La experiencia de la dictadura trastornó todos los espacios de la sociedad, ¿cuáles fueron los efectos en los escritores?
Cada uno de los escritores ha vivido de una manera distinta las suertes de las diferentes dictaduras. No es lo mismo para Saer, que hace veinte años que vive en Francia y no puede haberlo vivido como David Viñas, que se pasó ocho por Alemania, Suecia, México, con los hijos desaparecidos. No pueden esperarse de ellos cosas similares, y a mí me parece que esto es bueno porque tiende a diversificar la literatura. Si en lugar de que cada sector crea que hay una sola manera de escribir, somos más contemplativos, se ve que estos cruces y diversidades enriquecen. No creo que se pueda reprochar a aquellos que no escriben contra los milicos. Quizás hayan vivido la dictadura de una manera menos humillante. Yo siempre la viví de una manera muy humillante y supongo que tenía que devolver en la literatura las marcas que me hicieron. Sentí siempre y lo siento todavía: a mí Videla y sus amigos me deben diez años de mi vida, como a tanta otra gente. La mía es una literatura de vivencias personales, y cuando vuelvo al interior, a la memoria, me tropiezo con milicos y milicos. Con opresiones y censuras. Sobre todo la interdicción, la idea del "rojo" que no tiene cabida en la sociedad.
El lugar social de los escritores parece ir modificándose de acuerdo con cada experiencia histórica, ¿cuál era ese lugar en los '70 y cuál es el actual?
Aquella era una Argentina del conflicto. Walsh, Urondo, muchos intelectuales entendieron la política de su tiempo como una militancia activa e ingresaron a las organizaciones. Sus poemas, sus cuentos no habían logrado penetrar en la sociedad de manera tal que indujeran a algún tipo de cambio. Había que entrar físicamente porque la obra no alcanzaba en una sociedad muy sorda y en la que los intelectuales -salvo los de la derecha- nunca tuvieron organicidad. Hoy, de algún modo, la militancia democrática pasa por hechos nuevos, como fundar un diario, o que la izquierda tenga muchos medios. Esto es nuevo. Pero hay algo por lo cual los mensajes no pasan. No es que yo escriba "A sus plantas..." o que Ricardo Piglia escriba "Respiración artifical" y se generen debates o mesas redondas por todos lados y esto movilice socialmente. No. Esto se comenta en un diario y el asunto queda liquidado. Por eso tal vez con un artículo periodístico se sacude un poco más. Pero no significa que se movilice a nadie, porque esta sociedad sigue muy enferma.
En "No habrá más penas ni olvido" se reconoce una reducción de enfrentamientos que tenían carácter nacional, a una situación puntual en un pequeño pueblo bonaerense. ¿Qué efecto buscaba esa localización? ¿No era un modo de simplificar experiencias que aún hoy se viven como sumamente complejas?
Claro que sí. Es esquemática. Pero ¿quién ha escrito algo menos esquemático y que al menos pueda dar lugar a la discusión? Lo que la novela suscitó -y que la película después amplificó- fue la discusión sobre qué había pasado. Pero de algún modo, los que fuimos cuestionados por esta manera de la ficción, contribuimos a que esas cosas no se repitieran. En aquel tiempo había una frase que estaba todo el tiempo en el aire, y que es la que abre el libro. Se decía: "es un infiltrado". ¿Trabajabas en una tienda y hacías mal una cuenta? Eras un infiltrado. En una ciudad como Buenos Aires eso circula de una determinada manera, se procesa, pero a mí me interesaba analizar ese mensaje cuando llegaba a un lugar donde eso no podía decirse, una ciudad pequeña, donde las relaciones entre las personas son más transparentes. "¡Cómo! Si acá nos conocemos todos. Hace treinta años que conozco a Fulano y siempre fue peronista". Por eso imaginé Colonia Vela. Me impresionaba la operación que se hacía de "desbautizar" peronistas de toda la vida y "bautizar" a los nuevos peronistas. No me proponía analizar al peronismo, y de ahí lo esquemático del planteo para algunos.
En esa intención de reconocer formas que condensan conflictos de la sociedad, parece organizarse todo un proyecto para su literatura. ¿Las ficciones serían modos de preguntarle a la realidad qué es lo que está pasando?
Las tres novelas que siguieron a "Triste, solitario y final" fueron tomando cosas que la sociedad prefiere no sentarse a discutir, o que en ese momento estaban en una discusión tapada. Como si fuera mejor juntarnos a cantar "Unidad-Unidad" y que eso cubra todo. Pero así el conflicto no se anula, sigue ahí. No jodamos, en "A sus plantas rendido un león" el tema es la izquierda y la utopía, y lo que más irrita es hacerlo desde la izquierda. "¡Cómo! ¿Te cambiaste de lugar?" No, desde acá te estoy diciendo qué hacemos. Frente a un hecho literario terminamos hablando de política, pero me preocupa mucho el cambio de banderas. ¿Por qué el adversario tiene las que eran mías? ¿Qué pasó? ¿Quiénes eran los que reivindicaban el progreso, el cambio? Reflexionar hechos pasados puede advertir movimientos de la sociedad que van a dar algún resultado. Pensarnos como sujetos de la historia. ¿Por qué somos tan atrasados? ¿Qué es lo que dejamos por el camino?