4 de septiembre de 2008

Boris Vian: "La ciencia ficción es una confusión de la lógica"

La efímera revista francesa "L'Ecran" publicó en 1958 -en su primer número- una entrevista con el multifacético Boris Vian (1920-1959), quien fuera novelista, dramaturgo, poeta, músico de jazz, ingeniero y traductor. El tema fue el género de la ciencia ficción, que por entonces empezaba a gozar de notoriedad en Europa y Estados Unidos. El autor de "L'écume des jours" (La espuma de los días), "L'automne á Pekin" (El otoño en Pekín) y "L'arrache coeur" (El arranca corazones), entre otros, habló con el crítico literario y cinematográfico André S. Labarthe (1931), sobre este género que, por entonces, se había afirmado notablemente y estaba sustituyendo a los relatos fantásticos y a las sátiras sociales de otra índole.¿Qué es la ciencia ficción?



Con relación a lo fantástico, la ciencia ficción es extrapolación más que invención; pero invención dentro de la extrapolación, en lugar de invención no controlada. En lo fantástico, la invención está controlada por un conjunto de viejos mitos en lugar de ser controlada por los mitos de la nueva ciencia. La ciencia ficción incluye mitos modernos; lo fantástico, viejos mitos.


¿Es ésa la diferencia entre lo fantástico y la ciencia ficción?


Lo fantástico es una confusión cuyos métodos son métodos probados: los métodos del terror y de lo sobrenatural. Mientras que la ciencia ficción es una confusión de la lógica, un cambio de lógica. Toda la ciencia ficción está fundada sobre una nueva lógica. En efecto, se toma un esquema clásico en el cual se introduce una pequeña variable y se mira cómo varía, cómo ese esquema se modifica y qué produce.


¿La nueva variable sería el aporte de la ciencia?


Un elemento nuevo que aparece en una situación clásica; es uno de los términos de la ficción. Una situación clásica en la cual, por ejemplo, de golpe, podemos retroceder en el tiempo; o un problema como el del triángulo de cuatro lados: el problema de dos sabios enamorados de la misma mujer. "Nada más simple: el problema se puede resolver", dice uno de ellos, y fabrica una segunda mujer exactamente igual a la primera, pero, como es exactamente igual, se enamora del mismo sabio. Y nada ha sido resuelto. Lo que más me gusta en las novelas de ciencia ficción siempre es aquello donde se respeta dicha regla del juego; en todo caso, para mi gusto. Por ejemplo, en las novelas cortas de Ray Bradbury; tienen un elemento lírico y un elemento...


... un elemento de buena escritura que es agradable.


Hay un elemento de calidad literaria. Digamos que la literatura de ciencia ficción es algo así como una inversión de la novela histórica. La especialidad "novela histórica" puede comprender a la vez grandes obras maestras y muy malos libros. Así, de la misma manera, la marca, la etiqueta "ciencia ficción" no basta para que automáticamente todo aquello que esté encerrado bajo ese nombre sea bueno. Creo que hay una cosa que tenemos que decir porque aún la gente no está habituada. Cada vez que se habla de ciencia ficción, la gente cree que uno se vuelve incapaz de matizar. Evidentemente hay malísimos libros de ciencia-ficción.


Pero también existe la posibilidad de una nueva poesía lírica...


Sí, y a menudo, épica. Es la supresión de frenos en un cierto número de dominios de la imaginación. Y, lo fantástico que, personalmente me interesa menos es, justamente, el mismo desenfreno pero con cosas viejas, como los fantasmas, los vampiros, la parapsicología, a los cuales, por mi parte, les tengo un gran horror...


¿Qué es lo que le interesa al lector de ciencia ficción?


