30 de agosto de 2008

Omar Sharif: "El hombre nuevo es el sueño de un filósofo y no el ideal de un hombre práctico"

A principios de diciembre de 2007, el actor egipcio Omar Sharif (1932) -que saltara a la fama en 1965 con su participación en el film "Doctor Zhivago"-, reconoció que su papel como Ernesto Guevara en la película "Che!" (1969) dirigida por el norteamericano Richard Fleischer (1916-2006) fue el mayor error de su vida. Sharif dijo que la película fue enteramente manipulada por la CIA y que, en general, resultó un producto fascista elaborado para agradar a los cubanos de Miami. Recordó asimismo que una sala de cine de los Campos Elíseos de París fue quemada por espectadores airados por la imagen negativa del Che y la revolución cubana que daba la película. En diciembre de 1968, los medios de información masiva, en combinación con la oficina de prensa de la Twentieth Century Fox, pregonaban que la superproducción sería el film más polémico del año y que era un estudio objetivo del personaje. El propio Sharif, en una entrevista concedida en Hollywood a principios de enero de 1969 al periodista M. Locher de la agencia de noticias ANCLA, decía por entonces cosas muy distintas a las que dijo casi cuarenta años después. Para él, Guevara no fracasó porque Estados Unidos había declarado la gue­rra total a los movimien­tos revolucionarios invirtiendo millones de dólares para su destrucción armada, o porque los militares bo­livianos aterrorizaran al campesinado, ni porque la mayoría de los sudamericanos tuviesen el cerebro lavado por la industria cinematográfica hollywoodense que ya por entonces recolectaba el 50% de sus bene­ficios gracias a sus ventas en el extranjero. El Che habría fracasado porque se equivocó; Omar Sharif, la Twentieth Century Fox y el sistema econó­mico de los Estados Unidos estaban exceptuados de toda responsabilidad.Me gustaría saber cómo se sintió encarnando al Che.

Creo haberlo hecho realmente mejor de lo que in­dicaba el guión. Siento gran admiración por el hom­bre que era el Che Guevara. Su autosacrificio por un ideal es una gran cosa. Pienso que es algo increíble haberlo hecho durante toda su vida. Cuando un hombre abandona todo lo que ha conseguido para ir a morir a un lugar miserable peleando en abrumadora desventaja, sólo porque cree en algo, necesariamente debe tratarse de alguien importante.

¿Por qué peleaba así?

También yo me lo pregunto. No sé si esa era la forma correcta de hacerlo. Pienso que él tampoco creía que fuera la manera más adecuada. Pero no había otra. Sentarse a esperar, hablar, convencer gente eran caminos que no lo hubieran llevado a ninguna parte y menos en Latinoamérica. El triunfó en Cuba y pensó que tendría una leve chance en Bolivia. No creo que confiara demasiado en sus chances allí. Pero creía en eso y siguió adelante.

¿Qué quiere decir usted cuando afirma que él podría haber pensado que esa no era la manera correcta?

Que era inútil. Que no había salida. No pienso que creyera que eventualmente durante el transcurso de su vida -o aún en el ciclo vital de dos o tres gene­raciones más- pudiera conquistar su última meta. Esta era realmente el hombre nuevo en todo el pla­neta, en toda la tierra, no sólo en Latinoamérica. Pero ese es el sueño de un filósofo y no el ideal de un hombre práctico.

¿Usted no lo ve como el de un hombre práctico?

Bueno, pienso que fue un hombre práctico con una filosofía. Por ser un hombre práctico se dio cuenta de que lo que pretendía conquistar no era posible, de veras, no lo era. Pero alguna gente no puede sentarse y no hacer nada con las cosas en las que cree. Es como cuando se envía un paquete de comida. Uno no sabe si éste llegará a destino ni qué va a ser de él. Quizá alimente a gente hambrienta durante un mes. Esto no es demasiado: a cada rato hay gente pobre que muere. Pero uno no puede sentarse así como así y no enviar la comida. La mayoría de la gente se sienta de esa manera y no envía el paquete de comida sino que le dan un bife a sus perros. Y ni siquiera se plan­tean enviar ese bife a Biafra. El no era uno de esos. Era del tipo de personas que juntarían todos los bi­fes que pudieran encontrar, los envolverían y no se detendrían hasta enviarlos a Biafra. La gente está en su contra porque lo imagina demasiado violento, por­que destruyó muchas vidas inútilmente. Quizá sea cierto. Pero: ¿qué otra alternativa le quedaba? Gran pregunta difícil de responder: no sabemos si aquello merecía hacerse o no. Ni siquiera sabemos si su sue­ño se cumplirá alguna vez.

