9 de noviembre de 2008

Ursula K. LeGuin: "No hay que encerrar al espíritu dentro del ser humano"

La poetisa argentina Diana Bellessi (1946) y la escritora estadounidense Ursula K. LeGuin (1929) sostuvieron un intercambio epistolar durante varios años antes de conocerse personalmente y hacerse amigas. Inclusive editaron un libro de poesía en forma conjunta, "The twins, the dream" (Gemelas del sueño), en 1996. Producto de esa amistad fue también la visita de la argentina a LeGuin en su casa en Portland, Oregon, donde se desarrolló la extensa charla que se reproduce a continuación. La prolífica escritora norteamericana irrumpió en la literatura fantástica y de ciencia ficción a mediados de la década del '60, cuando ese género estaba casi unánimemente reservado a escritores varones, explorando el progreso tecnológico, la sexualidad, leyendas, mitos y utopías. Con alrededor de setenta libros publicados, resulta bastante complejo desentrañar la complejidad de su obra, desparramada en géneros tan distintos como la fantasía, la ciencia ficción, la ficción realista, libros infantiles, libros para jóvenes, ensayos, traducciones, guiones, poesía, etcétera. De manera muy simplificada -y desordenada-, se pueden citar entre sus obras principales a "Rocannon's world" (El mundo de Rocannon), "Planet of exile" (Planeta de exilio), "City of illusions" (Ciudad de ilusiones), "The left hand of darkness" (La mano izquierda de la oscuridad), "The dispossessed" (Los desposeídos), "A wizard of Earthsea" (Un mago de Terramar), "The tombs of Atuan" (Las tumbas de Atuán), "The farthest shore" (La costa más lejana), "The other wind" (El otro viento), "An ambiguous utopia" (Una utopía ambigua), "The word for world is forest" (El nombre del mundo es bosque), "The telling" (El relato), "The lathe of heaven" (La rueda del cielo), "Very far away from anywhere else" (Muy lejos de cualquier otro lugar), "The beginning place" (El lugar del comienzo), "Orsinian tales" (Países imaginarios), "The wind's twelve quarters" (Las doce moradas del tiempo), etcétera. Ha ganado en numerosas oportunidades los premios "Nébula", concedidos por la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de Estados Unidos (SFWA), y "Hugo", que otorga la Sociedad Mundial de Ciencia Ficción (WSFS). La entrevista fue publicada en el nº 3 de la revista argentina "El péndulo" de septiembre de 1981.¿Cómo definirías la ciencia ficción?

No sé dónde se tiende la línea entre ciencia ficción, ficción fantástica, ficción imaginativa y ficción realista; como si fuera un círculo, se llega luego al realismo mágico. Todos son grados de un mismo espectro. Obviamente, hay diferencias, y se pueden hacer ciertas distinciones específicas, se puede decir esto pertenece a la ciencia ficción, esto pertenece al realismo, pero es muy difícil hacer cualquier clase de definición general.

¿Por qué, como me dijiste días atrás, te parece que los latinoamericanos tenemos menos problemas con esa definición, o más bien que no necesitamos hacerla?

En parte quizás porque ustedes están más lejos de la cultura racionalista e industrial del norte de Europa, de la cual Estados Unidos recién empieza a apartarse para regresar a otras raíces. Hay un mosaico de culturas indígenas y mestizas que están vivas en Latinoamérica; ese horizonte está allí, al alcance de la mano si ustedes lo quieren. A nosotros no nos ha quedado mucho; no nos mezclamos demasiado, por lo cual hemos tenido a menudo que pedir ayuda a otros, mientras que ustedes pueden replegarse sobre ustedes mismos para encontrar apoyo.

Has dicho que dedicaste varios años de tu vida a leer a gente como Tolstoi y Dickens, y yo sé que aún te gustan, pero de alguna manera te ha conectado ya con otra fuente. ¿Cómo y por qué sucedió eso?

No lo sé. Siento que recién empiezo a encontrar estos otros caminos. No creo que necesite cortar con la tradición europea, especialmente la inglesa, que fue la primera y más querida, pero sé que necesito encontrar otra fuente, un nuevo mundo. Es el primer resplandor de una idea. Aún exploro cómo, dónde y a quién tengo que ir.

¿Adónde fuiste en el curso del desarrollo de tu obra?

