26 de agosto de 2008

Leonardo Boff: "Posiblemente ya hemos pasado el punto de no retorno"

A fines de 1999, las entidades italianas Fundación Rispetto e Paritá, la Agencia de Noticias Adista y la Red Solidaria Radie Resch encomendaron a Frei Betto (1944) la organización de una agencia de noticias para la divulgación internacional de los procesos sociales de América Latina y el Caribe. De esa forma en 2000 nació la Agencia de Información Fray Tito para América Latina (ADITAL) en la ciudad brasileña de Fortaleza. Su corresponsal en Suiza, el periodista Sergio Ferrari, entrevistó el 23 de abril de 2007 al teólogo brasileño Leonardo Boff (1938), fraile franciscano, profesor de Teología y fundador de la corriente Teología de la Liberación en la década del '60.
 
 
Los estudios, como el recientemente presentado sobre el calentamiento de la tierra, describen una situación cada día más alarmante. ¿Cómo interpretar este momento preocupante de la historia evolutiva del hombre y el planeta?

Estamos tomando conciencia de que podemos ser destruidos. No por algún meteoro rasante o por un cataclismo natural de proporciones inconmensurables, sino por la irresponsable actitud humana. El hombre ha construido dos máquinas de muerte que pueden destruir la biosfera: las armas de destrucción masiva y la agresión ecológica al sistema Tierra. Hasta ahora existía una cierta preocupación de no sobrepasar los límites que puede soportar la Tierra. El Panel Intergubernamental para los Cambios Climáticos (IPCC en inglés), a inicios de febrero, reveló que ya hemos roto esa barrera. El planeta va, irremediablemente, hacia un aumento de la temperatura de entre 1.8 y 6 grados Celsius. Las consecuencias sobre la biodiversidad serán devastadoras. Millones y millones de personas corren serios riesgos a causa de pérdidas de cosechas, de sequías o de las inundaciones por la subida de las aguas de los océanos que será de entre 18 y 59 centímetros como mínimo…

Un panorama catastrófico…

La certidumbre de que somos responsables por la vida o la muerte de nuestro planeta vivo. Depende solamente de nosotros el futuro común, es decir el nuestro como especie y el de nuestra querida casa común, la Tierra, que amamos tan entrañablemente.

Aunque produce "carne de gallina" sólo imaginárselo… ¿podría el ser humano llegar a desaparecer como resultado de su poder autodestructivo y de su falta de sabiduría?

Nombres notables de las ciencias no excluyen esa posibilidad. Por citar algunos, Stephen Hawking en "El universo es una cáscara de nuez" anticipa que en el 2600 la población mundial vivirá codo con codo y que el consumo de electricidad dejará la tierra incandescente. El premio Nobel Christian de Duve, afirma que la evolución biológica marcha aceleradamente hacia un momento de ruptura. Prestigiosos historiadores como Arnold Toynbee y Eric Hobsbawn también se plantean la inviabilidad del planeta si continúa en esta lógica. James Lovelock en "La venganza de Galia" anticipa un escenario brutal: hasta el fin del siglo XXI, el 80% de la población humana desaparecerá. El 20% restante va a vivir en el Artico o en algunos pocos oasis en otros continentes, donde las temperaturas serán más bajas o donde caerá un poco de lluvia. En cuanto al territorio brasilero será demasiado caliente y seco como para ser habitado.

Inimaginable pensar en la desaparición de la especie…

Sería una catástrofe biológica de magnitud inconmensurable. Se vería anulado el trabajo de por lo menos 3.8 billones de años, fecha probable de la aparición de la vida; y de los 5 a 7 últimos millones de años, desde que apareció la especie homo; y de los últimos 100 mil años, desde que irrumpió el Homo Sapiens… Caería todo ese trabajo realizado por el universo entero de energías, de informaciones y de diferentes formas de materia… Hay que recordar que hasta ahora no fueron identificadas científicamente y de forma irrefutable otras inteligencias en el universo. Somos, en tanto especie homo, una singularidad sin comparación en el cosmos. Contamos con un cuerpo con 30 billones de células; un cerebro con 100 millones de neuronas en continua sinapsis, complejo en su psiquis y su conciencia, cargada de informaciones recogidas desde que irrumpió el cosmos con el Big Bang. Y que se fue enriqueciendo con emociones, sueños, arquetipos, símbolos. Y con un espíritu, capaz de captar el todo y sentirse parte de él. Y que nos hace nacer sentimientos de profunda veneración y respeto hacia la grandeza del cosmos. En ese sentido, la historia de la vida y la historia de la vida humana perderían algo inestimable.

¿Y el hombre y su instinto por sobrevivir en ese panorama casi desolador?

