La escritora norteamericana Siri Hustvedt (1955) con apenas cuatro novelas y tres libros de ensayos, ha logrado un reconocimiento internacional considerable, con traducciones a una decena de idiomas. Hija de inmigrantes noruegos, en su casa se estilaba hablar el idioma paterno y recién aprendió a hablar inglés tiempo más tarde. Años después, ya doctorada en Literatura Inglesa en la Universidad de Columbia, tuvo diversos empleos relacionados con el mundo académico, antes de dedicarse a la escritura de ficción. Su primer libro fue de poesía: "Reading to you" (Leer para ti), publicado en 1983, al que siguieron las novelas "The blindfold" (La venda, 1992), "The enchantment of Lily Dahl" (Hechizo de una mujer, 1996), "What I loved" (Todo cuanto amé, 2003) y "The sorrows of an american" (Elegía para un americano, 2008). En cuanto a sus ensayos, los títulos son "Yonder" (En lontananza, 1998), "Mysteries of the rectangle" (Los misterios del rectángulo, 2005) y "A plea for Eros (Una súplica para Eros, 2005). A comienzos de 2006, a punto de viajar a Buenos Aires para dar una conferencia en la Feria del Libro y asistir a la adaptación teatral de su novela "La venda", recibió en su casa del barrio de Brooklyn, Nueva York, a la periodista argentina Paula Varsavsky (1963), quien la entrevistó para la edición del 16 de abril de 2006 del diario "Perfil" de Buenos Aires.
¿Está trabajando en un nuevo libro?
Estoy con otra novela. Ya llevo escrito más de la mitad.
¿Suele llevar a cabo una investigación antes de comenzar con la escritura?
Investigué incansablemente para "Todo cuanto amé". Para la anterior, no. Esta vez investigo y estudio. El narrador es un psiquiatra y psicoanalista. He estado leyendo sobre psicoanálisis durante años.
¿Por qué?
Porque tengo un especial interés en el ser humano y la constitución de su personalidad: esa pregunta constante acerca de por qué las personas se convierten en quienes son me resulta esencial. He conversado con una gran cantidad de psiquiatras.
¿Psiquiatras o psicoanalistas?
Bueno, ése es el asunto. El personaje principal de mi novela es un psiquiatra que utiliza técnicas psicoanalíticas. Nueva York es uno de los pocos lugares en los Estados Unidos donde los psiquiatras, además de medicar a sus pacientes, apelan a otras terapias. Creo que esto tiene que ver con que ciertas facultades de medicina nunca dejaron de lado los tratamientos relacionados con la palabra. No estoy tomando a una persona en particular para armar el personaje. Sin embargo, para mí es importante que se asemeje a alguien que podría estar trabajando en Nueva York, que atiende a pacientes internados y ambulatorios. Me ha resultado muy interesante. De hecho, a partir de esa experiencia voy a comenzar a dictar talleres literarios "ad honórem" para pacientes psiquiátricos hospitalizados.
En sus libros suele haber personajes relacionados con la estafa, la mentira, el engaño. ¿Por qué?
Uno de los temas sobre los cuales estudié muchísimo es lo que aquí llamamos las "personalidades antisociales", esas personas que padecen cierta inadaptación. Me concentré en estudios sobre problemas de lazos afectivos: chicos que sufrieron pérdidas traumáticas o la muerte de sus padres. También leí un libro increíble, que no es científico sino que narra historias de gente con patologías antisociales. Había una inolvidable: un hombre que se casaba y, cuando se iban de vacaciones, volvía subrepticiamente a la casa, cargaba todo lo que había en un camión, se escapaba a otro estado y luego volvía a hacerle lo mismo a su nueva mujer. Me atrae ese tipo de historias.
Mientras preparaba su tesis doctoral, escribió poesía. ¿Cuándo empezó a escribir ficción?
Siempre pensé que quería escribir una novela. Hubo un tiempo en que no sabía qué hacer con mi escritura, estaba trabada. Un profesor y poeta, David Shapiro, me dijo que cuando él no sabía cómo continuar practicaba la escritura automática, como los surrealistas. Esa noche terminé un texto de treinta páginas. Fue mi transición, nunca volví a escribir poesía. Un tiempo más tarde comencé con "La venda". Ese libro es la respuesta a una sensación que tuve de, a falta de otra palabra, lo sobrenatural. Era estudiante, contesté un aviso por un trabajo y me atendió un hombre muy extraño...
En esa novela el personaje, Iris, da vueltas por Nueva York, tiene distintas experiencias con hombres, ella misma se viste de hombre y sale a vagar por las calles...
Es extremadamente vulnerable. En cierto sentido, es una novela de crecimiento de una mujer, un "bildungsroman" (novela de formación). Hay muchas novelas en las que el personaje que va creciendo es masculino. Esto tiene que ver con que antes las mujeres pasaban de la casa del padre a la del marido. No había un período de transición. Durante el siglo XIX y principios del siglo XX, las mujeres debían ocultar su evolución, era parte de la doctrina de lo femenino. En ese libro, la idea de la traducción es importante. Ella es traductora; además, se traduce a la versión masculina de su propia persona.
En sus tres novelas hay personajes que se encuentran en el borde entre lo masculino y lo femenino. Hombres que parecen mujeres o viceversa.
Es que me siento cercana al tema de ser hombre y mujer a la vez. Creo que todos tenemos de ambos. En definitiva, venimos de un hombre y una mujer. Incluso biológicamente, el sexo no es tan claro como uno querría creer que es. Esa dualidad se encuentra dentro de mí. No rechazo las ideas de masculinidad y femineidad que existen en nuestra cultura. Pero siempre me pareció que uno de los aspectos más liberadores de la escritura es que el sexo del escritor desaparece y puede escribir desde otra voz.
En "Todo cuanto amé" escribe en primera persona, como un historiador de arte, de edad avanzada y problemas de visión, judío y que perdió parte de su familia en Auschwitz. ¿Por qué este cambio de narrador tan brusco respecto a sus novelas anteriores?
Bueno, ya había escrito dos veces como una mujer y, en cuanto decidí que el narrador fuese un hombre, lo hice viejo, porque yo siempre me he sentido muy mayor, desde chica. Lo hice judío porque la historia transcurre en un momento particular de la cultura norteamericana y yo quería que él fuese hasta cierto punto un extraño, por ser judío y por haber nacido en Europa en 1930. Es decir, buscaba como narrador un personaje que no se sorprendiese demasiado de que las cosas más terribles puedan pasar en este mundo. Además, mi madre vivió durante la ocupación nazi de Noruega y siempre me he sentido relativamente cerca de la sensibilidad europea a raíz de eso.
¿Y por qué un libro tan triste?
Porque quería mostrar que es imposible conocer de verdad a otra persona. Yo siento ese misterio todo el tiempo, pero a mí no me resulta triste.
Usted está muy interesada en las artes plásticas, acaba de publicar un libro de ensayos llamado "Los misterios del rectángulo".
Cuando era chica dibujaba y pintaba constantemente. Mis padres creían que iba a ser artista plástica. En casa había bastantes libros de arte; Eduard Munch, por supuesto, porque era noruego. Me pidieron que escribiera sobre arte y así es como todo empezó.
Pronto viajará a Buenos Aires, ¿qué espera de esa visita?
Es un viaje que me entusiasma. Fui una vez a Buenos Aires con mi marido. Me encantaron la ciudad y la gente. Recuerdo que me hicieron un reportaje, y fue el único lugar en el mundo donde un periodista me señaló, luego de hablar conmigo durante un largo rato, que le daba la sensación de que yo había leído a Jacques Lacan.