¿Piensa Ud. que la situación latinoamericana requiere luchas armadas?

Pienso que requiere educación: eso es lo que podría hacerse a largo plazo. Pero resultaría arduo e infruc­tuoso intentarlo. Los latinoamericanos hoy viven una era de violencia. Es difícil convencerlos, ser racional con ellos. Se necesita mucha más educación para llegar a un acuerdo.

¿Qué mensaje espera usted que deje este film sobre el Che a los norteamericanos?

De acuerdo como lo veo, no hay mensaje en el film. Hay sí un leve, obvio mensaje en el simple hecho de que la vida del Che haya fracasado. Este podría ser el mensaje. Porque realmente no conquistó nada excepto su muerte. En mártir fue convertido después. Otro mensaje no le veo. Sólo un hecho. He aquí lo que le ha pasado a este hombre: vivió, hizo esto y aquello y murió. Ahora sólo queda mucha gente joven por­tando su retrato como estandarte, acaso como el de la Revolución Americana. Todos los estudiantes serios toman al Che Guevara como una parte de su revo­lución, toda esa gente que lucha contra las normas establecidas están tomando parte en la Revolución Americana que se gesta. Podría decirse que su ejem­plo se transformó en parte del mensaje que la histo­ria resume hasta el presente.

¿Supone usted que los análisis hechos por el Che de los problemas del imperialismo norteamericano aparecen en el film?

No. No hay tiempo en el film. "Che!" no es una pe­lícula teórica. En realidad es una ilustración de los hechos de su vida. La esencia de un hombre se ob­serva a través de los hechos de su vida. Nosotros no nos interesamos en largas exposiciones de su filosofía o en sus análisis de la situación americana. Apenas prestamos atención a lo que le ocurrió desde que de­sembarcó en Cuba hasta que murió.

Bueno, lo que me llevó a preguntarle eso fue que me interesaba saber si al representar al Che, usted pu­do interiorizarse de todos sus otros aspectos.

Por supuesto, pero no intentamos meternos con eso en el film. Sin embargo, sus análisis de cómo son hechas las revoluciones y de cómo se debe pelear en la guerra de guerrillas -su especialidad- han sido cuidadosamente examinados.

¿A usted personalmente le preocupa ver que miembros de las nuevas generaciones de todas partes del mundo usen al Che como símbolo?

Es muy comprensible. Me gusta lo que está pasando con la juventud. Pero más me gusta lo que la nueva generación está haciendo. Pienso que es un paso fantástico. El Che les pertenece a todos ¿Qué daño puede hacerles?

Pero como símbolo, ¿significa que la juventud es cada vez más violenta?

No, no lo es. Como verá, el aspecto violento de la vida del Che es realmente aparente. Tome por ejem­plo la campaña de la guerrilla cubana y lo compro­bará. Prácticamente fue una campaña no violenta. En síntesis, la filosofía del Che Guevara sobre la gue­rra de guerrillas es que toda la lucha debe hacerse en un ambiente amistoso agrupando gente alrededor de uno. No hay que matar a todos los soldados de la oposición sino expandir la idea de la revolución en­tre la gente. Entonces la idea se desparrama entre el pueblo y la revolución triunfa automáticamente. Por­que cuando el pueblo quiere algo no es necesario usar la violencia. Esa era su idea. No es violenta en rea­lidad. Las armas sólo deben usarse para permanecer vivo o para defenderse cuando los otros lo persiguen por el sólo hecho de adoctrinar. Su error en Bolivia fue que la gente no se preocupó. El lo sabía. Por eso peleaba contra sus propias reglas, sin seguir las nor­mas que él mismo había instituido: que la guerra de guerrillas no puede tener éxito a menos que se tenga el pueblo del propio lado.