Primero regresé a Europa. En el primer cuento con el cual me sentí complacida inventé un país en Europa, tuve que poner mis raices allí. Algunas de esas historias están agrupadas en países imaginarios, y también en la novela "Malafrena", parte de la cual fue escrita muchos años atrás, treinta años quizás. Luego sentí que podía reflejar aspectos de mi mundo construyendo un planeta entero. La ciencia ficción inventa mundos o futuros; son espejos que se levantan para ver un nuevo ángulo, para ver la parte oculta de tu cabeza. Ya desde mi primer libro, "El mundo de Rocannon" y ciertamente en "La mano izquierda de la oscuridad", fue para mí un modo de hablar acerca de este mundo. También hay un mundo fantástico con héroes y dragones, un mundo que está en ninguna parte, que no está en el espacio y el tiempo, pero que está siempre con nosotros: el mundo interior. La literatura fantástica fue algo que leí desde niña, así que me sentí en casa allí, todos estamos en casa allí, en el mundo de la leyenda y el mito. Toda la gente de todos los países comparte ese país de donde vienen las leyendas y los mitos. Luego empecé a escribir sobre mi propio país, los Estados Unidos, de una manera peculiar. Primero lo hice en un libro llamado "La rueda del cielo", y lo situé en un futuro mas o menos inmediato, alrededor del año 2000, y aquí en mi ciudad, Portland. Pero cambié todo, y me mantuve cambiándolo todo, porque es un libro-sueño, y el sueño es cambio, y nunca se sabe qué es lo verdaderamente real. Luego escribí un librito muy realista, donde la acción se sitúa en Portland, "Muy lejos de cualquier otro lugar", acerca de dos jóvenes creciendo aquí. Así que finalmente pude empezar a escribir sobre mi propia tierra, mi gente. Pero ahora tengo otro trabajo que hacer, y no sé verdaderamente como hablar de esto... Sólo sé que hay ciertas cosas que tengo que leer.

Pero cuando escribiiste "Los desposeídos" o "La mano izquierda de la oscuridad", también escribías, de alguna manera, sobre este país.

Ah sí, seguro. Pero no sé por qué, para poder hablar sobre nuestro mundo y nuestros problemas en el presente, tengo que distanciarlo. La distancia ha sido esencial para la manera en que yo trabajo. Tengo que retirarme a algún lado, ya sea a una Europa imaginaria, a un planeta imaginario, un futuro inventado. Tengo que hacer esto para poder hablar acerca de mi vida o mi mundo. Y no creo que pueda seguir haciéndolo de este modo; creo que he llegado al final de algo, y estoy tratando de encontrar un nuevo camino.

Tu última novela, "El lugar del comienzo", ¿pertenece al fin de un ciclo o es el principio de uno nuevo?

Creo que es un principio. Como ya te conté, cuando empecé a concebir el libro, y mientras lo escribía, pensé que estaba haciendo algo absolutamente nuevo, algo que nadie había hecho nunca; pensé que estaba corriendo la línea de la frontera, la pared, la puerta, entre el tiempo-vigilia y el tiempo-sueño. No me gusta decir entre la realidad y la fantasía porque esas palabras ya no sirven. Pero hay dos clases de realidad, y yo creí que podía mover la entrada y colocarla en un lugar diferente, y me dije: "Ah, esto es maravilloso"... Pero, por supuesto, eso no se hace: la puerta está donde está; se puede venir por diferentes senderos y entrar a diferentes lugares, pero no moverlos: están allí, son reales, y no es posible empujarlos. Fue un intento de encontrar nuevos caminos, y por supuesto no fue un nuevo camino, fue el mismo viejo camino; pero hay que mantenerse buscando un nuevo camino para llegar al viejo.

Has dicho que fantasía y poesía son los lenguajes de la noche. ¿Pertenece la poesía al mismo territorio que la ficción imaginativa?

La poesía está más cercana al hueso. No soy consciente de mis intenciones cuando escribo poesía. El poema se escribe a sí mismo; yo sólo trato de darle forma. Se usa menos la parte consciente de la mente que en la prosa. Yo soy básicamente una narradora. Pero la poesía viene exactamente de la misma fuente, sólo que tiene su propia manera de ser. Es un regalo, llega como un don. Empecé escribiendo poesía cuando era niña, y mi primer cuento, cuando tenía once años, fue un cuento fantástico.

De niña, ¿fuiste una lectora de ciencia ficción o de literatura fantástica?