Aunque aparezca contradictorio frente a la gravedad de los hechos, diría que es necesario tener paciencia con el ser humano. Hay mucho que aprender. En relación al tiempo cósmico, lo transitado hasta ahora por el hombre es sólo un minuto de vida. En esta perspectiva la situación actual representa un desafío más que un desastre posible. Por otra parte, aún en la perspectiva de la desaparición del ser humano como especie, el principio de inteligibilidad y de amorosidad quedaría preservado. Eso existió en el universo antes que los seres humanos. Es un principio tan ancestral como el mismo universo…

Para volver a la categoría de "tiempo cósmico" y la acelerada crisis actual, ¿tendrá todavía la especie humana tiempo para realizar este aprendizaje?

Todo parece indicar que el reloj corre contra nosotros. Posiblemente estemos llegando ya demasiado tarde, y hemos pasado el punto de no retorno. Pero como la evolución no es lineal y conoce frecuentes rupturas y saltos para arriba -producto de mayor complejidad- y como existe el carácter indeterminado y fluctuante de todas las energías y de toda la materia, nada impide que se produzca la emergencia de otro nivel de conciencia y de vida humana que salvaguarde la biosfera y el planeta tierra. Es interesante, por ejemplo, que Theodore Monod, fallecido en 2000 y tal vez el último gran naturalista en el mundo, quien era cristiano protestante, sugiere ya como posible candidato a los cefalópodos -una especie de moluscos- que poseen una perfección anatómica notable. Con su cabeza con una cápsula cartilaginosa que funciona como cráneo, y que tienen ojos como los vertebrados. Con un psiquismo altamente desarrollado con memoria doble, en tanto nosotros tenemos solo una. Evidentemente, no será mañana que saldrían del mar para entrar al interior del continente. Necesitarían millones de años de evolución. Pero ya cuentan con una base biológica como para dar un salto rumbo a la conciencia. De todas formas nos urge escoger: el ser humano y su futuro o los moluscos.

¿En la elección de futuro hay una decisión de práctica actual, cotidiana, inmediata?

Sí. Es importante ya ahora mismo mostrar amor a la vida en su majestuosa diversidad, tener compasión de todos los que sufren, realizar rápidamente la justicia social necesaria y amar a la gran madre Tierra. Avancemos aceleradamente porque no tenemos mucho tiempo que perder. Para ello habría que reunir radicalmente las cuatro erres: reducir, reutilizar, reciclar y rearborizar. Así nos adaptaríamos a los cambios y disminuiríamos los efectos dañinos actuales. Apuesto al optimismo. De la misma manera que el ser humano domesticó otros medios de destrucción, el primero de los cuales fue el fuego, así ahora domesticará los medios que pueden destruirlo. Aquí cabría, por ejemplo, un análisis de las posibilidades dadas por la nanotecnología (que trabaja con átomos, genes y moléculas) que puede, eventualmente, ofrecer medios técnicos para disminuir el calentamiento global y purificar la biosfera de los gases del efecto invernadero. De todas formas debemos pensar estas cuestiones en términos de física cuántica y de nueva cosmología. La evolución no es lineal. Acumula energía y da saltos. Esto también nos lo sugiere las teorías de Niels Bohr y Werner Heisenberg: pueden irrumpir virtudes escondidas, venidas del vacío cuántico, de ese océano indescifrable de energía que subyace en el universo y modificar, así, la línea de la evolución.

Al margen de presagios fatalistas y de un realismo dramático, ¿cuál es la convicción profunda de Leonardo Boff sobre el futuro de la especie humana?

Me opongo a la idea que nuestro destino, luego de millones de años de evolución, termine así, miserablemente, en las próximas generaciones. Habrá un salto, quien sabe, en la dirección de lo que ya en 1933 Pierre Teilhard de Chardin anunciaba: la irrupción de la noosfera, es decir aquel estado de conciencia y de relación con la naturaleza que inaugurará una nueva convergencia de mentes y corazones así como un nuevo nivel de la evolución humana y de la historia de la tierra. En esa perspectiva, el escenario actual no sería una tragedia sino una crisis. La crisis regenera, purifica y madura. Anuncia un nuevo comienzo, un dolor y un parto promisorio y no las penas de un fin de la aventura humana. Todavía vamos a brillar. Y tal vez, para terminar, es importante decir que no se acabará el mundo, sino que puede acabarse este tipo de mundo insensato que ama la guerra y la destrucción en masa. Vamos a inaugurar un mundo humano que ama la vida, desacraliza la violencia, protege y tiene piedad de todos los seres. O, simplemente, que habrá aprendido a tratar humanamente a todos los seres humanos, con cuidado, respeto, compasión a todos los demás seres. Todo lo que existe merece existir. Todo lo que vive merece vivir. Especialmente nosotros, los seres humanos.