Bueno, ¿y qué opina de la responsabilidad del Che al haber firmado centenares de condenas a muerte de enemigos de la revolución?

Esa es la norma para los revolucionarios verdaderos como él. Para construir un nuevo régimen hay que destruir totalmente al viejo. No pueden mantenerse ciertos compromisos si se es revolucionario de veras. Hay que desprenderse de todo lo instituido antes de introducir algún cambio. Hay que destruir la vieja estructura y alzar una nueva. Para el Che, era algo que debía ser hecho. No tuvo piedad porque su filo­sofía, su sueño era demasiado grande como para detenerse en diez, cincuenta o aún cien personas. Este tema requiere una discusión por sí mismo, le guste o no a uno al Che Guevara. El vio que el mundo existía, que la raza humana existía desde ha­ce un millón de años y quizá exista por otros cientos de millones. Estamos en la infancia de la raza hu­mana y aún cuando uno destruya toda la raza no habría nada de malo en ello ya que ésta, tal como se nos presenta ahora, es asquerosa. Esa era su filosofía; y es por eso que no le importa cuanta gente muere en el transcurso de la construcción de un hombre nuevo. No era sentimental: así debe ser un revo­lucionario.

¿Es el film un retrato desvalorizante del Che?

El film no lo desvalorizará, estoy seguro. Pienso que sólo puede difundir y engrandecer su imagen. Pero puede que al final -por la futilidad de todo esto- se desvaloricen las ideas de incitar a la rebelión en nue­vas y violentas revoluciones en América Latina. No ocurrirá lo mismo con el hombre en sí mismo.

¿Siente usted que esta idea debe ser desvalorizada?

No sé si debería serlo o no, si vale o no la pena. Sería válido si nos llevara a alguna parte, pero si no tiene destino, dudo que valga. Sí, si es posible conse­guir sus objetivos. No, si es fútil.

Por supuesto, el revolucionario no piensa que esto sea fútil.

Sí, pero es impaciente. Quiere que todo ocurra ahora. Y por supuesto miles de personas mueren de hambre mientras se espera el progreso y la reforma. Pero si uno no tiene éxito, entonces habrá muerto toda esa gente y además no se habrá hecho nada. Ese es el nudo del problema: si se debe actuar o no.

Usted ha sido involucrado en dos películas relacionadas con esta cuestión. La otra es "Doctor Zhivago".

Sí, hay un punto de vista interesante allí porque Pasternak describió a Zhivago como un médico, a pesar de ser una novela autobiográfica. El Che Guevara también era médico. Pero había una enorme dife­rencia. El doctor Zhivago es la persona que no aprueba la revolución. No era un aristócrata ni nada que se le parezca. Cuando aparecen los primeros "slogans" de la revolución, los aprueba como poeta. Por lo general todos los poetas son socialistas. Hay poca gente crea­dora, artistas, que no lo sean. O al menos progresistas. Muy pocos. Zhivago el poeta admiró los "slogans". Al ver realmente cómo trabajaba la revolución -gente su­friendo y muriendo- el médico renació en él y la desaprobó. Por contraste, el médico en el Che Gue­vara ha sido suprimido. No es, o nunca lo fue, un verdadero médico. Si lo hubiera sido no hubiera pe­leado en la revolución. Un verdadero médico no puede hacer eso.

¿Desde qué punto de vista observa eso? ¿En los co­mienzos de la guerra, cuando está bajo las órdenes de Fidel y éste le indica no luchar y en lo más arduo del combate él toma un arma y marcha a la vanguar­dia para pelear?

Ese no es el punto crucial del film. El Che había escogido previamente. Apenas desembarcó tomó par­tido, cuando tuvo que elegir entre cargar un enorme paquete con provisiones medicinales o municiones. Eligió las municiones y abandonó las medicinas. En verdad, su opción revolucionaria había sido consoli­dada años antes de este episodio.

¿Muestra el film el conflicto entre el Che y Fidel?