Mi padre, que es antropólogo, nos contaba las historias que sus amigos indígenas le contaban a él, sin explicarnos que provenían de tal tribu o cultura, sino narrándolas como cuentos; era la historia del ciervo, del oso, del coyote. Crecí con ellas como si hubieran sido mis propias historias. Mi tía abuela, quien fue una pionera y se crió en un rancho en Wyoming sin un alma a cuarenta millas a la redonda, nos contaba historias de aquellos tiempos; ésas también formaron parte de mi arsenal: los tiempos duros del viejo oeste. La casa en la que crecí estaba llena de libros, y muchos de ellos sobre mitos y leyendas de otros países -Escandinavia, Grecia, Persia- a los que literalmente devoré y amé durante años. Luego, hacia los once, doce, trece años, aparecieron aquellas hermosas revistas con monstruos y hombres luciendo brazaletes y pectorales de bronce en las tapas. Mi hermano las leía y yo también. Era todo un nuevo mundo de aventuras y mitos: allí descubrí el género de ciencia ficción...

Estás dentro de ese pequeño grupo de escritores que puede moverse fácilmente de un lugar a otro; de la fantasía a la vida cotidiana, de la hipótesis científica a la aventura filosófica o la exploración psicológica de un grupo o de un personaje determinado; del cuento a la novela, del ensayo crítico al poema...

Bueno, ¡eso es muy divertido! Yo no hago demasiadas diferencias entre uno y otro. Me parecen diferentes provincias de un mismo país, un mismo mapa. Un mapa literario.

¿Cuál fue el primer libro que publicaste?

"El mundo de Rocannon". Es una mezcla de ciencia ficción y fantasía. La mitología proviene del norte de Europa, cuyos mitos son mis preferidos entre los mitos europeos. Metí estos mitos dentro de naves y trajes espaciales y el resultado no es del todo feliz; es un poco ingenuo y a veces hasta ridículo, pero hay algunas buenas invenciones allí: alguna gente alada que me gusta mucho, y algunos pequeños animales que hablan... Ese libro todavía me divierte.

¿Por qué la mitología del norte de Europa es tu preferida?

En parte porque los dioses pelean una gran batalla y la pierden. También creo que me gusta no saber si esa batalla fue peleada en el pasado, o lo será en el futuro, o pertenece al presente. Esto no es nunca claro, y quizás sea allí donde aprendí algo acerca del tiempo-sueño, el tiempo de los mitos y las leyendas. Creo que también me gusta la astucia de estos dioses; creo que Wagner les da estatura de héroes y los funde, hasta diría que los trivializa; son mucno más brutales y directos que ninguna cosa de Wagner.

Los héroes se convierten en antihéroes, en perdedores...

Sí, parece ser una constante de nuestra época el identificarnos con los perdedores.

Pierden pero aprenden, ganan sabiduría.

La vida misma parece ser así, se aprende y luego se pierde. Quizás lo mejor sea darse cuenta en algún momento que uno va a perder.

¿Qué vino después de "El mundo de Rocannon"?

Dos pequeños libros de ciencia ficción: "Planeta de exilio" y "Ciudad de ilusiones". El primero es una historia de amor y aventuras en un mundo que gocé en describir, un mundo donde cada año tiene la extensión de muchos años terrestres. En este libro empecé a gozar el ejercicio de la imaginación, el ejercicio de un oficio que empezaba a aprender a usar.

La atmósfera que se respira en este libro anticipa ya la de tus obras posteriores.

Sí, me he mantenido regresando a las mismas raíces y lugares.

También parece que la sombra helada del largo invierno de tus mundos hace su aparición aquí.

Sí, hay una obsesión inequívoca con el invierno, el hielo, la nieve, quizás porque crecí en California donde no hay invierno ni hielo ni nieve. No lo sé.... Desde la adolescencia he estado fascinada por la Antártida. He leído todos los libros de exploración a pie, las bitácoras de los barcos perdidos entre los hielos, los pequeños y aburridos detalles, el peso de los trineos, la experiencia de sentir la nieve bajo los pies cada día...

Hablemos de "Ciudad de ilusiones".

Es el libro que me complace menos. Nunca pude encontrar el fin de ese libro. Creo que estaba un poco embriagada con la posibilidad de publicar y no me di el tiempo suficiente, no me entregué. Hay unas pocas cosas buenas allí, unas diez páginas que realmente quiero, pero el libro como un todo es una convencional historia de ciencia ficción, donde se juega con ideas sin demasiado compromiso emocional.

Hay un clásico, un libro que me gusta mucho y que es precisamente un libro de ideas, de filosofía, "Star maker" (Hacedor de estrellas), de Olaf Stapledon...

