4 de enero de 2024

En el cuadragésimo aniversario de su partida, cuarenta ensayos sobre la vida y la obra de Julio Cortázar

(I) Omar Prego Gadea

Uno de los mejores biógrafos de Julio Cortázar fue el escritor y periodista uruguayo Omar Prego Gadea (1927-2014), quien en 1974, debido a la dictadura que se instaló su país, viajó a Francia donde lo conoció personalmente y entabló una amistad duradera que lo llevó a ser un gran conocedor de la obra del autor de “Rayuela”. 
Entre 1952 a 1956 había trabajado como periodista en el semanario “Marcha”, luego en el diario “Tribuna”, y finalmente como jefe de redacción de “El Diario”. Estando en Francia trabajó para la Agencia France Presse como Jefe del Servicio Latinoamericano. Cuando regresó a Uruguay, ocupó el cargo de Director del semanario “Zeta”, fue parte del Consejo Editorial de “Cuadernos de Marcha”, y dirigió la editorial “Trilce”.
Entre su obra publicada se destacan los libros de cuentos “Los dientes del viento”, “El sueño del justo” y “Solo para exiliados”; las novelas “Ultimo domicilio conocido”, “Para sentencia”, “Nunca segundas muertes”, “Sin antes ni después”, “Delmira” e “Igual que una sombra”; y los ensayos “Onetti, perfil de un solitario”, “Juan Carlos Onetti y William Faulkner. Dos novelistas de la fatalidad” y “En este país”. Además fue autor del libro-entrevista: “Julio Cortázar. La fascinación de las palabras”, obra cuyo desenlace sólo interrumpió el fallecimiento de Cortázar, en la que, a través de un exhaustivo diálogo, se revela su mundo íntimo: su infancia, su militancia social y política, el jazz y la literatura. La edición contó con fotografías y una cronología del escritor. Justamente a esta última pertenecen los datos que siguen a continuación.

Julio Florencio Cortázar nació el 26 de agosto de 1914 en Ixelles, un suburbio situado en el sur de la ciudad de Bruselas, capital de Bélgica, que en ese entonces estaba ocupada por los alemanes. El pequeño “Cocó”, como lo llamaba su familia, era
  hijo de Julio José Cortázar y María Herminia Descotte. Su padre era funcionario de la embajada de Argentina en Bélgica, donde se desempeñó como agregado comercial. Más adelante en su vida declararía: “Mi nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia”. Hacia fines de la Primera Guerra Mundial, los Cortázar lograron pasar a Suiza gracias a la condición alemana de la abuela materna de Julio, y de allí, poco tiempo más tarde, a Barcelona, donde vivieron un año y medio. En 1918 la familia regresó a la Argentina y se instaló en Bánfield, un suburbio de Buenos Aires.
Cuando contaba seis años de edad, su padre abandonó a la familia, y ésta ya no volvió a tener contacto con él. Julio se crió con su madre, una tía, su abuela y su hermana Ofelia, un año menor que él. “Nunca hizo nada por nosotros”, dirá de su padre. No fue totalmente feliz. “Mucha servidumbre, excesiva sensibilidad y una tristeza frecuente”, según expresara en una carta a Graciela de Sola desde París el 4 de noviembre de 1963. Enfermedades frecuentes, brazos rotos, asma, mucho tiempo en cama, por lo que la lectura fue su gran compañera. Su madre le seleccionaba lo que podía leer, convirtiéndose en la gran iniciadora de su camino de lector, primero, y de escritor después.
A los nueve años ya había leído a Julio Verne, Victor Hugo y Edgar Allan Poe, padeciendo por ello frecuentes pesadillas durante un tiempo. Solía además pasar horas leyendo un diccionario Pequeño Larousse. Leía tanto que su madre primero acudió al director de su colegio y luego a un médico para preguntarles si era normal, y estos le recomendaron que su hijo dejara de leer o leyera menos durante cinco o seis meses y que, en cambio saliera a tomar sol. También fue un escritor precoz, a los nueve o diez años ya había escrito una pequeña novela -afortunadamente perdida, según el propio autor- e incluso antes algunos cuentos y sonetos. “Mi primera novela la terminé a los nueve años”, dirá. Dada la calidad de sus escritos, su familia, incluida su madre, dudó de la veracidad de su autoría, lo cual le generó una gran pesadumbre y desazón.
