Narradora de culto, la brasileña por adopción Clarice Lispector (1920-1977) hizo de la crónica periodística el centro de su obra. Ubicada dentro de una tradición poética junto a Manuel Bandeira (1886-1968), Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), Joáo Guimaráes Rosa (1908-2008) y Vinicius de Moraes (1913-1980), la Lispector cultivó una literatura de alto voltaje capaz de ser entendida tanto por aquel que ha leído una biblioteca entera de filosofía como por aquel que no ha leído ningún libro. Se definía a si misma como "ambigua e inclasificable" y sorprendía haciendo exactamente lo contrario de lo que se esperaba de ella, que es, al fin y al cabo, la idea misma del arte, la sorpresa.
ERA UNA VEZ
...Respondí que lo que me gustaría de verdad era poder al fin, un día, escribir una historia que empezara así: "Era una vez...". ¿Para niños? Preguntaron. No, para adultos respondí ya distraída, ocupada en recordar mis primeras historias, a los siete años, todas empezando con "era una vez"; yo las mandaba para la página infantil a los jueves al "Diario de Recife" y ninguna, pero ninguna, fue jamás publicada. Era sencillo saber el por qué. Ninguna contaba propiamente una historia con los hechos necesarios que necesita una historia. Yo leía las que ellos publicaban y en todas había un acontecimiento. Si embargo, si ellos eran tercos yo también lo era. Pero desde entonces yo había cambiado mucho, a lo mejor, ahora ya estaba lista para el verdadero "era una vez...". Entonces me pregunté: ¿y por qué no empiezo? ¿Ahora mismo? Sería sencillo, pensé yo: "Era una vez un pájaro, Dios mío".
ATENCION AL SABADO
Creo que el sábado es la rosa de la semana: sábado por la tarde la casa está hecha de cortinas al viento, y alguien tira un balde de agua en la terraza; sábado al viento es la rosa de la semana; sábado por la mañana la abeja en el patio, y el viento; una picada, el rostro hinchado, sangre y miel, aguijón en mí perdido; otras abejas husmearán en el otro sábado por la mañana voy a ver
si el patio estará lleno de abejas. En el sábado es cuando las hormigas suben por la piedra. Fue un sábado en que vi a un hombre sentado en la sombra, sobre la vereda comiendo una cuenca de carne seca y pirón; nosotros ya habíamos tomado el baño. Por la tarde el timbre inauguraba al viento la matinée de cine: el viento del sábado era la rosa de nuestra semana. Si llovía sólo yo sabía que era sábado; una rosa mojada, no es cierto? En Río de Janeiro, cuando se piensa que va a llover durante la semana, con gran esfuerzo metálico la semana se abre en rosa: el carro frena de golpe y el viento espantado vuelve a empezar, veo que es sábado por la tarde. Ha sido sábado, pero ya no me preguntan más. Yo ya tomé mis cosas y me fui para el domingo por la mañana. Domingo por la mañana también es la rosa de la semana. No es propiamente rosa lo que quiero decir.
MENTIR, PENSAR
Lo peor de mentir es que crea falsa verdad. (No, no es obvio como parece, no es trivial; sé que estoy diciendo una cosa pero que no la sé decir de modo correcto, sin embargo, lo que me irrita es que todo tiene que ser "de modo correcto", imposición muy limitadora). ¿Qué es lo que yo estaba tratando de pensar? Tal vez eso: si la mentira fuese apenas la negación de la verdad, entonces esta sería uno de los modos (negativos) de decir la verdad. Pero la peor mentira es la mentira "creadora". (No hay duda: pensar me irrita, pues antes de empezar a pensar yo sabía muy bien lo que sabía).
NOCHE DE FEBRERO
Se lo juro, crea en mí, la sala de visitas estaba oscura -pero la música hizo un llamado para el centro de la sala- la sala se oscureció completamente -yo estaba en las tinieblas- sentí que aunque muy oscura la sala era clara -me arropé en el miedo- como ya me arropé de ti en ti mismo -¿qué fue lo que encontré?- nada, apenas que la sala oscura llenaba de claridad que se adivinaba en lo más oscuro -y que yo temblaba en el centro de esta luz difícil- crea en mí, a pesar de que no lo puedo explicar -hubo alguna cosa perfecta y graciosa- como si yo nunca hubiera visto una flor -y hubiera una abeja- una abeja helada de pavor -delante de la irrespirable gracia de esa luz de las tinieblas que es una flor- y la flor estaba helada de pavor delante de la abeja que era muy dulce -crea en mí que yo también no creo- que tampoco sé lo que podría una abeja viva de pavor querer en la oscura vida de una flor -pero crea en mí- la sala estaba llena de una sonrisa penetrante -un rito fatal se cumplía- y lo que se llama pavor no es pavor -es la blancura subiendo de las tinieblas- no queda ninguna prueba -nada te puedo garantizar- yo soy la única prueba de mí.
NO SOLTAR LOS CABALLOS
Como en todo, al escribir también tengo una especie de recelo de ir demasiado lejos. ¿Qué será esto? ¿Por qué? Me retengo como si tuviera las riendas de un caballo que pudiera galopar y me llevara sabe Dios dónde. Yo me guardo ¿Por qué y para qué? ¿Para qué estoy ahorrándome? Tuve la clara conciencia de eso cuando una vez escribí: "es necesario no tener miedo de crear". ¿Por qué el miedo? ¿Miedo de conocer los limites de mi capacidad? ¿O miedo del aprendiz de hechicero que no sabía cómo parar? Quién sabe, así como una mujer que se guarda intacta para regalarse, un día, al amor, tal vez yo quiera morir entera para que Dios me tenga toda.
COMO SE LLAMA
Si recibo un regalo dado con cariño por una persona que no me gusta, ¿cómo se llama lo que siento? Una persona de quien ya no se gusta más y ella tampoco gusta más de uno, ¿cómo se llama esa amargura y ese rencor? Estar ocupada, y de pronto parar por haber sido tomada por una despreocupación beata, milagrosa, sonriente e idiota, ¿cómo se llama lo que se sintió? El único modo de llamar es preguntar: ¿cómo se llama? Hasta hoy sólo pude nombrar con la propia pregunta. ¿Cuál es el nombre? Es éste el nombre.
Durante muchos años, la obra de Clarice Lispector circuló en fotocopias o ediciones clandestinas. Hoy se multiplican los estudios académicos sobre su obra y las traducciones a numerosas lenguas, se editan biografías y hasta se ha compilado un diccionario temático de frases entresacadas de su obra.