"Hacedor de estrellas" no es una novela en absoluto, pero es un libro fascinante porque Stapledon fue una mente verdaderamente original. Cuando hablo de ciencia ficción convencional me refiero a aquélla que viene de la "fabrica", que es un producto masivo. Lo que más me gusta de "Ciudad de ilusiones" es que hay un hombre caminando a través de Norteamérica, desde la costa hasta las montañas Rocosas, en un futuro lejano donde poca gente vive en el continente, en pequeños grupos y tribus. Restauré mi Norteamérica tal como era antes de que los hombres blancos llegasen, y gocé sobremanera el poder caminar con mi héroe.

Mucha gente en este país, en parte por la amenaza nuclear que parece enfrentar el mundo, tiene un sentimiento de holocausto, y vaticina un futuro donde la civilización tecnológica que conocemos sería víctima del colapso, después del cual quedarían racimos de pequeñas comunidades replegadas sobre sí.

Ese fue un tema muy común en la ciencia ficción norteamericana de los años cincuenta y sesenta.

Yo recuerdo por ejemplo "Earth abides" (La Tierra permanece), de George Stewart.

Sí, esa novela fue escrita en los años cuarenta, creo. Estamos llegando al fin del milenio, y cuando sucedió esto mismo, mil años atrás, la gente corría por toda Europa gritando que el mundo se acababa. Creo que en parte este fenómeno volverá a repetirse. La literatura tiende a ser un poco la cabeza de los sentimientos populares. Creo que de alguna manera ya hicimos eso en la ciencia ficción, aunque en mi libro no haya sido una guerra nuclear sino otra cosa lo que despuebla el mundo. Este es uno de los fenómenos fascinantes de la ciencia ficción: sueña los sueños de la gente común, no de la gente literaria. Sueña todas las pesadillas, y ésa es una de sus razones de ser. Por eso la gente lee este género; no puede hablar de sus sueños, pero le gusta oírlos.

¿Esto explicaría el extenso mercado que posee la literatura de ciencia ficción?

Sí. La gente lee en ella sus sueños. Eso es lo que todos nosotros queremos hacer, y eso es lo que los poetas y los contadores de cuentos hacen por nosotros. Especialmente en esta cultura donde tan poca gente tiene posibilidades de hablar.

Los escritores europeos de ficción imaginativa, ¿son más o menos convencionales que los escritores norteamericanos?

Depende de cuáles países hablemos...

Tomemos Inglaterra, Francia y Rusia.

Esos son precisamente los tres países donde se escribe más ciencia ficción. Hay un tipo de ciencia ficción rusa que se usa en las escuelas como un método de enseñanza, para hacer de la ciencia algo más comprensible y amigable. El otro uso del género es por escritores sofisticados, a menudo con el objeto de evadir la censura. Si uno dice: esto ocurre en el año tres mil en el planeta X, probablemente la censura no se dará cuenta de inmediato que se está hablando de Moscú y Stalin. Los rusos y los centroeuropeos son expertos en esto; en la ironía, el distanciamiento. Hay extraordinarios escritores, como Boris y Arkadi Strugatsky, por ejemplo. En Inglaterra se empezó con gente notable como Orwell, Huxley y Stapledon. Luego se convirtió en un producto de consumo masivo como en Estados Unidos, pero los autores siempre han tenido la opción de ser literarios, de escribir novelas a la moda antigua, con caracteres y psicología, y lograr ser publicados. Se han mantenido más cerca de la corriente literaria principal. Con respecto a Francia, no sé. Encuentro la mayor parte de la ciencia ficción francesa verdaderamente ilegible, extremadamente intelectual y curiosamente convencional. La veta fantástica no parece llegarles a los franceses con naturalidad; tienen que luchar por ella. Creo que la mejor fantasía francesa es "Le petit prince" (El principito). Otro país que lee apasionadamente ciencia ficción y que ha comenzado a escribirla es Japón. En otras palabras, la ciencia ficción está ligada a países altamente industrializados. Es una manera de lidiar con el mundo a través de la literatura en sociedades altamente industrializadas.

¿E Italia?

Está empezando.

¿Pertenece Italo Calvino al género?

Los italianos poseen desde Ariosto una magnífica corriente de fantasía, ironía y locura, y Calvino, que es uno de mis escritores preferidos, está en el medio de esa tradición. No es un accidente que sea Calvino quien coleccionó una extensa antología de cuentos folklóricos italianos; él une la tradición campesina, la literaria y la política.

¿Que opinión te merece Borges?

Para mí, él es el líder de toda una manera de escribir que pertenece a mediados de este siglo. Sería muy difícil de imitar, y estúpido, aunque estoy segura de que muchos lo han intentado, porque es muy idiosincrásico, y creo que muchos de nosotros debemos aprender a hacer lo que Borges ha hecho, a nuestro propio modo y manera.