Tras realizar los estudios primarios en la Escuela Nº 10 de Banfield, se formó como Maestro Normal en 1932 y profesor en Letras en 1935 en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta, a la que calificó de “pésima, una de las peores escuelas imaginables”. Rescató sólo el nombre de dos profesores: Arturo Marasso y Vicente Fattone. Dicho título lo habilitó para ejercer el magisterio. Por entonces intentó sin éxito viajar a Europa en un buque de carga con un grupo de amigos (fracaso que quedó explicitado en el cuento “Lugar llamado Kindberg”). “Buenos Aires era una especie de castigo. Vivir allí era estar encarcelado”, declararía años más tarde en una entrevista concedida a Luis Harss.
En una librería de Buenos Aires descubrió el libro “Opio”, de Jean Cocteau. Su lectura le hizo cambiar “por completo” su visión de la literatura y le ayudó a descubrir el surrealismo. Lo deslumbró y se convirtió en uno de sus libros de cabecera, acompañándolo por el resto de su vida. A su vez en aquella época comenzó a frecuentar los estadios a ver boxeo, donde ideó una especie de filosofía de este deporte “eliminando el aspecto sangriento y cruel que provoca tanto rechazo y cólera”. Escribió “Torito”, donde admiraba al hombre que siempre iba para adelante y a pura fuerza y coraje conseguía ganar.
En 1936 ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras. Aprobó el primer año, pero como en su casa “había muy poco dinero y yo quería ayudar a mi madre”, abandonó los estudios para iniciarse en el profesorado. Al año siguiente fue designado profesor en el Colegio Nacional de Bolívar, una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires. Leía infatigablemente y escribía cuentos que no quería o no podía publicar. Recién en 1938 hizo conocer su primera colección de poemas, “Presencia” con el seudónimo de Julio Denis. De ellos diría que eran unos sonetos “muy mallarmeanos” y que el libro fue “felizmente” olvidado.
En julio de 1939 fue trasladado a la Escuela Normal de Chivilcoy, donde estuvo cinco años, pero siempre dueño de un carácter extraño por considerarse un incomprendido. En 1941, con el mismo seudónimo publicó un artículo sobre Rimbaud en la revista “Huella”, que junto con la revista “Canto” fueron importantes vehículos de expresión para los jóvenes escritores. En 1944 se trasladó a Cuyo, Mendoza, y en su Universidad impartió cursos de Literatura Francesa y publicó su primer cuento, “Bruja”, en la revista “Correo Literario”. Participó allí en manifestaciones de oposición al peronismo. Contaba con una rebeldía interior que cuando Perón ganó las elecciones presidenciales en 1945 presentó su renuncia. “Preferí renunciar a mis cátedras antes de verme obligado a ‘sacarme el saco’ como les pasó a tantos colegas que optaron por seguir en sus puestos”. Después de reunir un primer volumen de cuentos, “La otra orilla”, regresó a Buenos Aires, donde comenzó a trabajar en la Cámara Argentina del Libro.
En 1946 publicó el cuento “Casa tomada” en la revista “Los anales de Buenos Aires”, dirigida por Jorge Luis Borges, y ese mismo año publicó un trabajo sobre el poeta inglés John Keats, “La urna griega en la poesía de John Keats”, en la “Revista de Estudios Clásicos” de la Universidad de Cuyo. Al año siguiente comenzó a colaborar en varias revistas, “Realidad”, entre otras, y durante los primeros meses de ese año redactó un importante trabajo teórico: “Teoría del túnel. Notas para una ubicación del surrealismo y el existencialismo”.
Obtuvo en 1948 el título de Traductor Público de inglés y francés, tras cursar en apenas nueve meses estudios que normalmente insumen tres años. El esfuerzo le provocó síntomas neuróticos (uno de los cuales sería la búsqueda de cucarachas en la comida) que desaparecieron con la escritura de un cuento, “Circe”, que junto con “Casa tomada” y “Bestiario” aparecieron en “Los anales de Buenos Aires”. En 1949 publicó el poema dramático “Los reyes”, ignorado por la crítica, y durante el verano escribió una novela, “Divertimento”, y en 1950 escribió otra: “El examen”, que fue rechazada por el asesor literario de la editorial Losada. Ambas serían publicadas póstumamente en 1986.
