Sí, tengo apego a la tradición, pero en una novela hay que reflejar la vida sin imponer en los personajes el punto de vista propio. Es peligroso utilizar un libro para alterar la opinión de la gente o hacer proselitismo. Un novelista debe ser capaz de comprender otras posturas y penetrar en los sentimientos de quienes no comparten sus ideas. Pero, a cierto nivel, toda ficción es autobiográfica. En un libro se puede detectar el carácter del autor, su perspectiva de la vida, aunque aporte en sus páginas distintos puntos de vista.
Aflora en su obra el debate que divide al anglicanismo. ¿Teme la escisión de su Iglesia?
El debate es útil e inevitable. El mundo ha cambiado y hay que encarar las cuestiones que van surgiendo, como las mujeres obispo o los curas homosexuales. Personalmente no veo por qué la mujer no puede ser obispo una vez que se cedió y se aceptó su ordenación al sacerdocio. Esa fue la gran decisión. En el debate sobre la homosexualidad no existe compromiso alguno y el cisma puede producirse. La Iglesia de Inglaterra es un hervidero de polémicas.
Con la Reforma, los católicos se convirtieron en enemigos de Inglaterra. ¿Han sido suplantados ahora por los musulmanes?
Fue una persecución dictada por la política más que motivada por posturas religiosas. Dominaba el sentimiento de que los católicos eran más leales a su religión y al Papa que a Inglaterra. En esta misma posición vemos ahora a la gran minoría musulmana británica. Viven entre nosotros, pero nos preguntamos: ¿sienten lealtad al país del que son ciudadanos o a la religión musulmana? ¿Quieren que nos convirtamos todos al islam? La historia, curiosamente, se repite.
¿Qué proceso sigue en la gestación de una novela?
El libro nace con una localización y de ese entorno específico surge la idea. Antes de escribir, me planteo con todo detalle la trama y el perfil de los personajes. Pero por mucho esmero que ponga en este plan inicial, por muchos mapas, gráficos y demás material de investigación que tenga a mano, nunca termina siendo el libro que pensaba escribir. Los personajes se revelan por sí mismos y nuevas ideas van brotando a medida que escribo. Me sorprende y me gusta que esto ocurra.
En "El faro", hay un escritor al que trata vilmente. ¿Por qué?
Me divertí mucho escribiendo sobre Nathan Oliver. Tuve mucho éxito con este personaje. Entendemos que es un buen escritor y un ser humano horrible. El talento es lo más importante en su vida y por cultivar su talento sacrifica a todos los demás, incluidas a su mujer y, particularmente, a su hija. Algunos artistas, ya sean músicos, pintores, actores o escritores, lo supeditan todo al talento. Domina tanto sus vidas que no conceden importancia al resto de las personas. Oliver es también un hombre asustado porque está perdiendo lo único que tiene, el talento. Yo tengo suerte. Si lo pierdo, aún me quedarán la prueba de mi talento, mis hijas, mis nietos y biznietos, mis amigos y otros intereses. Podré decir: no voy a escribir otra novela pero he disfrutado muchos años de mi talento.
¿Sugiere a través de Oliver que la experiencia es mejor pozo de inspiración creativa que la imaginación?
Necesitamos a ambas. Creo, sin embargo, que la experiencia sin imaginación no es buena. Un escritor necesita la habilidad de penetrar en la mente de los demás. Es fácil escribir una primera novela, y mucha gente lo hace. Vuelcan en ella la experiencia personal de su vida pero no pueden entrar en la experiencia de los demás, como debe hacer un buen escritor.
¿Se menosprecia la narrativa criminal cuanto más popular y entretenida resulta una novela?
Entretener es un objetivo legítimo. Ofrecer placer y alivio frente a los traumas del día a día es una ambición legítima para un novelista. Henry James lo explicó muy bien al decir que "una buena novela ayuda al corazón de un hombre a conocerse a sí mismo". También comparto su opinión de que una buena novela puede despertar en el lector mucha indignación o mucha generosidad. Una novela de detectives, si es seria y está bien redactada, es tan capaz de conseguirlo como cualquier otro género literario.