¿Qué es lo que él ha hecho?

Hay algo con respecto a Borges en lo que no he pensado; lo he simplemente usado e incorporado. El maneja la realidad de un modo levemente distinto. Sus cuentos son absolutamente milagrosos, y ésta es una cosa técnica de la cual no sé hablar; sólo puedo observarla. Borges es en alto grado un escritor de ideas, y allí se acerca al territorio de la ciencia ficción. Puede manejar una idea en un cuento sin sobreintelectualizarla. Construye sobre una idea, pero todo está vivo.

¿Qué te significó "La mano izquierda de la oscuridad?

Ese libro fue para mí una manera de explorar lo que verdaderamente significa ser un hombre o una mujer, y qué es lo que queda si se quitan las distinciones físicas. Qué es la gente. Es un intento de repensar todo eso, de encontrar la manera de pensarlo. Por supuesto, si escribiese este libro ahora, quince años más tarde, habría muchas cosas que podría hacer mejor, pero fue un libro escrito al principio de algo, al principio del resurgimiento del feminismo.

Es decir, la cultura cambia si se modifican los roles sexuales y sociales de los individuos que la componen: en el caso del planeta Winter de la novela, la androginia cultural y psicológica dibujadas por la metáfora de la androginia física...

Sí.

Pero creo que ese libro tiene algo más...

Desde luego; es una historia de amor. Y una historia de traición, que parece ser un tema que personalmente me obsesiona, no sé por qué. Confianza entre la gente, y luego equívocos y rupturas. Creo que el tema de la confianza está profundamente relacionado con el tema del sexo, porque para tener relaciones sexuales con alguien hay que confiar el propio ser a otra persona. Y también tenemos el frío otra vez, nieve, hielo y nieve. Emocionalmente relacionado con el tema de la traición.

También aparecen y se contraponen en este libro las corrientes de pensamiento de oriente y occidente.

Sí, una visión monoteísta del mundo, y otra taoísta-zen juegan su contrapunto a lo largo del libro.

También creo que se puede leer el libro con una mirada más ingenua. Muchos de tus lectores en Argentina por ejemplo, probablemente nunca se hicieron un planteo feminista.

Yo misma era una ingenua. Creo que ni siquiera había leído "Le deuxiéme sexe" (El segundo sexo) de Simone de Beauvoir cuando escribí ese libro, pero sentía que había algo en el aire. Pensé que las mujeres amarían este libro y los hombres lo odiarían; pero no, porque a raíz del movimiento feminista las mujeres me rebasaron rápidamente, y apuntaron críticas y exigieron más de lo que yo había hecho.

¿Qué escribiste después de "La mano izquierda de la oscuridad"?

"Un mago de Terramar", el primer libro de la trilogía. Cuando lo escribí lo hice pensando en que cualquier lector de más de once años pudiese leerlo. Grandes novelistas como Emily y Charlotte Brontë, Austen, Dickens, son leídos por niños de doce, trece años, pero la idea de escribir para niños es una idea moderna. Por supuesto, terminé escribiendo de la misma manera en que siempre lo hago, pero fui a parar enteramente al país de la pura fantasía, de la otra realidad. Fue hecho con un sentimiento de total libertad, y trabajando en el guión para la película el verano pasado volví a sentir lo mismo.

¿Qué película?

Michael Powell, un viejo y excelente director inglés, desea realizar un film sobre este libro, y hemos estado escribiendo el guión juntos.

¿Cuáles son los temas de la trilogía "Terramar"?

El primer libro, "Un mago de Terramar", es un rito masculino de pasaje, un niño que se convierte en hombre. En el segundo, "Las tumbas de Atuán", el personaje principal es una muchacha, y es mi favorito: es la primera vez que escribí desde el interior de una mujer; el libro entero es como el mapa de una mujer para mí. En el tercero, "La costa más lejana", retorné a un mundo masculino, y su tema es la muerte; es un libro incompleto, quizás porque aún no he estado allí.

A menudo hay personajes muy jóvenes en tus libros. ¿Por qué?

Obviamente, hay un niño en mí, que quiere hablar y contar historias, y ese niño cuenta historias de ella/él misma/mismo todo el tiempo; no quiere callarse y juega en ambos sexos. Ese niño es un niño andrógino. La mayoría de los niños lo son.

También la mayoría de los dioses.

Sí. Eso sucede a menudo en los mitos, en la fantasía, en las leyendas. Es el tema de los gemelos, y yo estoy convencida de que en "The Lord of the Rings" (El Señor de los Anillos), de Tolkien, varios de sus personajes son un solo personaje. La división en varias personalidades es algo muy misterioso, y dos personas que parecen tener dos cuerpos diferentes pueden en realidad ser una sola. Muy extraño.