Los aficionados a lo fantástico gustan de la confusión por la confusión misma. No es el delirio de la lógica lo que les interesa en la ciencia ficción, es el delirio y la confusión a secas. Lo más grave es que lo que les interesa en la ciencia-ficción, es la ficción; en cambio no les gusta la ciencia. Allí se detienen. Por otro lado hay toda una parte de la ciencia ficción que mediante una extrapolación permite com­prender mejor las contradicciones y las ridiculeces del mundo de hoy. Hay toda una serie de libros que, al traspolar al dominio interestelar las contradicciones del capitalismo, por ejemplo, buscan presentarlas como más "graciosas", o más evidentes. Lo cual también sirve como un medio de desahogo en Estados Unidos. No hay que olvidar que la renovación de la ciencia ficción llega de allí. Asimismo es un medio extremadamente cómodo para expresarse en los Estados Unidos trasplantando todos sus problemas a un planeta X, mientras que no se atreverían a imaginar­los en un mundo norteamericano, pues si lo hicieran con franqueza sus autores serían calificados de comunistas o por lo menos de "criptocomunistas".


¿Lo cual sería una comodidad, entonces?


Dichos autores lo hacen en forma absolutamen­te inconsciente. Nos damos cuenta que, generalmen­te, ello se produce por olas. Desde hace dos o tres años, por ejemplo, hay una ola de novelas norteamericanas de ciencia ficción que se refiere a los problemas de la sexualidad. Comienzan a descubrir, que, después de todo, cuando hay quince mujeres en una astronave donde también conviven quinientos hombres, es perfec­tamente normal que las quince mujeres sirvan a los quinientos en lugar de consagrarse a quince tipos mientras los otros cuatrocientos ochenta y cinco se tengan que ajustar el cinturón. Es algo que jamás se hubiera visto en la ciencia ficción de hace quince años. Es muy curioso que dichas soluciones lleguen por olas. Pero la gente que lee ciencia ficción no se da cuenta.


Según usted, para hablar de ciencia ficción habría que saber inglés.


No, pero por lo menos hay que tener la honestidad de mantenerse al corriente. Hay que querer un poco a la ciencia, querer un poco a las matemáticas, a la física, a todo esto. Las tres cuartas partes de la gente que escriben buenas novelas de ciencia ficción, en los Estados Unidos, son científicos. Científicos que toman en serio el género y que se divierten mucho escribiendo. Inventan cosas que ellos mismos saben que son imposi­bles. Pero no es realmente en la invención, justamente, como manifiestan su cultura científica: es en el rigor de su desarrollo. Y llegamos a esto, justamente: la ciencia ficción tiene interés porque constituye la aplicación de nuevas estructuras al desarrollo y fabricación de una obra de arte. Esto es lo interesante. Y aun en aquellos autores que son muy malos, podemos encontrar algo nuevo. Sus obras estarán mal escritas, el tema estará gastado, pero hay un modo de razonamiento y un modo de pensamiento que, de golpe, se dirigen hacia una dirección no prevista y que muestran que el autor tiene otra manera de hacer funcionar sus células cerebrales.


Una suerte de alianza entre la imaginación y el rigor, lo cual es muy agradable...


Sí. Los autores de más éxito son los más lógicos pero dentro de una nueva lógica. Una lógica moderna que tiene la misma relación con la lógica aristotélica que la geometría no euclidiana con la geometría tradicional. La lógica no aristotélica de Van Vogt, que él tomó de Korzybski, no es sino una de las lógicas posibles. Hay cosas interesantísimas con respecto a este género de lógica en un libro de Gastón Bachelard sobre el nuevo espíritu científico.


Guardando las distancias, lo que fueron Riemann y Lobachewski a Euclides.


Es hacerle mucho honor a Van Vogt si usted quiere; pero, en fin, de todos modos, él lo intentó. Por lo menos se planteó una vez el problema de un mundo donde los hombres no razonarían diciendo que lo que no es blanco es negro. Hay otros dos ejemplos que son muy buenos, según creo. Existen novelas de Clifford Simak que están basadas sobre el mismo principio y también hay una novela corta de Lewis Padgett... De todas maneras, es la aplicación de las lógicas polivalentes que los matemáticos conocen muy bien pero que el francés medio y el literato francés no quieren conocer. Hablo del literato francés que pretende inser­tarse en la ciencia ficción.


Entonces, ¿cuál es el lector ideal?



El lector ideal de las novelas de ciencia ficción es el matemático, el físico o la gente muy cultivada como Raymond Queneau que a la vez sabe lo que se hace en literatura y lo que se hace en matemáticas y física. Es gente que no levanta un muro entre ella y una parte del conocimiento.



