuberculosis. Sólo se puede entender la novela si se conocen estos datos de los últimos años de su vida y muchos críticos no les han prestado la debida atención.
¿Qué tiene que ver la enfermedad?
Es una enfermedad muy cruel. La tuberculosis excita las fantasías del hombre y lo pone extremadamente sensual, pero impotente. Es increíble cuánto más se entiende "Lady Chatterley..." sabiendo eso. Me sorprende también que hasta ahora los críticos tampoco hayan notado cuánto de la Primera Guerra hay en la novela, todos los personajes de alguna manera son sus víctimas, empezando por el marido que quedó inválido y no puede satisfacer a su mujer. Cuando leí la novela por primera vez, de jovencita, reconozco que me gustó, pero Lawrence tiene esa capacidad única de hechizarte con el relato más allá de sus fallas. Personalmente considero que "Sons and lovers" (Hijos y amantes) es su obra maestra, "Women in love" (Mujeres apasionadas) no me convence pero sus cuentos cortos son fantásticos y es el mejor escritor de viajes que existió.
Hablando de viajes, ¿le gustaría volver a la tierra de su infancia?
Rhodesia ahora es Zimbabwe, ¿cuál sería el sentido de ese regreso? ¡Todo el país se fue por la cloaca! Ya casi no me quedan amigos vivos ahí y mis hijas se mudaron a Sudáfrica. Además, en Zimbabwe ya no encontraría el cielo de noches estrelladas que tanto extraño de mi niñez, lo tapó la polución. En Inglaterra tampoco es posible conseguirlo, pero recuerdo que cuando viajé a la Argentina hace años, en las provincias del Norte, lo encontré igualito. También me gustó ir al hipódromo en Buenos Aires y ver a toda esa gente rica que tuvo niñeras inglesas, ¿se puede creer? Tengo amigos allí y me gustaría volver. Eso y aprender a usar la computadora de una vez por todas (ya casi no consigo tinta para mi máquina de escribir) deberían estar entre mis objetivos para el 2005.