En 1951 publicó “Bestiario”, su primer libro de cuentos en la editorial Sudamericana, pero el libro -salvo para un puñado de lectores- pasó inadvertido. Al obtener una beca del gobierno francés viajó a París, con la firme intención de establecerse allí, y comenzó a trabajar como escritor en la UNESCO. Dos años después se casó con Aurora Bernárdez y viajó a Montevideo cuando la UNESCO realizó allí una conferencia, en la cual trabajó como traductor y revisor, alojándose en el Hotel Cervantes (ya frecuentado por Jorge Luis Borges), donde transcurre su cuento “La puerta condenada”. De regreso a París continuó trabajando como traductor independiente y siguió escribiendo lo que luego serán las “Historias de cronopios y de famas”, que había iniciado en el año 1951: “Una noche, escuchando un concierto en el Thèatre des Champs Elysées, tuve bruscamente la noción de unos personajes que se llamarían cronopios”, explicó años después.
Viajó a Italia, donde tradujo los cuentos de Edgar Allan Poe y, en 1956, publicó el libro de cuentos “Final del juego” en la editorial Los Presentes de México. Asimismo publicó la traducción de “Obras en prosa” de Poe en la Universidad de Puerto Rico. En 1959 publicó “Las armas secretas” (editorial Sudamericana), que incluye el cuento largo “El perseguidor”. Este cuento supone un sesgo en la narrativa de Cortázar. “Fue una iluminación. Terminé de leer ese artículo (que anunciaba la muerte de Charlie Parker) y al otro día o ese mismo día, no me acuerdo, empecé a escribir el cuento. Porque de inmediato sentí que el personaje era él, era lo que yo había estado buscando”. Cortázar dijo que allí abordó “un problema de tipo existencial, de tipo humano”, que luego se ampliará en “Los premios”, novela que escribió en su viaje a Washington y Nueva York, y que fue publicada en 1961 por editorial Sudamericana.
Ese año realizó su primera visita a Cuba, donde tomó conciencia de “el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política. Desde ese día traté de documentarme, traté de entender, de leer”. Ese mismo año la editorial Fayard de París publicó “Les gagnants” (“Los premios”), primera traducción de una obra de Cortázar. En 1962 publicó “Historias de cronopios y de famas” en la editorial Minotauro de Buenos Aires y, al año siguiente publicó “Rayuela” en la editorial Sudamericana, de la que se vendieron 5.000 ejemplares en el primer año. “Escribía largos pasajes de ‘Rayuela’ sin tener la menor idea de dónde se iban a ubicar y a qué respondían en el fondo. Fue una especie de invención en el mismo momento de escribir, sin adelantarme nunca a lo que yo podía ver en ese momento”, diría en “La fascinación de las palabras”, el libro que escribió en colaboración con Omar Prego Gadea. Ese mismo año participó como jurado en el Premio Casa de las Américas, en La Habana.
En 1965 la editorial Pantheon de Nueva York publicó “The winners”, la traducción inglesa de “Los premios”, y la editorial Luchterhand de Berlín publicó “Geschichten der cronopien und famen”, la traducción alemana de “Historias de cronopios y de famas”. Al año siguiente la editorial Sudamericana publicó en Buenos Aires el libro de cuentos “Todos los fuegos el fuego”, mientras en Nueva York Pantheon publicaba “Hopscotch”, la traducción al inglés de “Rayuela” y en París la editorial Gallimard hacía lo propio con “Marelle”, su traducción francesa.
En 1967 apareció “La vuelta al día en ochenta mundos”, un volumen que reunió cuentos, crónicas, ensayos y poemas, con una diagramación extremadamente original concebida en gran parte por su amigo Julio Silva. El libro, según Cortázar, fue imaginado como un homenaje a Julio Verne “pero de una manera muy indirecta”. Y en 1968 publicó en Buenos Aires (Sudamericana) “62/ Modelo para armar”, una novela que provocó un cierto desconcierto en la crítica. Cortázar había dicho que le gustaría “llegar a escribir un relato capaz de mostrar cómo esas figuras constituyen una ruptura y un desmentido de la realidad individual, muchas veces sin que los personajes tengan la menor conciencia de ello”.
Ese mismo año publicó en la editorial Siglo XXI de México “Último round”, donde se recogieron ensayos, cuentos, poemas, crónicas y textos humorísticos e incluyó una extensa carta a Roberto Fernández Retamar escrita en Saigón el 10 de mayo de 1967, publicada en la revista “Casa de las Américas”. “Esta carta se incorpora aquí a título de documento, puesto que razones de gorilato mayor impiden que la revista citada llegue al público latinoamericano”. Mientras tanto Pantheon de Nueva York publicó “Cronopios and famas”, la traducción inglesa de “Historias de cronopios y de famas”, y Einaudi  de Torino, Italia, hizo lo propio con “Il gioco del mondo”, la traducción al italiano de “Rayuela”.