Escribir novelas y cuentos ¿son dos experiencias fundamentalmente distintas?

Durante muchos años, siendo una ama de casa con tres niños, me fue difícil escribir cuentos, porque los cuentos, como los poemas, llegan enteros, hay que escribir un borrador de inmediato, y es difícil poder hacerlo cuando estás criando tres niños. Puede tomarte ocho horas o un día entero o dos. La novela es más fácil. Una vez que empezó es como empujar un carro pesado: rueda sobre su propio peso, y es posible parar, bajarse o subir a él, sin perderlo. Este es un fenómeno que afecta a muchas mujeres escritoras. Otra forma que me gusta es la "nouvelle", algo en el medio, algo que aprendí de Thomas Mann.

Hablemos de "El nombre del mundo es bosque".

Ese es mi Vietnam. Ante aquel hecho increíble y monstruoso, grité furiosa y frustrada desde la cima de mi voz. Eso es lo que fue aquel libro. Es también la primera vez que logré hablar del tiempo-sueño de otra manera. Está relacionado con "La rueda del cielo". Ambos libros hablan del sueño, y de la posibilidad de cambiar al mundo a través del sueño, pero "La rueda del cielo" es en sí mismo un sueño. En "El nombre del mundo es bosque" traté de mostrar que el sueño puede ser integrado dentro de una cultura, como lo hacen muchas culturas indígenas. No sabía mucho sobre el tema cuando escribí el libro, pero conocía algo sobre la cultura mohave en el suroeste de California, porque mi padre la estudió, y sabía cómo los mohaves usan los sueños, viajando a diferentes lugares a través de ellos y luego contando en interminables historias dónde han estado: es la esencia misma de su vida religiosa. Desde un punto de vista emocional, esto tiene mucho sentido para mí, y traté de usarlo en este libro. Pero básicamente el libro es una protesta contra aquella guerra.

Esto parece suceder a menudo en tus libros: el encuentro de diferentes culturas o mentalidades y el intento de una por comprender o suprimir a la otra.

O arrojo a una sola persona en medio de una cultura que le es extraña. Siempre son hombres, no sé por qué. Las mujeres en los libros parecen sentirse cómodas con su propia cultura, parecen arreglárselas bien...

Sí, pero son esas figuras solitarias las que aportan una transformación, un cambio. A veces discrepo seriamente con esa costumbre tuya: el uso de un arquetipo femenino tradicional, conservador.

Sí, siempre son los hombres los que introducen los cambios, y las mujeres parecen aceptarlos o simplemente ignorarlos, pero no producen los cambios. Te doy la razón...

Por eso me gusta "Sur", el cuento que acabás de escribir, donde nueve mujeres latinoamericanas descubren el Polo Sur, y su expedición no se parece a ninguna otra expedición exploratoria que yo conozca; son mujeres que se empujan hasta el límite, y el dolor, la lucha por sobrevivir, la solidaridad y el gozo comunitario, se entretejen con la frontera del sueño, el humor, la voluntad ciega de llegar no se sabe exactamente a dónde.

Toda mi vida leí sobre la Antártida, estuve allí cien veces, siempre con hombres, y de pronto me pregunté: ¿Que hago aquí, con todos estos muchachos? Entonces hice mi propia travesía con otras mujeres en el cuento "Sur", en el que una expedición solamente integrada por mujeres descubre el Polo Sur.

Eso nos pasa a todas: hemos ido a la mayoría de los lugares con hombres, a través de sus libros.

Y si lo has hecho toda tu vida, se requiere mucha práctica y experiencia aprender a hacerlo sin hombres.

Hablemos de "Los desposeídos".

"La rueda del cielo" manejaba conceptos políticos de una manera muy extraña y esencialmente muy desesperada. Luego, "El nombre del mundo es bosque" fue una protesta, un grito. En "Los desposeídos" traté de encontrar un camino que no fuese ni la desesperación ni el grito, y lo encontré a través del anarquismo. Fue una nueva experiencia del pensamiento. Por supuesto, no leí a los escritores anarquistas para escribir un libro, sino que los encontré en el intento por pensar políticamente de una manera que tuviera sentido para mí, con esperanza; y que fuese un instrumento para pensar, un instrumento útil para criticar a la democracia liberal y al totalitarismo de estado. Por lo tanto, este libro es otro experimento del pensamiento, como lo fue "La mano izquierda de la oscuridad", pero éste es más político que sexual. Fue un libro muy difícil de escribir, dos años de trabajo arduo, y no sé si todavía me gusta.

