8 de septiembre de 2007

Miguel Angel, dibujante y escritor

Miguel Angel Buonarroti (1475-1564) ha sido y es un mito del arte y de la cultura, una personalidad excepcional y fascinante, un genio de su tiempo y de todas las épocas. Su actividad, que se desplegó durante casi un siglo, fue amplia, sumamente importante y polifacética, pues no sólo fue un genio de la escultura sino también de la pintura y la arquitectura. Sin embargo, existe otro aspecto de la obra del artista cuya trascendencia no se debe pasar por alto: la de dibujante y escritor.
Del conjunto de dibujos encontrados, muchos de ellos casi seguramente fueron ejecutados por Miguel Ángel y otros son sólo atribuidos a él. En general, son estudios preparatorios como los de la "Batalla de Caseína" o aquellos realizados para la Capilla Sixtina, muy interesantes pues atestiguan no solo su habilidad y su innata capa­cidad para crear imágenes formidables, sino también la seriedad que ponía al proyectar.
La mayor parte de los dibujos ejecutados por Buonarroti, lamentablemente, se han perdido, pues él se encargó siempre de destruir todo aquello de lo cual no estuviera plenamente satisfecho. Se descubre, en este detalle, su profunda exigencia al tratar de alcanzar, en todo momento, la perfección y por lo tanto de aceptar de su propio trabajo sólo aquello que cumplía con lo que él pensaba, es decir todo aquello que lo satisfacía por completo.
En lo que se refiere a las características inherentes a es­tos dibujos, es notable el preciosismo y los cuidados detalles en la ubicación de las figuras, el estudio anató­mico particular, la expresividad que deriva de la torsión de los cuerpos o de los rostros marcados por los sentimientos de alegría, de dolor, de sufrimiento huma­no y de grandeza interior. Son los dibujos preparatorios para pinturas y esculturas en donde hace, deshace, toca y retoca con insólita minuciosidad las cabezas, manos, hombros, rodillas y pies de sus figuras humanas. Cada detalle, por insignificante que parezca, merece la atención más asidua del maestro, tal como se ve en su puntillosa serie de estudios de un mero omoplato (1524-1525) para la figura escultórica que representa al "Día" en la tumba de Giuliano de Médici.
Con respecto a la técnica usada: el lápiz, la tinta o la carbonilla, de­linean figuras con sus particularidades estudiadas en to­dos sus detalles, así sean la musculatura, los dobleces de un vestido, la intensidad de una actitud, la profundidad de una mirada o un elemento decorativo muy refinado. Otras veces son esbozos sintéticos, he­chos en el momento, que indican una idea que atra­viesa la mente. En todos los casos, son un documento interesante de su arte y de su personalidad. Al comienzo de su trayectoria profesional, el joven Miguel Angel dibujaba en papel con lápiz y tinta y más tarde utilizó la sanguina en los bosquejos para los famosos frescos de la Capilla Sixtina, en los que reprodujo otra de sus obsesiones: el desnudo masculino.
En "Estudio para Adán" (1511), se puede contemplar el trabajo preliminar de una de las imágenes más conocidas de la bóveda de la Capilla Sixtina: la creación del Hombre, que yace en el suelo mientras Dios está a punto de tocarlo con un dedo para darle vida.
Ya en el ocaso de su carrera, Miguel Angel cambió sus sensuales desnudos masculinos, que sonrojaron a la jerarquía vaticana, por figuras rayanas casi en la negación del físico humano.
La octogenaria mano trémula del genio florentino se nota en una serie de crucifixiones ejecutadas con creta negra, a la sazón sus últimos dibujos, en los que reafirma su fe mediante la recreación de la muerte de un Jesucristo de trazos difusos.
Miguel Ángel fue también escritor. Aquel importante movimiento cultural, que fue el Renacimiento, tenía incorporado en su concepción la idea del hombre dedicado a todos los campos de la sabiduría humana (basta pensar sólo en Leo­nardo y en su versatilidad en el arte y en las ciencias). El hombre del Quinientos es, por lo tanto, multifacético y está profundamente interesado en todo lo que lo rodea. La actividad de Miguel Ángel como escritor, en el plano artístico es ciertamente menos significativa, con respecto a la más difundida de la pintura, la escultura y la arquitectu­ra, pero sin duda alguna, es importante pues permi­te acercarnos al conocimiento y la profundización de su pensamiento.
De Miguel Ángel se conserva el muy valioso "Epistolario" y una abundante selección de "Rime" (Rimas). El primero, nos sirve para trazar la historia de su vida, las relaciones con las personas y en particular con el pa­dre y los hermanos. Además es una fuente inagotable de noticias relacionadas con los mármoles que pretendía usar, los colores, el costo de los materiales y una mezcla de pequeños hechos estrechamente vinculados con sus trabajos y su vida cotidiana.
Las Rimas son, en su mayoría, poesías de amor. Sin em­bargo son suficientemente útiles para introducirnos en su pensamiento, en su concepción de la existencia, en su ideal de belleza y en su teoría sobre el arte. Desde sus primeros versos juveniles a los más tardíos, se puede seguir, paso a paso, la evolu­ción de su sentimientos con respecto a la vida, desde su inicial visión heroica y confiada del mundo, al lento y sucesivo ensimismamiento en una intimidad siempre más profunda, cada vez más envuelta por un misticismo religioso y dolor sufriente, siempre más impregnada de inquietudes y de aquel sentido trágico, que Miguel Án­gel consideraba compañero de toda la humanidad.