Coordinadores...



Coordinadores; gente partidaria de la síntesis. Porque es muy lindo, es muy conocido y muy corriente decir con orgullo: "Yo no comprendo nada de matemáti­ca". Personalmente yo me hago la siguiente reflexión: si no comprendo nada de matemática, más bien sentiría vergüenza en decirlo. Presentarse de punta en blanco como un imbécil no es la mejor manera de presentarse. ¡Un tipo que no comprende nada de matemática es un imbécil redomado, eso es todo! No estoy en contra de la utilización de hombres que tengan grandes brazos, pero quiero también que tengan grandes cerebros. Lo que interesa en el punto de partida de la novela de ciencia ficción es el vértigo de la imaginación frente a lo posible.

Lo que es interesante, justamente, es la separación entre los resultados tales como deberían ser y el resultado tal como es.



La separación es tan débil que en 1943, una revista norteamericana fue secuestrada porque había dado el secreto de la bomba atómica. Todo el mundo creyó que había habido una filtración, mientras que los autores, que simplemente eran buenos físicos, habían extrapolado cosas conocidas en materia de física atómi­ca, habían escrito sobre ello una novela corta y era la historia de la verdadera bomba atómica. Estaba el principio de la masa crítica separada en varios elementos que se aproximaban en el momento deseado y el estado mayor se dijo: "Hay una filtración. Pero si secuestramos la revista, la gente se pondrá sobre aviso" y, finalmente, el asunto se tapó. Resumiendo, en 1943 en una revista norteamericana se habló de la bomba atómica tal como fue lanzada más tarde. Moraleja: hay que tomar a la ciencia ficción en serio.



¿Qué pasa con la ciencia ficción en el cine?

No creo en absoluto que el cine pueda aportar algo a la ciencia ficción, pero creo que la ciencia ficción puede aportar enormemente al cine. Le puede aportar un nuevo sentido de la magia, un nuevo lirismo, una nueva poesía épica, un nuevo sentido plástico, un sentido de la relatividad, un sentido de la aventura.



¿Se trata de saber si la lógica del cine puede hacer lógicas a ciertas obras de ciencia ficción?



Es otro modo de razonar que será tanto más sorprendente cuanto sea manejado con mayor naturali­dad: aportará tantas cosas más que, justamente, será concebido a partir de una lógica totalmente diferente de la que actualmente prevalece. En suma, se trata de encontrar el equivalente del tradicional espíritu de los cuentos de hadas, lo cual constituía el patrimonio del cine en sus comienzos y que constituyó su éxito: "Había una vez. ..", es decir una formula reservada al mismo éxito que aquella, que podría comenzar diciendo: "Supongamos que...", o más bien: "Habrá una vez...".



Si se supone que la ciencia se funda en el "habrá una vez", ese "habrá una vez" está en la base de todo un desarrollo, de toda una nueva magia. ¿Será una solución para que el cine salga del atolladero en que se encuentra?



Lo cual no sería una solución obligatoriamente cara. Es decir que en ese aspecto hay de parte de los productores una falta completa de imaginación. Cuando se les dice ciencia ficción, de inmediato se imaginan que se trata de construir cohetes y mostrar catorce planetas con trescientos mil extras. No es eso, en absoluto. Se pueden imaginar films de ciencia ficción con tres o cuatro personajes. Por ejemplo, retomemos el triángulo de cuatro lados, un admirable tema de película, que pasa entre cuatro personajes y dentro de un solo decorado. No se dan cuenta de ello, de que el mismo espíritu de la ficción científica, el espíritu mismo de la aventura científica es un espíritu que está ligado a una renovación completa de los esquemas, a una renovación completa de los temas, a una renovación completa de las situaciones en los films; no se trata obligatoriamente de hacer "Ben Hur" en las estrellas. "Ben Hur" es caro; luego, "Ben Hur en las estrellas" es carísimo. Lo que más me atrae en la ciencia ficción, es que estimula nuestra imaginación hasta el punto de hacer­nos sentir la delicia de esa imaginación, pero como una forma del entretenimiento.