En 1970 viajó a Chile, invitado a la asunción del presidente Salvador Allende. Y al año siguiente la editorial Ocnos de Barcelona publicó “Pameos y meopas”, libro que incluyó poemas escritos entre 1944 y 1958. En 1972, también en Barcelona, la editorial Lumen publicó “Prosa del observatorio”. Luego, en 1973, se publicó en Buenos Aires “Libro de Manuel” (Sudamericana), el que obtuvo en París el Premio Médicis. Cortázar viajó a Buenos Aires para presentar el libro. De paso visitó Perú, Ecuador y Chile. La novela levantó una considerable polvareda: “Si durante años he escrito textos vinculados con problemas latinoamericanos, a la vez que novelas y relatos en que esos problemas estaban ausentes o sólo asomaban tangencialmente, hoy y aquí las aguas se han juntado, pero su conciliación no ha tenido nada de fácil, como acaso lo muestre el confuso y atormentado itinerario de algún personaje”, escribió en el Prólogo. En tanto la editorial Tusquets publicaba en Barcelona “La casilla de los Morelli”.
En abril de 1974 participó en una reunión del Tribunal Russell reunido en Roma para examinar la situación política en América Latina, en particular las violaciones de los derechos humanos, y en julio de ese año apareció el libro de cuentos “Octaedro” (Sudamericana). Al año siguiente viajó a Estados Unidos invitado por la Universidad de Oklahoma. Allí dictó un ciclo de conferencias sobre literatura latinoamericana y sobre su propia obra. Los trabajos leídos en esa ocasión serían reunidos en “The final island. The fiction of Julio Cortázar” en 1978, una primera valoración crítica de su obra en lengua inglesa. También en 1974, en México, la editorial Excelsior publicó “Fantomas contra los vampiros multinacionales”, y la editorial Cultural GDA lo hizo con “Silvalandia”, una serie de textos inspirados en cuadros de su amigo Julio Silva.
En 1976 realizó una visita clandestina a la aldea de Solentiname, en Nicaragua, y al año siguiente apareció en Madrid el libro de cuentos “Alguien que anda por ahí” editado por Alfaguara, en el que se incluyó el texto “Apocalipsis en Solentiname”. Dos años después, la editorial Pantheon publicó en Nueva York “A manual for Manuel”, la traducción inglesa de “Libro de Manuel”. Cortázar hizo en él una advertencia al lector norteamericano: “Este libro se completó en 1972, cuando la Argentina estaba entonces bajo la dictadura del general Alejandro Lanusse, y ya entonces la intensificación de la violencia y la violación de los derechos humanos eran evidentes. Tales abusos han continuado y han sido incrementados bajo la junta militar del general Videla. Las referencias a Argentina y otros países latinoamericanos son hoy tan válidas como lo fueron cuando se escribió este libro".
A comienzos de 1979 publicó “Un tal Lucas” en Madrid (Alfaguara), y en octubre visitó Nicaragua luego del triunfo de los sandinistas. Algunos de sus textos fueron utilizados en la campaña de alfabetización de ese país. Luego, en 1980, la editorial Nueva Imagen de México publicó el libro de cuentos “Queremos tanto a Glenda” mientras Cortázar daba una serie de conferencias en la Universidad de Berkeley, California. Después, el 24 de julio 1981, en uno de sus primeros decretos, el gobierno de François Miterrand le otorgó la nacionalidad francesa. Al siguiente año la editorial mexicana Nueva Imagen publicó el libro de cuentos “Deshoras”, y en noviembre de ese mismo año moría su segunda esposa, Carol Dunlop, una muerte que le produjo un profundo dolor y desasosiego.
En 1983 apareció el libro “Los autonautas de la cosmopista”, escrito a cuatro manos con Carol Dunlop, en el que narraron un viaje de treinta y tres días entre París y Marsella. Entre el 30 de noviembre y el 4 de diciembre viajó a Buenos Aires para visitar a su madre después de la caída de la dictadura y la asunción del presidente Raúl Alfonsín. Las autoridades ignoraron su presencia, pero fue calurosamente recibido por la gente, que lo reconocía en las calles. Poco después, en Managua, la editorial Nueva Nicaragua publicó “Nicaragua tan violentamente dulce”. El 12 de febrero de 1984 Cortázar murió de leucemia y fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, en la tumba donde yacía Carol Dunlop.