Sí, aunque realmente ellos no se enemistaron. Discu­tieron acerca de un caso particular: la crisis de los proyectiles rusos. Sé que el Che sentía una enorme admiración por Fidel, la que se había estructurado a lo largo de toda la campaña revolucionaria, pero de al­guna manera se desilusionó posteriormente de su lí­der. Sus metas eran diferentes. Fidel era cubano y estaba peleando por su propia nación. El Che era ar­gentino y sus objetivos tenían una amplitud mun­dial. Una vez que la revolución triunfó, Fidel se sintió satisfecho trabajando para una sociedad cubana, pero el Che debe haberse sentido muy inquieto. Has­ta debe haber planteado ante Fidel sus ideales más amplios, algo que pudo molestar a Fidel al cabo de un tiempo. Es como tener que convivir a diario con la conciencia. Porque el Che era incorruptible, com­prometido más allá de sus motivaciones políticas y totalmente sincero en el cumplimiento de sus ideales.

¿Entonces usted vería al Che como en un estado de inocencia? ¿Es incorruptible, tiene conciencia global de la situación y es, de algún modo, una víctima de su propio idealismo?

En todo momento sabía que hacía y qué haría. Sa­bía el precio y los riesgos. Por eso no era tan inocen­te: era ese tipo de hombre que uno preferiría no tener de enemigo.

Desde el punto de vista norteamericano: él no estaba de ninguna manera del lado estadounidense.

El punto de vista norteamericano está cambiando. No se puede afirmar nada; como resultado de lo ocurrido en esta década no se puede asegurar cuál será el punto de vista norteamericano dentro de algún tiempo.

Mucho depende de cómo la nueva generación conti­núe trabajando con estas ideas de las que hemos ha­blado.

Tengo mucha confianza en que ellos triunfarán por­que las ideas son buenas y uno no puede tomar bue­nas ideas y contenerlas por mucho tiempo impidién­doles penetrar en la sociedad. Grandes cambios se avecinan. Los hijos de Wall Street están apareciendo ahora de nuevas formas ante sus propios padres.

¿Se incrementarán los conflictos en el futuro norte­americano?

Este es un país joven, la revolución todavía se está gestando. Los jóvenes de hoy entienden esto mucho más que ninguna otra generación y por eso, aunque deban enfrentar una contrarrevolución, saldrán ade­lante de cualquier manera. La juventud revolucionaria de hoy, demanda la aplicación textual de la Constitu­ción, piden que los derechos del hombre sean respetados y cumplidos como se han escrito. Sólo quieren lo que se les prometió.

¿Piensa usted que Estados Unidos dejará proceder a la ju­ventud sin que haya un gran conflicto o aún vio­lencia?

Sí, es lo que pienso. Creo que lo que reclama la ju­ventud prevalecerá sin demasiada violencia. Puede haber alguno que otro incidente pero no violencia de­satada. No aquí. Hay demasiada educación. La vio­lencia es típica de los lugares faltos de educación. Los estudiantes triunfarán porque tienen razón. Debe apoyárselos porque sus ideas son correctas.

¿Piensa usted que los hippies están realizando una contribución a esto?

¡Son fantásticos! Lo que representan es fantástico. Demandan grandes normas, libertad para todos. Pre­dican el amor. De eso se trata. Amo a los hippies.

¿Tiene alguna opinión acerca de los movimientos de jóvenes negros en este país, los Black Panthers en Oakland, Eldridge Cleaver y otros?

No, realmente no conozco demasiado acerca de ellos. Escuche: quiero que esto quede claro. Antes de hacer "Che!" yo no estaba interesado en la política o en pro­blemas nacionales ni internacionales para nada. Lle­gué a interesarme -a través del estudio y el apren­dizaje- gracias a Guevara. Estoy en eso ahora. Es sólo un comienzo para mí. Recién ahora comienzo a leer las noticias en los periódicos. Me siento revivir ante un montón de cosas nuevas, acontecimientos, lo que ocurre en todas partes. El Che, en cierta forma, me llevó a todo esto. Y esto es algo muy bueno: com­prometerse con ideales de justicia para todos los pue­blos del mundo. Recién comienzo a aprender lo que esto significa y cómo puede conquistarse. Debemos estar agradecidos a la Twentieth Century Fox por haber tenido el coraje de producir un film tan po­lémico como éste.