La población mundial en la actualidad está estimada en 6.500 millones de habitantes y crece a un ritmo aproximado de 250.000 personas por día. Esto arroja un promedio de 180 personas más en el mundo cada minuto que pasa. En medio de esta vorágine de cifras, la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas se tomó el trabajo de nombrar simbólicamente a Matej Gaspar como ciudadano número 5.000 millones del mundo. El hombre en cuestión nació el 11 de julio de 1987 en Yugoslavia. Para llegar a los 10.000 millones habrá que esperar, se estima, hasta el año 2050.
Ahora bien, si la población total de la Tierra pudiese ser reducida a 100 habitantes y, conservando las proporciones que existen en la actualidad, recluirla en una pequeña aldea, ésta quedaría constituida de la siguiente manera: 57 serían asiáticos, 21 europeos, 14 americanos y 8 africanos. Habría 52 mujeres y 48 hombres. De raza amarilla serían 50, de raza blanca 30, de raza negra 5, mientras que los restantes 15 serían de otras razas. Habría 30 católicos, 20 musulmanes, 12 protestantes, 3 anglicanos, 3 budistas, 1 judío, 1 ateo y 30 de otras religiones. Habría 89 heterosexuales y 11 homosexuales. El 59 % de la riqueza de toda la aldea estaría en manos de 6 personas y las 6 serían norteamericanas. De los 100 habitantes, 80 vivirían en condiciones infrahumanas, 70 serían analfabetos y 50 sufrirían de desnutrición. Solamente 1 persona tendría educación universitaria y también solamente 1 tendría computadora. Mientras tanto, alguien estaría por morir y un bebé estaría a punto de nacer. Nuestro viejo y maltratado mundo tiene en la actualidad -como ya dijimos- una población aproximada de poco más de 6.500 millones de habitantes y crecerá un 50 % en el próximo cuarto de siglo, de modo que, haciendo un par de sencillos cálculos tendremos una idea cabal de lo que significan estos números. Si uno nunca ha experimentado los peligros de la guerra, sufrido las penurias de estar encarcelado, padecido la agonía de ser torturado o sentido las punzadas del hambre, entonces estará por delante de 500 millones de personas. Si uno tiene comida en la heladera, ropa en el placard, un techo sobre su cabeza y un lugar donde dormir, entonces es más dichoso que el 75 % de la población mundial. Si uno guarda algo de dinero en el banco, en su billetera o tiene algunas monedas en un cajón, ya está entre el 8 % más rico del mundo y, si puede leer esta página o cualquier otra publicación, será mucho más afortunado que los más de 2.000 millones de personas que no pueden leer. Viendo estas cifras, nos viene a la memoria la frase del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860): “Si un dios ha hecho al mundo, yo no quisiera ser ese dios. La miseria del mundo me desgarraría el corazón”.