Hablando de tu última novela, "El lugar del comienzo", me dijiste que creías estar haciendo algo completamente nuevo, pero que no lo era. Me parece que trajiste aquí muchos de los tópicos esenciales desarrollados en tu obra anterior: los roles sexuales, la crítica a la sociedad en la cual te toca vivir, el tiempo-sueño y el tiempo-vigilia, y nuevamente la pareja.

También los ritos de pasaje... Una de las cosas conscientemente nuevas para mí en ese libro fue la siguiente: yo pertenezco a una clase media alta, privilegiada, profesional; entre lo mucho que leí cuando niña a menudo se incluyeron mitos, leyendas y fantasías de una edad heroica, edad de reyes y reinas, y ese contexto, con sus reinos y su aristocracia me resultó siempre natural. Pero en la mitad de mi vida empecé a sentirme incómoda con ese contexto, y deliberadamente quise hablar sobre gente para la que los reyes y las reinas no significan nada..., o quizás ellos son reyes y reinas; anhelé, deseé profundamente hablar de ésto: no más grandes físicos o grandes magos, sino simples muchachos y muchachas.

Por eso Hugh al principio no sabe qué hacer con sus ropas ni su espada ritual... Otro de los temas de este libro es la pérdida y el reencuentro de la infancia, aquel lugar a donde se podía ir cuando se era niño.

Sí, y lo que ocurre si uno trata de permanecer allí.

¿Podrías decir algo acerca del Maestro?

Puedo contarte lo que traté de hacer, aunque sin lograrlo, porque ya no creo más en él. Fue el hombre del cual estuve enamorada a los catorce años, donde fuera que lo hallase: en las películas, en los libros, en la calle, quizás visitando la casa; tenía muchas encarnaciones, era el hombre moreno, conocedor, fuerte, macho. Quería mostrar a la pequeña Irena enamorada de él, pero no pude, porque ahora lo odio; pero lo amé cuando era niña y quería exorcizarlo. El y el pueblo entero en el bosque fallan, porque no están realmente vivos; quizás porque yo siempre supe, desde que llegaron, que tendrían que dejar ese lugar. Es el lugar que se abandona, la simplicidad y seguridad que se anhela cuando uno está perdido en el bosque al anochecer. Y no lo hice realmente bien. Es también la vida simple de la Edad Media la que se sugiere. Pero me gustan mucho los dos personajes centrales, Hugh e Irena.

Al decir "asociación", ¿siempre se alude al matrimonio?

A una relación que signifique compartir: más el compartir que aquello que se comparte.

¿Indica también "asociación" la relación entre dos personas que realizan alguna travesía juntas, algo profundo e intenso en un período de la vida? Porque éste parece ser uno de los temas fundamentales de tu obra, sean amantes o amigos, hombres o mujeres.

Sí, es verdad. Alguna vez intenté decir eso en otro lenguaje, cuando afirmé que el tema central de mis libros era el matrimonio. Lo decía en ese sentido, a la manera en que Shakespeare utiliza esa palabra.

Volviendo a la novela "El lugar del comienzo", ¿cuál es el sexo del dragón? Hugh lo ve como macho e Irena como hembra. ¡Yo no sé qué es esa condenada cosa!

Quizás ambos. Creo que es ambos o ninguno. Es una de esas cosas que se toman diciendo "bueno, existen", porque están allí, pero que no se sabe lo que son.

Es maravilloso que no lo sepas...

Pienso lo mismo, pero esto irrita mucho a alguna gente, y a veces frente a su desaprobación pienso que quizás tienen razón, que quizás es mi deber encontrar qué diablos es este dragón, macho o hembra o ninguno de los dos; pero no se cómo...

Irena y Hugh se inician como amantes después de matar al dragón. Parece ser que, cuando se está rodeado por la muerte, Eros se transforma en un gigante.

Tiene que ser así. Exploro algo de eso en los locos poemas hindúes de "Palabras duras".

Finalmente llegamos a los poemas. ¿Por qué publicaste "Palabras duras"?

Porque quería que la gente los leyese. Sin duda no habría podido publicarlo si no mediara mi prestigio como narradora.

¿Por qué?

Porque la mayoría de los libros de poesía no se publican. Ser un poeta es algo considerado terriblemente no profesional en los Estados Unidos.

¿Qué dijeron los críticos sobre el libro?

