En el colegio ya escribía un montón de historias y se las leía a mis compañeros, había inventado un sistema que era "una lectura por un penique". ¡Los malditos nunca me pagaban! Pero les leía un montón de historias y eran muy populares. Después, en el Ejército, hice la revista de la división, que escribía toda yo solo. Pasé seis años de uniforme: entré a los dieciocho y combatí en el Pacífico, en Birmania y Sumatra. Eso fue en la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo que cuando la guerra terminó y estábamos dejando el regimiento, había un tipo parado con una pizarra diciéndonos: "Vamos, muchachos, enrólense de nuevo. No es tan malo, ¿no?". Yo le dije: "No, gracias".
¿Cómo descubrió la ciencia ficción? Supongo que en esa época leería a H.G. Wells, o las revistas populares del género...
Claro que leíamos a Wells, ¡y recuerdo nuestra sorpresa cuando descubrimos que todavía estaba vivo! Hacia 1935 yo compraba una serie de libritos de bolsillo que costaban cuatro centavos y traían una serie de novelas cortas, muchas de las cuales eran ciencia ficción. Esas eran las que más me gustaban: en realidad yo había preferido esas historias antes de que se acuñara el término "ciencia ficción".
Después, en los sesenta, usted se integró al grupo que hacía la revista británica "New Worlds", desde donde se modernizó y se le cambió la cara al género a partir de trabajos como los de James Ballard, Thomas M. Disch o usted mismo.
"New Worlds" fue fundada antes de la Segunda Guerra, y yo escribía ahí cuando la dirigía Ted Carnell; no era una revista importante aún. Cuando Carnell se retiró, su lugar fue ocupado por Michael Moorcock. Michael necesitaba más dinero para mantener la revista y yo le sugerí pedir un subsidio al British Arts Council. ¡En ese momento nadie pensaba que el Estado iba a dar dinero a la ciencia ficción! Pero empezamos una campaña y conseguimos que gente respetable como Kingsley Amis escribiera al Council planteándole la cuestión. Así que Michael y yo fuimos a ver al tipo del Council, que se llamaba Lord Goodheart y, haciendo honor a su nombre, era una buena persona. Un tipo muy gordo y corpulento, que enseguida dijo: "¡Por supuesto! ¿Cuánto necesitan?". Fue extraordinario: recibimos alrededor de 1.500 libras para cada edición mensual, y nunca nos preguntaron qué hacíamos con el dinero. "New Worlds" se transformó en una revista más grande, a todo color y con más páginas. En ese mismo momento Londres estaba despertando, y de pronto había chicas bonitas en minifalda por todas partes, surgía el llamado "swinging London". Creo que la píldora tuvo mucho que ver con eso. La cultura era más interesante, y vivir se volvió mucho más excitante y sensual. Pero yo no pertenezco a esa generación, soy un veterano orgulloso de su independencia.
¿Cómo fue que Stanley Kubrick se interesó en adaptar un cuento suyo?
Yo había publicado en 1973 una historia de la ciencia ficción, "Billion year spree" (Una juerga de millones de años), donde decía que, considerando sus últimas tres películas de entonces, "Dr. Strangelove" (Dr. Insólito), "2001: a space odyssey" (2001: una odisea del espacio) y "A clockwork orange" (La naranja mecánica), Stanley Kubrick era el gran escritor de ciencia ficción de nuestro tiempo. Sucedió que Kubrick -que sabía de todo y conocía muy bien la ciencia ficción- compró el libro, leyó el cumplido y me invitó a comer. La pasamos tan bien que después de dos almuerzos nos invitó a mí y a mi mujer a conocer su mansión campestre. Entonces me dijo que le había gustado mucho mi cuento "Supertoys last all summer long" (Los Superjuguetes duran todo el verano) y que quería hacer una película con él. Trabajamos un tiempo juntos, pero no podíamos hacerlo funcionar como guión.
¿Cómo era él?
Yo le tenía mucho respeto porque era un genio. Era extremadamente... posesivo, siempre quería que las cosas se hicieran a su manera. Por eso ha sido llamado "perfeccionista" por otra gente. Pero también era un gran bromista. Y trabajé muy bien en su casa, pero llegó un punto en que no nos pusimos de acuerdo y terminó sacándome del proyecto. Pasaron los años, Stanley murió y yo me puse a revisar el contrato que había firmado, para ver si podía recuperar los derechos. Pero ahí decía que éstos pertenecían "para siempre" a su productora y a Warner Bros. Entonces apareció Steven Spielberg, que había sido amigo de Stanley y quería terminar el proyecto -para entonces ya llamado A.I.- para honrar esa amistad. Así que después de todo no fue tan malo no poder recuperar los derechos, ¿no?
¿Cómo ve el presente de la ciencia ficción?
Creo que en los últimos años, y desafortunadamente -o tal vez sea al revés-, la ciencia ficción se ha convertido en una profesión como la ingeniería o como trabajar en la Bolsa de Valores. En nuestra época había otra mística, porque no era tan conocida, era como un movimiento oculto. Por otro lado, el cine ha cambiado al género, y pasó de hacer películas habitualmente despreciadas a otras brillantes como "Alien", o "The Truman Show", una película magnífica y ciencia ficción genuina.
¿Qué le parece el movimiento cyberpunk, considerado hasta no hace mucho una nueva ola dentro del género?
No me gusta mucho, creo que se ha ido decantando hacia el tema de la realidad virtual. En lo personal prefiero las historias sobre el futuro de la raza humana, y en especial sobre la fragilidad de la propia civilización. En la Argentina, por ejemplo, con todos los problemas que están teniendo ahora, ustedes deben estar experimentando cuan frágil es la civilización. A mí me pasó algo parecido cuando era joven y me mandaron a la guerra.