A mediados de los años '60, la ciencia ficción era todavía un género despreciado por el mundo literario académico. En la Argentina apenas existía. Fue entonces, en 1966, cuando apareció "El sentido de la ciencia ficción", un ensayo pionero en castellano, producto de una solitaria investigación. Más de cuarenta años después, el libro fue reeditado con el título "Ciencia ficción: utopía y mercado" en una versión actualizada con nuevo material, incluido un apéndice sobre el género en el ámbito local. Su autor es Pablo Capanna (1939), un italiano radicado en la Argentina desde pequeño, actualmente periodista, profesor de filosofía, escritor y docente universitario. Quizá desconocido para el gran público, Capanna tiene en su haber una larga trayectoria como autor de ensayos sobre el género, con títulos como "El Señor de la Tarde. Conjeturas en torno de Cordwainer Smith", "Idios Kosmos. Claves para Philip K. Dick", "El mundo de la ciencia ficción", "J.G. Ballard. El tiempo desolado", "El mito de la nueva era", "La tentación de la magia", "El icono y la pantalla. Andrei Tarkovski", entre otros. Ha colaborado con las revistas "Criterio", "El Péndulo", "Minotauro" y "Axxón", y actualmente es columnista en el diario "Página/12" y en la revista "Ñ". Sobre la reedición de su primera obra charló con el periodista rosarino Matías Chamorro, redactor de la revista "Quid", en cuyo nº 15 de abril/mayo de 2008 apareció publicada la entrevista.
Su estudio ha sido el primero -en lengua castellana- que se ocupó con seriedad de la ciencia ficción. ¿Por qué ha tenido tan poca competencia en la materia?
No sé si será estrictamente el primero, porque esas son cosas para el Libro Guinness de los récords. Siempre dicen que lo es. Pero es cierto, sí, que no tuvo mucha competencia. Es raro que el mismo texto, con más de cuatro décadas cumplidas, con las reescrituras del caso, siga resistiendo. Casi aguanta más que el autor. En cuanto a la competencia, creo que tiene que ver con que cuando lo di a conocer, la intención era hacerle ver a los críticos que se tenían que ocupar de la ciencia ficción. Más allá de algunos estudios de índole académico, nadie recogió el guante por entonces, mientras en el resto del mundo el género se consumía en grandes cantidades.
Cuando apareció por primera vez el libro que ahora se reedita, uno de sus objetivos era que la ciencia ficción no fuese tratada con desdén. ¿Esa resultó ser una batalla perdida?
Al momento de dar a conocer mi texto, pensaba que con el tiempo el género se atomizaría, dejando de ser una cuestión aparte. Entonces un buen escritor iba a usar recursos de ciencia ficción, como se empleaban los del policial, sin preocuparse porque estuviera encasillándose. Eso en cierta medida se logró, pero sigue estigmatizado el género.
¿Sigue habiendo entonces prejuicios al respecto?
Sin dudas, porque hoy en día se habla de ciencia ficción y ya se piensa en algo de consumo y de tono liviano. Eso se debe a que, en sus orígenes, era una literatura de kiosco. En los Estados Unidos se llegaron a publicar treinta y cuatro revistas mensuales dedicadas al tema. Una cosa exagerada que, sin embargo, permitió que por decantación natural se dieran a conocer buenos autores, llegándose en los años '6o a un nivel muy interesante. Después la ciencia ficción fue descubierta por el mundo académico, que terminó por encerrarla en una caja. En este momento no tiene mucha vitalidad el género. Lo último notable que sucedió fue el "cyberpunk", que ya pasó y cuyos autores ahora reniegan de haber participado de él.
¿Qué propone hoy la lectura de "Ciencia ficción: utopía y mercado"? ¿Una revisión del género y sus peripecias? ¿Un llamado de atención sobre una producción que merece ser releída? ¿Un viaje nostálgico?
Considero que el libro ofrece un balance de casi un siglo de ciencia ficción, con un enfoque no tanto técnico-literario sino más bien sociológico-cultural. Un preguntarse hasta qué punto esa producción constituyó el imaginario del siglo XX. Porque cuando uno escucha discusiones sobre el avión estratosférico o el uso del tren bala, lo que se pone de manifiesto es todo un discurso vinculado al progreso, que apela indudablemente al imaginario de la gente. Todos los movimientos políticos del siglo XX, de algún modo, tuvieron una idea de futuro parecida: "Metrópolis" de Fritz Lang. Algo que seguimos soñando todos.
¿Cómo está la ciencia ficción hoy?
Hoy el ciclo de la ciencia ficción parecería haberse cumplido, aunque todavía nadie pueda sentirse con derecho a enterrarla. Lo que nadie puede negar es que configuró el imaginario del siglo XX. Para bien o para mal, el mundo en que vivimos es la materialización de sus fantasías.
Usted sostiene que la ciencia ficción cumplió un ciclo. ¿Considera que el devenir literario de este género podría haber sido otro?
La realidad realizó las ficciones hasta los años más delirantes. Y ya pensar algo distinto cuesta más. Porque la ciencia ficción fue, en su momento, un gran optimismo tecnológico: todo se iba a poder resolver con las máquinas. Al punto que hasta hubo un partido político, la Tecnocracia. No se habla de eso, pero fue una fuerza importante. Y estamos de vuelta de eso, ya somos menos optimistas y más cautelosos. Por otra parte, es erróneo decir que la ciencia ficción es anticipatoria, porque no tiene la bola de cristal. Lo que hace es sembrar ideas, que luego otros adoptan y llevan a cabo. De algún modo, como dicen los buenos escritores, estamos viviendo en un mundo configurado por la ciencia ficción. Con lo cual queda poco margen para imaginar. Y, en general, lo que hacen ahora los escritores es hiperrealismo. Es decir, toman lo que hay en el ambiente y lo exageran.
¿Cuál es, a su juicio, el principal mérito de este género?
Creo que ayuda a pensar por la vía del absurdo. Es decir, imaginar cuáles serían las consecuencias -positivas o negativas- de algo que damos por obvio y barajar todas esas posibilidades. Estimula la imaginación. Por eso se la ha utilizado mucho en los ejercicios de pensamiento lateral.
¿Y lo más criticable?
Que provoca adicción. Porque el lector tiende a no salir del género y se junta con otros seguidores a hablar de la última novela publicada. Y están y se mueven en eso. Es lo que se ha denominado como "el ghetto de la ciencia ficción".