Muy poco. La mayoría de los libros de poesía no son ni siquiera reseñados. Salvo los de aquéllos que pertenecen a grupos, donde unos reseñan a otros. Yo no pertenezco a ningún grupo. El libro es comprado por gente que es fanática de la ciencia ficción y que compra cualquier cosa de Ursula K. LeGuin, o por un público reducido que sigue mi trabajo porque tiene interés en él, sea o no de ciencia ficción. Por lo tanto, la editorial sabía que podía vender el libro y lo publicó.

¿Hay allí algo nuevo o diferente que no está en tus libros de ficción?

La poesía es un modo diferente de decir las pocas cosas que siempre digo.

¿Cuáles?

Algo acerca de la confianza; algo acerca del matrimonio en el sentido en que hemos hablado; algo acerca de la tierra, del paisaje, del clima, lo que está bajo los pies: rocas. Siempre empiezo algo en un lugar y retorno a ese lugar; eso parece ser algo inusual en los Estados Unidos: debemos encontrar no sólo quiénes somos sino también dónde estamos. Para que el espíritu no sea aprisionado.

Todos tus libros son una travesía donde los personajes retornan al lugar de origen.

Pongo a mi gente en esa experiencia indecible de pena y sufrimiento para que pueda volver al lugar donde empezó.

Sí, pero ése lugar ya no es el mismo lugar cuando ellos retornan.

Heráclito y Borges hablan de eso una y otra vez.

El círculo que no es un círculo. Tu obra tiene mucho de mandala.

Sí, y eso es peligroso. La ironía de ser totalmente cerrado; todo es lindo, perfecto, terminado, todo está allí... En Persia, cuando tejen durante años las hermosas y complejas alfombras, los tejedores hacen siempre, cuidadosamente, un punto imperfecto, para que el espíritu no sea aprisionado dentro. Eso es importante, no hay que terminar las cosas demasiado bien, no hay que encerrar al espíritu dentro del ser humano.

Una idea hermosa. Hay otra preocupación que parece ser constante en tus libros: el lenguaje.

Vivo ese fenómeno de una manera muy primitiva.

Por suerte, no a la manera del estructuralismo francés.

¡No, claro que no! Nuestra manera de hablar acerca de la literatura es tan, tan intelectual, que el simple placer del medio es a menudo olvidado. Los pintores hablan del color y de la textura de sus obras sin vergüenza, los músicos hablan todo el tiempo de los sonidos; bueno, yo conozco y percibo las diferencias entre las palabras, y eso es sensual, es un placer; las palabras son cosas para mí, tan reales como cualquier piedra.

¿Hay algo que en particular quieras decir a los lectores latinoamericanos?

Creo que sé lo que pasa. Sí, estoy descubriendo el nuevo mundo. Aquí viene Colón... Aprendiendo muy lentamente a leer en español. Primero a Borges y a García Márquez. Han sido traducidos y los he leído en inglés, pero ahora trato de hacerlo en español; primero la poesía de Borges, y de Neruda, del cual afortunadamente hay ediciones bilingües. También estoy tratando de conocer la historia de América Latina, algo sobre los conquistadores y la época colonial, pero quiero saber sobre el tiempo anterior a eso, y así encontré a Garcilaso y a Huaman Poma, y más allá de eso no sé a dónde ir. Quizá en esto puedas ayudarme: no quiero la historia, quiero saber qué diablos somos...

Buscás las fuentes.

Quiero las fuentes, el origen, el principio. Y entonces, sobre eso, se puede poner a los blancos europeos.

Fuiste a Sudamérica con las mujeres, fuiste al nuevo mundo con otras mujeres.

Hay cosas que los hombres no han sabido hacer, y nosotras debemos hacerlo, y debemos movernos rápidamente. Esto es el principio de algo en mi vida, en lo que has tenido una gran influencia. Te has convertido en una gran parte de esto. Estoy segura de que nunca hubiese escrito "Sur" si no hubiera estado escribiéndote al mismo tiempo.

¿Y la gente, y la cultura negra norteamericana?

Bueno, está la trilogía, y también "La mano izquierda de la oscuridad". ¿Qué puedo hacer? No soy negra, no puedo ser una persona negra norteamericana del siglo XX en mis libros. Me escupirían si lo intentase, y tendrían razón. Pero lo que puedo hacer cuando escribo una historia fantástica o de ciencia ficción, es hacer a mis héroes o heroínas o al mundo entero moreno, o negro, o rojo, o amarillo, o lo que sea que siento, y no se lo cuento al lector hasta que está en la mitad del libro, y de pronto, ¡zas!, ¡descubre que su piel es negra!