No podía resistir por más tiempo la nostalgia de este Buenos Aires que no sé qué embrujo posee para nosotros. No es que me hayan tratado mal en España. No, por el contrario, mi gira ha sido una carrera triunfal. Pero, ¡vamos! A uno le tira Buenos Aires.
¿Cuánto tiempo estuvo ausente?
Saquen ustedes la cuenta: salimos el 17 de octubre, en el Principessa Mafalda.
¿E iban?
A Barcelona, con la compañía De Rosa. La compañía se presentó y obtuvo un éxito extraordinario.
¿Y usted?
Yo lo hice cinco días después.
¿Y?
Juzguen ustedes el exitazo con sólo este dato: un propósito y mi contrato eran cantar diez días y tuve que quedarme dos meses... El público me tomó lo que se llama un verdadero cariño.
¿Y qué tal el público catalán?
¡Admirable! Un público inteligente, que cuando se encariña con un artista es capaz de todos los sacrificios.
¿A usted lo conocían?
Personalmente no. Estuve alguna vez en España, aunque en gira de paseo. Pero me conocían por los discos.
¿Tiene aceptación la música criolla en Barcelona?
Tiene aceptación loca.
¿Qué canciones suyas tuvieron más éxito?
"¡Entra nomás!", "¡Fea!", "Buenos Aires..." entre los tangos. Y entre los estilos, "La mariposa", "La salteñita", etcétera. La verdad es que les gustaban todas. "¡Entra nomás!" en primer lugar, el público la pedía cada vez que salía al escenario. Y aunque mi repertorio consta de más de cuatrocientas canciones, no había manera de eludirla. Cuando no figuraba en el programa tenía que cantarla extra.
¿Cómo terminó la temporada?
Como la había empezado: brillantemente. Las damas de Barcelona organizaron una manifestación en mi honor, por la noche de mi beneficio que... ¡vamos!... Terminé la temporada y me quedé descansando unos veinte días. Dos meses y medio de cantar a toda hora es para fatigar a cualquiera.
¿Y qué tal ciudad, Barcelona?
Una bella ciudad. Y muy moderna, por cierto, edificación magnífica, grandes avenidas, calles espléndidas. Y, por sobre todo, un panorama encantador. Barcelona está como metida en un pozo, rodeada por las colinas entre las que se destaca Montjuich.
¿Y la famosa Rambla?
¡Ah! sobre la Rambla tengo que contarles una anécdota. En Buenos Aires, conocí a un mozo de café, un catalán muy simpático a quien todos le decíampos el Noy. "Si vas a Barcelona no dejes de ir por la Rambla. Pero ten seguridad de que los pájaros no te van a dejar limpio...". ¿Por qué?, le pregunté intrigado. Pero el Noy se mantuvo en su mutismo. Llegué a Barcelona. Y fui a la Rambla. Y no bien había caminado una media cuadra, cuando ¡zaz! siento que algo cae sobre mi sombrero... Me lo quito y justo: lo que me había dicho el Noy. Sigo caminando, intrigado, y después de un rato ¡zas! nuevamente aquello... La verdad es que era para morirse de rabia. Y lo que más me molestaba era que los pájaros parecían ensañarse en mí. Marchaba malhumorado cuando me encontré con Juárez...
¿El actor?
El mismo. Un excelente amigo y un gran camarada. Le conté mi contratiempo. Y con ese buen humor suyo, que no lo abandona en las situaciones más difíciles, lejos de tomar en serio lo que me ocurría limitóse a lanzar una carcajada. "Es lo que les pasa a todos los extranjeros", me dijo por toda respuesta. Es claro que una respuesta así no me sacaba las dudas... Bueno, le dije, amostazado, ¿qué debo hacer para evitar esto? ¿sacar carta de ciudadanía?. "¡No, hombre! Simplemente agarra por el medio!", me respondió en criollo. Y entonces advertí que todo el mundo, lejos de buscar la sombra amable de los árboles tapizados de pajarillos, tomaba el centro.
¿Y de Barcelona?
Pasé a Madrid. De Rosa había tirado para otro lado, y yo me fui contratado al Romea. Tenía un miedo bárbaro...
¿Por qué?
Porque atravesábamos la "cuesta de enero". Durante aquellos días Madrid es un cementerio. No se ve un alma por las calles, y las mejores compañías tienen que cerrar sus puertas por falta de público... El empresario me convenció, y como no tenía otra cosa que hacer, agarré viaje. Iba por diez días y trabajé un mes, día y noche. ¿Para qué le digo más? Aquello fue el acabóse. Estaba terminando la temporada en Madrid cuando recibí un telegrama anunciándome que Razzano estaba enfermo, no era grave la cosa, pero por las dudas había que liar los bártulos. No obstante no pude omitir una temporada en Vitoria que tenía comprometida. Fui a estrenar el teatro principal de la villa, un teatro coloso para el pueblo con dos mil plateas...
¿Y?
Fui por cinco funciones y tuve que hacer diez. Y aunque tenía contrato hasta junio, para seguir en Zaragoza y Valencia, tuve que rescindirlo y venirme. Y, asimismo, tuve que rescindir un contrato en el Maravillas, un lindo teatro madrileño, cuya apertura debía hacer.
Fui por cinco funciones y tuve que hacer diez. Y aunque tenía contrato hasta junio, para seguir en Zaragoza y Valencia, tuve que rescindirlo y venirme. Y, asimismo, tuve que rescindir un contrato en el Maravillas, un lindo teatro madrileño, cuya apertura debía hacer.