¿Qué le impulsa hacia el asesinato?
Es el crimen más importante y serio. El único que no se puede reparar. Fascina al ser humano desde el principio de los tiempos. La Biblia arranca en sus primeros capítulos con un asesinato. Nos seduce descubrir qué lleva a una persona a cruzar la línea invisible que divide a los que matan de los que no matan. Y no me refiero al homicidio, premeditado o no, sino a la planificación deliberada y detallada de la muerte de otra persona. Es un acto espantoso que todavía contemplamos con cierta fascinación o reverencia.
¿La comunidad que habita la isla de "El faro" sirve de metáfora de la sociedad en general?
Sí, es un microcosmos del mundo exterior. Limita los bordes del lienzo puesto que restringe el número de sospechosos. Es un recurso muy utilizado por los autores de novelas de detectives porque permite concentrar a los personajes en un mismo espacio, dificultarles la salida del mismo... Una comunidad aislada ofrece muchas ventajas en tanto que emociones quizá reprochables y todo tipo de preocupaciones pueden estar a punto de explotar bajo la superficie. De todas formas, lo importante para mí es explorar al hombre y la mujer bajo el trauma de una investigación criminal y en el mundo en el que viven.
En su caso, la isla es refugio de celebridades.
Quería que mi isla fuera distinta a la de otras novelas y me alegré cuando me vino esta idea. Me pareció una idea muy racional, un refugio temporal para la gente que siempre está en el foco de atención, que necesita guardaespaldas constantemente, que nunca puede dormir sin asegurar puertas y ventanas. Llegan a la isla sin protección ni teléfonos móviles y, como tampoco hay televisión, pueden apartarse de todo y concentrarse en sus pensamientos. Hay, por supuesto, personas que no lo aguantan, pero, para otras, es un alivio enorme.
¿Su trabajo de funcionaria en el Ministerio británico del Interior le ayudó en su labor literaria?
Ejercí en los departamentos de policía, legislación criminal y en los servicios forenses. También actué como magistrada de tribunal. Todavía recurro a la policía y al laboratorio forense al preparar una novela. El lector debe creerse la historia y, para ello, hay que ser exactos al describir los procedimientos y el trabajo de la policía. Es un aspecto al que concedo una importancia tremenda. Otorga autoridad a la novela.
Mantuvo su trabajo hasta casi cumplir sesenta años. ¿Dudó acaso de su talento como escritora?
Nací en la depresión de los años veinte y mi madre solía recordarnos lo afortunados que éramos de que mi padre tuviera un trabajo seguro como inspector de Hacienda. También para mí fue importante asegurarme el salario, y después la pensión, al final de cada mes. Hay gente valiente que apuesta por su talento y depende de la literatura. Yo nunca quise hacerlo. Confiaba en mi talento en tanto que sabía que podía escribir bien. Pero no quería verme en una posición en la que tendría que escribir un libro para pagar la hipoteca de la casa. Para mí, escribir es una vocación. Una necesidad psicológica, no financiera. El doctor Johnson dijo que el dinero es la razón por la que una persona debe escribir. Yo nunca confié en el dinero, pensé que podía o no podía venir. Ahora, claro, los libros generan muchos más ingresos que lo que cobro de pensión. El éxito ha sido enorme.
Se sienta en la Cámara de los Lores en el banquillo de los conservadores. ¿Es miembro del partido?
No soy afiliada a ningún partido político. Simpatizo más con los tories porque creo en la libertad personal y pienso que el Estado debe interferir lo menos posible en el ser humano. Yo no juzgo a un individuo por sus opiniones políticas ni sus ideas religiosas. Hay gente buena y gente mala en todos los bandos políticos y en todas las religiones.